Arte contra la xenofobia

Ago 4 • Reflexiones • 5308 Views • No hay comentarios en Arte contra la xenofobia

 

La conflictiva relación entre México y Estados Unidos ha sido siempre un tema para la producción en las artes visuales. De Guillermo Gómez-Peña a Alejandro González Iñárritu, aquí un sucinto recuento. 

 

POR ANTONIO ESPINOZA

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“Anglos” versus “hispanos”

La discriminación, el racismo y la xenofobia en contra de los mexicanos y otras minorías en Estados Unidos, no iniciaron en la Era Trump. La historia trágica se remonta mucho tiempo atrás. En uno de sus libros, la doctora Ángela Moyano Pahissa nos habla de la triste situación de los habitantes mexicanos de Nuevo México y California, al pasar estos territorios a ser parte de los Estados Unidos por el Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848. Unos, los novomexicanos, fueron retenidos injustamente pues eran necesarios como mano de obra barata; otros, los californios, fueron despojados y rechazados en forma violenta por los angloamericanos sedientos del oro recién descubierto (México y Estados Unidos: Orígenes de una relación, 1819-1861, México, Secretaría de Educación Pública, 1987). Así comenzó la historia de la comunidad hispana en Estados Unidos; la historia de la lucha por preservar costumbres, idioma y tradiciones, ante la furia racista de los invasores.

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Otro libro fundamental para conocer la historia de la gente de herencia española en los Estados Unidos, es Al norte de México de Carey McWilliams, publicado en inglés en 1948 y en español en 1968. El autor nos cuenta los hechos que conforman esta historia trágica: la colonización española, la guerra de Texas, la guerra entre México y Estados Unidos, los actos heroicos, las anécdotas serias y chuscas, el racismo, el “bandidaje mexicano” como respuesta a la violencia de los norteamericanos, el fenómeno del pachuquismo, los braceros, etc. Los términos “anglo” e “hispano” no definen una realidad homogénea sino una realidad cuya complejidad el autor nos muestra a lo largo del texto. McWilliams concluye que por encima del antagonismo y el conflicto, en la tierra fronteriza “anglos” e “hispanos” alcanzaron cierta “fusión cultural” (Al norte de México, México, Siglo XXI Editores, 1976, p. 361).

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Arte fronterizo e híbrido

Sucedió en Tijuana, ciudad fronteriza, en el año de 1997. Como parte de la exposición InSITE 97, Marcos Ramírez ERRE (Tijuana, 1961) presentó la que sin duda fue la obra más espectacular y significativa del evento: Toy-n horse, un caballo de Troya, construido con madera, de 8 X 9 metros de altura. Colocado a unos pasos de la garita fronteriza, el caballo bicéfalo impuso su presencia y su carga simbólica. Una cabeza mirando al norte y otra mirando al sur: dos historias, dos visiones del mundo, dos países (México y Estados Unidos) radicalmente distintos pero condenados a ser vecinos por la fatalidad geográfica. Dualidad de una realidad holográfica ingeniosamente construida por un artista visual nacido mexicano pero que vive en Estados Unidos desde 1983; un autor que en su obra reflexiona sobre los conceptos de identidad y raza a partir de la dinámica migratoria entre las dos naciones.

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“Ésta no es frontera sino que es cicatriz”, dice uno de los personajes de Gringo viejo, la novela de Carlos Fuentes. No es cierto: la línea fronteriza entre México y Estados es una herida abierta que sangra desde 1847. La zona fronteriza del norte de México, espacio limítrofe donde hoy impera la ilegalidad y el narcotráfico, se ha convertido en una zona de gran complejidad. La cultura no está exenta de esta realidad: ahí donde la incertidumbre y la violencia son algo cotidiano, se generan nuevos fenómenos sociales y artísticos. Si Marcos Kurticz definió a la región como “el país de la frontera”, sólo queda definir el arte producido en la zona. Guillermo Gómez-Peña (Ciudad de México, 1955) emplea conceptos como arte “fronterizo”, “hibridez cultural”, “desterritorialización” y “tercermundización del primer mundo”, para definir su obra, que es producto de una fusión cultural, lingüística y racial.

