Tren Maya: devastación en la península
La construcción del Tren Maya ha sido apresurada por la premura presidencial sin los permisos ambientales necesarios. Este es un recuento que sigue el trazo del ecocidio y la destrucción del patrimonio cultural en una zona rica en historia, mientras la inseguridad se apodera del sureste del país
POR ADRIANA MALVIDO
Uno de los retos más importantes del siglo XXI es, sin duda, el que enfrentamos debido al cambio climático.
¿Por qué son importantes la Paleontología y la Arqueología ante la presente crisis ambiental? Son parte de la memoria tangible de la vida en la Tierra.
La paleontología nos permite reconstruir la historia geológica y la evolución de la vida en el planeta desde sus orígenes hasta la aparición de la familia humana. Nos cuenta nuestros orígenes. Hay un gran universo contenido en los fósiles. Nos hermana como polvo de estrellas que somos con todas las especies vivas del planeta. Nos convence de que somos parte de la naturaleza, no dueños.
Hoy, más que nunca, es necesario proteger el patrimonio paleontológico y arqueológico, las huellas del pasado y de nuestros antepasados, para entender de dónde venimos, la larguísima historia que nos antecede y cobrar conciencia de que somos apenas un suspiro en la historia del tiempo. Y que tenemos un planeta, como casa, que todavía estamos a tiempo de salvar. Desde el conocimiento, la conciencia y el amor a la vida.
Tenemos un ejemplo hoy mismo: Hay un llamado, un SOS por los cenotes y ríos subterráneos en riesgo.
Se trata del sistema de ríos subterráneos y cenotes más importante del planeta. Y de la reserva de agua dulce más grande de México, en la Península de Yucatán. Cuevas hundidas en cuyas entrañas yace patrimonio arqueológico y paleontológico de relevancia mundial y que recién comienzan a contarnos cómo era la vida en la prehistoria: las primeras migraciones, la flora y la fauna de la región milenios atrás, las poblaciones premayas, la historia del clima y de los ecosistemas.
Apenas en 2020, la arqueóloga subacuática Carmen Rojas Sandoval hacía la presentación en público de “La banda de Tulum”, diez personajes hallados en cenotes y cuevas de Quintana Roo cuyo origen data de entre 14 mil y 8 mil años atrás, por lo que constituyen los restos humanos más antiguos encontrados en América. Pertenecientes a la primera ola migratoria, cuatro mujeres y seis hombres se unían a la célebre “Naia”, de 12 mil 970 años, hallada en el cenote Hoyo Negro. La joven maestra mostró también restos de megafauna de la era del hielo hallados en las exploraciones: osos perezosos gigantes, tigres dientes de sable, camélidos, gonfoterios, jaguares, león americano…Y contó que ya tenían un mosaico histórico del entorno natural de la región y evidencia de modos de vida de grupos muy anteriores a los mayas.
La arqueóloga advirtió desde entonces que en la ruta del Tren Maya hay numerosos cenotes y cuevas con evidencia maya, y por lo tanto, serios riesgos de colapso si no se escuchaba a científicos del INAH, se realizaban las inspecciones debidas y con el tiempo necesario. Recordó los desplomes en lobbies de hoteles locales construidos sobre cuevas. Y el supuesto socavón en la carretera de Tulum que resultó ser una enorme cueva subacuática.
Ese mismo año la revista Science Advances dio a conocer el hallazgo de una mina de ocre de entre 12 mil y 10 mil años de antigüedad. Se trata de la más antigua del continente encontrada hasta hoy, al fondo de una cueva inundada de Tulum, por arqueólogos subacuáticos del INAH, espeleobuzos del Sistema Acuífero de Quintana Roo y científicos de universidades de Estados Unidos y Canadá. Luego de un centenar de inmersiones, 20 mil fotografías y más de 600 horas de buceo ya pueden contarnos hoy que los humanos de la prehistoria no solo se arriesgaban hacia el laberinto de cuevas de la región para buscar agua o refugiarse de los depredadores, sino también para practicar la minería.
Junto con restos de ocre, los buzos encontraron herramientas de excavación, cúmulos de carbón en el suelo y hollín en el techo de la cueva, señal de que aquellos seres prehistóricos encendían fogatas para iluminarse. Los investigadores van más allá y lanzan la hipótesis de que el ocre pudo utilizarse como protector solar, insecticida y hasta materia prima para crear pigmento rojo y darle una aplicación simbólica al mineral. Esto es, en el uso corporal decorativo e identitario, igual que las comunidades de África hasta el día de hoy. O como los artistas de Altamira que también utilizaron el ocre rojo para pintar bisontes.
La arqueología subacuática, cuya pionera en México fue Pilar Luna, se ha convertido en una ventana al conocimiento del pasado remoto y alimento para el asombro. Otro dato: los dos ríos subterráneos más grandes del mundo están en el sureste de México.
Todos estos científicos debían ser escuchados. Porque hablan en nombre de “la banda” y porque el rico patrimonio hallado en sus exploraciones es parte de la historia de la familia y la identidad humanas.
Sin embargo, hoy todo ese universo está en riesgo de colapsarse por el trazo del tramo 5 del Tren Maya (Cancún-Tulum) cuyo diseño no atendió voces expertas y hará pasar al tren, con todas sus toneladas a cuestas, por encima de cuevas y cenotes de gran fragilidad. Como se ha dicho hasta el cansancio, el pesado tren transitará sobre el frágil suelo kárstico debajo del cual descansa la mayor densidad de cavernas del mundo.
