Nuevas voces del teatro musical
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POR IVÁN MARTÍNEZ
Hay dos aspectos que me gusta resaltar para ilustrar la idea de lo que es la actualidad del teatro musical en México: el más importante es la profesionalización que se ha venido dando en áreas no tan “palpables” para el público en general (de la parte creativa de los vestuarios, escenografía e iluminación, a la técnica de la ingeniería de audio o las coordinaciones técnicas tras bambalinas, a la administrativa) y que se traduce en puestas mejor puestas.
El otro, que hace todavía unos diez años se antojaba impensable, es la diversificación de compañías productoras. Ésta no es cosa menor y no se trata sólo de quitarle monopolio a los dos o tres grandes productores, sino lo que ello significa: la producción tradicional maneja teatros más grandes, que son sede natural para las obras de gran formato y por tanto, se han encasillado en la “seguridad” de títulos tradicionales.
El surgimiento de productoras independientes (que no es casualidad que sean encabezadas por gente joven) ha sido un respiro porque en sus posibilidades (de conseguir teatros dónde presentarse y de arriesgar financiamiento para sus puestas) le dan frescura a la cartelera, esforzándose en hacer la diferencia con nuevas propuestas, sobre todo conceptuales pero también de formatos, dentro de la amplísima paleta de lo que cabe en el género; en algunos casos, incluso procurando el desarrollo mexicano de éste, estadounidense por antonomasia, con obras de manufactura nacional.
Hay aspectos, sin embargo, en que los productores independientes deben luchar contra sí mismos si quieren ganarse el favor del público: en aras de lo “propositivo” no descuidar la profesionalización de cada uno de los aspectos que involucran a este hermano menor de la ópera. Básicamente: que el carácter conceptual independiente de sus puestas sea en el sentido artístico y no en la mediocridad de menospreciar la urgencia de cuidar cada aspecto visual y auditivo.
Por estos días, todavía se pueden ver dos puestas del llamado “mediano formato”, que son esfuerzos de caras nuevas en la producción: Para la libertad, que produce David Cuevas en el Foro Cultural Coyoacanense, y Avenida Q, a cargo de Adrián Fernández en el Teatro Milán. Coincidentemente, ambos habían sido ya producidos por equipos diferentes: algo debe decir eso del mensaje de sus contenidos.
Para la libertad (2012) se sitúa en la Academia de San Carlos durante los meses del conflicto estudiantil de 1968, cuenta con dramaturgia de Omar Olvera y utiliza canciones de Joan Manuel Serrat. Gran problema de los musicales “de rockola” que no utilizan música original, es la falta de naturalidad con que ésta se inscribe en la dramaturgia: sin ser yo el público natural del cancionero de Serrat, tras el resultado no podría imaginarme otra música más acomodada al libreto, tanto conceptualmente como en la manera que ésta se integra a cada escena. Es un acierto. Lo que podría no serlo es la superficialidad con que cada uno de los conflictos de la historia se aborda. Puede por momentos sentirse pesado al reiterar sus temas sin adentrarse del todo en cada uno de ellos.
El mismo Olvera dirigió ésta y las dos producciones anteriores de su obra, pero ambas antes fueron esfuerzos semiprofesionales. Hay una gran diferencia en la ejecución de este tercer intento que incluso hace desvanecer mi crítica a su dramaturgia. Su dirección es más madura, la escenografía e iluminación se notan en orden, al igual que su coreografía. Los arreglos están incluso mejor logrados. Y no hay en el elenco ningún elemento que distraiga por menores capacidades o esfuerzo: lo encabeza la soprano Irasema Terrazas, de quien sigo sin estar seguro de que éste sea un título adecuado para su voz, pero que como actriz resulta una fuerza indispensable y completa.
Avenida Q (2003) es una de esas obras que cada tanto remueven y provocan el desarrollo histórico del género. Estuvo en cartelera durante más de quince años en Nueva York y se trata de una parodia del universo de Plaza Sésamo, en un tono de comedia “muy adulto” no apto para conservadores. La música y el concepto es de Robert López, quien trabajó junto al letrista Jeff Marx y el libretista Jeff Whitty. Se había producido profesionalmente con mucho éxito en México en 2008, en una producción encabezada por el actor Luis Gerardo Méndez, y luego a cada reposición, con equipos diferentes, ha venido cayendo hasta la decepcionante producción actual, que dirige Álvaro Cerviño, con su nueva traducción.
Sus caídas tienen que ver precisamente con el menosprecio: su concepto teatral se presta a la producción pequeña, al espacio íntimo, quizá cercano al cabaret. Y se nos da como país igualar esos términos a la pobreza de recursos y sobre todo al poco cuidado con que estos se utilizan. Nada más equivocado, pues sus canciones requieren actores entrenados profesionalmente en el canto y su libreto, un ritmo actoral no sencillo que no sobrevive al sólo hecho de pronunciarlo.
Como ejercicio amateur, puede pasar para que gente que desconozca esta joya teatral la conozca, el problema es que se vende (¡se vende!) como un producto profesional, cuyas nuevas adaptaciones para el público mexicano y traducción al español, la falta de cuidado en la sonorización, la penosa escenografía indigna hasta de un festival escolar y el todavía peor desempeño vocal-actoral de todos en el cast (quizá se distinga un esfuerzo mayor de María José Brunet y se reconozca como el más pobre de todos a Carlos Velasco, “Aurora Wonders”), la dejan muy por debajo de ese nivel esperado. Mal porque habrá quien crea que así es todo el teatro musical, y mal para el Teatro Milán, un espacio que hasta antes de ésta había sido muy cuidadoso al elegir a quién abrir sus puertas.
FOTO: Sistema de Teatros de la Ciudad de México. / Pie de foto: Para la libertad se presenta los domingo a las 18 hrs. en el Foro Cultural Coyoacanense (Allende 36, colonia Del Carmen, Coyoacán).
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