Visiones de Visión de Anáhuac de Alfonso Reyes

May 16 • destacamos, principales, Reflexiones • 6170 Views • No hay comentarios en Visiones de Visión de Anáhuac de Alfonso Reyes

/

En 2019, El Colegio Nacional reeditó Visión de Anáhuac, este clásico de la obra de Alfonso Reyes. El prólogo de Javier Garcíadiego resultó ser un detallado acercamiento a sus fuentes originales y otros documentos personales, como la correspondencia con otros colegas y maestros que influyeron en su obra y en su recepción crítica

/

POR RODRIGO MARTÍNEZ BARACS
Vale la pena leer la nueva edición que Javier Garciadiego Dantan 1 hizo de la obra mayor de Alfonso Reyes, Visión de Anáhuac, a la que antepuso un valioso Prólogo que tituló “Visiones de la Anáhuac alfonsina” (pp. 7-61), pues estudia su proceso de elaboración, circulación y recepción, cómo llegó a ser el “libro insignia” de Reyes, fiel expresión de su alma hechizada. Ciertamente Visión de Anáhuac ha sido muy estudiada, comenzando con el mismo don Alfonso en su Historia documental de mis libros, pero Javier Garciadiego toma provecho de su formación y estirpe de historiador, documentado, meticuloso, sistemático y crítico, para elaborar este panorama basado en la información documental disponible –libros, revistas, diarios, cartas–, buena parte de la cual se encuentra en esta Capilla Alfonsina que Javier Garciadiego dirige con espíritu alfonsino. Con ánimo de historiador y de escritor, siempre ponderado, Javier Garciadiego realizó con Visión de Anáhuac un trabajo semejante al que hizo en su edición de la Cartilla moral, escrita en 1944 por Alfonso Reyes, edición hermana, ambas de 2019, en la preciosa colección Opúsculos de El Colegio Nacional, con un extenso estudio preliminar. Ambas obras son centrales en la obra de don Alfonso y ambas ediciones cayeron con la mayor oportunidad, la Cartilla moral debido a la propuesta gubernamental de elaborar una constitución moral de la sociedad, y la Visión de Anáhuac debido a la conmemoración del Quinto Centenario de la Conquista de México, que nos obliga a cobrar conciencia de nuestras raíces.

 

Tras la lectura del Prólogo de Javier Garciadiego sobre las visiones de Visión de Anáhuac, recomiendo al lector que no lo haya hecho releer la Visión de Anáhuac oyendo la propia voz de don Alfonso Reyes, en el disco de Voz Viva de México de la UNAM (está en Youtube), que grabó al final de su vida, en Cuernavaca y México, con una voz tan vibrante, clara y bella, reflejo de su alma, que convence del carácter eminentemente poético del gran ensayo histórico de Reyes. Después, el lector podrá visitar nuevamente la preciosa exposición sobre Visión de Anáhuac del Museo Nacional de Antropología, que expone todas sus fuentes de inspiración y reverberaciones. Y quien quiera leer de cerca la Visión de Anáhuac podrá aproximarse a la edición de Adolfo Castañón, incluida en su gran antología de la obra alfonsina mexicanista que bautizó, precisamente: Visión de México. Publicada en dos gruesos y magníficos volúmenes por la Academia Mexicana de la Lengua en 2016, la Visión de México de Reyes y Castañón, en sus notas a pie de página y en las más extensas que dispuso al final, aclara varios puntos de interés (el significado de “visión” en lugar de “descripción”, la miniaturización de la descripción de mapas), nos despierta dudas, y señala caminos de investigación. Varios pueden comenzarse a perseguir aprovechando otro gran libro del mismo Castañón, su Alfonso Reyes en una nuez. Índice consolidado de nombres propios de personas, personajes y títulos en sus Obras completas, publicado por El Colegio Nacional recién en 2018. Obras ambas de las que sacó provecho Javier Garciadiego, entre otras de nuestro amigo, que no pudo venir hoy, debido a la presentación de su edición anotada de la Sala de retratos de Ermilo Abreu Gómez, que incluye por cierto uno de Reyes.2

