Siete preguntas para Mia Couto
POR ANDRÉ MIRANDA
O Globo/GDA
Traducción de Alma Miranda
Rio de Janeiro. El mozambiqueño Mia Couto, quien recibió el Premio Camões 2013, visitó Rio durante la pasada Bienal del Libro. A petición de O Globo, siete autores lusófonos le hicieron preguntas: el angoleño Pepetela, los portugueses Inês Pedrosa y Gonçalo M. Tavares, y los brasileños Andrea del Fuego, Tatiana Salem Levy, Alberto Mussa y Marcelo Moutinho.
Pepetela: ¿Cómo te nace un historia? ¿De una idea genérica inicial, de un plan previamente elaborado, de una frase que medio inconsciente escribes y después se va desdoblando? ¿O de otra forma distinta?
Mia Couto: La historia nace de otras historias. De personas que se revelan, de encuentros fragmentados, pero no soy capaz de construir un plan. Ninguno de mis libros ha tenido esa arquitectura anticipada. Me dejo apasionar por los personajes al punto que ellos se vuelvan una presencia obsesiva dentro de mí. Duermo con ellos, despierto con ellos, voy al baño con ellos. Es por esta pasión que ellos me autorizan a que me aproxime, espíe sus vidas y escuche sus secretos. Son esos personajes los que me van relatando la historia; mi función, durante un tiempo, es mantener esa relación apasionada hasta que surja dentro de mí otro yo que haga la poda del árbol caóticamente ramificado. Ese es el segundo momento, más oficial, más de disciplina. Es más aquí que el escritor se convierte en reescritor.
Marcelo Moutinho: Tus textos son marcados por la recreación de palabras, por neologismos e innovaciones sintácticas, recursos propios del habla. ¿Cuál es la importancia de la oralidad para tu escritura?
MC: Desde el punto de vista literario, vengo de la poesía, vengo de esa oralidad que toda la poesía puede contener. Desde el punto de vista de mi historia, nací y vivo en una sociedad en que la oralidad es absolutamente dominante. Cuando algún libro me apasiona, la lectura se confunde y yo acabo escuchando voces. Y soy de tal modo inundado que tengo que dejar el libro. Como si el verbo “leer” no diera cuenta de ese descubrimiento, hecho página a página. Mi apuesta es darle cuerpo a la palabra, dejar que la página se abra a las voces y hablas de la oralidad. Y esto termina por contaminar la propia escritura, que se vuelve más plástica y que acepta recrear una frontera nueva con el universo de la oralidad. Ya lo dije anteriormente: soy un poeta que escribe historias.
Alberto Mussa: Considerando la importancia fundamental de la mitología y de las tradiciones orales de los pueblos africanos, ¿cómo es tu proceso de apropiación de estos legados en la literatura? ¿Cuál es la relación que estableces con los mitos de los pueblos de Mozambique?
MC: Me interesan los miedos e inseguridades que llevaron a que se construyeran leyendas y mitos. Me interesa la lógica de su construcción como narraciones y me interesa la belleza que muchas veces poseen. No sé si los pueblos africanos tienen más tradiciones orales y más mitos que los pueblos de otros continentes. Creo que no. En otras culturas existe un modo avergonzado de convivir con ese patrimonio, pero este acervo de historias está presente. Sólo se le hizo en un formato para presentarse en lugares propios y con la indumentaria adecuada: se revela en la creación artística, en el mundo de la fantasía del cine, en los sueños que se relatan murmurando.
Inês Pedrosa: En tu opinión, ¿existe una literatura de expresión portuguesa? En caso afirmativo, ¿cuáles serían sus características distintivas?
MC: No lo creo. Existen varias. Tantas como los autores que las realizan. ¿Existe una literatura de expresión inglesa? La respuesta será la misma. Creo que se puede decir que los escritores de lengua portuguesa comparten una condición histórica que ha tenido siglos de encuentros y desencuentros. Y también que su lengua tiene una historia compartida que hace que tengan una lógica y una dinámica que le son propias. El hecho de que existan Brasil y los países africanos introdujo un dinamismo particular a la lengua portuguesa que nada tiene que ver con alguna característica esencial. Brasil y los países africanos han impreso sus marcas culturales sobre la lengua y eso ha provocado que nuestro idioma común tenga una plasticidad propia.
Andrea del Fuego: ¿De qué manera tu formación en biología influye en tu literatura? ¿Tu mirada poética migra hacia otras áreas en que actúa, como la biología?
MC: En mi caso, no sé qué frontera haya entre la escritura y la biología. Lo que me fascina de la biología es que ella relata la más bella de todas las epopeyas: la historia de la Vida, es el modo como ella sugiere que no somos exactamente quienes pensamos ser. Somos, finalmente, hechos de otros seres que nos habitan: bacterias, virus y otros cinco microorganismos. La biología dice esto: que no somos tan individuales como pensamos. No somos puramente humanos. Somos mestizos, nosotros todos. Y este mestizaje incluye seres que figuran en una dimensión que parecía lejana. Ese presupuesto, en sí mismo, es un giro en la manera de mirarnos. Y la biología sugiere otras cosas, como el desplazamiento de nuestra especie del centro, finalmente sólo forma parte de un sistema más amplio. Desgraciadamente, la carga de recomendación del pensamiento ecológico fue recuperada por la economía de mercado y por la visión mecanicista y reduccionista que esa economía conlleva. Ha sido importante todo eso para hacerme escritor. La biología me restituyó la familiaridad con seres que parecían distantes. Hoy soy capaz de escuchar lo que un árbol quiere decir. Se esperaría que, al ser un científico, estaría más lleno de certezas. Es casi a la inversa. Estoy más dispuesto a dejar de tenerlas.
Gonçalo M. Tavares: Cuando se está en medio de la selva, de los animales y de las plantas, ¿qué piensas y cómo se piensa de la política de los hombres? ¿Qué traes de ese mundo para este otro mundo donde hay personas que te quieren oír? ¿Y llevas algo de la lengua para esa naturaleza que aparentemente no habla (¡ni siquiera portugués!) y no oye?
MC: Cuando estoy en medio de la selva busco un lenguaje, una lengua para hablar con esas entidades. La tierra y las plantas dicen cosas, susurran secretos y misterios. El problema está en que dejamos de saber escuchar. Este es el recorrido que me encanta: rehabilitar esa escucha dentro de mí. El escritor es siempre un escucha. Y quiero reaprender los idiomas de quien no habla lengua humana alguna. En este otro lado de que hablas, me siento a mirar mi propia lengua, que deja entonces de ser herencia ya hecha para llenarse de Historia y de historias. Y comienzo a conversar con mi lengua portuguesa, como si ella fuera tierra, agua y gente.
Tatiana Salem Levy: ¿Qué dicen tus ojos?
MC: Espero que digan “asombro”. Ese sentimiento que es la fuente de todo deseo de encuentro. Ese asombro es la manera en que la infancia se guarda dentro de nosotros.
*Fotografía: El escritor mozambiqueño Mia Couto / JAIR BERTOLUCCI, O GLOBO, GDA