Sensacional de Escrituras

Ene 8 • Ficciones • 1824 Views • No hay comentarios en Sensacional de Escrituras

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POR ALEJANDRA EME VÁZQUEZ

Le dicen síndrome pero nadie sabe bien a bien cómo diagnosticarlo de manera confiable, mucho menos tratarlo. Además, cuando entra a la conversación se refiere a asuntos tan disímiles entre sí que no es posible aprehenderlo en su totalidad. ¿Tiene que ver con falta de calidad, con falta de escritura, con insuficiencia, con sobrecalificación? ¿Se cura por completo o se es portadora por siempre? ¿Adquiere la forma de bloqueo escritural o de verborrea irracional? ¿Se necesita siempre un referente legítimo para que pueda medirse la impostura o se calcula al tanteo? ¿La impostora nace, se hace, la hacen…?

 

 

¿O todas las anteriores?

 

 

Si es un síndrome, tendría que conformarse por un cuadro sintomático fijo y ese cuadro indicaría una disfunción. Decirle síndrome, entonces, es patologizar la duda, la pausa y el tropiezo. Aunque la duda no tenga por qué ser deleznable, el tropiezo sea electricidad pura que nos pone en alerta y la pausa… ¿qué tendría de malo la pausa?

 

 

Si es un síndrome, necesitaríamos fijar sus posibles síntomas. No es que todos los síntomas aparezcan en todos los casos, pero presentar simultáneamente al menos tres permitiría proceder al diagnóstico. O al autodiagnóstico, que es una práctica muy común en estos asuntos.

 

 

Así que elige tus síntomas y ¡arma tu combo de impostora!

 

 

presenta altos niveles de autoexigencia
duda de sus capacidades
hace mucho más esfuerzo del “normal”
adopta cargos que no le corresponden
hace sola el trabajo de muchas personas
es proclive al estrés
tiene miedo a pedir ayuda
aleja a personas importantes de su vida por perseguir la autosuficiencia
siente que debe ser la mejor en todo
si falla, se castiga duramente

 

 

Más que síntomas, tienen la pinta de acusaciones hacia comportamientos que no se ajustan a los asociados con el poder, el éxito, el desapego y el dominio. En un mundo que nos quiere rocas, ser esponja es impostura. Y una vez aceptado ese principio, las acusaciones se instalan en todo lo que percibimos, porque se nos ha repetido hasta el cansancio que debemos ser las primeras en la fila cuando se trate de encontrarnos fallas. Y todo es una falla en potencia porque no somos territorios llanos: somos porosas, accidentadas, serpentinas, montañosas, ¡pero qué calamidad! ¿Por qué no podemos ser de una sola pieza, un bloque sin fisuras, un sauce de cristal?

 

 

E inevitablemente aparece, más que el diagnóstico, la fiscalización:

 

 

¿Deberías estar escribiendo pero estás tan cansada que no puedes ni pensar?

 

 

¡Impostora!

 

 

¿Disfrutas escribir sin preocuparte por La Calidad?

 

 

¡Impostora!

 

 

¿Te emocionas por una idea que ya se le había ocurrido a alguien más?

 

 

¡Impostora!

 

 

¿Incursionaste en un espacio que creíste público sin pedir los permisos correspondientes?

 

 

¡Impostora!

 

¡Impostora!

 

¡IMPOSTORA!

 

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