Una ciudad para un nómada: Francisco Toledo en Oaxaca
POR ERNESTO LUMBRERAS
1. Nacido en la colonia Tabacalera de la ciudad de México, un 17 de julio de 1940, Francisco Benjamín López Toledo eligió la istmeña Juchitán como lugar mítico de su nacimiento. 2. Buena parte de su infancia, sin embargo, transcurre en Minatitlán, Veracruz, en los años del auge petrolero; desde su casa, ubicada en una zona alta de la ciudad, disfrutaba contemplar el correr del río Coatzacoalcos como a una serpiente de azogue y sueño. También, a manera de una visión profética que aparecería en sus cuadros -algunas décadas después- se deleitó mirando la zoología prodigiosa de un pantano habitado por tortugas y lagartos. 3. Ahora, esa casa familiar es una tienda Elektra donde se exhiben y venden artículos electrodomésticos. ¿Querrá algún lector de símbolos localizar correspondencias poéticas en este sino? 4. Siempre de paso por la Tierra y con la impronta machadiana de, “ligero de equipaje”, Toledo comenzó un largo peregrinar a partir del viaje a la capital del estado, Oaxaca, la esmeralda hechizada de la región de los Valles. Después de cursar ahí algunos estudios, en la Escuela de Bellas Artes, echa un brinco a la ciudad de México y se da a conocer como artista visual en la galería de Antonio Souza. Algunos años más tarde del suceso, dará un brinco mayor: París. Son los días de la guerra en Argelia y en repetidas ocasiones, la policía francesa lo detendrá para pedirle sus papeles: su inocultable aire musulmán lo delata como un peligroso guerrillero. 5. Con la estimación y el apoyo de Rufino Tamayo y Octavio Paz, entre otros, el joven pintor hace caminos, encrucijadas, desfiladeros a fin de vivir con intensidad la Ciudad Luz; en compañía de varias decenas de estudiantes mexicanos vive en la Ciudad Universitaria, compartiendo techo, pan y asombros en la Maison du Mexique. 6. Después de cinco años, termina su experiencia de latinoamericano en París. Regresa a Juchitán para poner en orden al caos y, por qué no, instaurar en su visión de mundo un territorio franco donde realidad y deseo han dejado de ser reinos combatientes. 7. La vida sigue, aquí y allá. El pintor tiene cuartos, departamentos, casas en pueblos oaxaqueños, en colonias de la ciudad de México, en ciudades norteamericanas y europeas. La dicotomía de su posible nahual, el chapulín o la iguana, irrumpen en su vida para quemar naves o levantar templos; en el insecto, la vida se vive “a salto de mata” mientras que en el reptil, la vida quieta es sinónimo de interioridad y éxtasis sereno. 8. “Los de Juchitán me acusan de traidor porque pinto y dibujo más chapulines que iguanas”, me confesó en alguna plática mientras se preparaba un taco con chapulines y guacamole. El chapulín es el símbolo del Valle de Oaxaca; la iguana lo es de la región del Istmo. Después de pasar largas temporadas en Nueva York, Barcelona, París en una segunda época y la ciudad de México, desde finales de la década de los ochenta, Toledo ha tomado Oaxaca como su hogar y su centro de operaciones. 9. La palabra Oaxaca viene del náhuatl huaxyacac que significa en la punta o en la nariz del huaje. 10. Aquí vivió algunos meses el escritor inglés de D.H. Lawrence; en sus relatos, Mañanas en México, traza algunos recorridos por la ciudad de cantera y por su acueducto verde camino a San Felipe. 11. Aquí también, Malcolm Lowry tuvo posada -en cuartos de hotel y en celdas de la cárcel municipal- donde escribiría algunos poemas abismales además, claro está, de vivir en el elogio permanente del mezcal. 12. La Oaxaca del siglo XVII vivió bajo la gracia musical de un indio de Zoapeche llamado Juan Matías quien, después de un viaje frustrado a España, fue nombrado maestro de capilla de la Catedral; para muchos conocedores de la música colonial, el arte de este oaxaqueño no tiene parangón. En las últimas décadas finales del siglo XIX, Macedonio Alcalá tomó la batuta órfica de Juan Matías y extasió a los antequeros con valses y minués, además de componer, cómo pasarlo por alto, el himno sentimental de muchos de sus paisanos: “Dios nunca muere”. 13. Ahora el nombre de Macedonio Alcalá lo toma un hermoso y ecléctico teatro y una calle peatonal que va de Catedral a San Domingo; dicha vía es conocida, al menos en ese tramo, con el sobrenombre de Andador Turístico. 14. Como en los malecones de las ciudades portuarias, dicha calle sirve para “dejarse ver” y, en segundo lugar, para transitar por ella. 15. Desde hace veinte años una sombra, esbelta y rauda, moja las baldosas de Macedonio Alcalá y otras calles del Centro Histórico de Oaxaca. Se trata de la sombra de Francisco Toledo que va de visita a sus antiguas casas: la de Macedonio Alcalá 507, hoy sede del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca; la de la esquina en M. Bravo y García Vigil, espacio del Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo y la Fonoteca Eduardo Mata; la de los arquitos de Xochimilco donde en una época, de martes a domingo, el Cineclub del Pochote proyectó ciclos de cines en funciones gratuitas; también, en el hermoso jardín de la casa, construido por el propio Toledo, los viernes y sábados, se montaba un tianguis de productos orgánicos muy concurrido. 16. La actual casa que habita el pintor, en compañía de su esposa, la artista textil Trine Ellitsgaard y sus hijos, Sara y Benjamín, se encuentra en la calle de Munguía. 17. Se trata de una casa de muros blancos, espejos de agua, patios interiores de austeridad “doblemente” franciscana o con jardines y macetas con flora de la región. 