Milena Busquets: todo sobre mi madre

Abr 8 • Lecturas, Miradas • 3346 Views • No hay comentarios en Milena Busquets: todo sobre mi madre

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Alejada de una autocompasión melodramática por la ausencia de su madre, la narradora crea un trasunto verosímil de sus secretos, creencias y deseos

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POR LUIS FELIPE PÉREZ SÁNCHEZ

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También esto pasará va en la octava edición desde que fue publicado en 2015. Se cuenta que antes de salir a la venta, la novela de Milena Busquets ya había sido vendida a, por lo menos, treinta y tres editoriales en el mundo. Arrasó en la Feria de Frankfurt suscitando el interés de editoriales como Gallimard, Suhrkamp, Rizzoli o Hogarth Press de Estados Unidos. La segunda novela de la autora nacida en Barcelona en 1972 se inscribe en una sonada literatura autoficcional, como ha dicho la crítica. El personaje central, Blanca, cuenta, en medio de un viaje con amigos, su vuelta dolorosa al pueblo donde está la casa de su madre muerta. El regreso a Cadaqués, por primera ocasión luego del funeral de su madre, le significa a la protagonista algo semejante a la crónica de un viaje, pero sobre todo es el espacio para el cauce de la voz narrativa de Milena Busquets que deja un pensamiento literario colmado de reflexión constante sobre la pérdida. Desde ahí, vacila y teme, recuerda y debate los dichos de su madre, pisa y tantea de nuevo unas arenas movedizas que le han dejado en el desconsuelo. Habla para sí misma pero para el lector siempre. Se lee una prosa fruto de mucho cuidado y de mucho pensar las ideas que dieron vuelta algún tiempo hasta hallar su sitio en las construcciones dubitativas a veces, muy firmes también. Se le puede seguir sin ningún reparo a esta narradora que deja una obra tan sutil como fluida, una charla a la que uno desea asistir, una sonrisa tímida que da gusto ver, una especie de palmada en el hombro que invita a continuar por donde se ha iniciado.

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La portada es una figuración de Cadaqués, el escenario donde se desarrolla También esto pasará. Blanca, ahora huérfana, pero también madre, parece una mujer que había estado extraviada o negada a ver el camino de regreso, como diría Whitman. Parece que antes de que la novela estuviera escrita había un dolor impenetrable que nubló los recuerdos y las ganas de visitar la casa materna de nuevo, después de la muerte.

La novela de Busquets ha sido traducida al francés, alemán, italiano e inglés./Cortesía: La Nación/GDA

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Eso fue antes. Ahora existe el paseo emotivo de una mujer que visita los sitios de cuando fue hija, la geografía, los recuerdos, pero también las emociones. Reflexiona siempre a propósito de las relaciones de la mujer actual frente al mundo. Se centra en el sentido de las cosas triviales que dejan de serlo cuando alguien se ha ido y vuelven a la mente como verdaderos sucesos extraordinarios.
Da la impresión de que los cuarenta años le sugieren a Busquets también un alto en el camino. Parece que no se trata de un detenimiento del todo; menos que un freno contemplativo, propone una suerte de monólogo que da saltos hacia un tiempo otro donde la presencia de la madre es firme, un recuerdo casi palpable donde ella, la narradora, obedece, es dirigida, sigue las costumbres que con don de mando fueron dictadas hasta entonces. Pero, al mismo tiempo, podemos ver una rebeldía reprimida por parte de quien había sido hija.

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Más bien, se trata de una vuelta de ciento ochenta grados para mirar de nuevo algo que no se quiso ver o no se había visto. Finalmente en eso consiste el hallazgo, en encontrar algo que no se había notado de primera instancia, de develarlo como si no hubiera existido antes pero ahora sí. Hablo de una Blanca que se mueve con tal naturalidad que contagia, se pone frente al espejo y asistimos a un asunto de personaje shakespereano. Se le aparece el espíritu de a quien quiere hablarle. El paseo del personaje se abre hacia la revisión de las relaciones personales. Es una mujer analítica y resuelta, también ingrávida, que, sin saber muy bien cómo, nos da muestras de ir dejando cierta etapa y ciertos nudos un poco atrás, como si estuviésemos ante un capullo que se rompe y de éste nace una mariposa.