Las obras, que iniciaron sin la Manifestación de Impacto Ambiental que exige la ley, sin una auténtica consulta a las comunidades locales y sin un proyecto social, económico y ecológicamente sostenible, tienen prisa sexenal, como pudimos ver el jueves pasado al inaugurarse el Tramo 5 Norte.
Los expertos han advertido todo el tiempo el peligro de la contaminación de los mantos acuíferos que surten de agua dulce a toda la región. Y la fragmentación del sistema Sac Actún que conecta a diversos ecosistemas de forma natural y que comprende 370 kilómetros de ríos subterráneos y contiene, al menos, 228 cenotes. Miran la devastación de especies endémicas de árboles: se han talado 10 millones. Según la investigadora del Instituto de Ecología de la UNAM, Luisa Falcón, el 60 por ciento del carbono azul almacenado en México se encuentra en la Península de Yucatán y es de esperarse que la tala de la selva genere una gran cantidad de gases de efecto invernadero a la atmósfera, debido a que todo el CO2 atrapado por miles de años en los árboles quedará liberado. Observan el riesgo que corren jaguares: cada ejemplar requiere de entre 2 mil 500 a 10 mil hectáreas de territorio pero se han derribado más de 19 mil hectáreas de hábitat del jaguar. El mismo riesgo corren tigrillos, monos araña y ocelotes debido a la fragmentación de la selva y la perdida de su hábitat.
Científicos, arqueólogos, ecologistas, biólogos, paleontólogos, espeleólogos y artistas expresaron desde el principio un SOS por el gran acuífero maya, la diversidad de las especies, los vestigios paleontológicos y la riqueza arqueológica que contienen. Insistieron en que todavía era posible encontrar una mejor opción para el tramo 5 del Tren Maya. Lejos de la descalificación presidencial, debieron de ser escuchados. Pero fueron más escuchados los hoteleros y por eso se desvió el trazo del Tramo 5 de la carretera 307 al interior de la selva.
El director del INAH, Diego Prieto, ha informado de las múltiples piezas arqueológicas de la cultura maya encontradas durante las obras, maravillas de vestigios y restos que abren la puerta a una gran tarea hacia el conocimiento de esa cultura. Sabemos que el asombro es un motor, pero no basta. Después de un hallazgo el trabajo se intensifica para darle sentido a todo lo hallado en el rompecabezas de la cultura. Sigue la consolidación, la delicada labor de los restauradores, la conservación, el minucioso trabajo en laboratorios especializados, la interpretación de los expertos, la investigación. Y eso requiere inversión a corto y a largo plazo, búsqueda de patrocinios, divulgación, una política pública a la altura. Para que la sociedad se reconozca en su patrimonio cultural y natural, le encuentre sentido en su vida y se involucre en su defensa y conservación.
Decía el poeta Pedro Uc Beh cuando se presentó el proyecto: “Se ha destruido mucho, pero vienen por lo que sobrevive. Necesitamos como pueblos mayas comenzar a denunciar y alzar la voz para que esto pueda pararse, en caso de que nos puedan oír. De todas maneras, nosotros tenemos que hacer lo que nos toca para preservar lo poco que nos queda, que es el monte, nuestra forma de vivir, nuestra organización, nuestra lengua y nuestra cultura”.
Uc Beh, también activista de la Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch’ Xíinbal y concejal del Congreso Nacional Indígena, ha levantado la voz en contra de la construcción del Tren Maya. Por eso, recibió una amenaza de muerte que incluyó también a su esposa y a sus hijos. El mensaje vía WhatsApp le llegó un día después de la supuesta consulta sobre el megaproyecto presidencial.
Escuché al poeta yucateco gracias al reportaje multimedia “Derecho de Réplica. Hablan los Pueblos” https://lavozdelospueblos.org realizado por Gloria Muñoz Ramírez, directora de Desinformémonos, y su equipo. Recorrieron los mil 500 kilómetros que atravesará el Tren Maya a lo largo de Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Tabasco y Chiapas guiados por las comunidades y pueblos indígenas que habitan sus tierras.
Escuché sus testimonios y preocupaciones, no sólo por la vía del tren, sino por la alteración a su forma de vida a partir de una urbanización desordenada, como sucedió a Cancún o Playa del Carmen, debido a los “polos de desarrollo” contemplados para el Tren Maya y me pregunto cómo puede asegurar el gobierno que ganó la consulta de manera “contundente” si participó solo el 2.6 por ciento de habitantes en los cinco estados afectados. Cómo, si se trató de una “consulta” que partió de la desinformación y la manipulación de las asambleas locales, incumpliendo el Convenio 169 de la OIT. Además, el megaproyecto no solo carecía de una Manifestación de Impacto Ambiental que debía presentar por ley, sino que el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) propuso una solicitud de exención de la misma para la mitad del trayecto.
Múltiples voces de académicos, investigadores, biólogos, ambientalistas, buzos y antropólogos han expuesto el riesgo que corren mil 288 puntos de valor arqueológico, cenotes, manglares, ríos, arrecifes, selvas, la flora y la fauna… a lo largo de los territorios protegidos que atravesará el Tren Maya: Parque Nacional de Palenque, Chiapas; Área de Protección Cañón del Usumacinta, Tabasco; Reserva de la Biósfera de Calakmul y Reserva de la Biósfera Los Petenes, Campeche, así como las Áreas de Protección Yum Balam, Manglares de Nichupté y Uaymil y la Reserva de la Biósfera de Sian Ka’an, en Quintana Roo. Sus investigaciones ¿no cuentan?
