Temáticas de la esperanza: entrevista con Jean-Baptiste del Amo, autor de “El hijo del hombre”
El escritor francés habla de su última novela, El hijo del hombre, que entreteje y contrasta el salvajismo de la naturaleza humana con la naturaleza agreste de la campiña
POR HUGO ALFREDO HINOJOSA
El hijo del hombre / Hijo de Dios… es la primera relación que identifico entre el título de Cormac McCarthy y del Amo. La novela del escritor galo pareciera un homenaje al autor estadounidense de la frontera salvaje del sur de Estados Unidos y el norte de México. Ambos novelistas hacen de la naturaleza no sólo el escenario donde transcurren sus sendos dramas, sino un personaje que engloba la tragedia de lo que narran… es el escenario griego donde las pasiones desbordadas dan vida al drama. Al autor le reconozco esa pasión desmedida por la escritura, podrías decir que es un ser inmiscuido en el solipsismo de la existencia pues narra para sí mismo, sin pensar en los lectores, en agradar del todo al lector casual. La experiencia me dice que rara vez un escritor piensa en el lector, son más fuertes los miedos e inseguridades, esos motores, que le ayudan a construir sobre la ficción un espejo que refleja a la humanidad desnuda.
En esta década que inicia, es curioso encontrar a un escritor apasionado por la familia. El hijo del hombre (Seix Barral, 2022) justo es una declaratoria pasional que intenta hacernos entender las raíces de las cuales descendemos, a partir del padre, la madre y el hijo que ronda las páginas de esta obra donde el pasado tiene un peso fundamental porque es ahí donde se fundamenta la herencia familiar que habrá de marcarnos de por vida, como puedo serlo la violencia, el acoso, el incesto mismo o los sueños cualquiera.
Vi en su novela una parte de Meridiano de sangre, de Cormac McCarthy. ¿Qué tanto retoma de este tipo de autores que hacen del campo o de campiña su lugar estratégico desde donde surge la narrativa?
McCarthy para mí un autor imprescindible. Su literatura es muy importante, es parte de mis figuras tutelares que a veces acompañan. Él siempre está buscando su propia voz, así como yo también lo hago. En particular lo que me impacta de McCarthy es su escritura de la imagen. Él no tiene nunca una psicología, ni una interioridad en sus personajes. Da la impresión de que su punto de vista es la de un cineasta, da mucha importancia a los gestos, a la luz; eso se convierten en la naturaleza omnipresente que rodea a la trama. Me enseñó mucho sobre la manera de abordar la presión de los personajes.
El inicio de su obra y sus personajes en sí me recordaron al inicio de Hijo de Dios del estadounidense; seres solitarios en una campiña, si no salvaje, sí agresiva en su pasividad. La figura del padre que narras me parece que lleva a cuestas el peso del mundo, el peso de su herencia familiar.
En particular al padre y al abuelo no quise representarlos como antagonistas o como bastardos; quería explicar que son hombres presos por los determinismos sociales y económicos de su realidad. Ambos pertenecen a una clase proletaria. Lo que intento decir en la novela es que ambos, sin ánimo de disculparlos en su miseria, son víctimas y transmisores de una violencia sistémica hacia el seno familiar, bajo el contexto natural de sus vidas.
¿De dónde surge su amor por la campiña y por qué le da tanta importancia a la naturaleza en sí?
Crecí en el campo, en el suroeste de Francia, y mi descubrimiento del mundo pasó por un aprendizaje de la vida a través de la naturaleza que me rodeaba. Así que, para mí, volver a este paisaje como escritor es algo muy natural, algo evidente. Ser escritor, contar historias, es algo muy infantil, cuando somos niños todos contamos historias y recurrimos fácilmente a la imaginación. Al crecer se pierde esta facultad y creo que los escritores son adultos que se rehúsan a crecer. Cuando escribo muy naturalmente esa es la experiencia de mi infancia que uso y que me moviliza, no lo hago para nada con la intención de distinguirme de otros escritores.
Esta obra para mí es de supervivencia. En su obra los personajes sobreviven a pesar de ellos mismos. Si bien la naturaleza no los avasalla, sí suma a que la encrucijada existencial que intentan librar sea más dura. A diferencia de su primera novela, Una educación libertina, donde el personaje principal busca sobre salir en la sociedad, acá sus figuras desean permanecer en una suerte de anonimato.
Al ubicar a estos personajes en la montaña sabía que tenían que enfrentarse a la naturaleza, era importante para mí que ella se convirtiera en un personaje, en parte de la historia, y que le permitiera al lector comprender cosas del interior de los protagonistas. Al no hacer uso de una psicología notoria quise utilizar el espacio que los rodeaba para sugerir los sentimientos que atravesaban a cada uno de ellos. A medida que el padre se torna más y más amenazante, llegando casi a la locura, la naturaleza da un giro amenazante.