 

Javier Garciadiego recuerda los años madrileños de Alfonso Reyes: 1913 fue “el peor año de su vida”, con la trágica y absurda muerte de su padre el 9 de febrero y su exilio diplomático a París. En 1914, el triunfo en México del Constitucionalismo lo dejó sin empleo y la Primera Guerra Mundial lo obligó a viajar a Madrid, donde él y su esposa Manuela pasaron miserias; en 1915 don Alfonso escribe de todo para mantenerse, pero logra comenzar tres libros que concluirá en 1916 y publicará en 1917: en México, en la editorial Cvltvra, que dirigían Agustín Loera y Chávez y Julio Torri, publicó los Cartones de Madrid, “deslucido librillo” a juicio de Javier Garciadiego; en Madrid, en la vanguardista Colección Cervantes, publicó El suicida. Libro de ensayos; y Visión de Anáhuac (1519), por alguna razón, la publicó en San José de Costa Rica, en la colección El Convivio de su amigo Joaquín García Monge. Esta primera edición tuvo una errata feliz, pues donde Alfonso Reyes había escrito: “La historia, obligada a describir nuevos mundos”, García Monge puso: “La historia, obligada a descubrir nuevos mundos”. La errata le acabó gustando a Reyes, y así la dejó en las sucesivas ediciones. (Acaso Alfonso Reyes se dio cuenta de que el historiador, puesto a describir territorios conocidos, en los documentos a los que acude siempre descubre territorios nuevos.)

 

Javier Garciadiego comenta que se sabe poco sobre la génesis de Visión de Anáhuac entre otras cosas porque Alfonso Reyes todavía no comenzaba a escribir su Diario, pero la ausencia se compensa, de manera peculiar, con sus cartas con su mentor Pedro Henríquez Ureña entre 1915 y 1917, que podremos leer cuando se publique el segundo tomo de su Correspondencia, editado junto al tercero por Adolfo Castañón, continuación del tomo primero que hizo mi padre, y que el Fondo de Cultura Económica se tarda en publicar. Garciadiego pudo leer estas cartas en el archivo mismo de la Capilla Alfonsina, y en la edición dominicana sin notas. A Garciadiego le llamó la atención en estas cartas que Reyes le contara a Henríquez Ureña sobre los Cartones de Madrid y sobre El suicida, pero nada sobre Visión de Anáhuac (1519), y sólo se la enseñó, todavía sin su nombre definitivo, poco antes de su edición costarricense, y no atendió a sus sugerencias. Garciadiego ve en este ocultamiento la decisión de Reyes de romper su tutela con Henríquez Ureña y ve en la Visión de Anáhuac la primera afirmación de su voz literaria autónoma. Así, si el tema fundamental del tomo primero de la correspondencia de Reyes con Enríquez Ureña es la tutela literaria, un tema del segundo tomo podría ser la afirmación de la autonomía literaria. ¡Ojalá pronto podamos leer la edición de Adolfo!

 

Javier Garciadiego resalta que cuando finalmente Reyes le enseñó su libro, Pedro Henríquez Ureña le sugirió algunos datos eruditos y que la redacción fuera más clara y sencilla, a lo cual don Alfonso se negó, pues su intención era hacer un “retablo churrigueresco” con “arcaísmos” tomados de Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo.

 