Han explicado el riesgo de que el reordenamiento territorial lleve a la edificación de ciudades orientadas al turismo y el consumo masivos en áreas que no están preparadas para ese cambio. Han señalado que sólo el 30 por ciento de los habitantes de esos cinco estados tienen acceso al agua y el proyecto carece de una estrategia de potabilización, de alcantarillado o tratamiento de aguas residuales. Y en medio de todo: las comunidades mayas, que han aprendido a beneficiarse de los servicios ecosistémicos de manera sustentable y viven una relación sagrada con la naturaleza.
Para Pedro Uc: “Esto es el silencio, el vacío, es acabar con el color verde de las plantas y de los árboles. Es la separación del hombre de su propia naturaleza. Si esto sigue, en unos años nos quedaremos sin la vida en la que crecimos y en la que como pueblo maya nos hicimos”.
Ojalá que nadie silencie su voz. Ni la de los pájaros, las abejas, los ríos y cenotes, las selvas, los jaguares, los monos saraguatos, el puma, el tapir, el pecarí de labios blancos, el mono araña, el zopilote rey, el águila elegante, el pavo ocelado, los murciélagos. Tampoco, la de nuestros antepasados grabadas en sus templos y ciudades.
“El gobierno de México presentó al Tren Maya como un proyecto de ‘bienestar social’ que conectará las principales ciudades y circuitos turísticos de Quintana Roo, Campeche, Yucatán, Tabasco y Chiapas, a lo largo de mil 500 kilómetros de vías, con el fin de integrar territorios de gran riqueza natural y cultural al desarrollo turístico, ambiental y social de la región”. Pero hay comunidades mayas que tienen otra mirada.
En resumen, los testimonios de organizaciones, comunidades y sus representantes, coinciden en que ni fueron consultados debidamente conforme lo exigen sus asambleas, ni las autoridades les brindaron información acerca del Tren Maya. Advierten que la zona no está preparada para recibir el gran turismo masivo que se proyecta, con sus hoteles, las estaciones para pasajeros y carga -en Palenque, Tenosique, Escárcega, Campeche, Mérida, Izamal, Chichen Itzá, Valladolid, Cancún, Puerto Morelos, Playa del Carmen, Tulum, Felipe Carrillo Puerto, Bacalar y Calakmul-, no hay drenaje para eso y no quieren convertirse en los nuevos Cancún y Playa del Carmen con todo y la violencia y el tráfico de drogas que estos sitios padecen hoy sin que las comunidades indígenas, que durante siglos han cuidado de su medio natural, resulten beneficiados. Temen un cambio en su forma de vida, que su destino laboral sea el restaurante o el hotel.
Cabe mencionar aquí los nuevos hoteles de la Sedena en Chichen Itzá, Tulum, Nuevo Uxmal, Edzná, Palenque y Calakmul. Solo en lo que va de este año, según el reciente reportaje de Enrique Gómez en El Universal, el Ejército, convertido en empresario turístico y gran beneficiario de este megaproyecto, ha invertido 503 millones 732 mil 561 pesos para equipar sus seis hoteles. Desde sábanas y toallas hasta carritos eléctricos y aparatos para gimnasio, ambulancias, cuatrimotos, electrodomésticos… El Parque del Jaguar en Tulum, próximo a inaugurarse, albergará el hotel y un museo, 12 kilómetros de senderos y seis accesos públicos a la playa además de ciclovías. Pero en la Escuela Nacional de Antropología e Historia no tienen presupuesto ni para papel de baño.
“No pensamos en museos para exhibir al maya muerto. Queremos que nos miren, que nos reconozcan y respeten (…) es justamente lo que los pueblos mayas exigimos el día de hoy”, dice uno de los entrevistados de Gloria Muñoz Ramírez.
Las cámaras y micrófonos de Desinformémonos recogen realidades muy puntuales y problemáticas concretas. Porque no es sólo la vía del tren sino lo que implica en la vida y la cultura de las comunidades. La llegada de nuevos programas gubernamentales como “Sembrando vida” las está dividiendo. Desconocen la consulta a mano alzada, la frase “me canso ganso” la consideran una imposición y cuestionan el falso ritual con el que supuestamente la “Madre Tierra” dio permiso a López Obrador en Palenque a emprender el proyecto. A quienes les dicen que los bosques y la selva son tierras en desuso responden que “no, producen alimento, vida, oxígeno”.
En voz de un poeta: “Para nosotros la selva es equivalente a un Dios. Que toma cuerpo, que cobra forma, que vive con nosotros (…) Por eso cuando vienen y devastan los árboles es mucho más que la devastación. Es la matanza de nuestro Dios”.
El Tren Maya “acabará con lo poco que nos queda, nuestro modo de vivir, nuestra lengua, nuestra cultura”, dice Pedro Uc be. Y es que ya, según registran las cámaras y los testimonios, las empresas eólicas “que invaden nuestras tierras sin avisar”, las agroindustrias que arrasan con los árboles, los campos solares fotovolcánicos …han alterado al medio ambiente. Como las granjas porcícolas que contaminan los cenotes.
