Scottish Dance Theatre: danza ritual
POR JUAN HERNÁNDEZ
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Recientemente estuvo en México la Scottish Dance Theatre, compañía de danza contemporánea dirigida por Fleur Darkin, cuya propuesta artística se basa en la sencillez del código de movimiento, el uso mínimo de parafernalia y la creación de una atmósfera íntima al mismo tiempo que perturbadora.
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La obra Miann, presentada en el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque, en el marco del Año Dual México-Reino Unido, nos permite acercarnos a una manifestación artística y cultural que rescata, a través de una reelaboración actual, los rituales celtas paganos —de antes de la llegada del cristianismo a la región—, en los cuales el hombre mantenía una relación sagrada con la naturaleza.
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Se trata de una coreografía que consigue una mixtura deliciosa de la tradición de la mitología celta y la música —folclórica y contemporánea, interpretada en vivo por el The One Ensamble—, en lo que podríamos ver como una crítica a la desacralización avasalladora del mundo en el presente.
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La puesta en escena suma los talentos de la coreógrafa Fleur Darkin y del diseñador Alexander Ruth, quienes revisten la obra de una cualidad plástica y visual de sensualidad sutil: desde el tipo de movimiento —que acusa cierto erotismo—, a la relación armoniosa de los cuerpos con la naturaleza, hasta la delimitación del espacio por un círculo de varas y un triángulo de cuentas brillantes en el centro, figuras geométricas simbólicas de la perfección.
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El trabajo de la Scottish Dance Theatre se encuentra lejos de la estilística de la danza de concierto que solemos ver en el mainstream de esta disciplina artística en el mundo globalizado. La globalización ha provocado una uniformidad en los códigos de movimiento y, en muchos sentidos, de las propuestas ofrecidas por las compañías, independientemente de la región geográfica y de la cultura de la que provengan.
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En Miann, por el contrario, resalta la intención de la coreógrafa por deshacerse de los clichés de la danza contemporánea predominante, para favorecer la manifestación de su propia tradición celta. Es decir: se sacrifica la complacencia de lo usual, lo aceptado, lo legitimado como lenguaje dentro de la danza para crear una expresión artística cuya fuerza se sustenta en una identidad concreta.
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La compañía puede ser vista, desde esta perspectiva, con cierto extrañamiento; pero no nos confundamos, no se trata de exaltar lo exótico de lo ajeno y lejano, sino de apreciar este arte que se integra al mundo contemporáneo con una voz propia: que habla del sentir, del imaginario, de las leyendas, los mitos, y la forma de ser de un pueblo. Y es así como el lenguaje de la Scottish Dance Theatre se vuelve, al mismo tiempo, universal, toda vez que revalora el carácter primigenio del ser humano y la relación de éste con el cosmos.
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En el espectáculo ofrecido por la agrupación se observa el trabajo interdisciplinario con rigor y precisión. La puesta en escena es producto de un conocimiento tanto de la danza como del teatro y la plástica, sin olvidar la inclusión de la música en vivo que dota a la obra de un lirismo sublime.
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Cabe resaltar, por otro lado, que los bailarines trabajan en función de la naturaleza ritual de la coreografía, de la sensualidad como provocación y de la aventura que significa deshacerse de lo aprendido en el salón de clases para responder única y exclusivamente a las necesidades de la puesta en escena.
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Es motivador observar un lenguaje que no se parece al de otras compañías, y que el tipo de movimiento es invención genuina, necesario para decir lo que se quiere, lejos del espectáculo banal y complaciente, del uso indiscriminado de la tecnología y de la parafernalia escénica, y del virtuosismo físico, sin sentido, de los bailarines.
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El arte escénico de la Scottish Dance Theatre nos permitió, además, acercarnos a una sensibilidad ajena y, por lo tanto, enriquecedora de nuestra propia manera de ver el mundo. Fue una lástima que los miembros de la comunidad dancística del país no asistieran a la función, para que se confrontaran con esta manera distinta de asumir el hecho coreográfico, lo cual habría provocado un diálogo entre creadores, tan necesario para el desarrollo de la danza que se hace en México.
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*Miann, con la Scottish Dance Theatre, dirigida por Fleur Darkin, con música en vivo de The One Ensemble, diseños de Alexander Ruth, con los bailarines Jori Kerremans, Matthew Robinson, Artur Grabarcyzk, Francisco Ferrari, Amy Hollinshead, Audrey Rogero, Aya Steigman y Jenna Pollack, se presentó en el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque, el 10 y 11 de noviembre.