travesía de barquet
POR FRANCISCO HERNÁNDEZ
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barco de barquet.
barco llegando a oslo, a berlín,
a puerto arróniz.
cielo gris. viento sereno
sobre la cartografía por donde cruza
rumbo al atracadero correspondiente.
unión celebratoria:
temblores de resaca
y en las calderas, oficio de tinieblas.
brotan branquias, crecen aletas
en el ancla.
son siete las sirenas,
siete mudas imploraciones.
barco de barquet. barco “promenade”.
creador de fuertes oleajes,
de grandes remolinos donde giran
sillas austriacas, cerrojos y pinzas retorcidas.
¿de dónde sale su olor a pólvora,
o el camuflaje del arribar continuo?
¿de la coincidencia con tanta
rotación exaltada?
¿de dos caracoles bajo la manga,
nativos de virtuales embarcaderos?
nido del cormorán.
aleteo de espejos.
vislumbre de barquet:
se desnuda el verano,
recubre a las adolescentes amarillas
con su lengua lluviosa
y suda ante la promesa
de más estrechos vínculos.
travesía de barquet.
ni brújula renacentista
ni cartas adivinatorias.
recorrido anillado,
fuerza de piélago,
divagación profunda.
arribo a puertos de arco y flecha,
boyas iridiscentes
y flores de mandrágora
bajo estas páginas.
alquimia de barquet.
transmutación con rumbo fijo.
recubrimiento del espacio,
haciéndolo mural
dentro de un sótano
o vastedad sin marco
dentro de un diminuto
satélite de oro.
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FOTO: “Gota de sol”, de Omar Barquet. / Cortesía Galería Arróniz.