El uso de plaguicidas en la agroindustria ya causó enormes daños a los productores de miel y sus apiarios y está matando a las abejas. La reserva de la biósfera de Calakmul que, asegura Anastacio Oliveros, es de los pocos lugares donde la abeja tiene un potencial enorme de crecimiento, está en riesgo con sus especies por el paso del Tren Maya. Expertos conocedores de su medio alertan sobre la importancia de las abejas en la vida del ser humano y están organizados para defender “el derecho de los pueblos indígenas a decidir sobre sus territorios”.
El reportaje incluye decenas de entrevistas. Un joven revela: “Mi sueño era trabajar en la Riviera maya y ganar dinero. La realidad es otra, a nosotros la Riviera Maya no nos deja nada. Nos están despojando. Y nosotros somos los nuevos esclavos. Por cuenta propia. Así será con el Tren Maya”. Por eso se resisten a que eso suceda.
Todo este patrimonio cultural y natural exigía una política pública a la altura. Pero el Tren Maya se entregó al Ejército y las ganancias serán para sus pensiones, según anunció desde el principio el presidente López Obrador. Parece que no escucharon ni siquiera a la gran mayista Mercedes de la Garza que advirtió desde un principio del peligro que significaba todo el proyecto para el patrimonio cultural y natural de la zona maya y expresó un “no” rotundo al paso del tren por la selva de Calakmul.
Los recortes del 75 por ciento al presupuesto operativo tanto del INAH como del sector medioambiental, así como el diseño de un Tren Maya que desoye la opinión de científicos y arqueólogos, significa un peligro para la conservación del futuro. Ya lo dijeron especialistas que han levantado la voz: lo que está en riesgo es la diversidad biológica y el conocimiento cultural, pero también la economía de comunidades locales.
Y Tulum, que es faro de recientes descubrimientos, constituye un ejemplo vigoroso porque se trata, igual que otros sitios en México, de un monumento arqueológico ubicado al interior de un Área Natural Protegida. Como Calakmul, para muchos investigadores, la selva tropical mejor preservada de América del Norte. ¿Qué pasará con este sitio declarado por la Unesco patrimonio cultural y natural de la humanidad, cuando el tren lo conecte al turismo masivo de Cancún y la Riviera Maya? Como ya lo han advertido expertos, la recarga del acuífero de la península de Yucatán depende de las zonas más lluviosas de Calakmul, de su vegetación y su efecto regulador de la temperatura.
Muchas voces se han levantado en defensa de los ríos subterráneos y los cenotes, las comunidades afectadas por el Tren Maya y el cumplimiento de la ley. Son voces de la sociedad civil organizada, ambientalistas, arqueólogos, antropólogos, académicos.
En abril de 2022:
Más de 300 investigadores y científicos le envían una carta al presidente Andrés Manuel López Obrador en la que piden que se detengan las obras del Tren Maya iniciadas sin Manifestación de Impacto Ambiental y sin una consulta genuina a las comunidades locales. Surge el colectivo “Sélvame del Tren” en el que participan científicos, espeleólogos, buzas, biólogas, investigadores y gente del medio artístico. Y es que el nuevo trazo del Tramo 5 (Cancún-Tulum) implica destrucción de la selva y peligro inminente para el gran acuífero maya, sus ríos subterráneos y cenotes y el patrimonio arqueológico, paleontológico y natural que albergan. El presidente les llama “seudoambientalistas” y la Semarnat hace eco de la descalificación en un vergonzoso comunicado. La dirección del INAH guarda silencio. Días después, López Obrador los invita a dialogar con él en persona, pero cancela el encuentro a última hora. El grupo invitado se presenta a las puertas de Palacio Nacional y da una conferencia de prensa para exponer sus argumentos. No están en contra del tren sino de la arbitrariedad con la que se llevan a cabo las obras pasando por alto las leyes ambientales, las comunidades, la vida natural y la biodiversidad. Hay otra manera posible de hacer las cosas. Tienen propuestas. Las han circulado por escrito y en videos.
Hace 40 años me tocó cubrir el conflicto de la Línea 8 de Metro en Ciudad de México. Era Noviembre de 1983. Y esto sucedía:
Directivos y trabajadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia son golpeados por la policía cuando se manifiestan contra las obras de la Línea 8 del Metro en el Centro Histórico. La construcción del trazo Villa-Apatlaco, iniciada sin autorización del INAH, pone en riesgo a la Catedral Metropolitana y 60 monumentos más. Un centenar de arqueólogos, historiadores, restauradores, científicos y especialistas envían una carta de protesta al entonces presidente Miguel de la Madrid y a Ramón Aguirre, regente del DF, porque las obras violan la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos.
Vi y escuché a los directivos del INAH, como Enrique Florescano, solidarizarse con sus trabajadores, defender la herencia cultural con pasión y unirse a las protestas, colocar sellos de suspensión de obras en las calles del Centro Histórico. Finalmente (como ha documentado Judith Amador Tello, de Proceso) el INAH, amparado en la ley, logró detener las obras. Y actualmente la Línea 8 no cruza sino rodea, sin problemas, el Centro Histórico.
Casi 40 años después veo: un gobierno que se dice de “izquierda” comisiona al Ejército la administración de una obra que pasa por encima de la ley y del rico patrimonio cultural y natural de la selva maya. Pero le cierra la puerta a los ambientalistas, quienes optan por alzar la voz frente a Palacio Nacional en su lucha por evitar un ecocidio. Veo a los buzos José Urbina y Bernardette Carrión, a los espeleólogos Roberto Rojo y Tania Ramírez…Y a Camila Jaber, al micrófono, en defensa del acuífero maya mientras un hombre furibundo les grita: “¡traidores a la patria!”. ¿Traidores? Ella es la campeona nacional de apnea, tiene 25 años y ganó para México el primer lugar del concurso #CreateCOP26 en el marco de la Cumbre Mundial en Glasgow, Escocia con su pieza “Yo soy cenote”.
