Entrega 16 del Latin Grammy 

Dic 5 • Miradas, Música • 3633 Views • No hay comentarios en Entrega 16 del Latin Grammy 

POR IVÁN MARTÍNEZ

 

Hace unos días, el 19 de noviembre, se llevó a cabo la entrega no. 16 del Grammy Latino, que debiera ser el reconocimiento a lo mejor de la música grabada en los países al sur del Río Bravo. Mucho me temo que, al igual que en las categorías de otras músicas, las categorías clásicas surgen y se ganan desde el éxito comercial y de publirrelaciones entre los miembros votantes de esta Academia, más que basados en la calidad de ejecución, propuesta musical o estándares de calidad de las ingenierías de grabación, mezcla y masterización. Lo anterior debilita la influencia de los premios en la vida cotidiana más allá de, precisamente, las futuras nominaciones.

 

Es el caso, en la premiación de este año, de los resultados de la categoría de mejor composición, otorgada al pobre e insufrible (y peor grabado, ¿no hubo peor instrumento disponible en el estudio?) Capriccio para piano de Carlos Franzetti (Franzetti plays Franzetti, Amapola Records), que se impuso al Trío no. 4 “La noche”, para piano, violín y violonchelo, de Roberto Sierra, una pieza de honduras emotivas y riquezas colorísticas y armónicas muy superiores incluso al propio corpus de este compositor puertorriqueño, que ya alguna veces cayó en la superficialidad y en la repetición de los patrones que le han dado tanta popularidad, pero que en este Trío, grabado excepcionalmente en un disco que debió ser considerado por completo (Latin American Piano Trios, del Arcos Trio para Centaur Records), suena tan original como si lo escucháramos por primera vez.

 

La otra categoría dedicada a la música clásica, la de mejor disco, fue entregada ex aequo al inconseguible Alma Brasileira (Débora Halász y Franz Halász para Bis Records) y a la más reciente colaboración entre la pianista venezolana Gabriela Montero y el director mexicano Carlos Miguel Prieto, al frente de una Youth Orchestra of Americas de buen protagonismo sin sobreexposiciones, para Orchid Classics.

 

El disco, producido con pulcritud por Jonathan Allen, está dividido conceptualmente en dos partes, la primera dedicada al Segundo Concierto para piano op. 18 de Rachmaninov, que es ejecutado por la Montero en intenciones dramáticas justas, con un sonido grande pero no robusto, y con articulaciones incisivas que debilitan las posibilidades de su legato, pronunciado con mayor suavidad en la segunda parte del programa, dedicado a cuatro obras de ella misma bien asociadas con este concierto: protagónicamente su Ex patria, op. 1, para piano y orquesta, pieza enérgica, no desbordada, de mucha pasión, dolor y vehemencia, que contiene fragmentos en lenguaje plenamente moderno, algunos violentos, y otros muy románticos, tradicionalmente líricos, llenos de melancolía.

 

Si como he dicho, el mejor activismo es el que se hace desde el arte, esta Ex Patria ayudará a recobrar el camino de su pueblo y el disco habrá valido la pena; por ésta, al igual que por las honestas tres Improvisaciones para piano solo que le siguen.

 

Nominado en esta categoría estuvo Ruperto Chapí: Cuartetos no. 1 y 2 del Cuarteto Latinoamericano para Sonu Luminus. Dos cuartetos de cuerda de 1903 raros, por supuesto, entre el monumental corpus de zarzuela de este popular compositor español.

 

De entrada, las dos obras podrían parecer simples piezas de salón. No lo son. Quizá no estemos ante una música universal o una de gran envergadura; ni Chapí fue un compositor cosmopolita y se escucha. Pero hay que poner atención en el desarrollo intuitivo de cada motivo; el tratamiento armónico no se queda en la superficie. Por supuesto, todo tiene un tufo zarzuelero delicioso, fuerte, pero aparece continuamente una sombra schumanesca –por mencionar la influencia más clara– bien entremezclada; a veces clara, a veces bien escondida, que le da aires superiores, sin llegar a la pretensión que se escucha en otros compositores que intentan cruzar las fronteras de la lírica popular a la sala de concierto.

 

Ambos cuartetos guardan amplias similitudes en forma, el desarrollo de los motivos de sus primeros movimientos por ejemplo, pero son muy disímbolos en concepción y muy específicos en su carácter; el primero más castizo, el segundo más hebreo. Es curioso que pasaran tantos años entre sus primeras zarzuelas y estos ejercicios de composición de mayor complejidad y que entre ambos, escritos el mismo año, existan dos acercamientos tan distintos dentro de su mismo lenguaje –el primero más romántico, el segundo con mayores visos de modernidad.

 

Bravo al Cuarteto de los hermanos Bitrán y Javier Montiel, cuya ejecución está cuidada al máximo, por el rescate de estas discretas joyas.

 

Otros dos discos mexicanos fueron considerados como primeras candidaturas pero no llegaron a la recta final: el de Juan Pablo Contreras, Silencio en Juárez (Albany Records) reseñado aquí recién comenzó a ser distribuido (Confabulario, 19 de abril, 2015) y Peligro, el debut como compositora de la cantante y también violinista Valeria Mason: una deliciosa conjunción de voz –noble, dulce pero robusta–, letras –sustanciosas sin pretensión– y ritmos –que van de un gustoso bossanova a la balada tierna– formando una sola personalidad tan distintiva que rara vez se encuentra en esos terrenos de la música latina.

 

*FOTO: El Cuarteto Latinoamericano estuvo entre los nominados en la categoría de Mejor Álbum de Música Clásica por su disco Ruperto Chapí: Cuartetos no. 1 y 2/Especial

 

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