“Trilogía”; fragmento de la novela de Jon Fosse
Por cortesía de Seix Barral, presentamos un fragmento de esta novela del Nobel de Literatura 2023, una historia de una pareja de adolescentes que va a tener un hijo en un mundo hostil
POR JON FOSSE
Asle y Alida caminaban por las calles de Bjørgvin, Asle llevaba al hombro dos hatillos con todo lo que tenían y en la mano la caja con el violín que había heredado de su padre Sigvald, Alida llevaba dos bolsas con comida, y hacía horas que daban vueltas por las calles de Bjørgvin buscando alojamiento, pero parecía imposible alquilar nada en ningún sitio no, decían, lo lamentamos, decían, no tenemos nada para alquilar, lo que tenemos ya está alquilado, así decían, y Asle y Alida tenían que seguir dando vueltas por las calles, llamando a las puertas para preguntar si tenían habitaciones libres, pero en ninguna casa tenían habitaciones, así que dónde iban a meterse, dónde iban a cobijarse del frío y la oscuridad ya tan entrado el otoño, en algún sitio tendrían que poder alquilar una habitación, y menos mal que no llovía, aunque seguro que empezaba a llover pronto, así que no podían seguir dando vueltas, y por qué nadie querría alojarlos, sería porque todo el mundo veía que Alida estaba a punto de parir, que tenía aspecto de poder parir en cualquier momento, o sería porque no estaban casados y no eran por tanto un matrimonio decente ni se los podía considerar personas decentes, pero eso no podían verlo, no, eso era imposible que lo vieran, o quizá sí lo vieran, alguna razón tenía que haber para que nadie quisiera alojarlos, y no era que Asle y Alida no quisieran recibir la bendición de la Iglesia, no era que no quisieran casarse, pero cuándo habían tenido tiempo y ocasión para hacerlo, contaban apenas diecisiete años y obviamente carecían de lo necesario para celebrar una boda, pero en cuanto lo tuvieran, se casarían como es debido, con párroco y maestro de ceremonia y fiesta y músico y todo lo que corresponde, pero por ahora no podían, tenían que seguir como estaban y en el fondo estaban bien, pero por qué nadie querría alojarlos, qué problema les veían, quizá les ayudaría pensar en sí mismos como marido y mujer, si lo hicieran, seguramente sería más difícil para los demás notar que andaban por la vida como pecadores y que habían llamado ya a muchas puertas y que nadie a quien hubieran preguntado quería alojarlos, pero no pueden seguir dando vueltas, la noche está a punto de caer, el otoño está muy avanzado, hay poca luz, hace frío y no tardará en llover.
Estoy tan cansada, dice Alida
y se paran y Asle mira a Alida sin saber qué decir para consolarla, porque ya se habían consolado muchas veces hablando del niño que venía, hablaban de si sería niño o niña,
y Alida pensaba que las niñas eran más fáciles de trato, y él opinaba lo contrario, que era más sencillo tratar con niños, pero fuera niño o niña, en cualquier caso estarían felices y agradecidos por el niño del que pronto serían padres, así hablaban y así se consolaban con el niño que no tardaría en nacer. Asle y Alida caminaban por las calles de Bjørgvin. Y tampoco es que hasta entonces les hubiera pesado demasiado eso de que nadie quisiera alojarlos, antes o después la cosa se arreglaría, pronto encontrarían a alguien que tuviera un cuartito para alquilar, un sitio donde vivir por un tiempo, ya les saldría algo, porque en Bjørgvin había muchas casas, casas grandes y pequeñas, no como en Dylgja, donde apenas había unas pocas granjas y alguna casita de pescadores en la playa, ella, Alida, era hija de Herdis la de la Cuesta, decían, y venía de una pequeña granja de Dylgja, allí se crio con su madre Herdis y su hermana Oline después de que su padre Aslak desapareciera para no volver cuando Alida tenía tres años y la hermana cinco, y Alida ni siquiera recordaba a su padre, solo le quedaba su voz, todavía era capaz de oírla y recordaba la emoción que contenía, y un tono claro, afilado y amplio, pero eso era todo lo que le quedaba de su padre Aslak, no recordaba su aspecto ni ninguna otra cosa, solo su voz cuando cantaba, eso era todo lo que le quedaba de él. Y él, Asle, se crio en una caseta para barcas en Dylgja, allí habían montado una especie de vivienda en el altillo y allí se crio Asle con su madre Silja y su padre Sigvald hasta que el padre se perdió en el mar un día que la tormenta de otoño llegó sin avisar, padre Sigvald solía pescar por las islas al oeste y la barca se fue a pique allí, cerca de la Piedra Grande. Y desde entonces madre Silja y Asle estuvieron solos en la Caseta. Pero al poco de desaparecer padre Sigvald, madre Silja enfermó y empezó a adelgazar y se quedó tan flaca que daba la impresión de que se le veían los huesos de la cara, sus grandes