Garciadiego nos da los elementos para entender el proceso de elaboración literaria e histórica de Visión de Anáhuac. Reyes trabajaba en el Centro de Estudios Históricos con Ramón Menéndez Pidal y para las editoriales La Lectura y Calleja, que le pidieron ediciones de Juan Ruiz de Alarcón, Quevedo y Gracián y de la Historia de la conquista de México de Antonio de Solís, de 1684. Para preparar la edición, Reyes leyó o releyó a Cortés, a Bernal, a Gómara y al Conquistador Anónimo, que le trajeron, escribió, “el recuerdo de las cosas lejanas, el sentirme olvidado por mi país y la nostalgia de mi alta meseta”, que lo llevaron a concebir la Visión de Anáhuac. Reyes quedó fascinado por la Conquista, particularmente por el primer encuentro de dos mundos, encuentro de asombros en el que se creó el alma de México, y se propuso mimar el lenguaje de los conquistadores para describir, con citas y glosas de sus propias palabras, su asombro ante la primera visión de la ciudad de Mexico Tenochtitlan y del valle de Anáhuac. Es esta transmutación literaria estilística de Visión de Anáhuac la que no alcanzó a entender Pedro Henríquez Ureña (y que identificarán los estudiosos universitarios, en el camino de la crónica a la novela latinoamericana). Y Reyes anticipaba las corrientes actuales de la historiografía al apuntar que la historia, al descubrir nuevos mundos, “se desborda del cauce clásico, y entonces el hecho político cede el puesto a los discursos etnográficos y a la pintura de civilizaciones”.

 

Javier Garciadiego puso en una nota: “Formalmente, lo que detonó la redacción de la Visión fue la lectura que Reyes hizo del geógrafo veneciano Ramusio, Delle navigatione et viaggi”. No estoy muy seguro de lo que debe entenderse por “formalmente”, pero ciertamente Reyes cita a Giovanni Battista Ramusio al comienzo de la Visión de Anáhuac, y el hecho de que mencione que Antonio de Solís leyó a algunos cronistas en la versión italiana de Ramusio, es un indicio de que Reyes supo de Ramusio cuando trabajó en la edición de la Historia de la conquista de México de Solís. Reyes menciona las estampas de los tres tomos en folio de Ramusio, y sin duda aparecen peces en varios de sus mapas marinos, en las ediciones que he podido consultar en línea, pero no encuentro la estrella de mar ni el ángel mofletudo ni las estampas que describen “la vegetación de Anáhuac”, de las que habla Reyes. Ya Garciadiego nos dirá si la reyística ha estudiado la relación de Reyes con los grabados de Ramusio. El tercer tomo de Ramusio, originalmente publicado en 1556, incluye varios textos de gran importancia y extensión sobre las Américas (el Sumario y la Historia de Oviedo, las Décadas de Pedro Mártir, las cartas segunda a quinta de Cortés), traducidos al italiano, y entre ellos el texto del Conquistador Anónimo, así bautizado por el jesuita Francisco Javier Clavigero, cuya versión original en español se ha perdido y que sólo conocemos por la versión en italiano de Ramusio. El historiador Joaquín García Icazbalceta estudió, transcribió y tradujo al español el texto del Conquistador Anónimo3, procurando reproducir el lenguaje de la época, en el tomo primero de su Colección de documentos para la historia de México, de 1858. No he podido verificar si Reyes leyó al Conquistador Anónimo a través de la versión al español de García Icazbalceta.

 

Hay un primer guiño literario y poético preborgesiano en el famoso epígrafe de la primera parte de Visión de Anáhuac, “Viajero: has llegado a la región más transparente del aire”, porque proviene, como lo aclaran Adolfo Castañón y Javier Garciadiego, de la conferencia del propio Alfonso Reyes de 1910 sobre “El paisaje en la poesía mexicana del siglo XIX”. Se ha atribuido la expresión al sabio Alexander von Humboldt, pero no se ha podido localizar la referencia. En todo caso, esta expresión, le daba gusto a Reyes, se volvió en una suerte de “proloquio”.4

 

Javier Garciadiego destaca que la primera edición costarricense de Visión de Anáhuac, de 1917, tuvo una nula repercusión en el público hispanoamericano, y sólo algunos ejemplares llegaron a los amigos de Alfonso Reyes porque él mismo se los regaló, y varios expresaron con elogios su agradecimiento. Y Garciadiego comentó el hecho extraño de que Reyes publicara una obra que él sabía tan importante en un país como Costa Rica, ajeno tanto a la cultura indígena como a la relevancia de la Conquista. Tal vez lo hizo de manera deliberada, como una especie de cautelosa edición previa, de prueba, para repartir sólo a los amigos.