En una entrevista que le hice entonces, Camila Jaber confiesa que se siente incómoda y torpe en tierra. Lo suyo es el mar, nadar libremente, bailar entre los peces, hablar con los corales, cantar con los bosques subacuáticos, entenderse con el misterio de los laberintos acuíferos, sumergirse en las profundidades sin tanque de oxígeno ni aletas y fundirse con el agua. Camila Jaber no es un personaje de la Odisea de Homero; tampoco forma parte de leyendas como Jasón y los argonautas o del universo fantástico de Hans Christan Andersen. Es de Campeche y acababa de obtener el primer lugar en el concurso Create Cop26 con el que la Cumbre Mundial en Glasgow recurre a la expresión artística para hacer un llamado a la humanidad y salvar la vida de la emergencia climática en el planeta.
Camila nació en Ciudad de Carmen y me cuenta que desde niña “soñaba con ser una sirena”. Nadaba desde muy pequeña y se entendía bien con el agua y sus habitantes. Con su familia se mudó y creció en los mares de la Rivera Maya y a los 16 años descubrió la apnea o buceo libre, una disciplina deportiva que consiste en sumergirse en las profundidades marinas sin un tanque de oxígeno. Se entrenó y disciplinó al grado que, en 2020, en el cenote Yum ki´n de Quintana Roo en Puerto Morelos, rompió su propio récord al descender 58 metros y permanecer, sin aletas o tanque, en comunión con el agua durante 2 minutos y medio. Se convirtió en la Campeona Nacional de Apnea. Y poco después, en subcampeona mundial.
Su pieza “Yo soy cenote” ganó entre cientos de participantes de 54 países de los seis continentes convocados por la agencia creativa Art Partner y la Unesco. Se trata de una obra audiovisual donde la sirena mexicana nada en las profundidades para darle voz a ese maravilloso cuerpo de agua llamado cenote y dice con voz en off un monólogo de su autoría que la acompaña mientras ella se hace una con el agua:
“Yo soy cenote… soy luz y oscuridad. /Mis aguas se adornan con cortinas de rayos de luz y se transforman en magia. / Yo soy cenote… soy flores que se convierten en jardines. /Soy una montaña subacuática o un bosque. /Soy en donde se encuentran el río, con el mar. /Yo, soy cenote. Soy movimiento y quietud. /Soy raíces y árboles. Mis aguas alimentan el suelo árido sobre mí. /Soy necesario. /Yo, soy cenote. Soy la fuente de vida para la selva sobre mí. /Te causaré asombro y daré inspiración. /Yo, soy cenote. Estoy contaminado. /Aguas residuales se filtran por el suelo hasta llegar a mí. /Fertilizantes y químicos son mi mayor amenaza. Necesito tu ayuda, tanto como tú, necesitas la mía…/ Necesito tu ayuda.”
“Yo soy cenote” ¿es deporte, poesía, meditación, danza, arte… ¿qué es? Le pregunto a Camila, que también es ingeniera en Innovación y Desarrollo y embajadora del Gran Acuífero Maya. “Todo eso junto”, me responde la sirena. Y agrega: “En este mundo caótico el arte es mucho más que un entretenimiento y no hay cabida para el arte sin intención”. Se refiere a su pieza premiada. Ella sabe muy bien que cada metro que desciende, el volumen de su voz a favor de la conservación de los mares se eleva. Sabe y lo reafirma que el verdadero asesino de los océanos no son los tiburones sino el plástico. Y en el caso de los cenotes: el mal tratamiento de las aguas residuales, las sustancias químicas y los fertilizantes, la presión del turismo masivo. Y hoy, el tren que, advierte, no es un Tren Maya, es un Tren Militar.
Camila Jaber saber decir todo eso con arte, con la belleza de la palabra, del cuerpo femenino y del cenote.
Pero la violencia verbal, una de las múltiples violencias que nos rodean, ha descendido del púlpito presidencial a la plaza pública con peligrosa velocidad. Y eso preocupa tanto como el silencio y la complicidad institucional.
En contraparte, Sélvame del Tren ha sido, en redes sociales, junto con Cenotes Urbanos, SOScenotes y otras organizaciones ciudadanas y ambientalistas, como el CEMDA (Centro Mexicano de Derecho Ambiental) y Greenpeace, o académicas como la UNAM, imprescindible para entender la dimensión de los daños.
Por ahí se alzó la voz del arqueólogo Fernando Cortés de Brasdefer, del Centro INAH en Quintana Roo. En un texto que circuló en redes y WhatsApp definió al Tren Maya como “la obra ambiental y cultural depredadora más grande de la que se tenga noticia en tiempos modernos”. Por eso, el arqueólogo fue amonestado con un acta administrativa en mayo de 2023.
En el sector académico hay otra historia silenciada. Es la de un libro. Les cuento:
La construcción de un gran hotel de la Sedena en la Reserva de la Biósfera de Calakmul. El arrecife coralino de Puerto Morelos, dañado por el anclaje del barco Melody, procedente de Cuba, con toneladas de balastro destinado a la construcción de vías férreas. Manglares en riesgo por la ampliación de un camino en Puerto Morelos que se proyectó para que pudieran transitar 300 camiones diarios con balastro para el tramo 5 del Tren Maya. Ejidatarios despojados de sus tierras en Quintana Roo. Así, las noticias sueltas alrededor del megaproyecto emblemático de este sexenio. ¿Cómo entender el contexto?