18. Alguna vez los muros del IAGO fueron tomados -cuando ahí moraba con su familia- por los pinceles de Toledo; en ese entonces pintó, en total desafuero, toda una zoología fantástica y con apetitos venusinos; ahora, esas paredes encaladas sirven de sostén para los cuadros que se cuelgan en las múltiples exposiciones del importante centro cultural. 19. En entrevista con Angélica Abelleira dice: “No siento un especial apego por los cosas. Como me he movido siempre de un lugar a otro y no he tenido residencia por mucho tiempo, lo que reúno lo dejo en instituciones. Tampoco cuelgo mucho en las paredes de mi casa. Todo se debe a mi ambulantaje. Me acuerdo cuando salí de mi casa de México y dije: ‘¡Qué hago ahora con tantas cosas! ¡Todo es incierto, no sé si voy a quedarme en un cuarto o en la calle! y ¿si me corren?, ¿qué hago con esto?'”. 20. Hablé en algunas ocasiones con Toledo de poesía, de los poetas que a últimas fechas lo conmovían. Me habló con emoción del peruano José Watanabe y del danés Henrik Nordbrandt. A este último deseaba publicarlo en su recién creado proyecto editorial, Calamus; incluso, pidió a su mujer que lo buscara en Copenahague y ella estuvo, ahí, en varias ocasiones, tocando el timbre de su casa sin fortuna; después se enteraría que el poeta en cuestión práctica un culto fanático: la misantropía. Nos quedamos con las ganas de contar en el catalogo con ese insumiso inspirado. A cambio, logramos “fichar” a Paulo Lemisnki y Antonio Gamoneda, dos estelares de la lírica de nuestro tiempo. 21. De los mexicanos leía, por aquellos años, a Francisco Hernández, con gran admiración. 22. A semejanza de los pintores de la llamada escuela de París, al artista oaxaqueño lo ha seducido las faenas al alimón con escritores y poetas, pero también, a los artistas de la palabra y del verso se les ha antojado convocar a Toledo para algunas de sus aventuras editoriales. Los resultados, en sus dos versiones, siempre han arrojado trabajos sorprendentes, basta echar un vistazo a libros como Manual de zoología fantástica de Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero, Álbum de zoología, de José Emilio Pacheco, Canto a la sombra de los animales de Alberto Blanco, Los cuadernos de la mierda, con poemas de David Huerta, El inicio de Verónica Volkow, Pinocho, con poemas de Francisco Hernández o carpetas como el Chilam Balam, Agüeros y abluciones de Fray Bernardino de Sahagún, Trece maneras de ver un mirlo de Wallace Stevens, Informe para una Academia de Franz Kafka, Los poemas solares de Homero Aridjis. 23. Más allá de la ilustración o la glosa, los dibujos y las pinturas del juchiteco que acompañan esos volúmenes se nutren de una evocación literaria -no siempre protagónica- o de una atmósfera o de una imagen para dar lugar a obras donde irrumpe un imaginario adánico, antropomórfico o erótico en un ámbito de colores recién lavados por la lluvia del primer día de la creación. 24. La cercanía de Francisco Toledo con la poesía se relaciona, incluso, con su familia: su primogénita, Natalia Toledo, es una de las principales exponentes de la poesía en lengua zapoteca y ha realizado varios libros para niños en colaboración con su padre; en la década de los setenta, el pintor fue pareja de la poeta y traductora Elisa Ramírez Castañeda quien ha seguido participando con el artista en diversos proyectos. 25. A finales de los ochenta, tras escribir La mujer del artesano, Elisa Ramírez Castañeda -madre de Laureana Toledo y Jerónimo López Ramírez, mejor conocido como Dr. Lakra- le envío a Toledo ese intenso poema de corte autobiográfico, una suerte de acuse de aquellos años en los que fueron compañeros de vida y “de cocina”. El artista leyó ¿conmovido? ese par de cuartillas y como respuesta lacónica dispuso de un generoso capital para arrancar uno de sus tantos proyectos: Ediciones Toledo. 26. Cuando Francisco Toledo cumplió 70 años, no quiso festejos públicos, ni magnas exposiciones, ni programas de televisión; a lo único que accedió, colaborando con sus procaces sellos de goma, fue a participar en el libro ¿Hacia dónde van los animales? donde 21 poetas de variadas latitudes y generaciones dialogan con su arte. 27. En el 2006 llegué a vivir por una temporada a Oaxaca; antes de comenzar “el sonido y la furia” de aquel funesto año, el artista me comentó que en los últimos meses se dedicaba más a la cerámica que a la pintura; en el barro sentía ese temblor, esa naciente catástrofe que por una temporada había desaparecido en sus indagaciones en el lienzo. Con la asistencia de Claudio López, Toledo trabajaba varias jornadas en el taller de San Agustín Etla; allá viajaba transportado en la modesta combi blanca conducida por don Luis para encontrase con su familiar zoología de inverosímiles hábitos: sapos señoriales y lujuriosos, murciélagos meditabundos o cangrejos alistándose a una nueva cruzada. 28. Un día, malhumorado, me dijo a bocajarro: “Ya me harté de mi propio personaje”. 29. En los muchos desayunos que hicimos, en compañía de amigos y funcionarios públicos, ya fuera en el Bar Jardín o en la Hostería de Alcalá, Toledo ordenaba invariablemente chocolate de agua, huevos en salsa y frijoles caldosos.
*Fragmento del texto dedicado a Francisco Toledo incluido en el libro Coordenadas de una inminente catástrofe. Cinco pintores mexicanos de próxima publicación en el sello de Filodecaballos.
FOTOGRAFÍA: Grabado de Toledo de la fábula “El asno en la piel del león”/Cortesía IAGO/Francisco Toledo.
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