Una historia de golpes y palabras indecentes: el movimiento de la comunidad estudiantil del CIDE
La comunidad estudiantil del CIDE se ha movilizado para obtener una voz participativa en la toma de decisiones de su institución, y ha invitado al alumnado del resto del país a que renuncie a la pasividad y tome las riendas de su educación
POR NICOLÁS ORTUÑO
A título personal, no me parece necesario o relevante escribir un texto que compile los acontecimientos suscitados por las razones que, quienes se han interesado en el chisme del CIDE, ya conocerán de sobra. Abundan en los medios las noticias, tweets, acusaciones y columnas de opinión que han enmarcado la lucha de nuestra institución contra los abusos de poder y el autoritarismo. Sin embargo, más allá de la politiquería subyace el espíritu de una comunidad estudiantil hasta entonces negada como una fuerza crítica para la construcción institucional del CIDE.
La motivación para agruparnos como comunidad y hacer exigencia de un pliego petitorio fue ciertamente detonada por la destitución de la Dra. Catherine Andrews de su cargo en la Secretaría Académica, pero llevaba meses revoloteando en forma de inconformidad por la desconexión absoluta entre el alumnado del CIDE, el cuerpo docente y las autoridades directivas. El comienzo de las acciones arbitrarias por parte del Dr. Romero evidenció cuatro carencias que únicamente la comunidad estudiantil unida podía atender e intentar remediar en su beneficio. En primer lugar, la necesidad de una narrativa independiente a la del cuerpo académico y diferente a la de un órgano directivo espurio. En segundo lugar, la obtención de protagonismo estudiantil para la expresión y desarrollo de dicha narrativa. En tercer lugar, la necesidad de una alternativa para el combate hacia el autoritarismo y la arbitrariedad por medios institucionales no tradicionales. Por último, la necesidad de un frente social apartidista.
En una institución donde no existe estatutariamente la figura de la asamblea estudiantil ni el derecho a la participación del alumnado dentro de cuestiones en las que se ve involucrado, era imposible dar a conocer las situaciones y necesidades exclusivas de lxs estudiantes. ¿Por qué veríamos representados nuestros intereses en las ideas de actores ya hace tanto tiempo ajenos a lo que significa ser aprendiz universitario? Hoy luchamos porque se reconozca que tenemos voz, que es legítima y que es igual de relevante que la de académicxs y directivxs en la construcción de nuestro espacio educativo.
¿Qué es lo que buscamos? Aunque resulte incómodo para las nuevas juntas directivas (e incluso para ciertos docentes), regresar al status quo anterior a Romero y Álvarez-Buylla definitivamente no es una opción. Queremos generar espacios de diálogo y educación dignos, libres y de calidad en los que la comunidad estudiantil tenga poder de decisión y participación. Exigimos respeto y seguridad en nuestro segundo hogar, un lugar donde tristemente en muchas ocasiones se nos vulnera y se nos da la espalda. Luchamos para corregir que las víctimas de acoso y abuso sexual en el CIDE sean incapaces de emitir una denuncia por la incompetencia del comité de ética y la alta probabilidad de revictimización. Luchamos también por la comunidad trans y trans no binaria del CIDE, que necesita urgentemente protocolos institucionalizados y públicos que aseguren su inclusión y no discriminación en los procesos académicos y sociales que enfrenta diariamente en las aulas. Nuestras exigencias se centran en el reconocimiento y consecuente respeto a nuestra dignidad más allá de los reglamentos y protocolos que supuestamente nos amparan.
El conflicto que hoy vive la institución ha sido una gran oportunidad para demostrar nuestra fuerza y el papel que desempeñamos en las labores operativas de la facultad. Es evidente que ninguna autoridad dimensionó la capacidad de movilización y ruido de un grupo de jóvenes cuya aparente organización y comunicación interna se había limitado hasta entonces a la búsqueda de una pluma verde. Cuando logramos recuperar las instalaciones de ambas sedes durante un mes, el mismo Conacyt tuvo que reconocer que el altercado se le salió de las manos y necesitaba involucrarse de manera directa en el asunto, fuera por negociación (como lo solicitamos) o por embuste y tapadera con aún más acciones cuestionables y autoritarias (como terminaron haciendo).
Parte importante de esta demostración de fuerza ha sido la renuncia pública a una imagen pasiva donde el estudiantado se limita a escuchar, estudiar y titularse para resignificarla en una plenamente activa y combativa. Es de ahí que nació el proyecto de invitar a otrxs estudiantes de diversas parte de la república a que generen una narrativa propia, que se adjudiquen la responsabilidad de las riendas de su educación y logren espacios de participación y protagonismo dentro de sus instituciones. Las situaciones de invisibilidad, violencia, nula participación y desconexión siguen siendo la norma dentro de la mayor parte de centros de educación superior tanto públicos como privados. Para subsanar esta deficiencia generalizada no basta la iniciativa de 489 cideítas o los movimientos aislados de estudiantes universitarios, sino que se necesita un levantamiento conjunto y solidario de personas que desde sus experiencias y necesidades se apoyen frente a una organización altamente jerárquica que sistemáticamente obvia la perspectiva de quienes pretende educar y proteger.