Entre el optimismo gubernamental y las críticas más apasionadas, un grupo de 30 académicos se preguntó: ¿qué tipo de desarrollo promoverá el Tren Maya? ¿Qué posibles riesgos y escenarios se podrán esperar? ¿Qué tipos de impactos? ¿Son previsibles? ¿Se pueden atenuar? ¿Cuáles podrán ser las medidas de mitigación de tales impactos? ¿Cuáles serán los medios para consultar, participar y manifestarse que tendrán los habitantes de las regiones afectadas por los cambios esperados? Y, sobre todo, ¿qué tipo de beneficios tendrán los pueblos indígenas, las comunidades campesinas, las ciudades y los estados del sureste de México?
Convocados por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología para que realizaran un diagnóstico en busca de respuestas, el equipo multidisciplinario de investigadores de varios centros de estudios, con diversidad de enfoques y opiniones, culminó su trabajo con un libro. Pero Conacyt se negó a publicarlo y ordenó a los Centros Públicos de Investigación, no hacerlo. Es decir, lo censuró, como confirmó en entrevista con Christopher Cabello, de El Universal (14/04/23) Eduardo Martínez Romero, coordinador, junto con Giovanna Gasparello y Miguel Ángel Díaz Perera, de la edición. Por fortuna, Editorial Bajo Tierra lo publicó y, además, lo puso a disposición pública en Internet.
Territorios mayas en el paso del tren. Riesgos previsibles y posturas independientes sobre el Tren Maya (Volumen 1) contiene 12 capítulos con información exhaustiva. Desde la historia del ferrocarril hasta el turismo y la mercantilización de la cultura en los territorios mayas (consumo cultural en modalidad fast food), desde la biodiversidad de la zona por la que pasará el tren, los problemas ambientales y conflictos socioambientales previsibles, hasta el cambio climático y su impacto (sequías, ondas de calor, inundaciones) en una de las áreas geográficas más vulnerables del país. Datos duros, gráficas, investigación de fondo, de la teoría al campo, los riesgos para la población local y propuestas de un futuro más sostenible.
En el libro se describen las Áreas Naturales Protegidas (ANP) que pueden resultar afectadas y el riesgo que corren los servicios ambientales que brindan los ecosistemas a la gente. Destacan los efectos en el manto freático de la península de Yucatán y la deforestación que, en Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán representó el 60 por ciento de la pérdida de cobertura vegetal del país entre 2002 y 2020. En dichos estados el 45 por ciento de la población se encuentra en un grado de pobreza y sin una planeación adecuada y mecanismos consensuados de inclusión resulta altamente vulnerable.
El libro busca “promover la discusión y el debate crítico basado en información y datos científicos, fortalecer las alternativas de vida que practican quienes habitan los territorios del sur y disminuir riesgos y vulnerabilidades socioambientales”. Lo censuraron.
En el sector artístico destacan, sobre todo, voces femeninas que se levantan en defensa de los cenotes y las áreas naturales protegidas afectadas por el Tren Maya.
Un ejemplo luminoso es el de Gabriela Ortiz, la música mexicana recién nombrada compositora residente en el Carnegie Hall de Nueva York a partir de octubre de este año. Ese mes presentará Dzonot (cenote en lengua maya), pieza para piano y orquesta con la colaboración de Alisa Weilerstein acompañada de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles bajo la batuta de Gustavo Dudamel. La obra, le dijo a Juan Carlos Talavera de Excelsior: “Tendrá cuatro movimientos y alude a un tema que antes he referido: el cambio climático, así que este concierto para mí es una manera de alzar la voz (…)”. Lo que ocurre en la Riviera Maya como consecuencia del Tren Maya, sobre todo en el Tramo 5, advierte, “ha afectado de manera significativa e irreversible a cenotes y ríos subterráneos de la región”. Este es uno de los 7 conciertos que presentará en el Carnegie Hall. Otro es el espectáculo multidisciplinario: ¿Podemos conocer el sonido del perdón?, “una reflexión sobre el ser humano y su relación con el planeta”, inspirada en el cuadro del artista visual James Drake.
En otro escenario, rescato lo que escribió Natalia Lafourcade (1984) cuando recibió hace unos días el premio al mejor álbum de Rock Latino o Alternativo por De todas las flores y se convirtió en la mujer latinoamericana con más Grammys en la historia. “Lo dedico a tantas mujeres en el mundo que abrieron camino para las que hoy seguimos aquí fortaleciendo el alma y la tribu en cada paso. Lo dedico a la madre tierra y las montañas a las que pude ofrendar cada letra y melodía (…)”. Hace dos años se sumó a la campaña contra el daño ecológico del Tren Maya en el Tramo 5: “Sí necesitamos de nuestras selvas, de nuestros ríos, de nuestros cenotes, del agua, de la vida”.
Hoy sabemos que han tenido la razón todo el tiempo. Miramos videos de buzos espeleólogos que muestran pilotes de acero perforando cavernas y contaminando el acuífero con grandes cantidades de cemento derramado. Según denunció en los medios el espeleólogo y consultor de agua Guillermo D´Christy, la cantidad de cemento derramada en la bóveda asciende a 250 metros cúbicos. Hay dijo, entre 8 mil y 17 mil estructuras de acero y 122 cavernas afectadas. Lo que implica, advirtió, la posible pérdida de información geológica.