ojos azules fueron creciendo y al final le ocupaban casi la cara entera, así lo veía Asle, y la larga melena oscura se fue poniendo más fina, más rala, y al final una mañana no se levantó y Asle la encontró muerta en la cama. Allí yacía madre Silja, con sus grandes ojos azules abiertos, mirando hacia el costado, donde debería haber estado padre Sigvald. La melena larga y fina le cubría gran parte de la cara. Allí yacía madre Silja muerta. De eso hacía poco más de un año y Asle tenía entonces alrededor de dieciséis. Lo único que le quedaba en la vida eran él mismo y las cuatro cosas que había en la Caseta, además del violín e padre Sigvald. Asle se había quedado solo, más solo que la una, salvo por Alida. Al ver a su madre Silja tan infinitamente muerta y perdida, lo único en lo que pensó fue en Alida. En su larga melena oscura y en sus ojos negros. En todo lo suyo. Asle tenía a Alida y ella era lo único que le quedaba, lo único en lo que pensaba. Asle acercó la mano a la cara fría y blanca de madre Silja y le acarició la mejilla. Ya solo le quedaba Alida. Eso pensó. Y el violín. Eso también lo pensó. Porque padre Sigvald no había sido solo pescador, también un buen músico, y era él quien tocaba en todas las bodas de la comarca de Sygna, así fue durante muchos años y, cuando alguna noche de verano se organizaba un baile, era padre Sigvald quien tocaba. Así fue como llegó en su día a Dylgja procedente del este, para tocar en la boda del granjero de Leite, y así fue como se conocieron él y madre Silja, ella servía en la granja y sirvió también en la boda y padre Sigvald tocó. Así se conocieron padre Sigvald y madre Silja. Y madre Silja se quedó preñada y parió a Asle. Y para ganarse el pan para él y los suyos, padre Sigvald se buscó trabajo con un pescador de las islas, un hombre que vivía en la Piedra Grande y, como parte de la paga, el pescador permitió que Silja y Sigvald se instalaran en una caseta para barcas que tenía allí, en Dylgja. De esa manera, el músico Sigvald pasó a ser también pescador y se afincó en la Caseta de Dylgja. Así fue. Así ocurrió. Y ya no estaban ninguno, ni padre Sigvald ni madre Silja. Se habían ido para siempre. Y ahora Asle y Alida caminaban por las calles de Bjørgvin, Asle con dos hatillos al hombro con todo lo que tenían, además de la caja y el violín de su padre Sigvald. Era de noche y hacía frío. Alida y Asle habían llamado ya a muchas puertas para pedir alojamiento y todo el mundo contestaba lo mismo, no podía ser, no tenían nada, la habitación que tenían ya estaba ocupada, no, no alquilaban habitaciones, no tenían necesidad, esas eran las respuestas que recibían, y Asle y Alida caminan, se detienen y miran hacia una casa, tal vez allí tuvieran algo en alquiler, pero no sabían si se atrevían a llamar a otra puerta, seguro que volverían a responderles lo mismo, por otro lado, tampoco podían seguir dando vueltas por la calle, debían arriesgarse a llamar y preguntar si tenían alguna habitación en alquiler, pero ni a Asle ni a Alida les quedaba ya ánimo para explicar una vez más su ruego y recibir otro no por respuesta, quizá se hubieran equivocado al coger todas sus cosas y navegar hasta Bjørgvin, pero qué otra cosa podrían haber hecho, no podían seguir viviendo con madre Herdis de la Cuesta, ella no los quería en su casa, no había futuro en eso, y si les hubieran dejado seguir en la Caseta, se habrían quedado allí, pero un día Asle vio llegar en barca a un muchacho de su misma edad, el muchacho arrió
las velas, atracó en la playa y empezó a subir hacia la Caseta, al poco llamaron a la trampilla y, cuando Asle abrió, cuando el muchacho subió y acabó de carraspear, anunció que ahora él era el propietario de la Caseta, su padre se había perdido en el mar junto al padre de Asle, y ahora necesitaba la Caseta para él, de modo que Asle y Alida no podían seguir viviendo allí, tenían que recoger sus cosas y buscarse otro sitio, así era la cosa, dijo y se sentó en la cama junto a Alida, que estaba allí con su vientre abultado, y ella se levantó y se fue junto a Asle, y el muchacho se tumbó en la cama y se acomodó y dijo que estaba fatigado y quería descansar un poco, y Asle miró a Alida y se acercaron a la trampilla y la levantaron. Bajaron la escalera, salieron y se quedaron parados delante de la Caseta. Alida, con su vientre grande y pesado, y Asle
Ya no tenemos donde vivir, dijo Alida
y Asle no contestó
Pero la Caseta es suya, así que supongo que no hay nada que hacer, dijo Asle
No tenemos donde vivir, dijo Alida
El otoño está muy avanzado, hay poca luz y hace frío, y tenemos que vivir en algún sitio, dijo
y se quedaron un rato sin decir nada
Y pariré dentro de poco, podría ser ya cualquier día, dice
Sí, dice Asle
