“Soy un poeta panfletario”

Ene 24 • Conexiones • 3189 Views • No hay comentarios en “Soy un poeta panfletario”

 

POR AVRIL BLANCO

 

Autora del libro Cosas que nunca dije antes de que estallaran las bombas (Editorial Foc, 2012)

 

El pasado 20 de enero, Ernesto Cardenal cumplió 90 años de edad. Y una manera de celebrarlo es recordar su poesía, su visión de mundo y su lucha, tanto literaria como social. Cardenal nació en Granada, Nicaragua. Además de poeta es escultor, traductor, teólogo y sacerdote. Apoyó y participó en la Revolución de Abril de 1954 contra el dictador Anastasio Somoza. Finalmente el golpe de estado falló y Cardenal decidió entrar en la abadía trapense de Nuestra Señora de Getsemaní, en Kentucky, Estados Unidos. Después vino a México para estudiar teología. En la década de los setenta colaboró con el Frente Sandinista de Liberación Nacional en la lucha contra el régimen de Somoza. Posteriormente fue nombrado ministro de Cultura el 19 de julio de 1979, día del triunfo de la revolución. El 1994 abandonó el Frente Sandinista en respuesta a su descontento con la dirección de Daniel Ortega. Entre su activa labor social y política, Cardenal no ha dejado de lado tanto su carrera sacerdotal como literaria. Así tenemos a un personaje atrayente, entrañable y misterioso. Merecedor de diversos premios como el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2012) y el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (2009), Ernesto Cardenal es una figura central en la poesía hispanoamericana, ya que trajo un nuevo aire a un registro lírico enfocado en las emociones, alejado de abstracciones para darnos una poesía más visible; una poesía a veces confesional, a veces testimonial, otras, mística y las otras veces, sensual, visceral, potente.

 

Lo vi sentado en el lobby del hotel, junto a él dos mujeres que al verme se deshicieron del bastón que Ernesto sostenía firmemente con su mano derecha. Me acerqué y nos presentaron. Al igual que en las fotografías, que decenas de veces observé, Cardenal llevaba muy bien calada su boina negra.

 

Comencé mi plática asegurándole que la entrevista no sería larga, él sólo me observó y dijo adelante, pregunta.

 

Él no sabía del momento tan intenso que yo estaba viviendo. No era momento para decirle que cambié mi suéter unas cuatro veces antes de salir de casa e ir a la cita. La primera vez frente a él.

 

Como suelo acostumbrar, en mi afán de que el entrevistado fabule, inicié con la pregunta ¿qué es un país? A lo cual, un Ernesto Cardenal furibundo me respondió: no me preguntes eso, para mí es lo mismo que para todos, lo que dicen los diccionarios.

 

Nos miramos. Él se llevó las manos a la boca y después sonrió. En ese momento lo entendí, no debía titubear. Y comencé:

 

¿Cuáles son las utopías de la época contemporánea?

El comunismo. No el oficial, que fracasó: el de los partidos comunistas. Por comunismo entiendo la comunidad de bienes: el socialismo, que ya es muy antiguo. Viene desde el hombre primitivo y, sobre todo, del Evangelio. Desde las primeras comunidades cristianas, en las que todo tenían en común. Ésa es la utopía también actual; la misma.

 

¿Qué papel tiene la historia en la poesía?

En muchos poetas no aparece la historia. En la mía, sí; pero es muy común una poesía —que está de moda— en la que no hay historia ni geografía. Poetas de América Latina que pueden ser de la Amazonia y no hablan de la Amazonia, que pueden ser de Los Andes y no hablan de ellos; o de México, y que no hablan de su historia, de las pirámides y las leyendas de México, o de sus mercados, su cocina y la comida mexicana. Eso lo encuentras en los grandes murales de México, pero no en los grandes poetas. Hay una gran diferencia entre la poesía de México —de los grandes— y la pintura —de los grandes.

 

¿Entonces es importante la historia para la poesía?

La historia, y la geografía también. Que cuando leas un poema estés sintiendo de qué país es el poeta. Y no como los poetas actuales latinoamericanos, que muchos son como los hoteles Hilton, que es el mismo en Los Andes o en el Orinoco. Por ejemplo, me estoy refiriendo a Octavio Paz.

 

Aunque Octavio Paz tiene también algunas reivindicaciones de lo mexicano…

Pero no es un Diego Rivera.

 

En la actualidad, el activismo político en el arte se considera tabú. Bajo esta perspectiva, ¿cómo afrontar la lucha social desde la poesía?

Muchos consideran que eso puede ser panfletario. Yo soy un poeta panfletario. No le tengo miedo a eso.

 

El poeta le canta al futuro; al después. ¿Qué es el futuro para Ernesto Cardenal?

Desconocido. Del futuro únicamente sé que tiene que cambiar el mundo. La sociedad tiene que ser perfecta. Tiene que haber el reino de los cielos en la tierra. Yo soy cristiano y, por lo tanto, tengo que creer en el reino de los cielos; que es la tierra. Pero también soy marxista y, por lo tanto, debo creer que habrá una sociedad perfecta. Son lo mismo la sociedad perfecta que predicó Carlos Marx y la que predicó Jesús de Nazaret.

 

¿Es posible cambiar el mundo?

Es necesario cambiarlo. Lo está haciendo —en gran medida— el Papa Francisco. El papa nuestro, latinoamericano. Está cambiando El Vaticano, con eso está cambiando la Iglesia y con eso está cambiando el mundo; entonces es posible. Pero también los jóvenes han presentado ahora un nuevo lema: “otro mundo es posible” y esto es muy evangélico. Otro mundo es posible; uno perfecto. Porque éste es imperfecto. Muy imperfecto. Un mundo con justicia, principalmente. Todo viene de que hay injusticia. Desigualdad.

 

¿Ernesto Cardenal es feliz?

Sí. Por felicidad, por lo menos la mía, es estar en paz. No es euforia. No es estar como en una fiesta: una felicidad que pasa al día siguiente. La felicidad de aceptar todo.

 

¿Las revoluciones funcionan?

Sí. Un tiempo. Mientras son revolución, y después suelen fracasar; pero vienen otras revoluciones.

 

*Fotografía: “Las revoluciones funcionan un tiempo, mientras son revolución, y después suelen fracasar” / Leo Morales/EL UNIVERSAL.

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