En cuanto a presupuestos, el Tren Maya ha costado hasta ahora más de 550 mil millones de pesos, el triple del presupuesto inicial aprobado en 156 mil millones. Como se sabe, el INAH recibirá este año un incremento bruto de más de 3 mil millones de pesos que irá directo a la adquisición de terrenos con monumentos arqueológicos situados a lo largo de la ruta del tren. Además, todo lo que se obtenga del turismo que se traslade en ese tren irá a dar a un fideicomiso administrado por el Ejército, según aprobó la Cámara de Diputados. Apenas la semana pasada la Auditoria Superior de la Federación encontró un posible daño patrimonial por 443 millones de pesos en obras del Tren Maya luego de seis auditorías realizadas a Fonatur que revelan múltiples incumplimientos, sobre todo con los planes de mitigación ambiental. Cabe mencionar que de los 49 pasos de fauna previstos en el Tramo 5 Sur solo hay 9 construidos.
La obra en el Tramo 5 no se detuvo a pesar de la evidencia de los daños al patrimonio y de la ilegalidad con la que se han ejecutado los trabajos. Porque continuaron en franco desacato a la suspensión definitiva otorgada por un juez federal, que hace más de un mes ordenó frenar las obras en el tramo sur que va de Playa del Carmen a Tulum. Es decir, como en otras ocasiones, los amparos que prosperaron fueron ignorados.
Por su parte, en la zona conocida como “Dama Blanca” José Urbina encontró pilotes cuarteados y desprendiendo su recubrimiento. Mientras que el buzo Klaus Thymann, quien recientemente descubrió la existencia de manatíes en los sistemas de cuevas inundadas, alertó el riesgo para esta especie en extinción debido a que las obras podrían bloquear el flujo del agua en el sistema privándolo de oxígeno.
La inseguridad
Otro tema es el de la inseguridad y el avance del crimen organizado que hoy mismo se apodera de Chiapas.
Lo conté en mi columna de El Universal: Hay sitios arqueológicos en Chiapas cuyo control perdió el INAH. La inseguridad, la incursión del crimen organizado, la violencia y el miedo que recorren el Estado desde la Sierra Madre y la Selva Lacandona hasta San Cristóbal de las Casas alcanzó a Yaxchilán y Bonampak, a donde arqueólogos y restauradores no pueden entrar desde hace más de un año. Los turistas y prestadores de servicios, tampoco. Lagartero se mantiene cerrado, igual que Toniná. Y se rompió el diálogo con el pasado.
Bonampak, cuya pintura mural es de las joyas más importantes y mejor conservadas de la cultura maya, está cerrado al personal del INAH. Nadie más que la delincuencia se para por ahí desde hace dos años, por la inseguridad. Área Natural Protegida enclavada en la Selva Lacandona en el valle del río Lacanjá, municipio de Ocosingo, es hoy zona fantasma.
Yaxchilán, Monumento Natural a la orilla del río Usumacinta, uno de los sitios mayas más ricos a nivel arqueológico y en biodiversidad pide a gritos la presencia de quienes durante décadas han velado por su seguridad y conservación, pero los equipos del INAH están resguardados en Tuxtla Gutiérrez. Tampoco llegan ya los guías y los turistas. El servicio de lanchas para llegar al sitio, que ofrecían cooperativas desde Frontera Corozal, se canceló desde hace meses. Lo mismo sucede en la zona arqueológica de Lagartero, dentro del complejo de los Lagos de Colón, que cerró hace más de un año.
Las temporadas de campo en estos sitios arqueológicos de Chiapas, salvo en Palenque (resguardado por la Guardia Nacional y el Ejército), están suspendidas desde el año pasado. Toniná también está cerrado al público “por problemas de propiedad de la tierra”. El Parque Nacional Lagunas de Montebello, que forma parte de un Área Natural Protegida, carece de visitas y servicios turísticos por el miedo. Lo mismo sucede a Las Guacamayas y al Centro Ecoturístico Las Nubes en Maravilla, Tenejapa que abre y vuelve a cerrar por la inseguridad.
Diversas voces desde la arqueología y el turismo han alertado de esta situación en medios, sobre todo locales, la radio y redes sociales. Preocupa el deterioro al que se exponen las zonas arqueológicas. Y el silencio oficial. En Bonampak, me cuentan, el campamento de los arqueólogos ya sufre saqueos.
Olivia Lara Jiménez, directora del Centro Regional del INAH en Chiapas, quien informó a los medios locales de la situación en diciembre pasado, me toma la llamada y confirma lo anterior. Bonampak, dice la arquitecta, está abierto “pero el personal del INAH no puede entrar”, lo mismo sucede en Yaxchilán. Otros grupos tienen el control de estos sitios. Y advierte: “No podemos dar detalles” sin autorización del instituto. Por su parte, Keiko Teranishi, directora de Palenque, Yaxchilán y Bonampak prefiere que sean autoridades quienes proporcionen la información por la complejidad y el carácter delicado de ésta. Aseguró que en esos días el INAH emitiría un comunicado oficial acerca del problema. Llamé y se comprometieron a dar respuesta al día siguiente. No la hubo.
Los desplazamientos forzados de comunidades enteras desde la Sierra Madre de Chiapas, debido a la ola de violencia derivada de la lucha entre cárteles por el control de los territorios, son parte de esta realidad que, desbordada, provoca daños socioambientales, económicos y culturales.
