Tóxico: Con el enemigo en casa

May 23 • Escenarios, Miradas • 2436 Views • No hay comentarios en Tóxico: Con el enemigo en casa

 

POR VERÓNICA BUJEIRO 

 

La sociedad contemporánea vive bajo una confusión de discursos y tramas de realidad tales que cuando algo explota es posible no saber distinguir entre si hemos sido realmente víctimas de un ataque o si fueron nuestros propios miedos y creencias los culpables. Esto es justamente a lo que apunta el dramaturgo canadiense Greg MacArthur en la obra “Tóxico”, dirigida por Hugo Arrevillaga Serrano, en donde el curso violento de los acontecimientos, que apreciamos regularmente bajo la cómoda distancia de la noticia del diario, se posa sobre la cotidianeidad de una familia tan sólo para revelar la confabulación entre el temor y los dogmas de una sociedad de primer mundo.

 

La anécdota del drama se centra en Elena, una madre de familia, cuya tranquilidad se ve interrumpida cuando una sustancia química es derramada dentro de un transporte público en el que viaja. Tras el incidente, la atención y auxilio del padre (Guille) y el hijo (Félix) se vuelcan sobre ella, procurando cada síntoma experimentado, pese a que la peligrosidad del ataque mostró desde un inicio ser casi nula. Aún la hija (Alicia) se ve obligada a regresar de su exilio, que mantiene bajo una beca familiar asistiendo pobres en África, para incorporarse a las filas de contemplación de los padecimientos y necesidades de su progenitora, “una bomba a punto de explotar”, quien se ampara en disparatadas curas bajo el consentimiento pueril del padre. Más que la preocupación por el estado de salud de Elena, es la incidencia y restricción dentro de sus propias comodidades lo que hace dudar a sus hijos sobre su enfermedad y el reporte policial confirma sus sospechas, declarando que el ataque fue casi una broma. Sin embargo, el padecimiento de Elena no cesa su carrera hacia lo incurable y la familia entera se ve arrastrada dentro de un absurdo en el que las carencias y defectos de cada uno se van haciendo cómplices de una descomposición conjunta, cual si fuesen víctimas reales de una nube venenosa.

 

Frente a la situación, basada en un hecho real de paranoia colectiva acontecido en un transporte público en Vancouver en 2004, MacArthur toma un punto de vista que bordea entre lo cómico y lo trágico, trazando a sus personajes entre aspectos que provocan en el público compasión, pero también rechazo; lo que significa un reto interesante para los actores, puesto que el tono nunca se despega del sustrato de realidad del que partió.

 

El complicado rol de la madre es asumido por Gabriela Murray con la habilidad que la caracteriza y construye a Elena en esa hipocondría materna de todos conocida, bajo el pulso inquieto del chantaje y la atención perniciosa como objetivo, ofreciéndose cómicamente a la supuesta inutilidad de su cuerpo. Víctor Huggo Martín es el padre, un equilibrista fallido que una debilidad que oscila entre la sumisión y la histeria por recuperar un orden inexistente. Muy a la par de las lúcidas y sagaces actuaciones de los padres, Andrés Torres Orozco y Ana González Bello aparecen como los hijos, contrapuntos a la tragedia doméstica que no logran redimir dentro de sus batallas propias una lógica a los acontecimientos y que en su actuación muestran una soltura que aborda el texto la cotidianeidad de esta familia de una manera interesante, estableciendo caracteres reconocibles en su particularidad. María Gelia Crespo colabora como un personaje satélite a la familia, que sirve como emisario de ese exterior que paulatinamente va desapareciendo conforme la enfermedad de la madre los arrastra, ocupando distintos roles que funcionan como un apoyo importante a la acción.

 

La obra se desarrolla bajo los distintos puntos de vista de una familia sobre un suceso, una construcción dramática con la que Hugo Arrevillaga se encuentra habituado y que trabaja haciendo confluir las distintas tramas dentro de un mismo espacio, como lo ha demostrado su experiencia con las obras del reconocido autor Wajdi Mouawad. En “Tóxico” sorprende por ubicar toda la acción dentro de una mesa ordinaria de cocina, espacio diseñado por Auda Caraza y Atenea Chávez, como un elemento que unifica y conforma el nexo familiar, pero también como un sostén capaz de contener y evidenciar el paso de lo cotidiano. Las capas de cosas que se van apilando sobre ella dan muestra de la caótica indeterminación que se posa al centro de esta familia como un manifiesto material de su abandono. El diseño sonoro realizado por el mismo director, aunado a la sobria iluminación de Roberto Paredes, presentan el mismo efecto, haciéndonos partícipes del paisaje interior de ansiedad y angustia de los personajes. Elecciones todas muy atinadas, ya que quizá sea ese ambiente doméstico lo que convierte al drama en algo cercano para el espectador, puesto que la realidad que presenta el texto resulta un tanto lejana a nuestro propio contexto de urgencia.

 

 

El drama de MacArthur, traducido por Humberto Pérez Mortera, podría leerse como un estudio sobre la secuela de paranoia y desconfianza extrema que sobrevino a los ataques del once de septiembre. La acción sucede entre las preocupaciones y licencias de una comunidad de primer mundo en donde la corrección política parece ser una lucha constante ante las convicciones reales de las personas cuando todo otro es un enemigo potencial, especialmente si provienen de una raza señalada (como el autor del presunto ataque del cual fue víctima Elena). Aún el altruismo de Alicia es señalado por MacArthur con sorna, como parte de una cuota que pagan los individuos provenientes de estos países en una especie de culpa por su bienestar social y económico. Pero en todo drama hay universales que se reconocen y nos acercan y en el caso de “Tóxico” es el sugestivo planteamiento de la familia como semillero y germen de la descomposición social. Los temores y hasta las buenas intenciones de esta familia nos demuestran que en realidad el enemigo se encuentra en casa. El veneno somos nosotros mismos.

 

 

“Tóxico” de Greg MacArthur dirigida por Hugo Arrevillaga, se presenta en el Foro Lucerna de la Ciudad de México hasta el 23 de mayo de 2015.

*FOTO: La obra de Greg MacArthur estuvo dirigida por Hugo Arrevillaga Serrano/Especial

 

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