Xavier Giannoli y el tímpano mendaz

Jun 25 • Miradas, Pantallas • 4388 Views • No hay comentarios en Xavier Giannoli y el tímpano mendaz

POR JORGE AYALA BLANCO

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En Marguerite (Francia-República Checa-Bélgica, 2015), elegante sexto largometraje del francés circunparisino de 45 años Xavier Giannoli (Los cuerpos impacientes 03, Crónica de una mentira 09, Superstar 12), con guión suyo y de Marcia Romano, la envejeciente aristócrata pueblerina recontramillonaria y mecenas de inmediato generosa dilapidadora en los gloriosos años veinte de la posguerra Marguerite Dumont (Catherine Frot tan gratamente carismática ingrata como en La cambiadora de páginas y Los sabores del palacio) no tiene otra pasión ni ocupación en su vida pluriengañada que la ópera, en calidad de melómana, organizadora de suntuosas veladas con su adinerado-militar Círculo Amadeus en su mansión palaciega y, lo peor, diletante de escalofriante voz rompetímpanos, pues se ha creído en la práctica la cruel mentira coral, acendrada y ramificadísima, de los elogios mercenarios, queriendo en el fondo llamar la atención del acongojado adúltero Georges (André Marcon), un triste marido vejestorio que venía incluido en el título nobiliario alguna vez comprado y siempre en deliberada avería automovilista durante los momentos cruciales en que su esposa ofrece sus recitales, unas amañadas performances ridículas que, al extender la culta dama el panorama de sus amistades interesadas de tímpano mendaz, la llevarán a figurar de pronto en un extravagante espectáculo de cabaret anarquista, con ambiguo éxito, aparte de la humillante expulsión de su círculo rural, y de ahí a torturantes ensayos y al suspenso del debut a lo grande en un teatro parisino, que será catastrófico.

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El tímpano mendaz se declara herido sin remedio por la conjura dictada por una galería de pillos que pueblan en exclusiva los ostentosos cinco capítulos que integran el relato (burlonamente intitulados “La gran Marguerite Dumont” o “La verdad”) y convierten cada uno de sus largos episodios en minióperas bufas, merced a la zarabanda de peleles que se encargan de ese cruel cultivo/autocultivo yucateco orquestado a la perfección y que cuenta entre sus figurantes principales a la talentosa joven soprano en ascenso Hazel (Christa Théret) que funge como testigo en contrapunto y a la inversa por deleznada por su influyente amante periodista corrupto Lucien Beaumont (Sylvain Dieuaide), el explotador aspirante a literato oportunista Kyrill von Pries (Aubert Fenoy), la desinflada compañera sexual Françoise Bellaire (Astrid Whettrall), el tenor internacional en abismal decadencia Atos Pizzini (Michel Fau), la inescrupulosa cartomanciana barbuda Félicité (Sophie Leboutte), el protegido homosexual naquísimo Diego (Théo Cholbi) y hasta un pavoroso enano dispensador del aplauso o del abucheo tumultuarios Monsieur Topo (Jean-Yves Tual) que se enorgullece del antepasado que le silbó al Hernani de Victor Hugo, pero ante todo ese afromayordomo-chofer-guarura-fotógrafo-manipulador ubicuo Madelbos (Denis Mpunga) tan comprador masivo de flores de supuestos admiradores cuan incinerador nefando de ellas y tan calvo masoquista como el mitológico siniestro Erich von Stroheim de El ocaso de una vida/Sunset Boulevard (Wilder 50) al resguardar de una realidad brutal la candidez de la patrona adorada; un océano de villanos descosidos cada uno en su salsa-ámbitos exquisitos (salón suntuoso, jardín versallesco, redacción de periódico, asfixiado rincón galante, laberíntico foso del escenario operático) bellamente ambientados y ornamentados en locaciones trinacionales auténticas por el formidable director de arte checo Pavel Tatar y el vestuarista Pierre-Jean Larroque, viles charlatanes aunque satíricos/autosatíricos representantes privilegiados y distanciados de la fauna artístico-cultural de la época, vista y recreada en su propia salsa fatuamente verbalista y en última instancia frívola.

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El tímpano mendaz mantiene siempre al patético caso de vocación de Margarita en la delgada línea que separa al humor corrosivo de la ternura como sentimiento fuerte, una Margarita de estirpe rococó, una Ed Wood de la Ópera revestida por las arias del ¡pobre Mozart! y Haendel o Wagner que disfruta arrobada y gusta de ensayar e interpretar, una Margarita presuntamente verídica pero de ficcionales raíces irónicas confesamente fincadas en el clasicismo hollywoodense más barroco y antiglamouroso (con nombre de comediante e histéricas actitudes idénticas a los de la impresentable estrella ruca Margaret Dumont de los Hermanos Marx, aparatosas salidas a escena de la segunda esposa soprano de El ciudadano Kane, descompuestos delirios de grandeza de Gloria Swanson en el mencionado alucine-thriller filmonecrológico de Wilder, matrona virgen y mártir del arte al que se llega con la garganta sangrante, directora de una orquesta imaginaria desde la portezuela de un capó y rehilete tricolor en mano, canturreando en la transfiguradora luz blanca de la ventana, o literalmente desplumada-desplomada.

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El tímpano mendaz describe a fin de cuentas las aventuras de una verdad no revelable, las limitaciones que la predeterminan y definen, sus paradojas, sus espejismos, su posible existencia, sus otras 10 dificultades para decirla (Brecht), su falta de realidad objetiva, su imagen sustituta en la mente (Kant), su urgencia del grito infantil “El rey está desnudo” (Tolstoi) aquí impedido por cobardía multiforme o piadosa, su devastadora ratificación de que la cantidad de verdad que puede resistir un ser humano es muy limitada (Ibsen).

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Y el tímpano mendaz va a disolverse finalmente en la voyeurista, autárquica y mórbida toma de fotografías por el ambivalente Madelbos, hasta culminar en la Foto del Sublime Final con la pareja Georges y Marguerite cual fatídicamente compasivo-amorosa Pietà, en desfile e integrando una rauda galería de finas estampas operísticas (esa heroica Margarita-Walquiria insuperable e inolvidable), como si fuera lo único digno de sobrevivir, a modo de huella, elegía y epitafio de esa voz en efecto indigna pero más verdadera que la Verdad.

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FOTO: Catherine Frot interpreta a la cantante Marguerite en esta película que se exhibirá hasta el 30 de junio en la Cineteca Nacional./ESPECIAL

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