Ethel Krauze y Beatriz Rivas: conversaciones cómplices

Jul 20 • destacamos, Lecturas, Miradas, principales • 4780 Views • No hay comentarios en Ethel Krauze y Beatriz Rivas: conversaciones cómplices

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Dos reconocidas escritoras mexicanas exploran el género epistolar y reflexionan sobre el oficio y los secretos profundos de la escritura

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POR ILIANA OLMEDO

En un ensayo titulado En busca del jardín de nuestras madres, publicado por primera vez en 1972, la escritora afroamericana Alice Walker narra que cuando empezó a escribir se preguntó dónde podría hallar referentes para su escritura y descubrió que en la historia de la literatura había pocas obras con las que se identificara. Decidió entonces buscar modelos y paradigmas afines y encontró un abundante grupo de mujeres que le habían sido vedadas. Así, emprendió una exploración para localizar a las escritoras, a las antepasadas, a las narradoras y a las heroínas que habían sido silenciadas o excluidas. Empezó, por sus orígenes, en África. Esta búsqueda de Walker es una enseñanza para cualquier escritora activa y una tarea que debe perseguir, pues es claro que la autoría femenina todavía es devaluada, excluida e invisibilizada. En mi particular persecución de autoras, y siguiendo a Alice Walker, llegué a Doble intención (2019), un delicioso diálogo epistolar que se inicia en febrero de 2013 y concluye en marzo de 2018 entre dos grandes autoras, ambas novelistas, ambas madres, ambas mexicanas: Ethel Krauze y Beatriz Rivas.

 

En la tradición de los mejores novelistas, intercambian una serie de cartas en las que revelan mucho acerca de su forma de percibir el mundo y enfrentarse a él a través de la literatura, ya que el epistolar es un género donde caben desde la reflexión hasta el ensayo. Se trata de un diálogo que comenzó a raíz de la presentación de un libro entre colegas y que terminó volviéndose una confesión entre amigas. De hecho, titulan “Confesión” a la primera entrega y cada autora presenta su definición del término, una suerte de epígrafe, y con ello plantea lo que entiende del acto de confesarse, en la línea de María Zambrano, y enuncia lo que vendrá en las siguientes páginas. Para Krauze la confesión “No es otra cosa que la necesidad de compartir, ser vistos y aceptados como somos”; mientras que para Rivas, “cada una de mis páginas contiene alguna confesión velada. Por eso la literatura me cura y me otorga todos los perdones que necesito”. Como lector es un placer ser un voyeur silencioso ante estas novelistas cómplices que nos revelan sus secretos y artimañas. A través de estas páginas conocemos a las autoras, sus miedos, sus contradicciones, sus proyectos creativos y vitales. Muestran el yo frente al peligro, cuando las dos quedan atrapadas en un elevador; el yo ante la catástrofe, al narrar sus experiencias durante el 19 de septiembre de 2017 y el yo ante el futuro, al contar sus angustias frente al panorama electoral del país. Por medio de la escritura analizan también su condición femenina, porque, como sabemos, no hay Mujer, sino las Mujeres, y cada una habla de su particular manera de ser madre, amiga, esposa. Puesto que en último término escribir es ahondar en la construcción de la identidad, estas cartas nos revelan las muchas formas y senderos que estas escritoras andan para construirse y también para realizar sus ficciones. Nos presentan distintas visiones acerca del oficio de escritor. Para Ethel Krauze el camino ha sido más arduo e intrincado, pero no con menos exploraciones y dudas que para Beatriz Rivas. En estas cartas también discuten su preocupación por esta disyuntiva que desvela a todo creador, establecer el límite entre verdad y ficción y las preguntas que contiene: qué tanto revelo de mi vida y qué tanto imagino. Las dos se cuestionan para qué y por qué escribo, cómo y cuándo desarrollo mi escritura. Por ejemplo, en una carta, Ethel expone las razones por las que deben continuar el intercambio epistolar por más tiempo y con ello muestra dos puntos de vista y dos maneras de trabajar: “algo me decía que tú estás acostumbrada a proyectos a corto plazo, eficaces, que cumplan un objetivo y que salgan a la luz en tiempo, o bien se analicen para modificarse y desecharse. Y a otra cosa. Yo no. Yo sé que emprendo una aventura como quien se lanza de la Quebrada”. De ahí que ambas sean escritoras en constante afirmación de su verdad creadora. Y, aunque sus posturas parecen divergir, lo cierto es que también confluyen en el mismo deseo y necesidad de expresarse.

 

Son conocidas las dificultades que se imponen a la creación hecha por mujeres y su legitimidad, por eso hay que conocer y comprender a estas dos escritoras, que nos enseñan cuáles han sido sus caminos y los obstáculos que han tenido que sortear. Los acosos, las exclusiones, la difamación. También exponen con la naturalidad de los secretos revelados las verdades que han descubierto, “ahora, rebasando la frontera de los sesenta, estoy aprendiendo este secreto: la belleza de amar la vida”, confiesa Ethel Krauze. Son cartas llenas de saberes adquiridos a través de la experiencia. Se trata, al final de cuentas, de una celebración de la amistad, esa que en palabras de Beatriz Rivas, “le da sentido a la vida”, y por ello como lector empiezas a desear participar en este diálogo.
Como escritora, al igual que Alice Walker busco el jardín de nuestras madres y me acerco a este libro porque sus autoras también saben que nosotras estamos ahí, buscándolas. Ellas también son buscadoras, Beatriz Rivas explica de esta manera su atracción por los personajes históricos femeninos que transformaron el orden del mundo: “Tal vez por el solo hecho de haberlas elegido para reconfigurarlas en mis páginas, tengo un poco de ellas. A veces me habitan, me regañan, me hablan, me aconsejan. Como ahora lo haces tú, siempre lúcida, con estas cartas”. Porque lo cierto es que la tradición se construye, sin olvidar citar a Harold Bloom, mediante las influencias y los modelos que seleccionamos. De hecho, el libro cierra con las respectivas respuestas a la pregunta ¿quién me inspira?, en la que las dos escritoras enlistan muchas mujeres, entre ellas: Frida Kahlo, Gerda Taro, Alma Mahler o Malala Yousafzai. Desde su papel de madre, Ethel Krauze escribe, “queremos legar a nuestras hijas algo más que nuestras perplejidades”, y se lo agradecemos tanto como lo disfrutamos, puesto que nosotras, del mismo modo que ella, también hemos perdido las certezas.

 

FOTO:  Doble intención, Ethel Krauze y Beatriz Rivas, Editorial Aguilar, México; 2019, 242 pp.

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