Una lectura conceptual de Orozco
POR ANTONIO ESPINOZA
Meses atrás se desató una polémica alrededor de Notas contra notas. Una exposición en
torno a José Clemente Orozco, del artista conceptual Carlos Aguirre, que se presenta en el
Museo de Arte Carrillo Gil, de la ciudad de México. Un video que registró la ejecución de
la obra de Carlos Amorales (hijo de Aguirre) con la manipulación del cuadro Los muertos
(1931), de Orozco, provocó la ira de no pocas personas del medio. En el video, que podía
verse en la página electrónica del museo y que a fines de octubre fue sorpresivamente
retirado, aparecen dos trabajadores del INBA manipulando el cuadro de acuerdo con las
indicaciones de Amorales. El cuadro era sostenido y movido por personal del museo,
mientras Amorales dibujaba, con carboncillo, la silueta del marco a lo largo de la pared. Al
utilizar como “plantilla” una obra tan celebrada de Orozco, el artista visual la desacralizó,
la despojó por un momento de su carácter aurático.
La manipulación de una de las obras consagradas del gran muralista mexicano indignó a
muchos. Tal fue el caso de Blanca González Rosas, crítica de arte de la revista Proceso,
quien en un “reportaje especial” fechado el 5 de noviembre (se puede consultar en línea),
arremetió contra Aguirre, Amorales y los funcionarios del INBA. Señaló el “agotamiento
creativo” de los dos autores mencionados y cuestionó que los funcionarios hayan
olvidado que “la mejor manera de conservar los bienes nacionales es evitar ponerlos en
riesgo”. Y con respecto al dibujo mural que realizó el hijo de Aguirre, denunció: “Una
astuta apropiación del valor simbólico del monumento artístico que, si bien lo deprecia,
favorecerá la cotización de Amorales”.
La verdad es que el cuadro de Orozco nunca estuvo en riesgo. Si uno ve el video, se dará
cuenta de que las dos personas que sostenían el cuadro (personal especializado que sabe
manejar obra) siempre tuvieron cuidado. Creo que lo que subyace en las acusaciones de
González Rosas es el prejuicio derivado de un mito renacentista que se niega a desaparecer:
el mito de que las obras de arte son “objetos espirituales” que tienen que venerarse. Las
obras de arte son objetos ciertamente valiosos, producto de la creatividad humana, que
deben cuidarse y preservarse… nada más. No hay que pegar de gritos sin causa justificada.
Desde mi punto de vista, la crítica a la exposición Notas contra notas… no pasa por el
supuesto “agotamiento creativo” de Carlos Aguirre y su hijo invitado, ni tampoco por la
manipulación “irrespetuosa” de un cuadro que forma parte de nuestro patrimonio cultural.
Artista curador
Notas contra notas. Una exposición en torno a José Clemente Orozco fue concebida no
como una muestra individual de Carlos Aguirre (Acapulco, Guerrero, 1948), sino como una
colectiva. El proyecto curatorial fue de Aguirre y de Carlos Palacios, quienes contaron con
la colaboración de Carlos Amorales (artista visual), Renato González Mello (historiador del
arte), Marta Lamas (antropóloga), Felipe Leal (arquitecto), Víctor Muñoz (artista visual) y
Adrián Regnier (videoasta). Para realizar la muestra, Aguirre asumió dos roles. El primero,
como curador que seleccionó 66 obras (pinturas, grabados y dibujos) de la autoría de José
Clemente Orozco, pertenecientes a la colección del Carrillo Gil. El segundo, como artista
que a partir de la obra seleccionada realizó una lectura conceptual de la misma con distintos
medios y estrategias.
La identificación entre artista y curador, como bien dice Carlos Palacios en su texto
de presentación, es una tesis del crítico y teórico alemán Boris Groys (Berlín, 1947),
quien concibe estos roles como “una práctica colaborativa, colectiva, institucionalizada,
productiva”. A partir de esta tesis, Aguirre realizó una labor artístico-curatorial para
armar un discurso que estableciera correspondencias entre un lenguaje contemporáneo (el
suyo) y el de un maestro moderno (Orozco) a través de distintos temas: la arquitectura, la
historia, la mujer, el paisaje, la religión y la violencia, entre otros. Así, colocó el célebre
Autorretrato (1946) de Orozco sobre decenas de ejemplares del libro-catálogo de las obras
del maestro en la colección del Carrillo Gil; utilizó otra obra prestigiada de Orozco, Cristo
destruye su cruz (1943), para cuestionar el poder eclesiástico, citando declaraciones del
arzobispo Norberto Rivera; intervino con acrílico opaco obras de Orozco como Zapata
(1930) y Pancho Villa (1931), renombrando a la primera “ícono oficial” y a la segunda
“villano oficial”. El Centauro del Norte: ¿villano oficial? No lo creo.
Aparte del polémico dibujo mural de Carlos Amorales, hubo otras colaboraciones, no todas
afortunadas. Víctor Muñoz realizó el performance Sainete, drama y barbarie, frase con
la que Orozco definió a la Revolución Mexicana en su Autobiografía (1942). (La acción
quedó registrada en video y es la que abre la muestra). Adrián Regnier participa con el
video Orozco es un artista nacional (2013), una entrevista con Renato González Mello,
uno de los principales estudiosos del muralista. Por ultimo, la antropóloga Marta Lamas
aparece en un video en la sección referente a la visión orozquiana de la mujer, que incluye
doce obras gráficas. Lamas hace comentarios reveladores de su absoluta ignorancia en
materia de arte. En un momento, refiriéndose a una de las obras exhibidas, dice que no le
gusta porque “las caras de las mujeres están demasiado siniestras”. Si supiera qué es el
expresionismo, habría dicho otra cosa.
Carlos Aguirre colocó el “Autorretrato” (1946) de José Clemente Orozco sobre decenas de ejemplares del libro-catálogo de las obras del muralista en la colección del Museo de Arte Carrillo Gil/ESPECIAL