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Blanca es un personaje dotado de pensamientos como idearios de vida, fruto de los fracasos o de las experiencias; una suerte de credo particular que le hace hablar con su madre. Monologa y esa introspección con destinatario nos llega a nosotros en esta novela donde piensa el amor, por ejemplo: “siempre he pensado que los que dicen «te quiero mucho», en realidad te quieren poco, o tal vez añaden el «mucho», que en este caso significa «poco», por timidez o por miedo a la contundencia de «te quiero», que es la única manera verdadera de decir «te quiero». El mucho hace que el «te quiero» se convierta en algo apto para todos los públicos, cuando, en realidad, no lo es. «Te quiero», las palabras mágicas que te pueden convertir en un erro, en un dios, en un chiflado, en una sombra”.

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Casi todo el tiempo el lector parece ser un mirón, un tercero que atestigua cómo ante el silencio de la madre, la hija lo cuenta todo. Seguimos el itinerario de este momento en la vida de Blanca, un trasunto verosímil de las inquietudes y las angustias, los secretos y las creencias, los desvaríos y los deseos. Logra dar la imagen de un espejo de los entes emocionales que somos. Uno se ve en los hombres que describe Blanca, una se mira en las mujeres que dibuja Blanca.

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Y la vista que deja Busquets es casi lúdica e impregnada de humor negro. Mejor, del sarcasmo del desencanto, un pesimismo casi irreverente pero también sabio; lejos de una autocompasión melodramática, la naturalidad y la sutileza de la burla con la que se concibe a sí misma y al mundo iluminan la novela para hacer de este texto un libro entrañable, muy familiar. Las lecciones que da Busquets no son desde una altura de quien enseña, sino desde la experiencia propia, un ejemplo que muestra, devela experiencias y arrastra hacia sí.

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La elegancia del humor del personaje de Busquets es el acicate que aporta a la novela el presentismo que hace tan latente la lectura; la ginebra justa para un buen gin tonic. Es velocidad en la lectura, pero es, además, un ancla para eludir la inercia que podría llevar al personaje a rememorar y dejar de ser un paseo de ritmo como el de las olas de un mar casi calmo, indiferente, para ser una excavación de las memorias. También esto pasará da en el blanco cuando pone en claro que se trata de dejar algo atrás más que de querer recuperarlo. Nos mantenemos en este escenario donde no se anhela lo que ya sucedió sino que se vive con ello.

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La sensualidad, el deseo o el coqueteo casi permanente da frescura a un personaje de cuarenta años que se mantiene en el presente gracias a esa vitalidad que da el sexo o la conciencia de finitud. La muerte de la madre es para Blanca el recordatorio de la vida que sigue teniendo: “el sexo me gusta porque me clava en el presente. Tu muerte también”.

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Busquets ilustra el presente en un pasaje donde se encuentra con un amor del pasado y, Blanca, buscando algo que se le ha perdido se deja arrastrar hasta hacer algo como hacían en otros tiempos: “nos ponemos a bailar como cuando éramos pequeños y todavía creíamos que la vida iba a cumplir todas sus promesas y todo daba igual porque todo iba a salir bien”. La escena culmina con una risa resignada de Blanca. Es esa risa que también es toma de conciencia de que el tiempo ha hecho lo suyo y que todo, porque eso somos, pasar, todo pasará y siempre habrá que volver a casa e intentar respirar mejor y librarse de las pesadillas y hasta sentir felicidad, incluso habiendo perdido a quien se quiere. Eso, escribe Busquets, es un principio al menos, el indicativo de que “también esto pasará”.

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FOTO: También esto pasará, Milena Busquets, Anagrama, 2015, 172 pp./ESPECIAL

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