 

Sólo en 1923, ya establecido como político en Madrid, Alfonso Reyes promovió la publicación de una segunda edición de Visión de Anáhuac, que se publicó en la misma capital, y que fue muy leído y aclamado por los intelectuales españoles y algunos mexicanos. El libro era oportuno para el cargo que desempeñaba Reyes, pues, como lo vio Garciadiego, al mismo tiempo exalta el mundo indígena y la cultura del conquistador, y las lenguas de ambos (el mimado lenguaje de los conquistadores y “esas xes, esas tles, esas ches” del náhuatl). Realmente la Visión de Anáhuac desentraña la doble raíz de México a través del momento del primer encuentro en 1519.

 

De cualquier manera, destaca Garciadiego, Visión de Anáhuac no alcanzó mucha difusión en México (la primera edición mexicana es de 1944, escondida en una antología) y permaneció desapercibida. Tan grande era el desconocimiento de Visión de Anáhuac, que escritores como Ermilo Abreu Gómez y Héctor Pérez Martínez pudieron reprochar a Reyes su falta de interés por México. Y sólo en los cincuentas Visión de Anáhuac alcanzó mayor difusión, con la edición de 1953 de El Colegio de México y la de 1956, incluida en el tomo segundo de las Obras completas de Alfonso Reyes del Fondo de Cultura Económica, y también como separata (que nunca he visto). Entonces, Garciadiego se pregunta qué fue lo que hizo que a partir de entonces Visión de Anáhuac pasara al primer lugar de la obra de Reyes, su “libro insignia”.

 

Jugó sin duda un papel importante el mencionado álbum con dos discos de 33 rpm de la recién creada serie Voz Viva de México de la UNAM, en el que el propio Reyes, en agosto y septiembre de 1959, en Cuernavaca y México, meses antes de morir, alcanzó a grabar su Ifigenia Cruel y su Visión de Anáhuac, con el auxilio de un tanque de oxígeno. El álbum se publicó en 1960, poco después del fallecimiento de Reyes, con un texto preliminar de José Luis Martínez, mi padre, que citó Javier Garciadiego cuando escribe que en Visión de Anáhuac Alfonso Reyes buscaba “interrogar […] aquel encuentro radical de dos razas, en busca del sentido de nuestra existencia”. Y quisiera citar una parte del pasaje en el que mi padre se refiere a “La voz de Alfonso Reyes”:

 

Las vibrantes inflexiones y la plenitud de la voz con que Alfonso Reyes grabó sus poemas, ya cumplidos sus setenta años, agobiado por dolencias que le hacían tan penosa la respiración, y pocos meses antes de su muerte, hacen de este registro un testimonio precioso y emocionante. Él, que en sus estudios de teoría literaria afirmara la primacía de la palabra sobre la escritura, habría de ser fielmente, como lo quiso, “un hijo menor de la palabra”. El escritor maestro en todos los registros de la pluma tenía, en efecto, una prolongación natural en el conversador y en el conferenciante.

 

En la grabación se aprecia cómo Alfonso Reyes, obligado a leer a paso rápido para acomodar su Visión de Anáhuac a las dos caras de un disco, aun así logra darle nobleza y emoción vibrante a cada una de sus palabras. (Menciono que en la grabación don Alfonso eliminó algunos párrafos hacia el final y de cuando en cuando hizo alguna acotación en busca de claridad en la lectura.).

 

Garciadiego refiere el aprecio creciente de los intelectuales americanos por Visión de Anáhuac: Enrique González Martínez, Genaro Estrada, Antonio Castro Leal, Daniel Cosío Villegas, Octavio G. Barreda, Octavio Paz. Y a partir de la edición de 1956 la nueva generación de escritores jóvenes la descubre y retoma la batuta: Juan José Arreola, Emmanuel Carballo, Jaime García Terrés, Juan Rulfo, Ramón Xirau y sobre todo Carlos Fuentes, cuya primera novela La región más transparente, de 1958, parece una crítica a la realidad mexicana que perdió su transparencia. Aunque justo es recordar que el propio Reyes denunció en su Visión de Anáhuac la pérdida de esta transparencia con el desastre ecológico que provocaron los españoles al desecar el valle de México. “Cuando los creadores del desierto acaban su obra –escribió–, irrumpe el espanto social.” Y la siguiente generación, la de Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco y Sergio Pitol, también fue de lectores devotos de Visión de Anáhuac.