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Nacido en la Ciudad de México, radicado en Estados Unidos desde 1978, Guillermo Gómez-Peña ha venido explorando por más de tres décadas las relaciones interculturales entre ambos países. Artista experimental, activista cultural, Gómez-Peña despegó en los años ochenta. En aquella época, entre San Diego y Tijuana, dirigió colectivos de arte interdisciplinario (Poyesis Genetica y Taller de Arte Fronterizo/Border Arts Workshop, hoy extintos), hizo periodismo escrito, eventos de arte-acción, producciones de radio bilingüe y hasta editó una revista: The broken line/La línea quebrada. En una entrevista radial, a la pregunta de su nacionalidad, Gómez-Peña respondió con múltiples identidades: “Posmexica, prechicano, panlatino, transterrado, arteamericano…depende del día de la semana o del proyecto en cuestión” (citado en Néstor García Canclini, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, México, Editorial Grijalbo/Conaculta, 1990, p. 302). En “el país de la frontera” todo es posible.

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En la frontera entre las dos Californias, la ola de sentimiento anti-migratorio se intensificó durante los años ochenta bajo los gobiernos de Ronald Reagan y George Bush padre. Fue una política oportunista y reaccionaria que tuvo en el alumbramiento de la franja fronteriza (“Light un the Border”) su expresión anti-migratoria más violenta. En ese contexto, se fundó en 1984 el Taller de Arte Fronterizo/Border Arts Workshop, un colectivo artístico interdisciplinario que se impuso la tarea de combatir la ideología reaccionaria mediante el activismo cultural. Tal tarea se realizó “a través del cuestionamiento de las divisiones nacionales e identitarias que dividían social y políticamente esta área con la intención de romper con los prejuicios y estereotipos predominantes […] el taller intentó ofrecer nuevos espacios de creación y de expresión a través de una exploración estética e ideológica de los márgenes. La reflexión sobre las realidades transnacionales de los sujetos que la habitaban los llevó a proponer un sujeto fronterizo, polimórfico, híbrido, políglota y binacional –un nuevo tipo de sujeto, postmoderno y postnacional. El resultado de las diferentes realidades específicas a esta porosa área fronteriza”, de acuerdo a la investigadora californiana Karina Hodoyán (“Las fronteras del performance latino en California”, en Josefina Alcázar y Fernando Fuentes, Performane y arte-acción en América Latina, México, CITRU/Ex Teresa/ Ediciones Sin Nombre, 2005, p. 68).

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Los miembros originales del Taller de Arte Fronterizo/Border Arts Workshop fueron: Guillermo Gómez-Peña, Isaac Artenstein, David Ávalos, Sara Jo Berman, Jude Eberhardt, Víctor Ochoa y Michael Schnorr. Después de abandonar el TAF/BAW, Gómez-Peña continuó explorando su idea del “sujeto fronterizo” por su cuenta o en complicidad con otros activistas culturales, como Coco Fusco y Roberto Sifuentes. Una de sus aventuras más celebradas fue el Mexterminator Project, en el que uno de sus personajes era el llamado Cybervato, extraña mezcla entre la figura del pandillero y el personaje de ciencia ficción Terminator, para responder a la cultura del miedo infundida por la violencia racista en la comunidad hispana. Como parte del mismo proyecto, Gómez-Peña abrió una página web, en la que las figuras de dos santos fronterizos, ofrecían redención al público a cambio de la confesión de sus pecados, pero también de sus deseos, fantasías y miedos respecto a los hispanos y a los indios.

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En los festivales InSITE, en San Diego y Tijuana, las expresiones de arte contemporáneo como instalación, performance y videoarte, resignifican la frontera como un espacio simbólico de cuestionamientos, desplazamientos y simulacros. En InSITE 2000, la artista brasileña Valeska Soares (Belo Horizonte, 1957), presentó una obra monumental que consistía en dos planchas de acero inoxidable y pulido, colocadas a manera de “espejos” en ambos lados de la barda fronteriza, para ficcionar el acceso imposible. Otra obra memorable se presentó en InSITE 2007: Chili Moon Town Tour: desde México a Estados Unidos, una “ciudad flotante” del artista argentino Daniel González y la artista italiana Anna Galtaross, cuyo trayecto es como el de cualquier indocumentado que intenta llegar a Los Ángeles y Nueva York.

