Crónica mínima del VI FICUNAM

Mar 5 • Miradas, Pantallas • 3176 Views • No hay comentarios en Crónica mínima del VI FICUNAM

POR JORGE AYALA BLANCO

 

En sólo 7 días, pero incluyendo 90 filmes repartidos en 5 secciones (Competencia Internacional, Ahora México, Manifiesto Contemporáneo, El Porvenir, Aciertos: Encuentro Internacional de Escuelas de Cine) y varias retrospectivas pertinentes (Gomes, Khutsiev, Julien, López Aretche), el festival arrancó por su plato fuerte: Visita o memorias y confesiones (1982), el inesperado obsequio post mortem del legendario portugués superlongevo Manoel de Oliveira (1908-2015), deliberadamente autorretenido por más de 33 años, con ávido hurgamiento feraz del espacio casi único de una solariega mansión laberíntica donde vivió 40 años y creó las primeras 20 de sus 64 cintas, ultraliterarias voces-eco dialogantes en off a lo India Song (Duras 75) fantasmalmente escritas por Agustina Bessa-Luís, neovanguardista creación en hueco hiperreal tipo Straub-Hanoun-Akerman, autorretrato de un genio conservador hijo de principios del XIX prolongándose hasta el XXI, álbum de familia archiburguesa y su decadente poderío fabril, detonantes confesiones a cámara del realizador apenas septuagenario, retrato floral de la esposa María Isabel abnegada estilo ibérico aberrante, delirio-añoranza de la virginidad femenina como forma exclusiva de la santidad, recuerdo traumático de los injustos 10 días carcelarios que dura duraderamente conmovieron al cineasta durante la dictadura, arrasadora ceremonia-saudade del adiós fatal y la sombra invasora de una magnífica magnolia inmisericorde.

 

Prosiguió a tambor batiente con El blues de Kaili del precozmente inasible debutante chino de 26 años Bi Gan narra la humilde travesía existencial-onírica en varios presentes, pasados y futuros, de un expresidiario médico-poeta rural en busca de su querido sobrinito cuyo torvo padre Cara de Loco acaso vendió o hizo refugiarse en una provincia lejana, un viaje primero inmóvil con poemas radiofónicos y luego territorial, a base de alígeras tomas dinámicas de ejecución imposible, cierto antológico plano secuencia comunitario de 41 minutos multiespaciotemporales y una deliciosa ronda encantada de criaturas pluridialectales. El evento del matemático bielorruso Serguéi Loznitsa escarba y profundiza en el subversivo momento clave de la caída de la URSS exacto del 29 al 31-VII-91 en un Leningrado desde entonces de nuevo San Petersburgo, como antes lo hizo en la reciente insurrección ucraniana en Maidán (14), pero ahora con tomas de archivo en b/n de 12 formidables fotógrafos, para leer la belleza de la revuelta popular en los rostros y actitudes corporales de los anónimos participantes y sus arengas y cánticos espontáneos, todo enmarcado en pausas-comentario irónico de El lago de los cisnes de Chaikovski, ¿o era El chapoteadero de los patos del fin de la pesadilla comunista para dar paso a otra impunidad? Y Un piso más abajo del rumano Radu Muntean, sobre la torturante imposibilidad de delatar al vecino feminicida, reemplazando el viejo drama de la responsabilidad ético-política socialista por el de la castración existencial.

 

Pero el centro gravitacional del evento fueron las casi 6 subyugantes horas de Patria (Irak, año cero) del preciso hombre-orquesta iraquí Abbas Fardel, que describen con nulo exotismo ni pathos impostado la cara sonriente pese a todo del ignoto país otro, primero preparándose con TValegría para su trágica inmolación durante los últimos temerosos días del régimen totalitario de Saddam Hussein (Parte 1: Antes de la caída) y luego apenas recuperándose del inicial ramalazo invasor (Parte 2: Después de la batalla), en un díptico raro y cercano a la vez, una cinta casera a nivel barrial-nacional sobre el reverso genuino de un martirologio colectivo sin faz humana en la industria de la manipulación de las conciencias, ahora dentro de la calidez cotidiana más común e inmediata, hecha del infatigable bombeo en el jardín hasta que salga agua limpia o la cinta protectora en el ventanal sobre la del conflicto bélico del 1991, y luego, de la omnipresencia de zonas infranqueables y desvíos, recorrido en auto por devastaciones urbanas con rostro sufriente y otras físico-espirituales devastaciones fuertemente individualizadas, saqueadores acechantes, cementerio de archivos fílmicos, niños de un incallable coro helénico clásico cual guías del horror, soldados yankies buenaonda aunque armados hasta los dientes y una elegía islámica leída sin gloria del dolor en el júbilo diáfano de un sobrinito de súbito desaparecido dentro del flujo funeral de este magma visibilizado.

 

Aunque hubieron propuestas más lúdicas y celebratorias, como Justo ahora, mal entonces, donde el delicado miniaturista sudcoreano Hong Sang-soo corrige su trama por una sola infinita vez pero a lo Hechizo del tiempo (Ramis 93), sin lograr que el alígero relato irónico sobre un desesperado ligue erótico transferencial logre romper la infame horma-barrera autorrepresiva; como Maestà, la Pasión de Cristo del francés Andy Guérif, donde se van activando genealógicamente uno a uno los 26 paneles de un políptico del XIV de Duccio de Siena, en viviente estado de gracia bidimensional; o como John From del joven lusitano Joao Nicolau, jubilosa fantasía amorosa adolescente, en la lírica vía juvenil abierta por Aquel querido mes de agosto del jocundo Gomes (08), alrededor de una alucinada quinceañera de vacaciones en una unidad habitacional que se enamora del treintón vecino artista plástico que se le cruza en el elevador con su hijita, mientras la chava se entrega mayormente a acciones cada vez más insólitas, en solitario o al lado de una amiga pelirroja tan lunática como ella, para demostrar que del rito al mito sólo hay un humito, con citas y pinturas y pintarrajeos papúes de la Melanesia de Gauguin, llenos de frescura e inventiva forma fílmica pura, en cortísimas secuencias a plano fijo de colores radiantes, donde todo es vivaz, marciano y godardianamente posible.

 

Sin duda, nadie podría hacer nada mejor por dignificar la difusión del cine en la UNAM.

 

*FOTO: Con casi seis horas de duración, Patria, Irak, año cero fue el centro de FICUNAM/ Especial.

 

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