Shakespeare va y viene. Lo que importa es Cervantes
POR PEDRO GONZÁLEZ SOSA
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Conmemoramos el día internacional del libro el 23 de abril porque dicen que es la fecha en la que murieron Shakespeare y Cervantes. Es cierto, murieron en la misma fecha pero no en el mismo día. Me refiero a que desde 1582 España sustituyó el calendario juliano (el cual siguen muchas iglesias ortodoxas hasta el día de hoy) por el gregoriano, un calendario promulgado por el Papa Gregorio XIII que la Inglaterra protestante no adoptaría sino hasta 1752. Esto quiere decir que aunque ambas muertes, nos dicen sus registros, ocurrieron el 23 de abril de 1616, Shakespeare murió 10 días después que Cervantes. Eso no le quita que ambos escritores, definitorios en la formación del canon literario y quienes ayudaron a construir identidades nacionales a partir de su literatura, hayan coincidido en un mismo período y que ambos hayan sido testigos, entre otras cosas, de las rivalidades y hostilidades entre sus naciones incipientes. De ahí que sea curioso y pertinente recordar la obra que más fuertemente los vincula.
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Se trata de una obra llamada La historia de Cardenio, escrita por John Fletcher en colaboración con Shakespeare, basada en los capítulos de la primera parte del Quijote que cuentan la historia de dos parejas: mientras Sancho y Don Quijote erran por la Sierra Morena se encuentran con Cardenio, un amante andaluz caído en desgracia tras ver a su amada Luscinda casarse con su amigo Fernando, el hijo del duque. Éste se había enamorado de una labradora, Dorotea, a quien abandonó después de haber consumado su relación. Más adelante, los protagonistas de la novela se encuentran con la misma Dorotea, vestida de pastor, quien cuenta su perspectiva de la historia para que posteriormente se reúnan los cuatro amantes y se ajusten las cuentas conforme la novela va atando cabos.
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El atractivo de la historia para los dramaturgos ingleses es evidente pues contiene algunos aspectos y rutinas comunes en las obras que gustaban al Londres del Renacimiento: un doble triangulo amoroso, travestismo, enredos y malentendidos que se prolongan hasta un punto de encuentro, y finalmente el otorgamiento del perdón; todo esto en una ubicación exótica para una historia que no podría ocurrir en otro lugar. Es posible que Shakespeare y Fletcher hayan leído el Quijote en su idioma original, pero siempre pudieron haberse hecho de la traducción de 1612 de Thomas Shelton. Es una trama tan irresistible que más de un siglo después, en 1727, Lewis Theobald hizo una “adaptación” de Cardenio con el nombre de Double Falshood; or The Distrest Lovers (llamémosle Falsedad doble; o los amantes afligidos, por ahora). Esto ocurrió ya en una época donde la influencia de Cervantes era manifiesta en las obras de los novelistas y dramaturgos ingleses.
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Para muchos, Cardenio significa el puente entre los dos escritores más grandes, entiéndase idolatrados, de nuestra época, el contacto entre los paradigmas literarios hispanos y anglosajones, una obra que une las dos tradiciones, y que revela una especie de crepúsculo literario compartido por dos naciones rivales, dos culturas contrastantes, dos cristianismos enemigos y, en cierta medida, un punto de unión cultural que hasta nuestra América tan dispareja podría heredar… con el detalle de que Cardenio, con la pena, no existe.
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No tenemos el texto impreso como lo tenemos de La tempestad o Julio César, de las cuales hay una versión autoridad en el llamado primer Folio de 1623, un libro publicado póstumamente de 34 cm de largo que se anuncia como un compendio de las obras “completas” de Shakespeare. Tampoco existen versiones de quarto, un formato más pequeño reservado para publicaciones de menor extensión, como se tiene Hamlet, El rey Lear, Sueño de una noche de verano o Romeo y Julieta. Mucho menos sobreviven manuscritos de la obra, por lo tanto, mucho de lo que se puede comentar sobre Cardenio permanece en el ámbito de la especulación. Conocemos de su supuesta existencia por dos documentos de siglo XVII: el primero, un registro del Consejo Privado del Reino de Inglaterra que ficha dos puestas en escena de una obra llamada “Cardenno” en 1612 y de “Cardenna” en 1613 (probablemente la misma obra); el segundo, en 1653, es el inventario del editor Humphrey Mosely que señala la posesión del manuscrito de “The History of Cardenio por el Sr Fletcher y Shakespeare”. No se puede asegurar que se trate de la misma obra, por lo que los desconfiados pensarán que sólo Theobald podría hacer una “adaptación” de una obra que no existe, pero su explicación es sencilla: tuvo a la mano tres manuscritos en los cuales basó su obra mientras le hizo ciertos ajustes y mejorías. Nada se sabe del destino de aquellos documentos.
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Podríamos irnos al origen e incluso dudar de que los manuscritos que poseía Mosely hayan sido, en efecto, co-escritos por Shakespeare y que quizá el registro haya sido una atribución falsa para poder venderlo en más valor. Sin embargo, Shakespeare ya había colaborado con Fletcher, lo cual hace que la colaboración sea más verosímil. De ser así, ¿por qué Mosely no lo publicó como un quarto? Es más, ¿por qué no se incluyó en el primer Folio treinta años antes? ¿Qué nos dice esto sobre el papel de Shakespeare en la escritura de esta obra?
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Ciertamente este misterio favoreció a Double Falsehood, pues incluso la editorial “The Arden Shakespeare” publicó en 2010 una versión anotada de ella, con lo cual no se hizo esperar la controversia. El estudio sobre esta obra se ha concentrado en descifrar si, cuánto y qué de Double Falsehood fue escrito por Shakespeare, al mismo tiempo en que muchos concuerdan que hay evidencias textuales de la mano de Fletcher, lo que según algunos académicos, y en un revés interesante, confirmaría la participación de Shakespeare. Asimismo, ha habido proyectos de poner Cardenio en escena, ya sea “reconstruyendo” o “reimaginando” el texto “original” a partir de Theobald, la traducción de Shelton, o bien del mismo Cervantes.
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Sea cual sea la conclusión a la que se llegue y pese a cierta obsesión que rodea Cardenio, quizá valga la pena recordar lo que es una certeza: la influencia de Cervantes en dramaturgos jacobeanos. Para 1615 el mismo Fletcher, así como Francis Beaumont y Thomas Middleton, también contemporáneos de Shakespeare, habían ya producido obras de teatro inspiradas en el Quijote, otras novelas de Cervantes o algún suceso alusivo a España. De ahí que a 400 años de la publicación de la segunda parte de la novela, sea más interesante fijarnos, no en Shakespeare, cuyas atribuciones van y vienen, sino lo que importa, que es el Quijote, parte del contexto literario en el que se encontraba durante su publicación, el legado que dejó en otras tradiciones literarias, y las coincidencias que se pueden encontrar entre los períodos más influyentes de la lengua inglesa y la castellana.
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*FOTO: Luis Nishizawa Flores, El sueño del Quijote (Detalle), acrílico sobre madera/ Cortesía: Museo Iconográfico del Quijote.
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