Un asesinato perfecto

Nov 22 • destacamos, Miradas, Pantallas, principales • 3938 Views • No hay comentarios en Un asesinato perfecto

 

POR MAURICIO MATAMOROS DURÁN

 

La opinión, si no generalizada, al menos estandarizada y oficial nos hace aceptar y adoptar cánones sin que en ello tenga mucho que ver nuestra opinión personal. De tal manera que el entretenimiento y la cultura que nos definen, normalmente, son aquellos que los consorcios y los grupos de poder deciden absorber y promover.

 

Así, sabemos, por ejemplo, que Martin Scorsese y Francis Ford Coppola son —tal vez— los dos grandes maestros del cine estadounidense de los años setenta, y baluartes del thriller contemporáneo, con obras como Calles peligrosas (Mean Streets, 1973), Taxi Driver (1976) y la trilogía de El padrino (The Godfather, 1972-1990).

 

Pero, aunque nadie duda del talento de estos artistas, podríamos preguntarnos qué sucede con un cineasta de iguales capacidades como Brian de Palma, artista estadounidense de la misma generación y talento, y a quien la historia y sus críticos (en muchas ocasiones, más que estandarizados y anquilosados) han hecho a un lado con el paso de los años por su constante intercambio entre el thriller y el cine fantástico, este último un género poco estimado por la crítica.

 

Desde finales de los sesenta, De Palma ha estado filmando incansablemente y entregando grandes obras como Siamesas diabólicas (Sisters, 1972), El fantasma del Paraíso (Phantom of the Paradise, 1974), Carrie (1976), Vestida para matar (Dressed to Kill, 1980), Estallido mortal (Blow Out, 1981), Cara Cortada (Scarface, 1983), Los Intocables (The Untouchables, 1986), y recientemente el incomprendido filme Redacted (2007), una arrojada obra acerca del conflicto en Medio Oriente y las censuras que ha provocado.

 

Igual de incomprendido que dicho gran filme, parece que fue el siguiente de De Palma: Passion (2013), el cual acaba de estrenarse finalmente en México con el título de Pasión, un crimen perfecto, obra impecable que permite recordar —y presenciar de nuevo— los grandes logros de este cineasta en el thriller retorcido.

 

En este, Rachel McAdams y Noomi Rapace interpretan a una pareja que retorcerá —lo dicho— el juego y los papeles del gato y el ratón: Christine ha embaucado y sacado partido de Isabelle, su subordinada en una importante firma publicitaria. Además de aprovecharse de sus mejores ideas, prácticamente se ha apoderado de su corazón en una relación que parece transitar entre la promesa lésbica y la tiranía. En esas condiciones es que las diferencias se acumulan y el único escape natural es un crimen que dejará a una de las dos al frente de los negocios… aunque el resto del filme apenas comienza.

 

Passion se basa en el filme francés Crime d’amour (2010), último y póstumo de Alain Corneau, en el cual Kristin Scott Thomas y Ludivine Sagnier interpretan a la pareja de amor/odio que, casi al pie de la letra, reproducen en el filme de De Palma.

 

Una diferencia sustancial es que, mientras en el filme de Corneau (quien también lo escribe) todo permanece contenido dentro de los límites del naturalismo y formal objetivo de la cámara del cine galo, en el de De Palma la historia es aumentada por el mismo objetivo, aunque ahora de un cine más que hollywoodense, pues se trata del de un autor obsesionado con la forma y las posibilidades tanto visuales como cromáticas. De esa manera, el filme de Corneau no cambia mucho al brincar, por decir, de la pantalla de cine a la pantalla plana de plasma; mientras que el de De Palma siempre será mejor visto en la pantalla de plata.

 

Esa segunda parte del filme, sin embargo (y a pesar de que ya viene de origen, como si Corneau lo hubiera pensado a la manera de un legado para De Palma), es cosechada por De Palma creando un abanico de sueños y destellos en el que se entrelazan desde la figura de la gemela enigmática, el aumento del deseo y la pasión y hasta la inmaculada aparición de la pantalla dividida, marca de De Palma y uno de sus grandes aciertos en toda su filmografía.

 

Una condición de la vida es que nunca acaba como uno quisiera y que, aun menos, nunca tiene el desarrollo e inicio que uno quisiera. Eso mismo es lo que en muchas ocasiones hace que el cine de De Palma resulte tan radical para espectadores acostumbrados a historias que no pueden mostrar demasiados quiebres y posibilidades de regenerarse.

 

Passion hace lo propio: los ratones juegan como ratones, sin serlos del todo; y los gatos parecen ser tragados por los ratones en un juego de espejos en el que no sabemos si se trata de ilusión o realidad.

 

De un filme por encargo (de la misma productora del original, para llevar a cabo una nueva versión para el mercado anglosajón), De Palma logra concretar una historia propia que nos recuerda por qué es pertinente darle su justo lugar a este cineasta, a pesar de que las señales mediáticas no parezcan decirlo de esa manera.

 

* Fotografía: En esta cinta Brian de Palma rehace la versión original dirigida por el francés Alain Corneau / Especial

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