Una exposición de Anaïs Abreu D’Argence
Reseña de Tus abejas picaron mis ojos, muestra fotográfica expuesta en U-tópicas
POR VALERIA MATOS
Una ruptura amorosa, sobre eso trató la exposición de Anaïs Abreu D’Argence, Tus abejas picaron mis ojos. En octubre, en U-tópicas (librería y galería feminista), se expuso un videoperformance y 20 piezas fotográficas, mismas que pronto formarán un libro bajo la editorial La Dïéresis.
Anaïs Abreu, poeta, editora y artista multidisciplinaria, en la línea del arte con base en la intimidad trazada por Sophie Calle, entre otras autoras, documenta su experiencia con una manera de vínculo afectivo y cómo lo desarticula paulatinamente (nunca lineal). Al mismo tiempo, manifiesta el proceso simbólico de individuación. Acompañada del autoanálisis, las emociones, los sentimientos, el cuerpo y la percepción de éste, mutan a partir de la pérdida inminente, el desgarre, pisando el terreno de la tristeza, el extrañamiento, la desesperación, la invisibilidad, el enojo, la furia, el desconcierto, la pérdida de una identidad compartida, simbiótica: una gota cuasi redonda de miel cobra proporciones amorfas para convertirse en par ámbar.
Le sucede desconocer a un otro ya lejano, desconocerse para más tarde ser consciente de sí misma, mirar hacia adentro cual universo aparte en su interacción con el rededor. Atraviesa, pues, el umbral de la despedida, el desprendimiento a manera de ritual logrado con imágenes, palabras, hilos hiriendo el papel. La consecuencia: recogerse como ser completa, tomar distancia de la sufriente en la medida de lo posible. “Fui un personaje”, asevera, se cuestiona. Ahora es creadora y observante en femenino. El cuerpo adquirió connotaciones políticas, se nombra, se siente cuerpa (de colocarse tendida, se apropia del movimiento, vital).
Aguijones contra párpados, globos oculares, hinchazón amoratada. Por fin, fue ella quien vertió miel en gotas múltiples. ¿Inició la curación? ¿Ver con mayor claridad?
Tras la ruptura de un cuerpo que resulta en dos masas desmembradas listas para la nueva reunificación, es fundamental hacer un torniquete en distintos extremos. El objetivo: controlar la hemorragia, evitar sanguinarios desbordamientos.
Hebras rojas conectan garganta, tobillos, vena abierta en la ingle.
¿Dolor y goce se vuelven uno?
La he acompañado en su proceso, nos hemos acompañado. Conseguimos el hilo, de noche la resina hecha con vísceras, líquidos viscosos; conseguimos también el polvo de oro, un poco más brillante que su piel. Porque nosotras hacemos eso, nos restauramos, nos unimos con miras vitales con una técnica muy parecida a la Kintsugi, como aquel libro-objeto que la propia Anaïs Abreu realizó en marzo del 2022. Retomó la técnica japonesa como “metáfora de rotura, de reparación y permanencia”.
“Fuimos mundo, me quedé isla”, “Lo que extrañas ya no existe”. Se leen cortadas, bordaduras en el papel fotográfico, ella desnuda, vulnerable. Una pierna mutilada, degollada, en otra imagen sin un seno.
Anaïs Abreu se refiere a la hiancia. Yo la significo como espacio abismal de posibilidades.
Bssss… Bssss… Ella sale del panal, especie de vasija de enterramiento; alas pegadas gotean líquido amarillo transparente. Su aguijón pincha, sutura, luego es instrumento afilado para drenar la herida infectada. La bruja de cola terciopelo con líneas negras conjura, expulsa cascadas purulentas por ojos y boca. Urgente limpiar los canales de circulación néctar. Polen y pétalos en pubis, arriba una rajada de orilla a orilla, “nacerán flores”, vaticinó.
La artista recoge un brazo, la otra pierna, la cadera vencida, se zurce a sí misma a la cabeza con hilo escarlata, se pone en pie.
De pronto, no necesitamos más recipientes de bocas anchas que nos contengan torcidas, incómodas, metidas a presión embalsamadas con cera. Mi anhelo: ser colmenas contenedoras delimitantes para nosotras mismas, aunque también seamos lava dulce expansiva por voluntad, lo que esto implique, responsables de violencias varias, incluidas defensas varias ante los embates que recibimos.
Anaïs, la abeja eres tú, y no melipona (la espada en la colita te delata)… Ninguna abeja tiene dueño.
FOTO: Una de las piezas que compone la muestra fotográfica Tus abejas picaron mis ojos, de Anaïs Aberu D’Argence. /Especial
« Manning Walker y la franqueza femiiniciática Hlynur Pálmason y la dilución agónica »