La lucidez sin dioptrías
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Alrededor de los síntomas de la enfermedad visual llamada ambliopía, la escritora Verónica Gerber teje estos siete ensayos en los que conviven la literatura con el arte contemporáneo y en las que la letra y la imagen muestran toda su corporalidad
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POR GABRIELA GONZÁLEZ ORTUÑO
Todas las miradas son distorsionadas, aunque quienes padecen algún problema de la vista no pueden deshacerse de la sensación de no aprehender correctamente lo que tienen alrededor; al ser conscientes de esta falla perceptiva, se desarrolla una especie de miedo y desconfianza hacia lo que entra por la mirada. Aun cuando la miopía no es lo mismo que la ambliopía, la sensación de que no consigues asir el mundo por los ojos es palpable e intermitente. La anormalidad está en los ojos y quienes la padecen deben hacer uso de ojos externos, de gafas de distinto grosor, para leer con claridad, para ver el mundo con la clara visión de quienes tienen ojos sanos.
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“Más de la mitad de lo que creemos es un embuste y aún a sabiendas de ello, lo creemos. Creemos que un hecho real lo inspiró. Pero es siempre una mentira. Un engaño, como la cita del paseante a las tres. Un enredo, como las órdenes que recibe desde quién sabe dónde. Micas con aumento”, escribe Verónica Gerber en Mudanza (Almadía, 2017), una serie de ensayos que le permiten crear empatía entre cualquiera que tenga un problema de la vista, sea zurdo o que sienta que su corporalidad o imagen frente al espejo no encaja con la idea de normalidad.
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Desde la ambliopía como anomalía corporal y como proceso de aceptación y creación, Gerber acerca a sus lectores a la poesía y a las instalaciones, éstas últimas como elemento del arte contemporáneo que mantiene la tensión entre ambas formas de expresión. A través de siete pequeños ensayos que componen Mudanza, consigue que las experiencias corporales se tornen literatura o que ésta, encarne en los espacios. Desde su novela Conjunto vacío (Almadía, 2015), Gerber nos lleva a invadir con las sensaciones cada sitio descrito; si en su primer libro eran casas, esta vez son hojas en blanco que devienen objeto: “Su cuerpo en acción tenía que deslizarse en el espacio como la pluma lo hace en palabras.”. Esta forma de habitar nos lleva a realizar en Mudanza un recorrido por varios artistas que se han aventurado a hacer de la hoja en blanco y sus espacios un lugar para ser.
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A través del nombre, el cuerpo y el espacio en forma de letra, figura, movimiento y vacío, Mudanza invita a conocer en “Papiroflexia” a Vito Acconci y su apego a Mallarmé y la hoja en blanco, área no tanto de vacío como de silencio que encuentra una especie de contraparte; en “Onomatopeya”, ensayo dedicado al ruido de las grafías experimentado por Öyvind Fahlström también se aborda la amistad adolescente y las formas en las que aprendemos si no a comunicarnos, sí a hacer sonido en busca de comunicación.
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Así, mientras en el primero describe la poesía de Vito Acconci —seguidor de Mallarmé— como “el silencio del que se puede partir a la palabra y al que habrá que regresar”, en “Onomatopeya” describe el quehacer de Fahlström de la siguiente manera: “Porque aún cuando dinamitaba el lenguaje común y corriente, aún en ese extremo del hermetismo quería ser leído, quería que hubiera tímpanos para sus ruidos, para el desentono, la cacofonía y la desarmonía. Oído para el desacuerdo”.
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En “Equívoco”, Gerber habla del encuentro entre Paul Auster y Sophie Calle, que podemos describir como el encuentro entre literatura y arte contemporáneo, finalmente parecen condenados a la distancia, aunque en continua comunicación y que surge como el problema que, cada uno de los artistas abordados en este libro, busca resolver: “La única y verdadera fatalidad es la literatura”.
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El trabajo de Calle tiene como principal tema la mirada, la vista. Su trabajo de arte conceptual es pionero en el terreno y se presenta como una manera de dinamitar el sentido común, rasgos que comparte con la obra de Marcel Broodthaers, el protagonista del ensayo “Capicúa” en el que se muestra cómo este artista, al buscar desdibujar su poesía, la materializa, la vuelve tangible, aunque paradójicamente, ilegible: “Cancelar su poesía fue una forma de desdibujarse… La obra de Marcel es un ejercicio de no-lectura, asumiendo que las palabras están encima de las cosas, lo mismo que las imágenes y que no hay forma alguna de que sean reales”.
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Por otro lado, en “Telegrama”, dedicado al tránsito de Ulises Carrión de la poesía a la instalación, nos presenta un diálogo al borde del proceso que dota al ensayo de humor y de movimiento, mientras se muestra cómo las palabras bullen en lo que la autora denomina literatura conceptual:
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“La literatura conceptual es un modelo corto y conciso, una molécula de sentido. Se desarrolla no sólo en el significado y sentido de las palabras sino en la ordenación espacial ligada al campo semántico… La idea sucede de otra manera en la totalidad del libro, justo donde el principio y el final se tocan”.
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Gerber sigue al pie de la letra las enseñanzas de Carrión en los ensayos “Ambliopía” y “Ambigrama”, dedicados a la idea de que nos hemos deslizado en una banda de Möbius, en la que transitamos de la letra a la imagen a través del cuerpo y las sensaciones porque las primeras sólo son extensiones de las segundas.
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Mudanza es un libro que aborda tanto las formas convencionales de la escritura, como la poesía y la búsqueda incesante por experimentar con el lenguaje, con las formas literarias y el cruce con otras formas artísticas que dan cuerpo al hacer creativo. Se trata de un libro que mantiene un equilibrio entre los autores, sus vidas y sus obras. No se trata de ensayos que escinden a quien escribe del texto, se deja atrás la idea de la labor como lo que se vuelve ajeno en busca del lector ideal; en este libro, no es posible disociar historia, cuerpo y escritura. Esto es, en buena medida, en donde reside la potencia del libro: en la capacidad de abordar como una extensión de sí, lo que se escribe y, aún más, lo que se lee porque todo esto se encarna, se vive y se reproduce, a modo de iteración porque a través de nuestra posición, todo se metaboliza y transforma. Gerber ofrece una mirada alterna, parecida a la que todas tenemos de alguna forma: de mujer, de zurda, de ambliope, porque la excepción es la única constante.
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FOTO: Mudanza, Verónica Gerber, México, Almadía, 2017, 115 pp.
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