Tacita Dean: apuesta por el arte análogo
/
De vista en el país, la artista británica comparte en esta entrevista exclusiva sus exploraciones sobre el tiempo, lo efímero, la memoria y los vínculos con su propuesta de arte análogo como discursos político de resistencia en la era digital. Todo esto está presente en la exposición que estará abierta hasta el 12 de marzo de 2017 en el Museo Tamayo
/
POR GERARDO LAMMERS
/
Tacita Dean (Canterbury, Inglaterra, 1965) pinta sobre una mesa de madera casi tan larga como la sala 1 del Museo Tamayo. Faltan sólo un par de días para la inauguración de su primera exposición individual en México, y la artista trabaja a marchas forzadas. Tacita —nombre de la diosa romana del silencio (se pronuncia “Tácita”)— pinta sobre una tira de papel fotográfico de más de 3 metros de largo que ha traído desde Berlín, donde vive. Aplica delicadas pinceladas de gouache blanco en los contornos de las pálidas y abundantes ramas y raíces de un viejo y deforme árbol. Frente a ella, personal del staff de este museo del Bosque de Chapultepec monta la obra Cúmulo, una de sus enormes nubes (dibujada con gis sobre seis paneles cuadrangulares), mientras en la sala 6 otro equipo prueba los varios proyectores de cine, la mayoría de 16mm, que se han instalado para exhibir las películas que, al igual que los dibujos sobre pizarrón y sus colecciones de fotografías y postales encontradas, caracterizan la obra de esta artista. No sobra decir que Tacita Dean ha convertido el uso del celuloide —y en realidad de lo análogo— en un acto político.
/
Le pido unas palabras sobre la obra que está haciendo.
/
—Bueno, este árbol se llama “El árbol de la vida” y está… uhm… en Mezcal…
/
Alguien interviene para decirle que dicho árbol está en la isla de Mezcala, en el lago de Chapala.
/
—Sí, puedes decir que yo dije eso.
/
La chica de negro que está junto a nosotros, una de sus ayudantes, celebra la ocurrencia de la artista con una carcajada. Hace frío en la sala y Tacita, una mujer menuda de larga y canosa cabellera (con un dejo de mujer campesina), trae puesto un par de suéteres prestados que le quedan un poco flojos.
/
—He estado haciendo árboles; árboles ingleses de hecho —dice—. Así que cuando vine a ver el espacio aquí, pensé en hacer un árbol mexicano representativo. Estuve buscando uno de esos famosos, como el del Tule, pero terminé eligiendo éste. Lo que hago es transformar al árbol en personaje. Lo separo del fondo, convirtiéndolo en un objeto escultórico. Pinto alrededor del tronco y de cada rama, como puedes ver. Se lleva tiempo. ¡Vaya que se lleva tiempo!
/
Levanta la vista, suelta una risita y regresa a su minuciosa tarea.
/
—Tu exposición comienza con una colección de tréboles de cuatro, cinco, seis, siete y nueve hojas que iniciaste cuando tenías 8 años. Hay una imagen tuya, a partir de lo que he leído, que me resulta muy llamativa: Tú buscando tréboles en un largo y solitario paseo por el campo, jugando a que una cámara imaginaria te está filmando. ¿Consideras que en esta imagen está contenida la semilla de tu trabajo como artista?
—La imagen es un poco incorrecta. Encontré ocho tréboles de cuatro hojas, deambulando por ahí (cerca de su casa familiar en Kent) y pensé que tenía un récord Guinness, así que les escribí. Recibí después una carta en la que se me informaba que alguien en Ohio había encontrado miles. No importando esto, yo seguí encontrando tréboles hasta que me di cuenta que tenía una colección. Pero tienes razón en el sentido de que está relación de deambular y encontrar muestra la manera cómo trabajo. El escritor W. G. Sebald dice que su programa poético es un proceso que se parece a lo que hace un perro en un campo: no avanza en línea recta, sino que husmea. Me siento muy afín a eso: voy olfateando el terreno y viendo hacia dónde me lleva la vida, sin tener una dirección determinada. Buscar es para mí una cosa inconsciente. Y eso es importante. El nivel de inconsciencia, el no saber…
—A esta colección de tréboles se suman otras: de fotografías, de postales. Tienes incluso una colección de piedras redondas. Me da la impresión de que coleccionar es uno de tus motores creativos.
