Una modesta proposición (y decorosa)
POR JOSÉ HOMERO
Poeta, crítico y editor miembro del SNCA (2013)
Año con año los resultados de la convocatoria anual para pertenecer al Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA), programa del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, se oscurecen con el humo de la pólvora de libelistas de ocasión e inconformes inveterados porque no han conseguido membresía de ese sistema que tanto denigran. El ahumado no siempre es bueno: oscurece lo que debería ser medular: la función del sistema.
La crítica debe trascender las diatribas avivadas por la gasolina del rencor y el alcohol quemado de los reportajes tremendistas. De ahí que lo deseable sean críticas para depurar la función, no diatribas y libelos que esparzan el aire malsano que desde hace dos años despiden las miasmas de Gobernación para terminar de una vez por todas con la cultura.
El Sistema Nacional de Creadores de Arte, como el propio organismo que lo comprende y al cual debe su instauración, siendo imperfecto es perfectible. Más aún: no es incólume. Ambos, SNCA y Conaculta, mejoraron su función justamente a raíz de la observación cívica, la discusión pública. Su afinación va asociada a la crítica; virulenta y violenta incluso. Cabe recordar las polémicas reflexiones de, entre otros autores, Evodio Escalante o Roberto Vallarino. Y una extraordinaria por lúcida de Alberto Blanco en las postrimerías de los noventa (“El SNCA: una reflexión”, La Jornada Semanal, 4 de mayo de 1997).
La crítica ha contribuido a aumentar los puntos de observación y asimismo las restricciones para satisfacer la demanda de transparencia. Desde la instauración se han añadido filtros, exigencias, códigos, informes de resultados; contribuciones que han mejorado, gradualmente, la actuación. ¿Qué otro sistema conoce usted tan dispuesto a resolver la inequidad? Como está de moda el caso del plagio –por Rodrigo Núñez Arancibia, documentado por este diario–, traigo a colación que la UNAM y por ende el Sistema Nacional de Investigadores, nada dijeron de las denuncias continuas de corrupción de Boris Berenzon hasta muchos años después. En el colmo de la confusión, la UNAM nunca retiró el grado académico de doctor al delincuente Berenzon. El SNCA en cambio, tras la acusación de que un juez favoreció a su jefe de redacción, cambió las reglas de selección. E igualmente ocurrió cuando se descubrió que uno de responsable del programa, hombre de teatro, detentaba también beca de creador artístico.
¿Cómo mejorar al SNCA? Por principio aumentando las plazas. Mucha crítica caníbal responde a su restricta membresía; restricción que limita el acceso a creadores con dignas trayectorias privilegiando la elección de los más conocidos. Ofuscados por la depauperación de los presupuestos de cultura, hemos perdido de vista que el SNCA nació en consonancia con el SNI.
¿Qué sucedió? ¿Por qué no se ha proseguido con la noción de instaurar un auténtico sistema de arte? En los últimos 18 años, el SNI ha crecido en casi un 200% pasando de 6000 creadores en 1997 a más de 19 000 en 2015. En dicho periodo el SNCA creció de 360 a apenas 732; un ritmo de casi un 101% contra el doble del SNI. No sólo eso: anualmente ingresan a éste más de 1000 investigadores mientras que en agosto de 2015 ingresaran al SNCA sólo 150.
El limitado número de plazas –¿de verdad se trata de una membresía o la limitación sitúa el acceso más en el rango de beca?– socava la igualdad de oportunidades y propicia una persistente cultura de la sospecha. Es patente que los resultados privilegian a los escritores reconocidos en la ciudad de México. El sistema, para ser incluyente y no elitista, requiere cambiar su percepción, ya que este cambio precede al cambio operativo. He aquí la segunda debilidad del funcionamiento del SNCA: se premia la fama, el prestigio, antes que la obra.
Si el rating indica algo entonces, ¿Jordi Rosado puede pertenecer al SNCA? Después de todo hay creadores rutilantes que suman beca tras beca a sus orondas cuentas bancarias. Así se lea poco a Gerardo Deniz o a Jesús Gardea, ¿se habría privilegiado en detrimento suyo a un escritor profesional de bibliografía abundante y talento escaso? Tan lábil es el criterio de un canon impostado –dictado, ¿por quién?; como la contundencia metálica de la caja registradora de los ratings. Si nuestra democracia precisa cultura, nuestra cultura debe comenzar con la democracia.