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Además del TAF/BAW, otros colectivos artísticos irrumpieron en distintos momentos en la escena artística fronteriza con nuevas propuestas estéticas y de activismo cultural. Uno de ellos fue ASCO, un grupo interdisciplinario de artistas chicanos formado por Gronk, Harry Gamboa, Willie Herrón y Patsi Valdéz, que estuvo activo de 1972 a 1987. Otro grupo de gran relevancia fue el llamado Las Comadres, activo entre 1988 y 1992, integrado por 18 mujeres y concebido como un colectivo feminista multidisciplinario y transcultural. Una de sus acciones más celebradas fue cuando rentaron una avioneta que voló sobre la frontera con el mensaje: “1000 Points of Fear-Another Berlin Wall?” (“1000 puntos de miedo-¿Otro Muro de Berlín?”). Un discurso muy actual ante la obsesión del loco de la Casa Blanca por construir su muro. Y muy distinto al discurso de Los Cybrids, colectivo integrado por René García, John Leaños y Mónica Pilar Praba, quienes cuestionan a la sociedad hipertecnológica en la que vivimos, a través del performance multi-media.

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Mención aparte merece Torolab, colectivo fundado en 1995 por el arquitecto Raúl Cárdenas Osuna (Mazatlán, Sinaloa, 1969) e integrado por Rodolfo Argote (arquitecto), Bernardo Gutiérrez (ingeniero mecánico), Enrique Jiménez (periodista), Ana Martínez (arquitecta) y Shijune Takeda (músico). Con sede en Tijuana, este grupo de creadores tiene como objetivo principal gestionar proyectos de desarrollo para mejorar la calidad de vida de las personas. Convencidos de que el arte puede ser una herramienta de transformación social, han realizado diversos proyectos transdisciplinarios y transfronterizos, involucrando a profesionales de distintas áreas (artistas, arquitectos, escritores, ingenieros, gastrónomos, urbanistas), de acuerdo a las necesidades de cada intervención. Muy conocido y reconocido es su proyecto: La Granja Transfronteriza, que inició en 2011 en la Colonia Camino Verde en Tijuana, una zona de alta densidad poblacional, marginalidad, pobreza y violencia. La Granja es un proyecto participativo, un laboratorio orientado a erradicar los problemas de la zona a través del arte, la ciencia, la educación y el trabajo.

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Volviendo al tema del performance, es necesario mencionar a artistas como Elia Arce, Liz Cohen, Alina Troyano, Nao Bustamante y Lorena Wolffer, quienes han realizado acciones para cuestionar estereotipos, prejuicios y tabúes. En America the Beautiful (Ex Teresa Arte Actual, Ciudad de México, 1995), Bustamante sube una escalera como su personaje caricaturesco “Maybelline” –peluca rubia, maquillaje en exceso y el cuerpo envuelto en cinta adhesiva transparente-, con el fin de cuestionar el concepto de belleza dominante en Estados Unidos. Por su parte, Wolffer en Si ella es México, quien la golpeó (Center for the Arts, Yerba Buena Gardens, San Francisco, California, 1998), “recorre una pasarela vestida como Top Model durante 45 minutos, con su cuerpo maquillado con moretones y golpes”, mientras “se escucha una cinta de una sesión del senado de EUA en la que hablaban horrores sobre México. El cuerpo femenino sirve de metáfora para hablar de los problemas políticos entre ambos países” (Mónica Mayer, Rosa Chillante. Mujeres y performance en México, México, Conaculta/AVJ Ediciones/Pinto mi Raya, 2004, p. 55).

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Para concluir este apretado recuento de expresiones artísticas que cuestionan la discriminación, el racismo y la xenofobia, debe mencionarse la pieza: Carne y arena, una instalación virtual de Alejandro González Iñárritu, que se presentó en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco. Con la fotografía de Emmanuel Lubezki, el cineasta reflexiona sobre la crisis que la humanidad atraviesa actualmente con el fenómeno migratorio, convirtiendo la tragedia en una experiencia individual, que bien podía generar empatía en el espectador hacia los afectados. La pieza concluyó su ciclo en el CCUT el 27 de junio y fue vista por 12 mil 763 personas a lo largo de 285 días de exhibición.

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FOTO: Make America Great Again, Guillermo Gómez-Peña, 2018. /Tomada de la cuenta de Twitter de Guillermo Gómez-Peña (@pochanostra).

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