Yo soy la felicidad de este mundo: danza, cuerpo y deseo
POR JUAN HERNÁNDEZ
Sin duda alguna el director mexicano de cine Julián Hernández (México, D.F., 1972) es un enamorado de la danza… y de los bailarines. La profunda influencia del arte coreográfico se ha percibido en sus películas primeras (Mil nubes de amor cercan el cielo amor jamás acabarás de ser amor y El cielo dividido), pero claramente se deja sentir y ver en la reciente producción, estrenada en México en el Mix Festival de Diversidad Sexual en Cine y Video, Yo soy la felicidad de este mundo.
En tiempos en los que las fronteras entre disciplinas artísticas se diluyen para fundirse en nuevos lenguajes, como seña particular de la expresión contemporánea de la creación, no extraña ver a un artista cinematográfico como Hernández jugando al bailarín con la cámara.
Puede sonar extraño pero no lo es tanto; sobre todo por la elocuencia, en este sentido, de su más reciente película, en la que el ritmo y el movimiento de las secuencias se traslucen como el reflejo de una danza de la mirada.
Mirada lúbrica, voyerista, que no filma sino que acaricia los cuerpos, se pasea suave y rítmicamente sobre ellos, que recorre las texturas de las pieles que pueden prácticamente sentirse. El director-coreógrafo toma su tiempo, construye una espacialidad íntima para la complacencia erótica, a partir de cuerpos excitados y, dicho sea de paso, no de manera figurada, sino literal, en el plano.
Es una danza lujuriosa que se aferra a la estructura cinematográfica, que se funde en ella. Más allá de la anécdota, lo que importa en Yo soy la felicidad de este mundo es el tiempo-movimiento, el montaje, las secuencias largas que permiten al director hacer el amor, sin pudor e impunemente, frente a los espectadores acorralados.
La danza es en esta película lenguaje y también contenido. El creador toma la cámara y baila. Construye una estructura sensible, que busca el orgasmo visual. La lente cierra el encuadre sobre los cuerpos, cada vez más, hasta llegar a mostrar, casi, los poros de una piel viva, vibrante y sudorosa.
No hay duda de las posibilidades que Julián Hernández encuentra en la danza para potenciar su lenguaje cinematográfico. El movimiento en su sentido dancístico está presente de principio a fin; es la piel, el músculo y la sangre de la película.
El director inicia Yo soy la felicidad de este mundo con una secuencia coreográfica interpretada por la bailarina veterana y maestra Gloria Contreras, pero el foco de atención, sin duda, es el primer bailarín Alan Ramírez, formado en la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea, participante de la edición 2011 de Ópera Prima en Movimiento –en la que si bien no quedó entre los tres finalistas, cautivó con su natural encanto y virtuosismo expresivo–, y ex intérprete de la Compañía Nacional de Danza.
Alan es mucho mejor bailarín que actor. Sus deficiencias histriónicas se le perdonan cuando el director, ávido de piel, lo desnuda y lo pone sobre la escena cinematográfica como plato fuerte. Cuerpo heroico, perfecto… sin duda el ideal clásico, cercano a lo terreno pero también a lo divino: territorio perfecto para el deslice lúbrico del deseo.
Hernández utiliza la luz y la sombra para crear contrastes deslumbrantes y hacer exaltación erótica del paisaje corpóreo. Coloca a los cuerpos en escenarios construidos bajo el concepto de una estética retro, oscura y algo decadente. Y es justamente en ese aspecto de cierta reminiscencia ruinosa en la que el erotismo explota en el movimiento y en el ritmo de la cámara que recorre con minucia la piel transpirante.
Seguro que Julián Hernández es bailarín de “clóset”. Si es así, el director de cine –de “cine gay” si se le quiere etiquetar– , sale del armario y deja al descubierto sus obsesiones dancísticas; no baila con su propio cuerpo, tampoco va al escenario convencional a hacer coreografías, pero sabe moldear su propio oficio para realiza a través de él su deseo.
Algo hay de biográfico en la cinta, un exorcismo sicoanalítico, en el que Hernández es todos los personajes: el bailarín, el prostituto, el director de cine y la mujer desnuda sobre el piso como en celo, arropados por una atmósfera llena de nostalgia, que parece ser la que anida en su alma.
Yo soy la felicidad de este mundo, creo, es un producto híbrido, un monstruo de dos cabezas: es cine y es danza. Pero sobre todo es la forma que Hernández encuentra para colocarse en el mundo como hombre y artista, para dialogar desde la diversidad y polemizar con su tiempo.
*FOTO: Yo soy la felicidad de este mundo fue estrenada en el Mix Festival de Diversidad Sexual en Cine y Video, dirigida por Julián Hernández, producida por Roberto Fiesco y Víctor Velázquez, con Hugo Catalán, Alan Hernández, Gabino Rodríguez —ganador del Ariel al mejor actor—, Andrea Portal, Emilio von Sternerfels, Iván Álvarez, Rocío Reyes, Gerardo del Razo, Aladino R. Blancas, y la actuación especial de Gloria Contreras./Cortesía