—Sí. Es la primera vez que muestro mi colección de piedras. Decidí hacerlo por la relación que le encuentro con México. Cuando fui al museo de arqueología —se refiere al Museo Nacional de Antropología—, me encontré con que tenían un montón de ellas. También estoy presentando unas bolas de gis que me encontré en Madagascar y que se usan en ceremonias para blanquear las caras de los niños y de las niñas. Y también están las bolas de sal. Así que hay un fuerte énfasis en la esfera… Pero lo que colecciono de una manera absolutamente consciente son viejas postales.
/
Por un tiempo Tacita se dedicó obsesivamente a reunir fotografías de desconocidos, que se encontraba aquí y allá. Así surgió el libro que lleva por título Floh. Después continuó con las postales. Suele pintar sobre ellas, borrando las fronteras entre realidad documental y ficción.
/
—Hace un par de años que vives en Los Ángeles, donde tengo entendido que realizas una residencia artística. Fue ahí donde comenzaste tu colección más rara. Estoy hablando de tu colección de nubes.
—Bueno, la primera película que muestro en esta exposición se llama A Bag of Air (Una bolsa de aire) y la motivación que tuve para hacerla era capturar una nube en una bolsa de plástico. Encontré que no se pueden atrapar nubes porque la presión es muy alta y las nubes necesitan viento. Así que lo dejé. Atrapar aire fue más fácil. Pero mi deseo de atrapar nubes viene desde hace mucho tiempo, desde que era niña. Y cuando me mudé a Los Ángeles me quedé sorprendida por las nubes, en parte porque me imaginaba que no encontraría ninguna. Tú sabes, Los Ángeles, el cielo azul. Pero en esta ciudad se pueden ver las nubes más increíbles y no están relacionadas con la lluvia. Así que me metí directo a las nubes. Un día manejaba por Sunset Boulevard muy temprano y al final de la avenida había una nube blanca enorme, masiva, perfecta, con un cielo azul profundo de fondo. Pensé que aquella era la cosa más bella que había visto.
/
Son muy conocidos los dibujos que realizó en pizarrones. Sin embargo, su descubrimiento de las nubes californianas provocó que retomara esta técnica, pero con un sentido más pictórico que narrativo. Fue así que el año pasado que cumplía 50 años le surgió la idea de hacer una serie de 50 nubes, en distintos medios, para exponerlas en Marian Goodman, la galería que la representa. La serie lleva por nombre Concordancias de 50 nubes estadounidenses. Pintar nubes es para Tacita Dean una manera de creer, de tener fe en lo que vemos.
/
—Aunque no se muestran todos los objetos físicamente en esta exposición, sino a través de fotografías, me gustaría que hablaras un poco sobre tus objetos salinizados: hay un libro y un rollo de película que lucen como si estuvieran cubiertos de hielo. Objetos apocalípticos y ballardianos…
—Son literalmente ballardianos. Se trata del libro de relatos Las voces del tiempo, de J. G. Ballard. El libro y la película fueron salinizados en una fábrica de Utah. Lo hice cuando filmé JG, un homenaje a Ballard —a partir del interés común por Spiral Jetty (1970), la escultura de Robert Smithson en el Gran Lago Salado—. Así que todo es acerca de Ballard y la idea de entropía: tú sabes, cómo nos vamos a… Las voces del tiempo es particularmente sorprendente. La historia es acerca de… uhm… Es imposible decir de qué trata…
/
Como puedo darme cuenta, la artista está haciendo un recorrido mental por su exposición mexicana, pues enseguida habla de la obra que está montada junto a sus objetos ballardianos: Quatemary, un fotograbado de gran formato —inspirado en un súper volcán de Yellowstone, en forma de ampolla— realizado a partir de fotografías a la albúmina del siglo XIX, en el que imagina y comenta (Tacita suele incluir frases escritas en sus obras) cómo será el momento posterior a la gran erupción.
/
“Estaba tratando de encontrar un paisaje futurista”, comenta ella.
/
—Es extraño porque Quatemary es al mismo tiempo futurista y prehistórico —, le digo.
—Sí. Claro. Hay una gran relación entre la prehistoria y el futuro. Estamos yendo a la entropía; estamos yendo de regreso a la prehistoria, quizá. Al menos climáticamente. Esta exposición empieza con tréboles y nubes, y continúa a través de cosas elementales, como la sal y el gis. Quatemary es sobre un súper volcán. Después tienes A Bag of Air y luego un par de obras acerca de la luz.
/
Se refiere a 10 to the 21 (10 a la 21) y The Green Ray (El rayo verde). La primera trata sobre una incursión que hizo en un laboratorio donde se crean explosiones nucleares a microescala. Las filmó en 16 mm. La segunda, sobre un viaje que realizó en 2001 a la costa occidental de Madagascar con la intención de registrar, también en celuloide, el último rayo de sol que se observa, cuando el sol se pone.
