19 de septiembre: la mirada del cine

Sep 22 • destacamos, Miradas, Pantallas, principales • 6395 Views • No hay comentarios en 19 de septiembre: la mirada del cine

Las tragedias sísmicas en la Ciudad de México han sido motivo de distintas producciones cinematográficas, desde las que las que explotan el discurso patriotero, la representación llana de la tragedia a los documentales

 

POR ERNESTO DIEZMARTÍNEZ

 

En el momento que se quiere cumbre de El día de la unión (México, 2018), segundo largometraje del actor convertido en autor total Kuno Becker —director, guionista, productor, protagonista—, el ingeniero civil desempleado Javier (Armando Hernández), que de amable ruletero se ha convertido en brioso líder rescatista, arenga a la polvosa multitud que lo rodea, la noche del fatídico 19 de septiembre de 1985, pidiéndole que no decaiga, que no desfallezca, que no desista. Que entre las ruinas de esos edificios caídos hay gente que espera ser rescatada. Que algunos dicen que ya mero llegan los gringos a salvarnos. Que allá afuera nadie quiere creer que podemos solos. Pero claro que podemos: con las manos pelonas de la gente común y corriente que está ahí, con el voluntarismo agresivo de una joven mujer de armas tomar (Ximena Ayala) y con el improvisado heroísmo de un tipo al que apodan “la Pulga” (Harold Torres), es más que suficiente. “¡Aquí está México!”, grita Javier. “¡Aquí está México!”, le responde la multitud, enardecida y emocionada. “¡Aquí está México!”, se repite una y otra vez, cual mantra inspirador.

 

Por el contenido del monólogo escrito por Kuno Becker, por la artificiosa pero eficaz puesta en imágenes —diseño de producción de Rafael Mandujano, fotografía de Rodrigo Marina— y hasta por el título de la cinta misma, estos minutos climáticos de El día de la unión nos remiten a varias escenas similares, especialmente al blockbuster hollywoodense Día de la independencia (Emmerich, 1996), escena luego recreada por Guillermo del Toro en Titanes del Pacífico (2013), todas ellas hijas bastardas de la madre de todas las arengas, el célebre discurso bélico del “Día de San Crispín” de la shakespeariana Enrique V.

 

Más allá de las referencias cinefílico-dramáticas ya descritas, el monólogo del líder improvisado Javier representa el discurso canónico alrededor de la tragedia del 19 de septiembre de 1985: por un lado, la emergencia de la solidaridad nacional y el heroísmo anónimo; por el otro, la ineptitud y/o corrupción de nuestros gobiernos como fuente primera y última de todas nuestras desgracias.

 

No es algo nuevo: desde la primera representación de la tragedia en el cine nacional de ficción, Trágico terremoto en México (Francisco Guerrero, 1987) —cinta enlatada y luego estrenada con tres años de retraso por supuestas presiones del gobierno de Miguel de la Madrid—, la dicotomía ya estaba claramente definida. Por acá, el pueblo llano en el que abundan los personajes nobles que viven al margen de la sociedad —la prostituta, el borrachín, el padrote, el contrabandista— mientras que, por allá, aparecen los malvados sin redención posible, los políticos autoritarios, capaces de empeorar la tragedia por sus muy corruptas pistolas.

 

Así pues, tanto en El día de la unión como en Trágico terremoto en México, la única posibilidad de salvación depende no del gobierno ni de las autoridades, sino del esfuerzo y el sacrificio de la gente común y corriente, como el célebre “topo” apodado “la Pulga”, que aparece en estas dos películas y que, incluso, en el filme dirigido por Francisco Guerrero es interpretado por el auténtico Marcos Efrén Zariñaga, “la Pulga”.

 

El impulso subversivo/populista presente en este par de crónicas fílmicas sobre el sismo del 19 de septiembre de 1985 no proviene de la nada. Nace a partir de una realidad conocida y sufrida por sobrevivientes y testigos, a la que, por cierto, ninguno de los dos filmes anotados termina haciéndole plena justicia. De hecho, tanto El día de la unión como Trágico terremoto en México se empequeñecen frente a la que sigue siendo la mejor película sobre el tema: el encabronante documental en cine directo No les pedimos un viaje a la Luna (1986), dirigido por Maricarmen De Lara.

 

La diferencia radica en lo que propone De Lara como efecto de la tragedia. En Trágico terremoto en México el sismo es la causa melodramática que desnuda o castiga a los malvados —a un médico espanta-cigüeñas, a una pareja de riquillos fifís, a cierto burócrata insensible— y, al mismo tiempo, despierta la nobleza dormida de los héroes anónimos como “la Pulga” o el recio ¿narcotraficante? interpretado por Mario Almada.

 

En El día de la unión sucede algo similar: el temblor hace que el padre desobligado Max (Kuno Becker) se sacrifique in extremis para salvar a su pequeño hijo, mientras que el ingeniero-taxista Javier está destinado no sólo a liderar los heroicos trabajos de rescate, sino a dejar atrás la viudez para dedicar el resto de su vida a ser el padre postizo de un bebé encontrado entre los escombros. Es decir, el 19 de septiembre de 1985 se convierte en esta película en una suerte de segundo “Día del padre” nacional. Por supuesto, el infaltable villano irredimible (cierto político corrupto interpretado por Álvaro Guerrero) y su malévolo compinche (Mario Zaragoza) recibirán su justo castigo, como era de esperarse… por lo menos en la ficción.

 

En contraste, en No les pedimos un viaje a la Luna el terremoto no es la causa melodramática de nada sino el punto de partida para algo más: el descubrimiento de la vergonzosa explotación sufrida por las costureras capitalinas, semiesclavizadas en galerones y sótanos que se derrumbaron sobre ellas la mañana del 19 de septiembre, lo que detonará entre las sobrevivientes no sólo la conciencia de su propia condición de clase, sino que las llevará a enjugarse las lágrimas para luego, desafiantes, fundar el sindicato de costureras 19 de septiembre.

 

Así pues, el documental de Maricarmen De Lara no sólo nos entrega la dolorosa crónica del día (y de la semana y de los meses) después y no sólo se alimenta de la rabia e indignación tan justificadas, sino que representa la esperanzadora raíz de otra posibilidad, de otro México. No el que se levanta al oír un patriotero discurso inspirador, sino el que se dispone a construir y a luchar por otro país. Con todo y terremoto de por medio.

 

 

FOTO: Fotograma de El día de la unión (2018), película dirigida por Kuno Becker. Videocine

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