Sra. Klein: la búsqueda de la verdad íntima
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El choque entre la razón y el instinto es encarnado en esta adaptación que Emoé de la Parra hace de la obra del dramaturgo Nicholas Wright, una búsqueda de la verdad íntima de toda relación humana
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POR JUAN HERNÁNDEZ
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El dramaturgo Nicholas Wright (Cape Town, 1940), ha escrito alrededor de 99 obras de teatro, entre ellas se encuentra una célebre, reconocida por sus numerosos montajes, Sra. Klein, que el autor escribió con base en la personalidad de Melanie Klein (Viena, 1982-Londres, 1960), una de las primeras mujeres que incursionó e influyó en la teoría psicoanalítica en el siglo XX.
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Pero como suele ocurrir con el teatro, no se trata de una versión literal de la vida real de la psicoanalista, es sólo el motivo que el dramaturgo toma para estructurar un conflicto y buscar en él la verdad íntima subyacente en toda relación humana.
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Wrigth se convierte en un escritor enigmático. En Sra. Klein, el dramaturgo resalta la connotación simbólica de la palabra. Escrita en 1988, la obra tiene un lenguaje frío, sintético, hiriente y no por ello desprovisto de humor. Un humor ácido que cae sobre las cicatrices para hacerlas más evidentes. Penetra en la intimidad de los personajes, de comportamiento obsesivo, con el objetivo de reflejar el estado de su psique.
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La traducción y dirección del montaje más reciente que se ha hecho en México es de Emoé de la Parra, quien interpreta a Melanie Klein, una adusta, obsesiva y autoritaria psicoanalista; madre de un hijo y una hija, a quienes durante su infancia analizó para crear su teoría sobre el psicoanálisis infantil. Brillante en su carrera, la Sra. Klein parece haber fracasado en su papel de madre.
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Difícil resulta sentir empatía por los personajes. La Sra. Klein podría incluso resultar un ser siniestro, si se considera que utilizó a sus hijos como “conejillos” para poner a prueba su teoría, dejando en ellos profundas heridas, causantes de un suceso trágico: la muerte del hijo (quizá un suicidio), así como el distanciamiento definitivo entre la madre y la hija (la Dra. Melitta Schmideberg, también psicoanalista, quien culpa a su madre del fallecimiento de su hermano y la acusa de no haber ofrecido amor maternal.
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Sin embargo, en la versión de Emoé de la Parra no hay personajes ejemplares: las tres mujeres en escena: la Sra. Klein, la Dra. Melitta Schmideberg y Paula —también psicoanalista, que llega exiliada a Londres, tras la persecución nazi en contra de los judíos en la Europa central, durante la Segunda Guerra Mundial— son seres que se ubican lejos de la lectura maniquea en relación con lo que se considera bueno o malo.
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En esta puesta en escena se desnuda y expone la condición humana, para tratar de entender los claroscuros morales, que nos atañen a todos como miembros de una especie que intelectualiza la experiencia vital, pero que no puede negar la otra parte: la de los instintos y, desde luego, la naturaleza emocional, que representa, enfrentada a la razón, un conflicto neurótico, visto a la luz del psicoanálisis.
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Desde luego que la obra de Nicholas Wright podría interpretarse como una crítica devastadora a la teoría psicoanalítica —creada por Sigmund Freud y adoptada, luego, por otros analistas para tratar de entender y reparar las lesiones del alma humana, por demás inasible, misteriosa, y oculta quizá de manera natural para la supervivencia de la especie—, pero esa no es la intención única del escritor, quien pone el acento sobre el drama humano.
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De la Parra tiene su manera de abordar el texto. Sin perder la esencia del mismo, subraya el conflicto inherente a la experiencia humana. Ese en donde se baten en una guerra emocional las tres mujeres sobre la escena, en un momento de verdad profunda, al que asistimos como testigos de la frialdad y crueldad de las profesionales, que no dejan de analizar cada detalle, a través de la teoría psicoanalítica y, al mismo tiempo, exponen la fragilidad de su naturaleza.
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La escenografía de Jorge Carrera simboliza el rebuscamiento de la mente: la casa y consultorio de la Sra. Klein, recreada con una cantina, sillas blancas y cristalería roja, así como el libro La interpretación de los sueños, de Freud, es el espacio de la vigilia; mientras que el diván amarillo y las sillas que cuelgan, representarían el universo simbólico o inconsciente.
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Emoé de la Parra, Paola Izquierdo y Alejandra Maldonado son actrices experimentadas, de disciplina férrea, que cumplen cabalmente con los objetivos de la dirección escénica, para ofrecer un montaje en el que la música (seleccionada por Silvia Navarrete), los silencios, el murmullo, los gestos, balbuceos y la palabra articulada se entretejen para consolidar un lenguaje conciso y brutal.
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En suma, Sra. Klein es una obra que nos habla del complejo mecanismo de la mente y de lo inaprensible del alma humana. La experiencia de la vida como un accidente, cuya explicación escapa, incluso, a las mentes más brillantes de nuestra especie.
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FOTO: Sra. Klein, de Nicholas Wright, dirección y traducción de Emoé de la Parra, con las actuaciones de Paola Izquierdo, Alejandro Maldonado, así como de la también directora; escenografía de Jorge Carrera, musicalización de Silvia Navarrete, iluminación de Jorge Ramírez y Vestuario de Carolina González, se escenifica en el Teatro Julio Jiménez Rueda, jueves y viernes a las 20:00, sábados a las 19:00 y domingos a las 18 horas, hasta el 13 de agosto./Cortesía: INBA