Teatro con sabor a México
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POR JUAN HERNÁNDEZ
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El Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”, joya arquitectónica, de fachada neoclásica, construido en 1918 por los arquitectos Federico Mariscal e Ignacio Capetillo Servín, volvió por un instante a su origen, al albergar el espectáculo Tandas y tundas, teatro de revista, con la dirección de Arturo Beristain, homenaje a una forma del quehacer escénico que prevaleció desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la primera mitad del XX; tradición escénica mexicana, actualizada en la actualidad por las compañías de cabaret.
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Tandas y tundas, presentada en estos días de festejo nacional, es un espectáculo que recuerda viejas glorias del teatro de México, que reunía, por un lado, a la alta aristocracia porfiriana, en los teatros afrancesados de la época, así como a personajes populares, en carpas y jacalones, en donde se hacía la parodia y la crítica política, a principios del siglo XX y hasta entrada la década de los 60, expresión muchas veces reprimida y castigada por cuestionar, en su primera época, el status quo de la sociedad porfirista y después al régimen que surgió de la Revolución Mexicana.
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La revista mexicana, recuperada por Arturo Beristain, cuenta la historia de “la familia Cortés”, dueña de un teatro al que acudían mujeres ataviadas con vestidos largos, crinolinas, corsés y peinados afrancesados, así como hombres en levitas, fracs y sombreros de copa, a divertirse con las producciones teatrales que llegaban de Europa, en la época porfiriana.
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De la autoría de Judith Inda, Russel Álvarez y Gonzalo Blanco, Tandas y tundas hace homenaje, también, a las familias que dedicaron su vida al teatro, pues el quehacer escénico fue, en todos sentidos, su vida entera. En ese medio se enamoraban, procreaban y educaban a sus hijos. El teatro, significó todo para ellos y se heredaba de manera generacional.
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A las menciones a teatros, hoy leyenda, como el Arbeu, el Principal o el Nacional, se suman las de espacios escénicos actuales como el A Poco No, Carretera 45 o el Foro Shakespeare, entre otros, para establecer la larga cadena de la tradición que continúa vigente en México, pese a los embates de las nuevas tecnologías y el entretenimiento de masas.
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La mirada contemporánea podría encontrar ingenua y lenta la propuesta del teatro de revista, basado en números musicales, de baile y sketches cómicos cortos (con albures y referencias críticas a la vida política y social del país), pero una obra de esta naturaleza debe entenderse en su contexto y como un homenaje a aquellas antiguas producciones que hicieron las delicias de los mexicanos, en otra época.
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El texto de Inda, Álvarez y Blanco, introduce en la propuesta de corte decimonónico, referencias a sucesos actuales, que resultan altamente efectivos. Un ejemplo: nombrar a uno de los números como “De los 40 y tantos”, que en la contemporaneidad nos hace pensar en la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapan, aunque en la escena se recree el baile de los 41 homosexuales, vestidos de mujer, en la época porfiriana, que causó gran revuelo en su tiempo, y en el que se señala como participante 42 a Ignacio de la Torre y Mier, yerno de Porfirio Díaz, además de hacer referencia a que el amante del familiar del general era un reconocido caudillo de Revolución Mexicana.
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El elenco, integrado por Judith Inda, Ruseel Álvarez, Reyna Mendizabal, Jorge Escandón, Raúl Aranda Lee, Juan Carlos Sáenz, Óscar Serrano Cotán, Laura Galo, Anne Yvonne Durán, Michelle Temoltzin y Jerónimo Suárez Inda, interpreta a distintos personajes que cantan, bailan y desarrollan sketches, para hacer parodia de expresiones clásicas, como ocurre en el de la soprano “Mimi”, quien es abucheada cuando intenta cantar la famosa aria “Casta diva”, de Norma, para luego ofrecer números famosos del teatro de revista como La telefonista del amor, que hiciera célebre la tiple española María Conesa, conocida también como “La gatita blanca”.
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La historia de “la familia Cortés”, dueña del teatro y productora de espectáculos de revistas, cuenta la historia de la tradición escénica mexicana desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la época revolucionaria del siglo XX, al mismo tiempo que es un repaso humorístico y crítico, no menos importante, de la tradición política y las costumbres sociales de un México que aún hoy nos es inmediato.
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Con algunos tropiezos en el ritmo y la dicción, el espectáculo dirigido por Beristain se disfruta por ser una pieza de excepción, al recrear una forma del hacer teatral que ha quedado en la historia del arte mexicano. Esta es una tradición que ha acompañado las transformaciones sociales desde el imperio impuesto por la invasión francesa en el país hasta las décadas gobernadas por Díaz, bajo el lema de “orden y progreso” y, posteriormente, la sublevación armada revolucionaria.
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Entre esos hechos históricos, aparece, tímida pero eficazmente, la vida contemporánea: la corrupción de gobernadores, los lemas de las campañas gubernamentales que hacen las delicias de los memes en la era digital (“lo bueno cuenta y cuenta mucho”), las alianzas partidistas y el plumaje “que no se mancha al atravesar el pantano”, entre otras referencias de actualidad. Señalamientos que nos hablan directamente, para reflexionar sobre la realidad, con humor, sentido crítico, a través del gozo perenne de las artes vivas, para luego cerrar con un número que hace honor a la canción mexicana, al grito apoteósico de: ¡Viva México!
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FOTO: Tandas y tundas, de Judith Inda, Russel Álvarez y Gonzalo Blanco, dirigido por Arturo Berinstain, con la Compañía Cortejo Producciones, los músicos Luz Haydeé “Tiki” Bermejo, Carlos Torres y Rodrigo León, diseño de decorados de Adrián Orozco, composición de bailes de Michelle Temoltzin, iluminación de Edgar Sánchez y diseño gráfico de Rubén Vera, se presentó en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”, 13 y 14 de septiembre. / Cortesía Sistema de Teatros de la Ciudad de México.
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