Macbeth, ciudad de insomnio, naufragio coreográfico

May 25 • Escenarios, Miradas • 9617 Views • No hay comentarios en Macbeth, ciudad de insomnio, naufragio coreográfico

POR JUAN HERNÁNDEZ

Recursos escénicos sobraron en la ambiciosa puesta en escena de Macbeth, ciudad de insomnio, del coreógrafo mexicano Jaime Camarena, con bailarines de la compañía A poc A poc y del Centro de Producción de Danza Contemporánea (Ceprodac) del INBA, estrenada en el marco del Festival de México en el Centro Histórico, en el Palacio de Bellas Artes, el 18 de mayo.

El coreógrafo manejó con dificultad el timón de la maquinaria escénica que naufragó irremediablemente ante la falta de un elemento que cohesionara a los diferentes lenguajes artísticos convocados para la construcción de la pieza.

La obra dancística, paráfrasis de la tragedia escrita por William Shakespeare, se tornó confusa, desarticulada, desbordante de recursos que en la escena ofrecieron un espectáculo caótico.

Camarena buscaba hacer la metáfora sobre el estado del alma del mundo contemporáneo, adoptando el tono oscuro y lapidante de la tragedia de Shakespeare, “actualizando” el discurso para hablar sobre la enajenación de los seres humanos en la cultura del consumo, el uso de las nuevas tecnologías, la banalización de la existencia en programas de espectáculos televisivos y la violencia reflejada en el sonido estridente y escabroso de una banda de rock.

La ambiciosa empresa sucumbió debido al engolosinamiento del creador con la parafernalia escénica, que operó en contra de la eficacia discursiva y expresiva de la obra. Camarena olvidó poner los recursos escénicos al servicio de los bailarines, quienes en la danza son los constructores del lenguaje que cohesiona a una pieza coreográfica.

Los intérpretes de A poc A poc y del Ceprodac lucharon contra el excesivo peso de la maquinaria escénica que de ningún modo les permitió potenciar la expresión de sus cuerpos. Perdidos en la escenografía (construida con andamios tubulares) y ocupados en moverla por el escenario los intérpretes parecían no tener tiempo de profundizar en la construcción de un lenguaje de movimiento que expresara el espíritu de la obra artística.

Aún más, los bailarines fueron colocados en un terreno que no dominan, el de la actuación. Decir textos, increpar al público a través de la palabra no es lo propio de un hombre que danza, éste habla con el cuerpo en movimiento.

La carencia de recursos y preparación actoral de los intérpretes se manifestó en la ineficacia para construir a un personaje, así como en el nulo dominio de herramientas esenciales del trabajo del actor como la dicción y el timing, con la excepción sobresaliente de Raúl Tamez, quien construyó a una Lady Macbeth delirante.

No se cuestiona aquí la capacidad y el talento de los bailarines que estaban sobre la escena, sino el nulo provecho que se sacó de ellos. El bailarín es una pluma de punta fina que escribe, sobre el espacio y el tiempo performativo de la danza, el soneto que compone el coreógrafo; la música, por otro lado, potencia ese estado de la creación, las formas se escuchan, se huelen, se graban en la memoria sensorial del espectador, pero esto no ocurrió en la obra de Camarena que, como Macbeth se perdió en la ambición desbordada.

*Macbeth, ciudad de insomnio, de Jaime Camarena, se presentará en el Teatro de la Ciudad, el 30 de mayo, a las 20 horas, y en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario, 14, 15, 16, 21, 22 y 23 de junio, viernes y sábados, a las 19 horas y domingos a las 18 horas.

 

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