Un cambio a la vista
POR JORGE G. CASTAÑEDA
En las últimas dos décadas, gobiernos grandes y pequeños se han resistido a la prohibición, provocado por el paradigma punitivo de la “guerra contra las drogas” que Richard Nixon introdujo en 1971. Ámsterdam tiene sus cafeterías de marihuana y hachís, Portugal legalizó el consumo de todas las drogas en 2001. Barcelona y el País Vasco, en España, introdujeron clubes de cannabis hace unos años; 21 estados de Estados Unidos (y apenas la semana pasada, Illinois) han legislado el uso legal de la marihuana; Washington y Colorado votaron a favor de aceptar y regular la producción para consumo recreativo, su distribución, la posesión y el uso de “malas hierbas”.
Bolivia ha luchado con éxito por el derecho de sus habitantes a cultivar y masticar hoja de coca tanto como lo deseen. Pero hasta hace unos días, ningún país había legalizado toda la cadena de la marihuana desde el cultivo hasta el consumo. Uruguay, un país latinoamericano que ha estado a la vanguardia de las tendencias sociales en el hemisferio desde principios del siglo XX, ahora lo ha hecho.
El 31 de julio, la cámara baja del Congreso uruguayo aprobó un proyecto de ley presentado por el presidente José Mujica para legalizar la producción, el comercio y el uso de la marihuana, a través de un complejo sistema de concesiones de farmacia, autoproducción y clubes. El Senado del país todavía tiene que votar sobre el tema, y tomando en consideración que la coalición de centroizquierda Frente Amplio tiene una cómoda mayoría, no hay prácticamente ninguna duda en cuanto al resultado final.
Uruguay se convertirá en la primera nación en el mundo en proceder de esta manera. Su decisión provocará múltiples reacciones, que irán desde la admiración a la censura, y bien puede ser un presagio de lo que vendrá. Sobre todo porque la principal motivación del presidente Mujica ha sido el fracaso de la política implantada desde hace mucho tiempo por la comunidad internacional, en América Latina y por los uruguayos, de lanzar a los consumidores ocasionales a la cárcel y dedicar enormes recursos a la lucha contra el tráfico de drogas en general.
Los uruguayos están haciendo lo que un número cada vez mayor de políticos en América Latina han comenzado a contemplar, y por una buena razón: la “guerra contra las drogas” ha fracasado estrepitosamente. Sus costos han sido exorbitantes, y sus resultados evidentemente bajos. La marihuana no es más perniciosa como sustancia que el alcohol o el tabaco, e incluso tal vez lo sea menos. Por otra parte, la violencia, la corrupción y la delincuencia asociada con el tráfico de drogas se pueden reducir de manera significativa haciéndola legal, como ocurrió en 1933 cuando la derogación de la prohibición estadounidense sobre la venta de alcohol ayudó a cerrar el ciclo de la violencia entre bandas en ese país. Nadie lo creía entonces, y nadie creería ahora, que la legalización pueda poner fin a todos los problemas generados por el tráfico de drogas; lo que sugiere que puede es un hombre de paja construido por los opositores de la legalización, con la esperanza de debilitar los argumentos a favor de la despenalización.
Esto explica por qué tantos latinoamericanos distinguidos, desde los ex presidentes Zedillo y Fox, en México; Cardoso, Gaviria y Lagos, de Brasil, Colombia y Chile, respectivamente, hasta escritores como el fallecido Carlos Fuentes y los Premios Nobel Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, pasando por hombres de negocios como el magnate de la televisión Ricardo Salinas Pliego, en México, han expresado de una manera u otra su apoyo por la despenalización del consumo de marihuana. Esta es la razón por la cual la ciudad más grande de la región, la capital de México, ha iniciado un intenso debate sobre la despenalización, que bien puede conducir a una legislación en este otoño. El jefe de gobierno de la ciudad, Miguel Ángel Mancera, ha llamado a un amplio debate; el Ayuntamiento está preparado para considerar proyectos de ley que legalicen el consumo y los clubes de producción de cannabis, y apenas la semana pasada un grupo de ex funcionarios del gabinete de los últimos cuatro gobiernos mexicanos, junto con uno de los principales intelectuales del país y uno de los activistas más conocidos de la sociedad civil en contra del crimen, realizaron un llamado por la legalización en la ciudad de México.
No es de extrañar que Uruguay y la ciudad de México puedan llegar a ser referentes de una tendencia hemisférica. Uruguay, un paraíso de la delincuencia y la violencia desde hace más de un siglo en América Latina, ha visto su proverbial sueño de paz y tranquilidad perturbado por la delincuencia vinculada a las drogas en los últimos tiempos. México ha pagado un enorme precio por su imprudente y en gran parte inútil guerra contra narcotraficantes y cárteles, emprendida por el ex presidente Felipe Calderón: más de 70 mil muertos, más de 50 mil millones gastados, más de 20 mil desapariciones. Es hora de un cambio y este, por fin, parece estar a la vista.
Ex secretario de Relaciones Exteriores.
*Fotografía: Cientos de jóvenes marchan hoy, sábado 5 de mayo de 2012, por el centro de Montevideo (Uruguay), en el marco de la convocatoria en ese país de la Marcha Mundial de la Mariguana a favor de la legalización del autocultivo de cannabis. EFE/Iván Franco.