Vicente Rojo en 8 viñetas y 14 imágenes
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Durante más de setenta años, este creador visual, referente de la generación de la Ruptura, dio rostro a distintos espacios urbanos y a múltiples proyectos editoriales
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POR EDGARDO BERMEJO MORA
1. La obra de Vicente Rojo, como el gran diseñador gráfico de la segunda mitad del siglo XX en México, forma parte de mi memoria y de mi más doméstica e íntima cultura visual. Del logotipo del periódico La Jornada (1984) al sello que identifica a la editorial Era (1960), de la portada de Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco (1981), a la primera edición de Blanco de Octavio Paz (1967) –el año en que nací– sus diseños forman parte de mi propia biografía. Me han acompañado por cinco décadas como parte de un paisaje gráfico donde el color, la geometría y el espacio en blanco son los otros signos en rotación, la transformación del arquetipo en mensaje: la cartografía visual de una identidad colectiva con la que muchos nos identificamos. Tal es, me parece, uno de sus principales legados.
2.
Como artista del espacio público he sido también ciudadano y habitante de sus creaciones urbanas. A Vicente Rojo lo he tenido presente cada vez que me he tomado un café a un lado de la fuente del Centro Nacional de las Artes (1994), su pared de mosaicos en azul cobalto y figuras rojas y amarillas como si el muro fuera un gran tetrix. Ahí, a un costado del Aula Magna del CENART, frente a la fuente de Vicente Rojo, más de una vez he revisado mis notas para dar alguna charla. Se trata de un espacio –otra vez– habitado por la luz, el color y la geometría: la arquitectura acuática de la creación.
Cada vez que he cruzado el patio del Conjunto Juárez de la Ciudad de México donde se encuentra su fuente escultórica “País de volcanes” (2003), me he detenido por un momento a fumar, o a pensar, mientras observo la alfombra acuática de la que sobresalen cientos de pirámides de terracota. Acaso una metáfora visual de mis tribulaciones. Frente a esa fuente he esperado turno para ingresar al Tribual Superior de Justicia de la Ciudad de México para litigar un divorcio, o bien he recibido la buena nueva de un nombramiento como agregado cultural, tras salir de una cita en la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Ambos espacios son ya parte de mi ADN capitalino, dos tatuajes imborrables de mi memoria chilanga.
3.
Un día me encontré con una tela en La Parisina y decidí hacerla tapete. Fue mi homenaje –casi inconsciente– a la serie México bajo la lluvia (1980-1989) de Vicente Rojo. El artista catalán y mexicano habita, también, en mi sala.
4.
Ahora que murió Vicente Rojo fui a buscar entre los anaqueles de mi biblioteca la primera edición de Cien años de Soledad de Gabriel García Márquez en la Editorial Sudamericana de 1967 –de nuevo el año en que nací–. El libro en cuestión, con la famosa portada de Vicente Rojo, donde aparece invertida la E de “soledad”, ya no está. Como suele ocurrirme, apenas descubro que una de mis pocas joyas bibliográficas debe acumular polvo en los estantes de alguien más. Lo que el viento, o la amistad, o alguna ruptura amorosa, se llevaron.
5.
Encontré en cambio en otra zona de mi librero otra pieza fundamental de mi educación sentimental: El oficio de escritor, la recopilación de textos sobre el arte de escribir de 18 escritores consagrados, que publicó Era en 1968, con la traducción del puertorriqueño José Luis González y el diseño de la portada de Vicente Rojo. El libro se ha reimpreso sin cambios por espacio de media centuria. El mío corresponde a la reimpresión de 1991. Otra vez Vicente Rojo, de manera silenciosa y contundente, ha estado presente en mi elección vocacional.
6.
En el mes de febrero de 1954, el joven Vicente Rojo, con apenas 22 años de edad y cinco de haber llegado a México, publicó su primer dibujo en la Revista de la Universidad de México dirigida entonces por Jaime García Terrés. Otro joven, Carlos Fuentes, aparece como secretario de redacción de la revista en el mismo año que publicaría su primer libro de relatos: Los días enmascarados. Se trata de una ilustración para el cuento de Alberto Bonifaz Nuño titulado “La imagen y el tiempo”. El título de aquel relato puede ser también el de la obra y el de la trayectoria artística de Vicente Rojo.
7.
11 años después de aquella primera colaboración, Vicente Rojo se haría cargo del diseño de la Revista de la Universidad de México entre 1965 y 1979. En ese largo periodo contribuyó a reivindicar al diseño gráfico como elemento esencial de una publicación cultural, no un aspecto ornamental sino parte misma de su despliegue estético y creativo. En una entrevista de 2002 para la misma revista afirmó: “La intención del diseñador debe ser sugerir al lector que ese libro o esa revista que está mirando tiene algo interesante para él. Debe hacerlo sin imponerse sobre el texto, sin ir más allá de lo que el autor quiere exponer. Yo creo que un buen diseño es el que sugiere, insinúa, propone, (…) sin crear imágenes que puedan confundir al lector. (…) El diseño debe tener los elementos fundamentales, necesarios, nunca propasarse, nunca poner nada de más. (…) Si el diseño no está hecho para eso no tiene mayor sentido. El diseño es antes que nada un acto de seducción”.
Me quedo de ese periodo con dos portadas para documentar su dicho. La primera es del número de septiembre de 1969 en la ya aparece la “U emblemática que le añadió a la nueva imagen de la revista. En la portada se anuncian textos de Carlos Fuentes, Ernesto Cardenal, Gombrowicz y Eduardo Lizalde, con una ilustración a color de Gabriel Ramírez. La segunda corresponde al número de marzo de 1974, con una ilustración del propio Vicente Rojo, y el encabezado correspondiente al tema: “Cultura y Sociedad en América Latina”. Equilibrio, sobriedad, y seducción, las herramientas visuales de Vicente Rojo.
8.
Debemos al escritor Carlos Valdés, un autor de la generación de Medio Siglo injustamente olvidado, una de las primeras reseñas que se publicaron sobre la obra pictórica de Vicente Rojo. Lo hizo en la Revista de la Universidad de México en noviembre de 1962, a propósito de una exposición individual de Rojo en la Galería Proteo:
“La exposición de Vicente Rojo no ha tenido el menor éxito. No ha vendido ningún cuadro, muchos visitantes huyen, otros piden que se les explique lo figurado Cuadros de este tipo se hacen en todo el mundo. Pintura para los sentidos, no para la razón. (…) Vicente Rojo ha logrado prescindir de todo lo superfluo, del neobarroquismo y de la demagogia esteticista. (…) Si en alguno de los reinos de la naturaleza debiera clasificarse la pintura de Vicente Rojo (entiéndase una clasificación meramente subjetiva), yo la colocaría en el reino mineral: las obras de Vicente Rojo participan de la solidez de las rocas, de los brillos misteriosos de las vetas minerales, de la severa elocuencia de las montañas, del desafío al tiempo. (…)Vicente Rojo es un artista que ha encontrado su camino en la abstracción, y no le importa ni el elogio ni la crítica adversa; él sabe que el arte no es una cuestión de actualidad ni de modas, sino de trabajo, de tiempo”.
FOTO: Aspecto de País de volcanes, de Vicente Rojo, en la explanada de la Secretaría de Relaciones Exteriores./ Archivo EL UNIVERSAL
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