Todd Field y la grandiosidad ingénita
Tár, protagonizada por Cate Blanchett, en su espíritu conductual, es un filme que propone una estrategia narrativa donde destaca el lenguaje corporal de una directora de orquesta. La cinta está nominada a los Oscar en seis categorías.
POR JORGE AYALA BLANCO
En Tár (ídem, EU-Alemania, 2022), apabullante eternometraje apenas tercero del exactor californiano de Woody Allen y Kubrick vuelto autor completo de 58 años Todd Field (Crimen imperdonable 01, Secretos íntimos 06), la mundialmente famosa pianista-compositora-directora orquestal lesbiana en el umbral de una brillante madurez anticipada Lidia Lynda Tár (Cate Blanchett portentosa) se enorgullece de ser la primera mujer en estar al frente de la Filarmónica de Berlín, y por ello, aunque respetuosamente llamada “maestro” y no “maestra”, esgrime con megalómana prepotencia sus derechos para enarbolar a la menor provocación las enseñanzas de su difunto mentor Leonard Bernstein, deslumbrar con sabio aplomo en pos de lo inefable al entrevistador del festival neoyorquino Adam Gopnik (él mismo), ligar sin pudor con las guapas que se le lanzan (“El amor son 7 minutos”), grabar en vivo la Quinta de Mahler completando su magno ciclo sinfónico, burlarse en su cara del insufrible banquero judioalemán que administra su patronato pero se pretende director de orquesta aficionado Eliot Kaplan (Mark Strong), relegar y aplastar emocionalmente a su abnegada esposa violinista berlinesa miembro de la misma orquesta que ella Sharon (Nina Hoss), proteger del bullying escolar como “buen papá” a la hijita adoptiva de ambas Petra (Mila Bogojevic), exprimir toda sapiencia posible del retirado director que la precedió en el supremo puesto Andis Davis (Julian Glover), humillar sádicamente en una clase magistral de la prestigiosa escuela Julliard a un acelerado afroestudiante anti-Bach de nombre Max (Zethphan Smith Gneist), darle cuerda a su archisometida asistente personal archieficaz que se soñaba sucesora suya en la orquesta y a la mera hora dejarla caprichosamente colgada Francesca (Noémie Merlant), desechar como trapeador a su envejecido director adjunto Sebastian (Allan Corduner), y ni siquiera tomar los desesperados telefonemas de la examante gerencial de su programa de apoyo estadounidense que acaba suicidándose por ella y provocando un incontrolable escándalo mediático-judicial Krista Taylor (Sylvia Flote), pero la celebérrima incontrovertible Tár va a encontrar su némesis en la deseable figura de la joven cellista rusa prodigio Olga Metkina (Sophie Kauer), por quien violará todas las reglas para imponerla como solista del virtuoso Concierto para cello de Elgar, y al final será ella la sensualmente rechazada durante un viaje a Nueva York, hasta acabar arrojada a una imparable decadencia, enloquecer y aniquilar tanto su vida íntima como su carrera profesional, cual inevitable último capítulo trágico de una insostenible grandiosidad ingénita.
La grandiosidad ingénita ofrece tan gozosa cuan avasalladoramente el intempestivo e irrepetible retrato de un titán femenino con pies de barro, se vuelca y agota en la erección de un personaje gigante y extraño más grande que la naturaleza y la cultura de su tiempo, un personaje políticamente discutible/indiscutible con complejidades psicológicas del Bergman hipermisógino no haciendo que alguna heroína se meta vidrios por la vagina sino conformándose con delinear la temible madre pianista aplastahija Ingrid Bergman de Sonata de otoño (78) que terminara cual remedo de la triturada lingüista lésbica en país ininteligible Ingrid Thulin de El silencio (63), pero también un frágil personaje de mujer triunfal ultrasensible hasta lo delirante hollywoodense adulto tipo el padre profesor paranoizado por el abuso de la cortisona James Mason del Delirio de locura de Nicholas Ray (56), y un émulo del hueco poder ególatra del emblemático magnate periodístico titular de El ciudadano Kane (Orson Welles por él mismo 41), o para no ir demasiado lejos del talentoso Field, al estilo de los estragados padres Sissy Spacek/Tom Wilkinson que En la habitación filial deben confrontarse con un Crimen imperdonable, y tipo la infeliz adúltera bovaresca Kate Winslet debiendo asimilar las fechorías de un asesino sexual en Secretos íntimos, aunque ahora con el plus otorgado por un calibradísimo guion sobrelaborado, fatigadas imágenes parduzcas deliberadamente antiglamurosas del fotógrafo confrontado a vastos interiores desolados Florian Hoffmeister y resonancias crispadas de la compositora islandesa Hildur Gudnadóttir del desquiciado Joker (Phillips 19).
La grandiosidad ingénita propone a enorme altura una estrategia narrativa donde lo único inmenso pueden ser los desplantes o rápidas decisiones compulsivas de la indescriptible e inabarcable performance-recital de la fascinante actriz superestrella Blanchett, sus matices incontables y su calculado lenguaje corporal-sonoro, o sus perturbados arrebatos físicos al intentar dirigir la orquesta de la que fue expulsada (y hoy conducida por el abominable arribista Eliot), dejando apenas sugeridas o insinuadas las consecuencias de sus actos o actitudes, tornando indirectos todos los hechos decisivos, en mensajes de texto, en videollamadas o en tajantemente interrumpidas frases verbales, cuando no en definitiva suprimidos mediante elipsis entre secuencias, como el suicidio crucial, los fajes, la golpiza barrial a Tár al seguir a Olga en un pintarrajeado vecindario apocalíptico, al igual que se elimina cualquier comentario a las situaciones dadas, como la particular reproducción lésbica de los esquemas heteropatriarcales, casi al nivel caricaturesco de la malvada comedia clásica gay/antigay de Richard Burton/Rex Harrison en La escalera (Donen 69), o la tierna dedicatoria de una composición musical largamente bloqueada a la pequeña Petra para siempre arrancada de sus brazos.
Y la grandiosidad ingénita se niega a cualquier consuelo en la decadencia en Filipinas de esa apasionada e imposible mujer que al azar busca en un burdel una masajista idéntica a Olga que la hace vomitar y acaba dirigiendo la orquesta del videojuego serial Monster Hunter ante un indiferente auditorio de ínfimos jugadores fanáticamente disfrazados.
FOTO: La cinta está nominada a los Oscar en seis categorías, entre ellas “Mejor película” y “Mejor guión original”. Crédito de foto: Especial
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