San Mateo
POR MIGUEL ÁNGEL ORTIZ
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El Aparecido
se ha sentado a desayunar.
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Busca una orquídea entre sus ropas
y escribe con ella
sobre el mantel.
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En su morral —musita—
los instrumentos para pintar
un paraíso
en las paredes de su iglesia.
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Gira una parvada
entre los libros y los platos.
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Una cuchara atraviesa
el sosegado
blancor de la leche.
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Un fogón.
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Un cerdo, una gallina, una vaca
para desayunar.
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La Pasión según San Mateo, también.
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Un coro es un caballo esta mañana,
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una voz se disloca,
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acomoda sus huesos
sobre esta llanura.
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La leche, al hervir, se ha desbordado del tazón. Un sorbo entra a la boca, inunda la garganta, baja al estómago y lo calienta. Leo las palabras sobre el mantel: “Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: Sígueme. Y él se levantó y lo siguió”.
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Mira qué bien me han quedado estos huevos con tocino, aún hay leche en el refrigerador.
Una codorniz vino hasta la puerta y comenzó a rezar. —
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FOTO: San Mateo con el ángel– Salomón Koninck, Óleo sobre lienzo.
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