Gaspar Noé y el erotismo embotado

Dic 12 • Miradas, Pantallas • 5747 Views • No hay comentarios en Gaspar Noé y el erotismo embotado

POR JORGE AYALA BLANCO

 

En Love: Amor en 3D (Love, Francia-Bélgica, 2015), archiexplícito filme 4 del estreñido autor total francoargentino otrora shocking de 52 años Gaspar Noé (Stand Alone 98, Irreversible 02, Enter the Void 09), el guapo estadounidense sempiterno estudiante de cine Murphy (Karl Glusman insóplido) despierta una mañana de primero de enero en París comprobando amansado su antiguo dictum irónico de que “Si algo va a salir mal, saldrá mal”, sobre todo si es algo triste y amargo, al lado de su vulgar y aburrida esposa rubita a la que no quiere Omi (Klara Kristin) y del nenito de ambos Noé (Jean Couteau) concebido accidentalmente por desventurado desgarramiento de un condón, provocando asimismo la ruptura irreconciliable con el verdadero amor del varón, una explosiva y despampanante estudiante de arte también norteamericana en el extranjero Electra (Aomi Muyock apabullante), cuya angustiada madre llama ahora y diez veces más por teléfono asegurando que su hija ha desaparecido y sospechando que por fin ha cedido a sus tendencias suicidas, y entonces todos los acontecimientos y las razones del embotamiento vital del héroe van para atrás, reapareciendo primero la furia de la bella apasionada Electra al enterarse del embarazo de su vecinita Omi y, en seguida, cuando ella y Murphy se la ligaron de ventana a ventana, para invitarla a cenar e integrar de inmediato un trío sexual, pero también se evocan otras aventuras eróticas instantáneas de la amoral sexogandalla Electra, por ejemplo con su examante galero de arte, y algunas experiencias límite o jugueteos adultos, escalonados durante dos años, de la pareja, cada vez más hundida en la drogadicción degradante, empezando por el uso de éxtasis, ácido lisérgico e innombrables sustancias sagradas y novedosas, siempre inducidas por el amigo latinoamericano ebrio de santerías Julio (Juan Saavedra), o bien sumidos en el vórtice de lances genitales en grupo anónimo, ahora conducidos por el generoso teniente policiaco depravado Castel (Vincent Maraval), quien así pensaba rescatar de su derrumbe a una delincuencial Electra caída en su comandancia, hasta la depresión irremediable y la paternidad asumida que acabarían finalmente con la envidiable y ejemplar pasión amorosa de aquellos gringuitos ingenuos de erotismo tan tonto e incipiente cuan punitivamente embotado. 

 

El erotismo embotado va hacia atrás, siempre estructural y narrativamente hacia atrás, retrocediendo paulatina y categóricamente en el tiempo, como en todos los filmes de Noé, pues por algo Irreversible fue el modelo insuperado de las segundas ficciones de Arriaga-Iñárritu, por bloques-planos secuencia (en sus inicios) o por largos y sinuosos segmentos reiterativos (como ahora), remontándose a los orígenes de la trama, hasta llegar virtualmente a su semilla: el inolvidable primer encuentro idealizado Murphy-Electra, pero también va simbólica, moral, ética e intelectualmente hacia atrás en la evolución de las costumbres sensuales, retrogradándose y retrogradando al auditorio, ya que la ficción, partiendo del visceral desdén ilustrado a cualquier relación doméstica-domesticada tradicional o clásica o absoluta según Jung o constructora de la libertad del otro a lo Sartre, condena de antemano cualquier búsqueda de otras formas de expresión sexual, abocándolas al fracaso, fundiéndolas y confundiéndolas y equiparándolas al consumo de drogas degradantes, pese a que ya, con gran lucidez, evitaba hacerlo un filme pionero tipo More de Barbet Schroeder (69) en su fundacional momento. 

 

El erotismo embotado va estéticamente para atrás, planteando de entrada un hiperrealismo minimalista de petrificados planos frontales sin causa ni motivo, una estática fotografía manierista antisensual de Benoît Débie, un deserotizador carnaval de efigies conectadas de perfil perpetuo y, ante todo, esa visionuda paradoja de un filme erótico mainstream en 3D, donde ya no se trata de hurgar reveladoramente en La cueva de los sueños olvidados (Herzog 11), ni de enmendarle de plana feérica al mismísimo Méliès en La invención de Hugo Cabret (Scorsese 11), ni de dar volteretas sin Gravedad en imágenes de cabeza (Cuarón 13), ni de inventar formas expresivas crepusculares para decirle Adiós al lenguaje (Godard 14), sino de renunciar a todo ahondamiento, sentido y excitación, con cualquier suerte de escenas softcore (o sea, sin penetración gráfica) empelotas fragorosas que se te echan embarradas encima y hasta un pene curioso en big close-shot eyaculando contra el espectador cual cañón despistado. 

 

Y el erotismo embotado va para atrás asimismo en cuanto a invención conductual, el prototípico chavo asustadizo Murphy de languidez asegurada que se siempre acababa vomitándose a las primeras de cambio y la arquetípica chava inalcanzable/inaprensible Electra de bisexualidad implícita y una muy evidente bipolaridad, víctimas ambos de un esquematismo psicológico más bien lamentable que reduce todos los personajes a meras figuras hermosas en una ronda de turismo sexual sin rumbo, maquinitas deseantes llenas de órganos desbordados, transitando psicogenéticamente por todas las orientaciones u opciones sexuales y alucinógenas habidas y por haber (sólo les faltó la zoofilia y la necrofilia, pero ni modo pues, “Nadie es perfecto”: Billy Wilder), estacionándose en cada una y no quedándose en ninguna, para concluir en una desaparición femenina dramatúrgicamente forzada y en una insatisfactoria sexualidad viril tan melancólica como cualquier nostalgia añorante de lo vivido, en cualquier interminable asexualidad anclada en la bañera donde culminan el spleen, el tedium vitae y el inconsolable sentimiento de pérdida, esa tina-callejón sin salida que atrapa en su seno cual pozo sin fondo o túnel carente de luz en el extremo de salida, aunque asediada por el rosetón lumínico de la cosmovisión ácida, el recuerdo de mejores fajes irrepetibles ahí mismo y un crío cariñosito tendiendo los brazos como único posible consuelo. 

 

 

*FOTO: Love: Amor en 3D, del argentino Gaspar Noé, se estrenó en México el 11 de diciembre/Especial. 

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