Lo describió Claudio Lomnitz en entrevista con Yanet Aguilar: “Cómo recuperar la seguridad en nuestro país que ha tomado el crimen organizado es el mayor tema público que hay en México”.
El diálogo milenario entre las piedras que hablan para contar la historia de nuestros antepasados mayas y la selva que las cobija y las enmarca se encuentra hoy, en sitios como Bonampak y Yaxchilán, en riesgo. Además de la inseguridad en la que están inmersos debido a la incursión del crimen organizado y la ausencia forzada de arqueólogos y restauradores del INAH in situ, el deterioro al que están expuestos se agrava por la precariedad presupuestal para su mantenimiento y conservación.
Bonampak y Yaxchilán son dos de los sitios monumentales más bellos y ricos que nos legaron los antiguos mayas en Chiapas.
Mary Miller, historiadora, responsable del departamento de Estudios de Latinoamérica y de Arqueología en la Universidad de Yale escribe: “(…) probablemente ningún artefacto antiguo del Nuevo Mundo ofrece una compleja visión de la sociedad prehispánica como las pinturas de Bonampak. Ningún otro trabajo, relacionado con los mayas, nos acerca a la vida de la corte con tan gran detalle, lo que hace de Bonampak y sus murales, un recurso sin paralelo en la comprensión de la sociedad antigua”.
Enclavada en la selva lacandona, no hay en todo Mesoamérica una estructura con murales tan bien conservados. Gracias al trabajo profesional de arqueólogos, restauradores e investigadores del INAH, la UNAM y universidades extranjeras el visitante puede hacer en los tres cuartos pintados del Edifico 1 del sitio, una inmersión a la historia del lugar. Ahí pintaron los artistas mayas con enorme refinamiento y belleza a los gobernantes y sus familias; a los danzantes y los músicos durante sus ceremonias, los rituales de guerra y de sacrificio. Retrataron a las mujeres nobles, a los guerreros y a los astrónomos. Ahí se internó durante meses Rina Lazo para realizar la réplica de las pinturas que se puede ver el Museo Nacional de Antropología (MNA) de la ciudad de México. Cientos de personajes, cláusulas glíficas y textos mayas se han conservado durante más de mil años en armonía con la selva.
Muy cerca de ahí, se levanta majestuosa la ciudad de Yaxchilán a la orilla del Río Usumacinta. Adentro, sobreviven sus 120 edificios, estelas monolíticas esculpidas, la historia del sitio y sus dinastías en relieves de piedra tallados en dinteles. Están la Gran Plaza, la Gran Acrópolis y la pequeña, los juegos de pelota, el Laberinto, todo conectado entre sí por terrazas, escalinatas y rampas. La narración de los eventos dinásticos se guarda en 134 textos distribuidos en 30 estelas, 21 altares, y 60 dinteles; algunos se exhiben en el Museo Nacional de Antropología y otros cinco, imponentes, en el Museo Británico de Londres desde que se los llevó Alfred Maudslay en el siglo XIX.
Los arqueólogos y restauradores del INAH, impedidos de ingresar desde hace más de un año al sitio, saben que la selva, la humedad, los árboles, los hongos… siempre aliados de la belleza arquitectónica, pueden ser, sin un control, tan amenazantes para la arqueología como la inseguridad. Y es que desde 2020, el decreto presidencial de austeridad les redujo en 75 por ciento los gastos operativos, como a todas las dependencias gubernamentales. Por lo que no hay recursos para temporadas de campo, ni para vehículos, gasolina o viáticos.
Akira Kaneko, arqueólogo experto en Yaxchilán, escribe en la página del INAH acerca del sitio y encuentra un mensaje de los antiguos mayas para nosotros: “(…) las causas del colapso maya son esencialmente los mismos problemas que enfrentamos ahora, como la destrucción ecológica y la guerra. No debemos repetir el mismo error de los antiguos mayas, nosotros somos ellos o ellos, nosotros”.
Al día siguiente de la publicación de la primera columna sobre el tema, el INAH emitió un comunicado en el que desmentía que los sitios estuvieran cerrados “solo hay un problema de accesibilidad”, dijo el director del INAH, Diego Prieto. Por la mañana anunció durante la Mañanera que, hasta ahora, en la construcción del tren, se han hallado 50 mil estructuras, piezas de cerámica, bienes muebles, restos humanos, que hay 29 zonas en el Programa de Mejoramiento, que se abrirán nueve museos nuevos y un Ateneo Peninsular. Mostró collares y vestigios del Tramo 7. Y ocho días después, cuando se publicaba una columna más sobre el tema, la señorita Vilchis la proyectó en la pantalla de las Mañaneras para incluirla en su Quién es quién en las mentiras de la semana. Aseguró además que Lagartero está abierto al mismo tiempo que la página oficial del INAH lo señalaba Cerrado. Es decir, las autoridades desmentían a sus propios colaboradores.
¿Conclusión? Se las dejo a ustedes que son los expertos. Con mi gratitud por la invitación y un reconocimiento a los activistas, las organizaciones de la sociedad civil y los académicos que no han soltado el tema un solo día.
FOTO: Vista aérea de los trabajos de demolición de árboles para la construcción de vías del Tren Maya, en el sistema de cuevas Garra de Jaguar, en mayo de 2023. Crédito de imagen: Diego Prado /EL UNIVERSAL
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