Tres discos que aportan
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Autores como Bach y Korngold han recibido un notable impulso de las compañías disqueras, justo para disfrutarlos en el encierro
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POR IVÁN MARTÍNEZ
Alisa Weilerstein: Bach
Entre quienes estuvieron ofreciendo Bach en estos tiempos, está la violonchelista Alisa Weilerstein. Tocó, evidentemente, las Seis Suites para chelo solo. Fueron versiones algo diferentes, sin embargo, a las que presentó apenas en disco (Pentatone, 2020); un álbum que no estaba planeado para ser lanzado durante la contingencia. No es contradicción y ambas la pintan de cuerpo entero: ella misma había sido resistente a presentarlas juntas creyendo no tener la madurez para hacerlo, pero es esa madurez la que, entendiendo ahora que siempre serán diferentes porque siempre estarán ligadas a cada momento de la vida de cada artista, le ha ayudado a hacerlas hace un año en estudio y ahora desde el confinamiento con una honestidad palpable.
Me sucede un poco lo mismo que me sucedió con otro disco que comenté aquí, el de sonatas del mismo Bach con Álvaro Bitrán: pertenece a un nuevo grupo de grabaciones que no suceden en el ámbito del romanticismo exacerbado con que se grababan antes, ni el del puritanismo con que algunos historicistas quisieran que se hicieran ahora: versiones de franca subjetividad, auténticas y personales, que en el caso de Alisa reflejan la parsimonia y delicadeza, con fortaleza discreta, de su pensamiento actual como intérprete. Comparar las versiones que tocó en vivo con las del disco es un ejercicio profundamente enriquecedor. Y el solo disco, un instrumento reflexivo acerca de la libertad.
Beethoven: Canciones
Como se dice, Beethoven es el gran damnificado de la Covid. La crisis no nos permitió dialogar, reflexionar y escuchar otra vez sus nueve sinfonías, sus 16 cuartetos o sus 32 sonatas de piano, los bloques de obras que iban a tocarse, tocarse y volverse a tocar para luego ser tocados otra vez (no es crítica, yo iba a estar en primera fila y si algo he escuchado en casa repetidamente, son los 16 cuartetos). Si la pandemia nos privó de eso, el mundo difícilmente iba a permitirnos de todos modos redescubrir otros apartados menos conocidos: su música para metales, sus sextetos, septetos u octetos para ensambles mixtos, o su música vocal; desconocida prácticamente más allá de su Fantasía coral, de su Novena sinfonía o de su única ópera.
He leído incluso reseñistas que menosprecian el lied beethoveniano porque el compositor escribió con mayor riqueza para el piano, que sofisticadamente para la voz. Una de las aportaciones principales de este álbum (Deutsche Grammophon, 2020) es desterrar esa idea. Esa equivocada idea. La otra es la sensibilidad musical de ambos artistas que presentan esta selección: el pianismo de Jan Lisiecki es profundamente sensible y sofisticado y la voz de Goerne, una que cuenta con un extraordinario sentido dramatúrgico que embona con la pureza poética de cada línea de su canto.
Korngold: Concierto y Sexteto
Éste (Chandos, 2020), es un disco más discreto. Pero aporta al mismo nivel. Es verdad que el violinista Andrew Haveron no es una estrella, un “A-list” como ellos, y que su versión del Concierto para violín de Korngold no es un nuevo referente; esa modestia es, por otro lado, su mejor activo. Difícil ser referencial de esta obra teniendo a cuestas las versiones de Heiftz y Mutter. Pero me da gusto que exista: es más íntima y suave, más lírica y casual. Es fácil caer en exageraciones, más allá de manierismos personales, en esta obra y es evidente que la ejecución de Haverson no solo está cuidada, sino que no se siente sobre-cuidada: corre con una fluidez muy natural y hasta sugestiva.
La máxima aportación del disco es el Sexteto para cuerdas, efusiva pieza juvenil de Korngold (lo escribió a los 16 años) que sí tiene, y sí tiene porque lo debería, mayor efusividad interpretativa. El arranque juvenil sí se presta a empalagamientos que resulten atractivos sin sobrepasar la línea del buen gusto. Es una pieza más “operística” en su sensibilidad y me parece que ese balance dramático, juvenil y sonoro, está muy bien equilibrado en esta lectura.
Otras Recomendaciones
Con la llegada del verano y tras el agotamiento de quienes habían estado ofreciendo recitales en vivo, la oferta para este mes parece reducirse a materiales de archivo. Coincide una petición de algunos lectores tras haberme referido estos meses casi por completo a la música sinfónica o de cámara, con la disponibilidad de cuatro obras que disfruté mucho en su momento: a la par, las compañías nacionales de ópera de México e Inglaterra, pusieron este fin de semana, pensando en las celebraciones del orgullo homosexual, sus respectivas versiones de Muerte en Venecia, la ópera de Benjamin Britten, icónica tanto quizá sea la ópera más importante en idioma inglés como la más relevante de la representación de personajes homosexuales en el género. La mexicana, encargada al escenógrafo Jorge Ballina, sigue siendo considerada por muchos “lo mejor que se ha visto en Bellas Artes en toda su historia”.
El mismo fin de semana del Orgullo, el INBA puso a disposición también en el portal Contigo a la Distancia, la obra teatral Príncipe y Príncipe, dirigida al público infantil y que tantos premios mereciera en las distintas temporadas que se presentó. Una delicia familiar. En terrenos teatrales, pero musicales, a partir del 10 de mayo la Filarmónica de Nueva York revivirá su producción de Carousel, la pieza de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein con Kelli O’Hara en el protagónico; y del jueves 16, el Teatro Nacional, desde Londres, pondrá a disposición su versión de Amadeus, de Peter Schaffer, la pieza teatral en la que la película de Milos Forman sobre Mozart, está basada.
FOTO: Portada de Seis Suites de Bach, por Alisa Weilerstein (Pentatone, 2020)
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