/
“Todo tiene que ver con la química, lo cual se relaciona a su vez con la película. La luz, no obstante su velocidad, afecta la química de la película. De manera que estas obras tratan del regreso a lo fotoquímico y a lo análogo. Existe en estas obras una especie de paraciencia combinada con alegoría”.
/
Ésta es sólo una de las claves que explican por qué para ella la preservación de la película, del celuloide, se ha convertido en un asunto político y por qué se ha asociado con el director anglo-estadounidense Christopher Nolan en una organización llamada precisamente Save Film (savefilm.org). Otra clave, quizá la más importante, es la defensa del celuloide como un medio análogo, ligado estrechamente a la memoria.
/
Sostiene Tacita que todo lo que podemos cuantificar físicamente es análogo. Escribir es análogo. Dibujar también. “Pensar se convierte en análogo cuando el pensamiento se materializa en una forma concreta. Cuando es transmutado en líneas sobre el papel o en marcas sobre un tablero”, escribe en el prólogo de su libro Analogue. “Análogo implica una señal continua —un continuum y una línea, donde lo digital constituye lo que se ha roto, o mejor, lo que se ha descompuesto en millones de números”.
/
—¿Por qué es tan importante filmar para ti?
/
Tacita suspira.
/
—Es una gran pregunta en muchos sentidos. Claramente el film pasa en el tiempo. Tú sabes, hay un tiempo diferente en la pintura o en el dibujo, que en la película. Mis películas tratan más acerca de representaciones, más acerca de la pintura, que del cine. Siempre hago esa diferencia. Aunque están hechas de celuloide, se relacionan más con el arte y la historia del arte, que con la historia del cine. Tienen que ver sobre todo con el tiempo.
/
El visitante de Tacita Dean se encontrará con varias salas acondicionadas para ver las películas, todas ellas de corta duración. En una de ellas se exhibe Michael Hamburger, una de las cintas más conmovedoras de la exposición, en donde este poeta inglés, amigo de Sebald, habla sobre las manzanas de su huerto. Otra de las salas está transformada en un área para fumadores. Ahí se exhibe Portraits, película en la que David Hockney se fuma, a solicitud de Tacita, cinco cigarros en su estudio californiano.
/
En la sala de los “objetos metamórficos” se puede ver su colección de piedras redondas y también Purple Steering Wheel (El volante púrpura), una sencilla película que inicialmente fue filmada en Súper 8 durante un viaje a Budapest. Junto a ella, un enigmático texto escrito a máquina, el único de la exposición, que trata sobre una bola de pelusa roja… y sobre México.
/
“Pienso que muchas de mis ideas sobre México viene de los artistas mexicanos de mi generación. Gente como Gabriel Orozco, Damián Ortega, Mario García Torres. Hay una sensibilidad mexicana muy particular. Esta cosa de disfrutar cada día. Y cuando vine por primera vez al museo, inmediatamente me enamoré del espacio. Entonces, pensando en esta exposición, surgieron obras nuevas como Cúmulo, pero surgieron también otras como Purple Steering Wheel, que son recuperadas. Esta película me recordó un texto que había escrito sobre una bola de pelusa roja. De pronto hay lugares que te permiten este tipo de juegos. Y tengo la impresión de que México es uno de esos lugares. Me gusta cuando puedo hacer exposiciones en las que me siento libre de hacer estas cosas, en las que puedo pensar de manera más creativa. Tú sabes, las grandes obras son importantes, pero también las cosas pequeñas”.
/
Una de estas pequeñas cosas tiene que ver con una hormiga que recorre la exposición. Se trata de cuatro postales encontradas y pintadas, colocadas en distintos puntos, y ligadas a una visita que hizo a Teotihuacán. Cuenta Tacita que estaba bajo la sombra de un árbol, mientras su esposo e hijo subían la Pirámide del Sol, cuando se encontró con una hormiga subiendo una piedra.
/
“Vi el microcosmos versus el macrocosmos —dice, impaciente por levantarse e ir a supervisar la instalación de la pantalla de Human Treasure (Tesoro humano), otro de sus filmes—. Esa gran religión, dinastía, cultura y filosofía, en contraste con esa pequeña hormiga en la piedra, casi nada, con el sol cayéndole encima. Por eso pinté esas cuatro postales… Es sobre buscar y encontrar de lo que esta exposición trata. Encontrar tréboles, encontrar postales, tú sabes…”
/
/
FOTO: “Academy Museum”, 2016. Gouache sobre postal de nubes encontrada.
« Remedios Varo: aquí hay dragones Inmarcesible Filarmónica de la Ciudad »