Y no tenemos adónde ir, dice ella
y se sienta en el banco junto a la pared de la Caseta, el banco que había hecho padre Sigvald
Debería haberlo matado, dice Asle
No digas esas cosas, dice Alida
y Asle se sienta junto a Alida en el banco
Lo mato, dice Asle
No, no, dice Alida
Así son las cosas, los hay que son propietarios de algo y los hay que no lo son, dice
Y los propietarios mandan sobre los que no tenemos nada, dice
Supongo que sí, dice Asle
Y así tiene que ser, dice Alida
Así tendrá que ser, dice Asle
y Alida y Asle se quedan sentados en el banco sin decir palabra y, al cabo de un rato, sale el propietario de la Caseta diciendo que tienen que recoger ya sus cosas, ahora es él quien vive en la Caseta, dice, y no los quiere allí, al menos a Asle, dice, aunque Alida, dado su estado, podría quedarse, dice, volverá en un par de horas y para entonces tienen que haberse marchado, al menos Asle tiene que haberse marchado, dice y entonces baja hasta la barca y, mientras afloja el amarre, dice que va a acercarse a la tienda y que, cuando vuelva, la Caseta tiene que estar vacía y preparada, esa noche dormirá él allí, bueno, y quizá también Alida, si quiere, dice, y por fin empuja la barca, iza las velas y se aleja despacio hacia el norte a lo largo de la orilla
Yo puedo recoger las cosas, dice Asle
Yo puedo ayudarte, dice Alida
No, tú sube a la Cuesta, ve a casa de madre Herdis, dice Asle
Tal vez nos acoja por esta noche, dice
Tal vez, dice Alida
y Alida se levanta y Asle la ve alejarse por la orilla con sus piernas cortas, sus caderas redondas y la melena negra ondeando a la espalda, y Asle se queda mirando cómo se aleja Alida y ella se vuelve y levanta el brazo y lo saluda y luego empieza a remontar la Cuesta, y Asle entra en la Caseta, prepara dos hatillos con todo lo que tienen y luego sale y se aleja por la orilla con dos hatillos al hombro y la caja del violín en la mano y ve al propietario de la Caseta acercándose ya con la barca y empieza a remontar la Cuesta y todo lo que tienen lo lleva en dos hatillos al hombro, salvo el violín y la caja, eso lo lleva en una mano, y después de subir un rato, ve a Alida venir a su encuentro y Alida dice que en casa de madre Herdis no pueden quedarse, por lo visto a madre Herdis nunca le ha gustado Alida, nunca le ha gustado su propia hija, siempre le ha gustado mucho más su hermana Oline, aunque Alida nunca haya entendido por qué, así que no quiere ir allí, no ahora que tiene el vientre tan grande, dice y Asle dice que ya es muy tarde, la noche no tardará en caer y hará frío ahora tan entrado el otoño, incluso puede llover, así que no les queda otra que agachar la cabeza y preguntar si pueden quedarse un tiempo en casa de madre Herdis de la Cuesta, dice Asle y Alida dice que entonces lo pida él, que ella no piensa hacerlo, antes dormiría en cualquier otro sitio, dice, y Asle dice que si tiene que pedirlo, lo hará y, al llegar al zaguán, Asle cuenta las cosas como son, dice que ahora el propietario de la Caseta quiere vivir en ella, así que no tienen adónde ir, pero se preguntan si podrían vivir un tiempo en casa de madre Herdis, dice Asle y madre Herdis dice que bueno, que siendo así, no puede sino acogerlos, aunque solo por un tiempo, dice, y luego dice que adelante, que pasen, y empieza a subir la escalera, y Asle y Alida la siguen hasta el sobrado y entonces madre Herdis dice que pueden quedarse allí un tiempo, aunque no mucho, y luego se da media vuelta y baja y Asle deja en el suelo los dos hatillos con todo lo que tienen y en un rincón la caja del violín y Alida dice que a madre Herdis nunca le ha gustado Alida, nunca, aunque ella jamás haya entendido bien por qué, y seguramente tampoco le gusta demasiado Asle, la verdad es que no le gusta nada, así es la cosa, y ahora que Alida está preñada y ellos no están casados, seguramente madre Herdis no quiera tener la vergüenza instalada en su propia casa, así debía de pensar madre Herdis, aunque no lo dijera, dijo Alida, de modo que solo podían quedarse una noche, una única noche dijo, y Asle dijo que en ese caso no veía otra opción que emprender viaje a Bjørgvin a la mañana siguiente, porque allí debería haber sitio para ellos, él había estado una vez allí, en Bjørgvin, dijo, había ido con su padre Sigvald y recordaba bien cómo era, recordaba las calles, las casas, la gente, los sonidos, los olores, las tiendas y las cosas de las tiendas, lo recordaba todo, dijo y, cuando Alida le preguntó cómo llegarían a Bjørgvin, Asle dijo que tendrían que buscarse una barca y navegar hasta allí…
FOTO: Retrato del vapor DS Bjørgvin, adquirido por una empresa privada noruega a una fuente británica desconocida en 1839. /Bergen Maritime Museum
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