 

En este mismo contexto debe verse otra continuación y respuesta a Visión de Anáhuac que fue la Visión de los vencidos de Miguel León-Portilla, de 1959, que acepta la importancia de la Conquista, pero busca complementar la visión española de Anáhuac con la visión indígena de los conquistadores. De igual manera León-Portilla buscó complementar La invención de América, de 1958, de Edmundo O’Gorman, que explicaba el complejo proceso colectivo de aparición del continente americano en la conciencia occidental, y que León-Portilla buscó complementar con la invención indígena del mundo de los conquistadores. Por cierto, en esta recreación de la primera visión española de México, vimos a don Alfonso pasar del historiador que describe al historiador que descubre, y estas intuiciones lo llevaron a los ensayos de Última Tule, recogidos en 1942, y al concepto mismo de “invención de América”, cercano pero no idéntico al de O’Gorman, pues se refería al “presentimiento de América y el deseo de trasladar a América las utopías políticas de Europa”, para lo cual América “fue querida y descubierta (casi inventada)”. De cualquier manera, O’Gorman le tomó la expresión a Reyes sin pedirle permiso ni mencionarlo, de lo cual se dolió don Alfonso en carta del 19 de marzo de 1958 a mi padre, cuando le comentó algunos de los asuntos del conjunto de cartas y papeles de asuntos delicados que le pidió que conserve, y al que puso el título secreto, en clave, de El Cerro de la Silla. 5

 

Javier Garciadiego menciona varios motivos que aumentaron la preeminencia de la Visión de Anáhuac en la obra de Reyes. Uno ellos es la expresión misma de “Viajero, has llegado a la región más transparente del aire”, que se volvió muy famosa en todos los ámbitos. Otro es el nacionalismo de la Revolución Mexicana, y el ánimo conciliador de la Cartilla Moral, ni hispanista ni indigenista, sino auténticamente mexicanista. Y Garciadiego advierte que el propio Diego Rivera se basó en la Visión de Anáhuac al representar a la Ciudad de México prehispánica en los murales de Palacio Nacional. Reyes y Rivera, recuerda Garciadiego, eran amigos desde que coincidieron en 1915 en Madrid. Al mismo tiempo, que la Visión de Anáhuac se insertó en el nacionalismo mexicano del siglo XX, su reconocimiento internacional no cesó, como es el caso del francés Valery Larbaud, para quien más que un tratado histórico es un “verdadero poema nacional”, como el Huapango del compositor José Pablo Moncayo y los murales de Diego Rivera, y asemeja a la minuciosidad de las pinturas de Pieter Brueghel, en su “descripción lírica de los hombres”. Es curioso que muchas de las descripciones que hace Reyes de la vida de los hombres de México, no se encuentren en el mapa de la ciudad que da Ramusio, tomado de la edición de 1524 de la segunda Carta de Relación de Cortés, sino que se aproxima al mapa de la ciudad de México en 1555 que se conserva en la Universidad de Uppsala, con su profusión de hombrecitos miniatura cada uno metido en su labor.6 Bien podemos coincidir con Javier Garciadiego de las tres razones de la importancia de Visión de Anáhuac en la obra de Alfonso Reyes: “su indefinible pero atractiva naturaleza, que lo hace imposible de encasillar; su evidente filiación mexicanista, con la que Reyes desmiente tantos denuestos injustos, y su belleza literaria”. Estas mismas características nos ayudan a entender el papel central que ocupa Visión de Anáhuac en el alma de la literatura mexicana.

 

***

Leí una primera versión de esta nota en la presentación de la edición de Javier Garciadiego de Visión de Anáhuac de Alfonso Reyes (México, El Colegio Nacional, 2019), el miércoles 29 de enero de 2020 en la Capilla Alfonsina de la Ciudad de México, con la participación de Cora Falero Ruiz, César Benedicto Callejas y del propio Javier Garciadiego.