Bajo esta sombrilla de solidaridad, por otro frente, decidimos luchar de la mano con el movimiento de los sindicados de personal académico y de trabajadores del CIDE. Si bien coexistimos en escenarios distintos y tenemos intereses muchas veces contrapuestos, reconocemos que sólo una comunidad unida puede hacer frente al desafío que supone el intento de desmantelamiento de la misma. Para demostrar la autoridad y vigor que respaldan nuestra demanda de respeto, no hay mejor manera que trabajar con parte de quienes lo requerimos y que, encima, también ha visto minada su capacidad de decisión e incisión dentro del CIDE por medio de un órgano directivo impuesto. Por la misma razón hemos intentado incluir a las comunidades no estudiantiles de otros centros públicos de investigación que adolecen del mismo mal institucional.
La conveniencia de nuestra disposición a trabajar en equipo radica en que tenemos una perspectiva y narrativa independiente con la que podemos proponer y poner en práctica estrategias de enfrentamiento alternativas que se mantienen dentro de la institucionalidad. La visibilización tradicional de una situación problemática por medio de manifestaciones, mesas de diálogo acotadas o artículos mediáticos sigue siendo útil, pero insuficiente ante una nueva realidad donde las redes sociales determinan parte importante de la opinión pública y la respuesta gubernamental ante la presión social de respuestas. Además, gran parte de nuestro éxito se debe a las conexiones establecidas entre comunidades estudiantiles que han permitido el intercambio de información, la planeación conjunta y descentralizada de acciones puntuales en varias ciudades importantes del país y el doble juego de la retórica de unión conjuntada con las particulares según los actores involucrados de manera específica.
Hasta el momento, nuestra gestión del conflicto ha sido a varios frentes. Tiene un componente público expresado en nuestras intervenciones en diversos medios de comunicación, nuestros comunicados periódicos, nuestras propuestas retóricas, nuestras movilizaciones públicas compartidas y nuestras mesas de diálogo abiertas. También tiene una parte jurídica, expresada en amparos, solicitudes de transparencia y apelación a la intervención de otros órganos públicos que han significado un avance considerable en la toma en cuenta de nuestros intereses discursivos. Por último, el factor de la resistencia activa desde el interior no únicamente con acciones directas contra Romero y sus achichincles, sino con iniciativas y obras que buscan plantear y conseguir la injerencia estudiantil en los procesos docentes y educativos que competen al CIDE.
Nuestro movimiento estudiantil también presenta un proyecto político apartidista en una coyuntura de extrema polarización social. Ante la popularización de las alocuciones personales y bipolares en términos conmigo-en mi contra por parte tanto de la administración gubernamental actual como de la oposición, era imperioso simbolizar una lucha por intereses puramente sociales independientes a esta retórica partidista. También surge como una forma de evitar que ésta instrumentara a su antojo el problema de legitimidad dentro del CIDE en favor de los intereses particulares de un grupo político.
Con nuestro esfuerzo esperamos que las nuevas y actuales generaciones de estudiantes acepten su responsabilidad para redirigir su educación a una que les sea completa y útil, además de que reconozcan que nadie salvo ellos representará de manera adecuada sus expectativas, ideas y esperanzas. El aprendizaje y la construcción de redes formativas requieren un involucramiento activo que, hasta el momento, a lxs estudiantes les ha sido negado, lo que propicia una cultura académica y pedagógica mutilada e incompleta.
¿Cuán plural es verdaderamente nuestra propuesta? Es sumamente complicado representar en una postura los intereses, los sentimientos y las dudas de cientos de individuos distintos, pero completamente imposible sin una estructura institucional que pueda canalizarlos. Si bien el movimiento estudiantil cideíta no ha estado para nada exento de roces internos, omisiones graves, sobrerrepresentación de percepciones particulares y desencanto, yo identifico que la lucha por escucha y representación es legítima en tanto su objetivo sea dar orden a nuestros esbozos de cómo hacer un mejor CIDE, independientemente de si esa visión concuerda con la de otrxs estudiantes, la dirección en turno o la del cuerpo docente. Para ello no estamos pidiendo algo extraordinario, únicamente el reconocimiento a la figura de una asamblea autoconstituida y reglamentada con potestad en todo aquel proceso en el que el estudiantado se vea involucrado. Me impresiona la cantidad de procesos, gimnasias y porrazos que hemos tenido que dar para explicar por qué esto tiene sentido.
FOTO: El pasado 4 de junio, el alumnado del CIDE marchó hacia Palacio Nacional para entregar al Presidente una carta donde expresaba su preocupación por la educación y la investigación; la carta no fue recibida/ Carlos Mejía/ El Universal
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