Un lugar llamado Olga Tokarczuk
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El libro más reciente de la Premio Nobel polaca busca ser una fábula filosófica sobre tres generaciones y un pueblo que tiene de protagonista al tiempo
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POR JOSÉ JUAN DE ÁVILA
Tuvieron que pasar 24 años y un premio Nobel de Literatura posfechado para que la tercera novela de Olga Tokarczuk se reeditara en español y llegara a México como Un lugar llamado Antaño. Aunque si uno por ociosidad se toma la molestia de buscar la traducción en línea del título en polaco, asumirá sin dilación que esta fábula filosófica sobre tres generaciones y un pueblo tiene de protagonista al Tiempo.
Prawiek i inne czasy –en la traducción literal que ofrece la tecnología– aparece como Antaño y otros tiempos o Antaño y otras veces y obedece a la estructura que la psicóloga, narradora, feminista y ambientalista dio a su novela de 1996, que cuenta en viñetas-capítulos-momentos las historias de los Niebieski, sus hijos, sus nietos, sus vecinos, sus invasores, en un lapso que abarca desde la I Guerra Mundial hasta la Polonia comunista, con raras referencias históricas, como la muerte de Stalin en 1953.
Tiempo de Antaño. Tiempo de Genowefa. Tiempo del ángel de Misia. Tiempo de Espiga. Tiempo del Hombre Malo. Tiempo de Michal. Tiempo de Florentynka. Tiempo de la casa. Tiempo de la señora Papug. Tiempo de Ruta. Tiempo del juego. Tiempo de Izydor. Tiempo del señor Popielski… El Tiempo está ligado indivisiblemente a cada personaje de esta desoladora fábula moderna contada magistralmente por Tokarczuk (Sulechów, Polonia, 1962) cuando apenas era el alba de su oficio, que ya le mereció el Nobel 2018 –otorgado hasta 2019 debido a un escándalo sexual en la Academia Sueca.
Personajes en apariencia excéntricos, pero –como en las obras de Juan Rulfo–, más que realistas. Uno de ellos, Izydor, hermano de Misia, hijo de Genowefa y Michal, nació con aparente retraso mental y se las arregla de adulto haciendo fraudes con correo registrado para ser independiente. Pero en la Polonia comunista es sospechoso de enviar cartas y torturado para que confiese ser un espía del capitalismo.
La violencia se asoma a cada historia: desde la joven condenada a vivir en el bosque donde lo mismo se aparea con un hombre-árbol que se vuelve curandera y cuya hija es violada masivamente por soldados de diferentes ejércitos, hasta el amo que pasa la vida en un juego para un solo jugador que juega a dios. Todos los personajes femeninos en Un lugar llamado Antaño padecen la violencia de género sin límite.
“El cielo era como la tapa de un frasco de conserva en el cual Dios había encerrado a la gente”. Las metáforas teológicas-claustrofóbicas de Tokarczuk.
Desde su primer capítulo, la novelista redefine el realismo al lector con la geografía de Antaño: “un lugar situado en el centro del universo”, protegido en sus fronteras por distintos arcángeles, de la misma manera que sus personajes gozan del amparo de sus ángeles de la guarda, y no es para menos: pueblos amenazadores son vecinos, como Jeszkotle, que “engendra el deseo de poseer y ser poseído”.
A diferencia de Los errantes (Anagrama, 2019), su novela de 2007 que le valió el Premio Man Booker Internacional, cuyos personajes en constante movimiento pertenecen al mundo globalizado, en Un lugar llamado Antaño (Anagrama, 2020), la tropa encabezada por los Niebieski sí tiene el gen que hace que eche raíces y –como en el filme de Luis Buñuel El ángel exterminador o el cuento de Dino Buzzati Miedo en la Scala– nadie puede cruzar las fronteras del pueblo aunque nada se los impida. Sólo la guerra trae extraños o se lleva gente; quien escapa de ese aparente paraíso boscoso ya no tiene historia.
Con un estilo de cuento de hadas, infantil pero cruel, similar al de su otra novela traducida al español Sobre los huesos de los muertos (Océano, 2009) –que Agniezska Holland llevó al cine en 2017, con guion de la misma Tokarczuk, bajo el nombre de El rastro, Pokot–, la narradora nombra a algunos de los pobladores de Antaño por sus características: Espiga, el Hombre Malo… O da animación a objetos.
“La gente piensa que vive más intensamente que los animales, que las plantas y, sobre todo, más que los objetos. Los animales presienten que viven más intensamente que las plantas y los objetos. Las plantas sueñan que viven más intensamente que los objetos. Pero las cosas duran y el hecho de perdurar es, más que ninguna otra cosa, la vida”, escribe la narradora sobre un molinillo de café, que en manos humanas, como reloj, es principio y fin, pero también continuidad de la historia y relevo generacional.
La necesidad de cambio, de transformación, también está presente a lo largo de toda la novela con Dios, un dios en el que un desesperanzado señor Popielski –al contrario que Job–, perdió la fe, sin dejar de creer en él, casi metáfora de la Polonia católica que ya dio a luz a un Papa y que no encontró paz ni en tiempos de paz. Nadie, como este personaje, representa la desesperanza del Antaño que se va pudriendo: “Nací demasiado tarde, el mundo se está acabando. Ya todo ha terminado”, medita Popielski, poco antes de recibir de un rabino un libro con el que juega con los ocho mundos de Dios.
Los personajes de Tokarczuk, incluyendo a quien narra, se extrañan de que Dios, siendo atemporal, se manifieste en el tiempo y sus cambios, aunque también se enfrentan a que Dios no puede ser inmutable.
“Dios está en todos los procesos. Dios late en las transformaciones. Algunas veces está presente, otras veces lo está menos, y otras no lo está en lo absoluto. A pesar de todo, Dios se manifiesta incluso estando ausente”.
Un lugar llamado Antaño (Anagrama 2020-Lumen 2001) es una de las tres novelas traducidas al español de Tokarczuk, de casi una veintena de libros hasta hoy de la narradora y poeta que trabajó de intendente en un hotel de Londres y terapeuta.
Con esta novela se postuló a los prestigiosos premios Nike en 1997, que ganó en 2008, con Los errantes (Bieguni), y en 2015, con Ksiegi Jakubowe (Los libros de Jacob), aunque aquel año sólo lo obtuvo en la categoría de Premio del Público, un galardón que ha cosechado cinco veces en 18 años: con Casa diurna, casa nocturna (1999), Concierto de varios tambores (2002), Los errantes (2008) y Los libros de Jacob (2015).
Han ganado el Nike otros dos premios Nobel de Literatura polacos: Wislawa Szymborska y Czeslaw Milosz; además de Tadeusz Rózewicz, Ryszard Kapuscinski y Slawomir Mrozek, entre otros.
Con tantos reconocimientos, sin duda Tokarczuk es ahora la escritora más popular en Polonia. No por nada, tras conseguir el Nobel de Literatura 2018, la ciudad de Cracovia plantó en 2019 un bosque de 25 mil árboles en su honor y en el de su novela, justamente, pues lleva el nombre de Prawiek (Antaño).
FOTO: Un lugar llamado Antaño, Olga Tokarczuk, México, Anagrama, 2020, 264 pp
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