Teatreros, permítanos ayudarlos

Feb 20 • Escenarios, Miradas • 4162 Views • No hay comentarios en Teatreros, permítanos ayudarlos

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La industria teatral está en una crisis por la contingencia sanitaria, una realidad que ha llevado a algunos productores a buscar opciones desesperadas y con evidentes descuidos sanitarios

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POR IVÁN MARTÍNEZ

Twitter: @i_martz
La música y el teatro son esenciales. Nadie ha dudado de ello. Para algunos, como yo, no sólo son parte central de nuestra vida, sino la vida misma. Me encuentro entre quienes su vida, personal, social, profesional, gira en torno a ir a conciertos, asistir a la ópera, experimentar el teatro. Y como todos, extraño mi vida. Fui de los primeros que en cuanto tuvo oportunidad, al terminar el verano, fue al teatro: ya he relatado que vi una de las primeras funciones de Elena, en el Teatro Milán. Soy consciente del privilegio que significa vivir las artes escénicas desde la barrera y desde ahí hablo: como público.

 

El lunes pasado, la Ciudad de México regresó del rojo al color naranja de su semáforo de riesgo. Sabemos que el catálogo de colores es amplio y según la tonalidad, las autoridades marcan pautas que varían de semana a semana y de sectores a sectores. Por ahora, desde el lunes está permitida la actividad teatral al aire libre, aunque ninguna compañía ha anunciado algún proyecto.

 

 

Ese día, un grupo de productores notables del llamado teatro comercial, tuvieron una conferencia de prensa para insistir en la necesidad de abrir para la sobrevivencia de su ecosistema. Insistieron, como antes del verano, en la seguridad de sus espacios y sus protocolos sanitarios, en que a diferencia de gremios de otros países no piden apoyos sino la libertad de trabajar, y en la terrible situación que pasan cientos de empleados.

 

 

Llamó mi atención, con cierto coraje, que no pudiera sumarme a su llamado: vi fotos del encuentro y estaban ahí los ocho, muy orondos, con ánimo más bien festivo. Abrazándose. Y sólo dos de ellos portaban cubrebocas. ¿Por qué no nos dejan ayudarlos?

 

 

Enseguida leí las notas periodísticas que relataban el encuentro y mi sorpresa fue creciendo. Alejandro Gou, un productor que ya ha tenido problemas por no respetar la integridad de las obras que trae como franquicia a México, se decía extrañado por la sugerencia de la jefa de Gobierno de hacer teatro al aire libre: “hasta nos vimos ofendidos… con el nivel de producciones que hacemos”. ¿De qué nivel habla y qué tiene que ver el nivel con los escenarios abiertos?

 

 

No conoce Shakespeare in the park, el icónico festival que se desarrolla en el Delacorte Theatre de Nueva York. No esperaba que conociera el festival de Bregenz, la Opera de Santa Fe o el Hollywood Bowl de Los Angeles. Pero uno esperaría que si este grupo de teatreros quiere emular a Broadway, estuviera al tanto de lo que sucede al menos ahí, la meca mundial del teatro comercial.

 

 

Nueva York no está hoy peor que la Ciudad de México y no abrirá pronto. Pero tras el verano, su Filarmónica se subió en grupos pequeños a una pick-up para tocar por las calles de prácticamente todos los barrios; la Chamber Music Society vendió boletos para improvisar conciertos en uno de los jardines del Lincoln Center donde no hubo más de veinte personas; y el gobernador y el alcalde han anunciado un programa de “recuperación de la vida cultural” que incluye presentaciones callejeras de teatro y música con gente como los actores Hugh Jackman y Sarah Jessica Parker y los cantantes Renée Fleming y Anthony Roth Costanzo. ¿Por qué los teatreros mexicanos se sienten ofendidos ante una de las pocas ideas coherentes que ha tenido Claudia Sheinbaum?

 

 

Leí luego la columna de Susana Moscatel, probablemente quien mejor conozca de teatro musical en medios mexicanos. Nunca me había dolido tanto un texto suyo. Le causa “bochorno” la propuesta del teatro al aire libre, porque defiende a Gou y juntos sólo imaginan ese bodrio que es El Tenorio Cómico “frente a la Estela de Luz”. Su cierre es más que desconcertante: los productores sólo quieren abrir “a pesar de las inevitables pérdidas que eso conlleva”. ¿Sólo interesa vender sin importar lo que “conlleva”?

 

 

Pensé rápidamente en el Teatro Ángela Peralta, el nuevo foro del parque La Mexicana en Santa Fe, el teatrito de Plaza Loreto y el foro al aire libre del Conservatorio Nacional. No conocen la ciudad y sus teatros abiertos, de todos los tamaños en prácticamente todas las alcaldías.

 

 

Un actor dijo que los veían como “garnacheros” y supe de un cabaretero que dijo que no podría ponerse en el semáforo a hacer su monólogo porque la policía lo iba a levantar. Ambos conceptos deberían llevar a otra discusión, pero sigamos: ¿así se ven a sí mismos? Ese no es problema de la jefa de Gobierno. ¿No eran el gremio que presumía la responsabilidad con que cerraron antes que nadie, el que se reinventó para presentarse en zoom, al que no le importa si la función es para una, cien o dos mil personas?

 

 

¿Los foros que mencioné se prestan más para música? Probablemente. Eso me lleva a otra pregunta hacia las autoridades: ¿por qué sólo teatro y no música?, ¿por qué no ópera y ballet? Si bien cuando decimos ópera sólo pensamos en la Compañía Nacional, cuya oferta es de gran formato, han proliferado pequeñas compañías con capacidad de movilidad: la de Sylvia Rittner, especializada en el público infantil o la de Oswaldo Martín del Campo, que involucra cine.

 

Basta un par de minutos en google para ubicar los foros disponibles. La UNAM tiene tradición en ello y algunos de estos teatreros “independientes” o “comerciales” ya lo habían hecho cuando montaron una especie de Globe, parecido al de Londres, junto al Museo Tamayo.

 

Los teatros pueden ser un lugar seguro, pero implican movilidad, implican sufrir la irresponsabilidad del otro, una irresponsabilidad como la de la foto que inspiró estas líneas: los productores sin cubrebocas. Ayúdenos a ayudarlos. El público necesita el teatro tanto como ustedes.

 

FOTO:  Los productores Tito Dreinhüffer, Guillermo Wiechers, Morris Gilbert, Claudio Carrera, Alejandro Gou, Fred Roldán y Julián Torres, varios de ellos sólo con caretas y sin cubrebocas./ Adriana Hernández/ El Universal

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