Tras la verdad efectiva
POR JOSÉ FERNÁNDEZ SANTILLÁN
Federico Chabod sostiene que El Príncipe fue escrito entre julio de 1513 y enero-febrero
de 1514 (Escritos sobre Maquiavelo, FCE, México, 1984, nota 9, pp. 44-45). El sitio en
el cual Maquiavelo (1469-1527) realizó esa obra fue “su villa, cerca de San Casciano,
pequeña aldea situada en lo alto de un collado entre los valles de Greve y Pesa” (p. 4). Ese
lugar le sirvió de refugio luego de que fue expulsado de Florencia en medio de la agitación
política debida al regreso de los Medici al poder.
Como Maquiavelo no era ni mercader ni prestamista, y tampoco se resignó a apagarse en
el silencio, se dedicó a escribir: “las enfadosas jornadas transcurridas entre poetas de amor
y el alboroto de los carreteros, los jugadores de tric-trac y las reyertas de los leñadores,
concluyen frecuentadas súbitamente por multitud de figuras de otros tiempos; la habitación
en que el desterrado se viste con hábitos curiales se abre hacia unos horizontes nunca
entrevistos” (carta de Maquiavelo a Francesco Vettori del 10 de diciembre de 1513, citada
por Chabod, nota 5, p. 42).
Con esos ropajes y en un ambiente de recogimiento se remite a la historia antigua o, para
ser más puntuales, a la evocación de la república romana. Con ese ánimo inició el primer
capítulo de los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio (Discorsi sopra la prima
deca di Tito Livio; remito a la edición de Tutte le Opere, Sansoni, Florencia, 1971, pp. 73-
254). No obstante, con el realismo que lo caracterizó pensó que era mejor regresar a la
vida presente. Italia no estaba unida; más bien era un cúmulo de pequeños reinos en lucha
entre sí. Y, además, invadida por varias potencias. En consecuencia debía impulsarse la
centralización de la fuerza en la persona de un hombre; justamente, El Príncipe.
Las palabras con las que comienza esta obra no dejan lugar a dudas acerca de su intención,
hablar del Estado: “Tutti gli stati, tutti e’ dominio che hanno avuto e hanno imperio sopra
gli uomini, sono stati e sono o republiche o principati” (De Principatibus, en Tutte le
Opere, ed. cit., p. 258; para la traducción al español recomiendo la edición bilingüe De
Principatibus, traducción, notas y estudio introductorio de Elisur Arteaga Nava y Laura
Trigueros Gaisman, Trillas, México, 1993). Las traducciones que se han hecho de este
fragmento han sido muy variadas. No obstante, en honor a una filología estricta debemos,
primeramente, traducirlo tal cual: “Todos los estados, todas las dominaciones que han
tenido y tienen imperio sobre los hombres, han sido y son repúblicas o principados”.
Vale la pena señalar que antes de Maquiavelo el concepto Estado no era conocido. En
su lugar se utilizaban palabras como polis, civitas, république o Commonwealth. Esta
fue la primera vez que apareció el concepto Estado. Como lo señala Alessandro Passerín
d’Entrèves: “Es legítimo decir que, con toda razón, se le atribuye a Maquiavelo el mérito
de haber introducido por primera vez el nombre ‘Estado’ en su significado moderno, en
el vocabulario político del mundo civil” (La Dottrina dello Stato, Giappichelli, Turín,
1967, p. 53). ¿Por qué la palabra Estado? Todo indica que se debió a la contracción del
concepto status rei pubblicae (la condición de la cosa pública). Lo que quería resaltar
Maquiavelo era que su tiempo se abría a una realidad distinta (véase Norberto Bobbio,
Stato, governo, società, Einaudi, Turín, 1978, pp. 55-56; existe una traducción al español:
Estado, gobierno, sociedad, FCE, México, 2012).
Los vocablos dominium e imperium habían sido utilizados por la tratadística medieval
para designar, respectivamente, el control sobre el territorio y el control sobre las personas
(Charles Howard McIlwain, Constitutionalism Ancient and Modern, Cornell University
Press, Nueva York, 1947, pp. 67-92). En tanto que la referencia a los regímenes políticos
resultó de la síntesis de las tres constituciones, monarquía (una persona), aristocracia
(pocas personas) y democracia (muchas personas), en dos: el principado (una persona) y la
república (una asamblea).
De esta suerte, una subsecuente traducción, más comprensible, del fragmento en cuestión
podría quedar de la siguiente manera: “Todos los Estados, todas las dominaciones que
han controlados eficazmente sus territorios y han gobernado justamente a sus poblaciones
han sido y son gobierno de una persona o gobierno de una asamblea sea ésta de pocos
(aristocracia) o de muchos (democracia).”
Como se observa, el lenguaje de Maquiavelo es extremadamente preciso. Y así procede a lo
largo de este libro que cumple 500 años de existencia.
Se ha dicho que El Príncipe inaugura el realismo político moderno. Pero, ¿de qué realismo
estamos hablando? Porque Maquiavelo se refiere en ese volumen a un Príncipe y a un
Estado que aún no aparecían en Italia. Lo que se deduce es que no le dio la espalda a la
dimensión utópica (en sentido prescriptivo) que debe tener la buena política.
Sin duda Maquiavelo quiso ir tras la verità effetuale. Y así lo dejó escrito en el capítulo
XV: “Mas por ser mi intención escribir cosas útiles para quien las entiende, me ha parecido
más conveniente ir directamente a la verdad efectiva de las cosas que a la representación
imaginaria de ella” (De Principatibus, p. 280). No obstante, como dice Ermanno Vitale,
Maquiavelo tomó también en cuenta la parte normativa de la política; vale decir, es dado
a esta disciplina señalar un rumbo por el cual deban caminar los hombres para salir de la
barbarie. Y eso es lo que, entre otras cosas, eleva a este escritor a la altura de un clásico del
pensamiento político.
Con razón en su sepulcro de la Basilica di Santa Croce en Florencia se lee: “Tanto Nomini
Nulum Par Elogium” (No hay elogio que alcance a tan alto nombre, Maquiavelo).
Doctor en historia de las ideas políticas por la Universidad de Turín.
*Fotografía: Nicolás Maquiavelo, escultura de Lorenzo Bartolini que se exhibe en la fachada externa de la Galería Uffizi, en Florencia, Italia.
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