La casa de mi madre: retrato de familia
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POR JUAN HERNÁNDEZ
La casa de mi madre es la más reciente creación del Grupo Teatral Tehuantepec, que dirige Marco Petriz, director de temperamento incontrolable, quien enfrenta el enorme reto de la aprehensión de lo esencial en el quehacer escénico.
En 32 años de trayectoria, el creador tehuano ha escrito historiaS poderosas. Es un dramaturgo que tiene como lienzo a la escena: ahí da vida a las anécdotas, cuya génesis se encuentra en el entorno del creador, es decir, en la cotidianidad: esa cortina de humo, de apariencia irrelevante, que esconde tragedias humanas universales.
Retrato de familia es una obra de madurez, en la que el creador escénico se confronta a sí mismo y cuestiona sus hallazgos, con el objetivo de depurar el lenguaje simbólico del teatro. Aspira a lo esencial, tanto en la manera de contar la historia, como en las demandas que hace a los actores.
Entre La llorona, la obra que en 1993 le valiera el reconocimiento nacional al director y a su grupo, y Retrato de familia, hay un largo camino recorrido que redunda en la capacidad de la agrupación para generar una emocionalidad equilibrada, contenida, con destellos apasionados y violentos, que se desvanecen en la catarsis conseguida por rompimientos de humor negro, para ampliar la dimensión trágica de la experiencia humana.
En La llorona, Petriz hizo un gran ejercicio de teatro de inmersión, colocando al público entre los actores, a los que seguían por diferentes espacios, para vivir junto a ellos el instante efímero de esta forma estética de fenómeno escénico.
Por otro lado, en La casa de mi madre, el director ya no mueve al público; lo que sí hace es encerrarlo en el cuarto de una casa antigua de Tehuantepec y, una vez ahí, ya no hay escapatoria. La presencia cómplice del espectador es parte fundamental de la propuesta artística del director, quien busca dislocar la convención de la percepción del público.
Petriz es un director duro, de pensamiento crítico radical. Contar historias es para él una necesidad urgente. En ellas vuelca una visión del mundo que traspasa la epidermis para llegar a la médula, de donde extrae la potencia que anima el universo simbólico que desvela ante los ojos asombrados del espectador.
El Grupo Teatral Tehuantepec (GTT) se ha convertido en un referente del teatro nacional, dueño de una tradición que se asienta en las realidades de las comunidades de la región del istmo de Tehuantepec, en Oaxaca.
La agrupación ha formado a actores en esta corriente del teatro que Petriz ha decidido llamar “del entorno”. Algunos intérpretes dejaron el grupo para colocarse en medios como el cine o la televisión, sin embargo, la consolidación del GTT no podría entenderse sin la actriz Gabriela Martínez, quien ha permanecido desde el inicio y hasta la actualidad en este ejercicio artístico continuo, para madurar un lenguaje de trascendencia.
En La casa de mi madre, el GTT cuenta la historia de la muerte de la mamá de dos hermanas y abuela del hijo de una de ellas. En el cuarto contiguo (al que el público no tiene acceso), se lleva a cabo el funeral. Se escuchan el llanto, los rezos y alaridos de los personajes que piden perdón a la muerta. En aquel espacio, oculto a la vista, sucede una acción sonora: es el lugar de lo sagrado.
En la habitación ocupada por el público, los personajes profanan el ritual con la expresión del rencor, la envidia, las acusaciones mutuas, la pelea por los bienes, los reproches lanzados como dardos envenenados y, sin embargo, la reconciliación o la esperanza de que ésta sea posible.
La hermana mayor, interpretada de manera impecable por Gabriela Martínez, es un personaje de autoridad, toda vez que, al parecer, fue la más querida por la madre. La hermana menor, encarnada por Azucena Desales, se vuelca en el reproche, resentida con la madre. Mientras que el nieto, un joven gay, a quien da vida el actor Hugo Ramírez, como el tercer doliente, enfrenta a los demonios de su condición y el resentimiento por el abandono de su madre biológica.
Marco Petriz hace un gran retrato de familia al abordar el caos y el derrumbe de la estructura familiar tras la muerte de la figura más importante, la rectora del orden: la madre. Su ausencia rompe el orden e implica una recomposición de la familia, cuyos miembros deberán, primero, hacer una purga emocional.
La solidez de la puesta en escena de La casa de mi madre radica en el trabajo colectivo y de laboratorio, posible gracias a la estabilidad de la que ha gozado la agrupación en poco más de tres décadas. Este año, el Grupo Teatral Tehuantepec cumplirá 33 años de trayectoria escénica. A Marco Petriz le quedan muchas historias por contar, lo que implicará la confrontación permanente del creador con el teatro como destino ineludible. Y en ello se le va la vida.
Teatro al momento
La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca, dirigida por Claudia Ríos, pieza emblemática de la literatura dramática del Siglo de Oro español, se escenifica en la sala Héctor Mendoza de la Compañía Nacional de Teatro (Francisco Sosa 159, Santa Catarina), jueves y viernes 20:00, sábados 19:00 y domingos a las 16 horas, hasta el 23 de febrero.
FOTO: La casa de mi madre, autor y director Marco Petriz (miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte), con las actuaciones de Gabriela Martínez, Azucena Desales, Hugo Ramírez y Micaela Hernández Morán, escenografía e iluminación de Jorge Lemus, vestuario y utilería de Sergio Ruiz, con el Grupo Teatral Tehuantepec, se escenificó en la Casa de Ensayo, en Tehuantepec, Oaxaca./
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