Tanatológica
POR GERARDO DENIZ
Mucho antes de que me presentaran a Baruch de Spinoza
en el Guadalajara de Noche
(donde, horrisco referens, bailé más tarde, y él no),
venía yo diciendo a quien me soportase
que el tema de la muerte es lo más aburrido que existe.
Ahora, caminando ya por la cornisa,
cara a la calle, lo sostengo.
La muerte es femenina, por mucho que los alemanes lo discutan,
sus piezas son muy agradables de estudiar
salvo para los estudiantes primerizos de medicina,
pero, una vez armado el esqueleto
(eso decía, de pequeña, una hija mía),
resulta que es una vieja loca.
No sirve de secretaria porque ahuyenta a los clientes,
barrer tampoco sabe pues sólo consigue aniquilaciones bárbaras de vidas,
poco usuales, después de todo,
y así por el estilo.
Sus orificios no son utilizables:
demasiado anchos o estrechos
y siempre de dureza ósea.
Antes fornicarás por el inhumano agujero de Panizza
o por el foramen de Monro
que por el asa de un isquion
o por los historiados intersticios del espinazo.
Visto lo cual, la muerte no sirve para nada.
Con lo rico que es desnudar a una tanagra, freírla y que cruja
al morderla como una campechana.
He dicho.
* Autor de Erdera (FCE, 2005). Recibió la Medalla de Oro de Bellas Artes el pasado 30 de septiembre.
* Fotografía. El poeta Gerardo Deniz, en enero de 2011 / CORTESÍA FERNANDO FERNÁNDEZ.
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