Ricardo Piglia: Un legado ético de la escritura
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La última entrega de los diarios de Ricardo Piglia revela su decisión juvenil por la vocación de las letras, sus primeros afectos literarios, además de su amor por el cine y la música entre los vaivenes afectivos ocasionadas por la dictadura
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POR LUCÍA MELGAR
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Con el tercer volumen de Los diarios de Renzi, culmina la obra más personal de Ricardo Piglia, quien dedicó parte de sus últimos años a editar los cuadernos que escribía desde 1957. Diario de años negros, collage de instantes que conforman un día, reunión de entradas cada vez más breves y enigmáticas, este libro ofrece una fascinante perspectiva del periodo de madurez y consolidación del autor de Respiración artificial y Plata quemada. Cierre de ciclo, confirma la determinación de remontar, con elegancia, las complicaciones de esa “dolencia pasajera” que acabó con la vida del escritor el 6 de enero de 2017.
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Apretada síntesis de cuatro décadas, esta última entrega puede caracterizarse por un profundo sentido ético, en términos literarios y personales. Si ya los volúmenes anteriores divergían en su forma de la transcripción de un conjunto de diarios, en éste la mano del editor es más evidente aquí desde los títulos de cada sección: “Los años de la peste”, “Un día en la vida”, “Días sin fecha”.
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La primera y más larga, apegada a la cronología, cubre la era de la dictadura militar en Argentina, durante la cual Renzi/Piglia escribe y publica su gran novela Respiración artificial. “Un día en la vida” desarrolla el experimento, al que ya había aludido el autor, de editar los diarios como series de actividades o personas que conforman “constantes con variaciones”. Cumpliendo también con la aspiración de narrarse en tercera persona, y distanciándose así de momentos más personales, el autor-editor recupera, sin fecharlas, reuniones, conversaciones y reflexiones con amigos, que pueden ubicarse en los años 80 y 90. La intensidad de lo vivido no está ya en el peso cotidiano de la represión sino en la rememoración de momentos significativos en bares o calles de Buenos Aires o en viajes breves, donde se discute de literatura, música o cine con amigos, se observa y reflexiona a solas, o se recuerdan, con remordimiento o con humor, encuentros que cambian la vida. “Días sin fecha”, recupera entradas que van trazando esbozos de breves relatos, con títulos alusivos a un personaje peculiar, un dicho o un objeto significativo, y que remiten a la estancia del escritor en Princeton, a su regreso a Argentina y, con gran contención, a la innegable presencia de una enfermedad degenerativa como obstáculo terminal.
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Estos tres acercamientos ofrecen tres perspectivas sobre la vida del autor, todas marcadas por silencios significativos y por un sentido ético de la escritura y de la vida personal. Según la óptica desde donde se lea, puede ahondarse en la vocación y dedicación de Renzi/Piglia al oficio de escritor, que escogiera desde su juventud; en su búsqueda de nuevas formas de lectura y escritura; en sus pasiones intelectuales, desde Benjamin y Brecht hasta la novela negra, Borges y Arlt; en su amor por el cine y la música, en particular el tango; en las redes intelectuales y afectivas que, pese a vaivenes políticos y mudanzas, mantuvo a lo largo de su vida, o en su capacidad para apreciar a personajes emblemáticos, como las Madres de Plaza de Mayo, o estrafalarios, como un hombre que decía ser de otro planeta.
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Para los lectores y lectoras de la narrativa de Piglia, son sin duda fascinantes las referencias a la escritura de Respiración artificial, cuyo carácter de novela de la dictadura se confirma en más de un sentido. Desde sus inicios como relato que giraría en torno a Maggi, poco antes del golpe del 76, hasta su publicación en 1980, esta obra concentra gran parte del tiempo que el escritor puede dedicarle a la ficción a la vez que trabaja en prólogos, traducciones, antologías y cursos para sobrevivir. En estos años van definiéndose el papel del censor de cartas que lee con un método paranoico, la identidad del personaje histórico cuya vida se investiga, la elisión de la desaparición de Maggi, el encuentro de Kafka con Hitler. La novela cobra forma bajo la sombra de los desaparecidos, de la censura que acalla y distorsiona el lenguaje, que transforma la ciudad en territorio tomado.
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La interferencia de la Historia en la vida personal no se dramatiza, se reconoce como un hecho contundente. En “Los años de la peste”, el diario registra al sesgo o alude a la represión que afecta a conocidos y amigos, y cuya amenaza deja al escritor sin casa y sin biblioteca. El miedo, la impotencia, pero también la certeza de la resistencia caracterizan muchos días. Renzi/Piglia entiende que otros se exilien pero decide quedarse. Su escritura, sus cursos fuera de la universidad intervenida, su lealtad con la revista Punto de Partida, a pesar de diferencias intelectuales, constituyen estrategias de resistencia contra el terror, al que percibe, quisiera olvidar, y no siempre puede mantener a raya. Más de una vez, el autor alude al suicidio, casi siempre en tercera persona, como una idea fija y recurrente, como malos pensamientos o “salida” cuya forma no se decide y por tanto queda pendiente. En gran medida, la escritura y sobre todo “terminar la novela” aparece y constituye la salida real que le permite escapar de la puerta falsa. Su publicación en el país, que parece milagrosa, es en ese sentido un triunfo contra la censura y el autoritarismo criminal.
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Las secuelas de la dictadura en la sociedad y en la vida personal persisten más allá del periodo de la transición. Las alianzas y pasiones políticas aparecen a veces como falsas o resultado de fallas de memoria. Si bien las referencias a la post-dictadura o al curso político del mundo son escasas o inexistentes en los diarios, aparecen en obras como El camino de Ida, o en algunos ensayos de El último lector. Más que los hechos, Renzi, y sobre todo Piglia, rescata su sentido: el peso de la violencia, los relatos paranoicos del poder, la manipulación de la palabra se estrellan contra la voluntad de narrar, leer y escuchar de otro modo, desde otro lugar.
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Antes y después de convertirse en autor reconocido, Renzi/Piglia apunta la necesidad de pensar la literatura en la sociedad y no la sociedad en la literatura. Contra lo que considera “sociología”, plantea que la literatura no puede leerse, ni escribirse, como objeto subordinado de los estudios sociales ni como vehículo al servicio de la ideología. Tanto en su obra como en el conjunto de Los diarios de Renzi, Piglia, me parece, sugiere varias respuestas a la pregunta por el papel de la literatura en la sociedad. Su obra desde luego no pretende “reflejar” ni documentar “la realidad”, la cuestiona, explora y amplía. Su narrativa y ensayística, y estos diarios, reivindican la importancia del relato, del narrar, y proponen nuevas formas de lectura.
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Los diarios de Renzi completan una obra que, entre líneas, plantea una ética de la palabra y busca preservar un sentido ético, contra la paranoia del poder, contra la violencia de la palabra, contra la des-memoria. En términos más personales, esta edición, casi contra reloj, confirma la apuesta del joven Renzi por la escritura como forma de vida, a la que se aferró hasta el final. La elegancia irónica y enigmática con que alude a ser sólo “el hombre que escribe”, reafirma, dolorosa y admirable, el poder de la palabra, y de la mente, contra la adversidad.
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FOTO: Ricardo Piglia, Los diarios de Emilio Renzi III. Un día en la vida, México, Anagrama, 2017, 296 pp.
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