¿Es una novela existencialista?
Me cuesta clasificar las novelas porque tengo la impresión de que navega en diferentes géneros. Para mí era igual de importante que esta historia se pudiera escapar de una cierta forma de realismo, quería aventurarme casi al límite de la fantasía. Podemos ver una forma de existencialismo; creo que hay múltiples niveles de lectura, el texto puede tener una referencia metafórica, incluso mítica.
¿Cómo encaja su novela en este momento histórico de Francia, donde la migración no sólo física, sino de religiones e ideologías es cada vez más latente?
No es para nada un tema que me preocupara cuando escribí este libro, tengo un verdadero problema para situarme entre los novelistas que eligen temáticas de la sociedad para escribir un libro. La obra, en mi caso, me aparece de una forma mucho más obscura e interior, incluso egoísta, a través de mis obsesiones, miedos y fascinaciones. Evidentemente pertenezco a una cultura, soy francés, soy hombre, tengo 40 años, nací en los años 80. Traigo conmigo referentes culturales, pero no es una visión fabricada, es algo mucho más instintivo que eso.
Usted es un hombre pesimista frente al mundo.
Sí, soy muy pesimista del futuro del mundo, por eso creo que mis novelas son libros muy negros. Soy pesimista, pero eso no me impide ser un militante activo en la sociedad para involucrarme en los temas de la realidad francesa que me interesan. Creo que no tenemos otra opción más que involucrarnos en lo que llamo temáticas de esperanza.
“Temáticas de esperanza”… ¿Con qué temas está involucrado? ¿A qué le puede llamar esperanza en ese sentido?
Estoy involucrado con todos los temas que me tocan. Estoy involucrado, por ejemplo, con la asociación L214, que defiende a los animales; y quiere sensibilizar a la población francesa sobre los temas de violencia que se ejercen sobre los animales en criaderos y granjas industriales. También apoyo a SOS Mediterranee, que apoya a los migrantes que atraviesan los mares en busca de una nueva vida. Soy hijo de un migrante, de un español. La familia de mi padre salió de España algunos años tras la guerra civil y llegaron a Francia sin nada. Soy de la idea de que las fronteras europeas, incluso mundiales, podrían anularse y permitir la marcha libre de las personas que se encuentran en situaciones de necesidad, para mí todo lo que vive un migrante me genera un dolor insoportable.
¿Cómo viven la migración en Europa, específicamente en Francia? ¿Es un riesgo para la sociedad o no?
Mi opinión es que la migración no es un riesgo para la sociedad. Creo que, al contrario, la migración, genera riqueza para un país tanto en lo económico como en lo cultural. Además, la historia de Francia está atravesada históricamente por la migración. De todas maneras, todos tenemos un deber moral y humanista de acoger a los demás, sobre todo ahora cuando el cambio climático está presente al igual que las guerras y la inseguridad política. La gente seguirá en movimiento. Por desgracia, tenemos políticos como Emmanuel Macron, en Francia, que tienen una visión muy controladora de la migración que se torna autoritaria; y pienso que ese comportamiento por parte de los políticos es absolutamente insoportable. Todos como ciudadanos tenemos la obligación de oponernos.
Dice Petros Márkaris que no todos los países pueden recibir siempre a todos los migrantes. ¿Acaso los países deben de estar abiertos a recibir a todos los migrantes por igual o tendría que existir una regulación?
Un país no puede acoger a todos los migrantes, eso es algo totalmente imposible; pero ahora tenemos el ejemplo de la situación de Ucrania que está en guerra: las vidas están destruidas, las familias dispersas y amenazadas. En ese sentido se debe de recibir a los migrantes. Hay que preguntarse cómo deben recibirse, sin duda.
¿Cómo les ha afectado la guerra entre Ucrania y Rusia? Entiendo que tendrán problemas energéticos.
Me da la impresión de que la proximidad con el conflicto de Ucrania nos obliga a hacer conciencia de que la guerra no es una posibilidad lejana, algo casi imposible que pueda ocurrir, sino que el día de mañana cualquier país puede reventar en un conflicto. Aún no sentimos los efectos inmediatos en temas de energía, por ejemplo, en la vida cotidiana, pero sí hay un clima general que resiente la guerra. Me da la impresión de que las personas están experimentando cierta fragilidad, que hay algo que está cambiando profundamente. El mundo en el que vivimos y que considerábamos como algo muy seguro está en proceso de fractura.
FOTO: Jean-Baptiste Del Amo (1981) recibió el premio Goncourt de primera novela en 2009/ Cortesía Planeta
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