Voces nuevas para la danza
POR JUAN HERNÁNDEZ
La diversidad de lenguajes, estéticas y discursos privó en el V Encuentro de Jóvenes Creadores, que organizó la compañía Lux Boreal, en Tijuana, Baja California, sin duda uno de los espacios alternativos privilegiados para que los noveles coreógrafos experimenten el fenómeno de la creación y la exposición de sus trabajos frente al público.
Son pocos los espacios que se brindan a coreógrafos en formación para que experimenten y desarrollen un lenguaje, produzcan y se enfrenten a la audiencia, con el objetivo de que obtengan las herramientas para crecer y en el futuro no lejano convertirse en artistas sólidos, con una voz propia.
En el V Encuentro de Jóvenes Coreógrafos tuvimos la oportunidad de observar las inquietudes creativas de seis artistas: Martita Abril (tijuanense pero radicada en Nueva York), Maribel Durazo Virgen y Daniel Delgadillo (de Tijuana), Edgar Pol (de Morelia), Manuel Badás (de Gijón, España) y Xitlali Piña (de Mazatlán).
Creadores con formaciones técnicas y modos de moverse distintos, preocupaciones estéticas unas instaladas en lo convencional y otras buscando la ruptura con la complacencia formal; en tanto que los discursos fueron desde la simple exhibición de la técnica de bailarines extraordinarios, hasta las obras íntimas y las abiertamente sociales y políticas.
De estas últimas es la pieza Miniaturas de la belleza: lágrimas de cola, de Manuel Badás, quien a partir de un dueto, interpretado por él y el bailarín oaxaqueño Geovanni Adrián Pérez Ortega, centró su discurso en la denuncia de la represión y la violencia contra las personas vulnerables que en el mundo buscan emanciparse y luchar por el respeto a su dignidad humana.
Si bien la obra parte de un suceso de violencia específico, el discurso se vuelve universal, toda vez que la violación a los derechos humanos y la represión contra los más vulnerables ocurre en cualquier parte del planeta. Por otro lado, la obra de Badás plantea un tema sustancial en la época contemporánea, a saber: la violencia convertida en espectáculo por los mass media y el dolor humano exhibido como parte del menú del entretenimiento para las mayorías, que lo consume en un eco de conmoción superfluo. Estrujante pieza que se presentó con pocos elementos de producción, sustentada en la interpretación y la fuerza de ambos bailarines para que el mensaje llegara a su destino.
Llamó la atención poderosamente, por otro lado, la pieza Villanas, de Edgar Pol, quien acompañado en escena por Frago Peña, empezó por romper con la estabilidad convencional de la representación, al aparecer entre el público y desarrollar la acción en las butacas y no en el escenario.
El más irreverente de los coreógrafos participantes, Edgar Pol, se manejó en la estética camp, es decir que abrevó del kistch, y tanto el movimiento como el vestuario y maquillaje (pelucas, uñas negras, ojos remarcados) buscaban la exageración, mientras que el tono fue absolutamente irónico y desenfadado a propósito. Se desprendía de la obra un sabor queer en la gestualidad y en el recurso del travestismo, para crear personajes que tocaban lo esperpéntico. La de Pol fue una danza-performance visualmente poderosa, altisonante y crítica de la banalización de la vida en el mundo contemporáneo.
Otra de las seis obras que se ofreció, dentro del contexto de la experimentación —en sentido de laboratorio creativo—, fue la pieza Delete and play de Daniel Delgadillo, quien junto con las bailarinas Dania Barragán y Stephanie Carreño ostentó una estructura convencional en su modo de aproximarse al hecho escénico, pero con una búsqueda muy clara, enfocada a escudriñar en la intimidad y el misterio de la condición humana.
También se presentaron Ripping up the finish, de Martita Abril, con la participación del bailarín chileno Álvaro González, la cual fue un ejercicio personal que denotó el interés de la creadora por lo conceptual; Hollki, de Maribel Durazo, en donde resaltó la inquietud por el movimiento y sus motivaciones, así como la de ofrecer elementos de identidad fronteriza; y Eco, de Xitlali Piña, quien se fue por la exaltación de las capacidades virtuosas técnicas de los bailarines Luis Rubio y Humberto Vega que, dicho sea de paso, seguramente darán de qué hablar por sus cualidades sobresalientes como intérpretes.
El V Encuentro de Jóvenes Creadores además permitió que los coreógrafos intervinieran espacios urbanos, transformando por momentos la dinámica social de lugares públicos de la avenida Revolución, una de las más visitadas de la ciudad, provocando sorpresa entre los transeúntes. Pero lo más importante fue que los artistas asumieron con solvencia el reto de preparar, en un par de horas, un trabajo riguroso de arquitectura coreográfica para hacer presente a la danza en la urbe.
Con esta iniciativa, Lux Boreal, dirigida por Ángel Arámbula y Henry Torres, realiza una acción fundamental para el desarrollo del arte coreográfico en el país, que es la sembrar semillas que den frutos en un futuro próximo, así como generar cultura dancística en Tijuana, una de las ciudades más vibrantes en términos sociales y culturales de México.
*Fotografía: Manuel Badás y Geovanni Adrián Pérez Ortega en la coreografía Miniaturas de la belleza: lágrimas de cola, del español Manuel Badás, con la compañía Inquiquinante Danza. / CORTESÍA COMPAÑÍA INQUIQUINANTE DANZA
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