 

Notas

1. Agradezco la invitación de Javier Garciadiego a presentar su edición de Visión de Anáhuac en la Capilla Alfonsina el miércoles 29 de enero de 2020, así como las correcciones y sugerencias de Alma Rosa Martínez González.  1. Agradezco la invitación de Javier Garciadiego a presentar su edición de Visión de Anáhuac en la Capilla Alfonsina el miércoles 29 de enero de 2020, así como las correcciones y sugerencias de Alma Rosa Martínez González.

 

2. Ermilo Abreu Gómez, Sala de retratos, Intelectuales y artistas de mi época (México, Editorial Leyenda, 1946), Edición de Adolfo Castañón, México, Bonilla Artigas Editores, 2020.

 

3. “Relatione d’alcvne cose della Nuoua Spagna, & della gran Città di Temistitan Messico. fatta per vn gentil’huomo del Signor Fernando Cortese”, en Ramusio, Delle navigationi et viaggi raccolte da M. Gio Battista Ramvsio, Volume terzo, 1606, In Venetia, Appresso I Gvinti, t. III, ff. 254r-259r. Esta es la edición que pude consultar en Internet Archive y en Google Books.

 

4. En la primera edición, de Costa Rica, 1917, de su Visión de Anáhuac, Alfonso Reyes citó a dos autores que eliminó por consejo del hispanista y filólogo francés Raymond Fouché-Delbosc, para darle un toque menos académico y más literario al ensayo. Se trata de dos hoy ilustres desconocidos: Fueter, p. 7; Horschelmann, p. 36. La supresión de Fueter se justifica porque fue él quien dijo que el historiador debe describir nuevos mundos, pero Reyes acabó aceptando la errata introducida por Joaquín García Monge según la cual el historiador debe descubrir nuevos mundos.

 

Fueter y Horschelmann aparecen tachados en el ejemplar de la edición de 1917 que Reyes le dedicó a “A mi Manuela querida, siempre esposa y siempre mi novia. Alfonso, II-26-1917.” En este ejemplar, que después pasó a manos de Alicia Reyes, Reyes hizo varias otras correcciones y precisiones, algunas de las cuales no se aplicaron, como la corrección de poner “describir” por “descubrir”. E hizo varios cambios, no marcados en este ejemplar.

 

Hay un cambio entre la edición de 1917 y las posteriores que resulta vital, pues Reyes suprimió al autor del primer epígrafe, que decía: “Viajero, has llegado a la región más transparente del aire.  – A.R.”  La supresión de sus iniciales va en el sentido de la supresión de los nombres de los autores modernos, como Fueter y Horshelmann. Pero también busca borrar las pistas sobre la autoría de la identificación. Y, como me lo indicó Javier Garciadiego, la supresión de las iniciales está vinculada con la aún no verificada autoría humboldtiana  del epígrafe.

 

Otro cambio es la supresión de la Introducción de Francisco García Calderón, autor del Prólogo de Cuestiones estéticas de Reyes, París, Ollendorff, 1911. Debo estas precisiones a Javier Garciadiego, quien me facilitó una copia del ejemplar de la Capilla Alfonsina de la primera edición de Visión de Anáhuac.

 

5. Alfonso Reyes, Carta a José Luis Martínez, Ciudad de México, 19 de marzo de 1958, en Alfonso Reyes y José Luis Martínez, Una amistad literaria. Correspondencia 1942-1959, Edición de Rodrigo Martínez Baracs y María Guadalupe Ramírez Delira, México, FCE (Tezontle), 2018, pp. 254-255.

 

6. Miguel León-Portilla y Carmen Aguilera, eds., Mapa de México Tenochtitlan y sus contornos hacia 1550, México, Era, UNAM (Instituto de Investigaciones Históricas), 2016.

 

FOTO: La conquista española de la nación azteca, de Diego Rivera (1936)./ Especial

« »