En los tiempos heroicos de la construcción del Conaculta la elección de jóvenes vinculados a Octavio Paz como miembros del sistema en la calidad de Creadores Intelectuales causó protestas. Hoy el barullo no procede de los mayores, sino de los jóvenes con edad de merecer ingreso, quienes advierten una curva demográfica favoreciendo a mayores de cincuenta años. Hace unos años –digamos de 2010 a 2012, seguramente los mayores de cincuenta habrían advertido que se privilegiaban proyectos de creadores menores de cincuenta e incluso declarar como Francisco Mata Rosas: “Creo que se había privilegiado un criterio de masificación por encima de la calidad” –refiriéndose al incremento de miembros en el sexenio de Felipe Calderón” (Reforma, 2013).
Elegir con atingencia a los árbitros puede determinar el buen rumbo de un juego. Los ejecutivos institucionales deberán elegir jueces –siempre creadores, bastante controversia hay para sumar burócratas o académicos– que representen a la población mexicana: capitalinos y provincianos, hombres y mujeres, creadores menores de 50 años y mayores de esa edad, de posturas conservadoras y de poéticas vanguardistas. Mientras se elija al jurado sin mensurar su composición y soslayando la diversidad, fomentaremos resultados que distinguen a una franja de la creación: creadores aún jóvenes o creadores ya entrando en la sesentena; creadores de obras convencionales o creadores polémicos y vanguardistas. El sistema deben conformarlo autores que representen y patenticen la diversidad artística de México, reflejo de una sociedad en constante transformación que exige nuevas formas de participación.
La autocrítica comienza dejando de mirarse al ombligo. Sí, los jóvenes protestan; sí, los creadores con años de concurso y sin recompensa protestan; y de todo ello ecos resuenan en las planas ávidas de escándalos, pero ¿alguien da voz a los creadores de provincia?, ¿se indigna alguien por una mayoría masculina*?, los creadores de edad avanzada, ¿deben resignarse a la depredación maltusiana y aceptar que los apoyos son para quienes comienzan, no para quienes han legado ya una obra? Es hora de dejar de considerar la protesta como algazara y exigir sea discusión central en torno a los cimientos; más ágora, menos zoco.
Problema central. Si digo que el sistema es perfectible es porque gracias a la polémica, a las denuncias de procesos turbios devino discreto el proceso de selección. Hoy los jueces deliberan acatando observaciones e indicaciones con un código de ética que sofrena las posibilidades de perjuicio. El cuidado no puede sin embargo concluir, toda vez que la misión original del sistema no se ha cumplido. Es necesario, como se exige desde hace años, que se privilegie a los creadores en condiciones de precariedad. Entre escritores de calidad semejante, la beca debe contribuir a quien la necesite. Y ya entrados en disquisiciones socioeconómicas, ¿por qué no instaurar un filtro que impida que quienes disfruten de un ingreso superior a los diez salarios mínimos mensuales reciban el apoyo pecuniario? Si funge como reconocimiento, que tales sean honoríficos para quienes así lo deseen pero cuya hacienda les permita no exigir dichos estipendios. Como ha señalado el narrador Marcial Fernández –miembro del SNCA, somos los creadores quienes debemos exigir democracia en la selección, en correspondencia con el modelo que deseamos de país.
Desde hace más de diez años la respuesta a las críticas a la desigualdad que estimula ha sido, por parte de los funcionarios, que el Fonca es un premio a la excelencia y no un programa asistencial. Es hora de reconocer que es también un paliativo a la desigualdad laboral en el arte en México y un reconocimiento a la gran mayoría de creadores que enaltecen a México. Con un aumento de plazas; un jurado que represente la diversidad demográfica y artística; y un estudio socioeconómico para evitar el aumento de la desigualdad existente entre los creadores, el SNCA estaría más cercano a fungir como modelo de transparencia.
* Del barrullo que dejan los resultados 2015 la crítica más relevante es la que apunta que el jurado de Letras no incluía ninguna mujer –manifiesta por la poeta e investigadora Marcela Guerrero a través de su cuenta de Twitter @papelcontante. Y conforme al estudio de Tomás Egea, Poder y creación artística en México. Un análisis del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (UAM, 2011), aun cuando la participación femenina incluye a una tercera parte, sólo un 26% fue beneficiada en el periodo que estudia –1998-2008.
*FOTO: Desde su creación, el SNCA ha sido materia de discusiones acerca de los criterios para la distribución de apoyos por parte del Estado hacia los creadores de arte./Asedio, obra de Ramiro Martínez Plasencia.