La grandes preguntas y el contexto del #MeTooMx

Abr 13 • destacamos, principales, Reflexiones • 6391 Views • No hay comentarios en La grandes preguntas y el contexto del #MeTooMx

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El 21 de marzo de 2019, mujeres de distintos ámbitos profesionales, la mayoría vinculados a las llamadas industrias creativas, iniciaron una serie de denuncias sobre maltrato, acoso y violencia sexual. Ana G. González, la activista que inició el movimiento, hace un balance del fenómeno, las lecciones y las nuevas rutas que debe seguir este movimiento originado en las redes sociales

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POR ANA G. GONZÁLEZ

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Escribo esto porque no tengo otra forma de hilar estos sentires de los últimos días. Escribo esto porque si no voy a explotar. Escribo esto porque no sé hacer otra cosa para aliviar las dudas y las culpas que agarrarme de las uñas y dientes de estas letras. Esto es como yo he vivido lo que ha pasado con el #MeTooMx.

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El 21 de marzo, Día de la Poesía, sería la presentación del nuevo poemario de Herson Barona. Lo presentarían en La Increíble Librería. Martha Mega tuiteó que su ex y una escritora a la que admira, presentarían el libro de un golpeador. Todas sabíamos quién era el golpeador pero nadie lo nombraba. En un momento de —¿suicidio profesional? ¿valentía? ¿sed de justicia? ¿estupidez absoluta? (He repasado este momento muchas veces en los últimos 9 días, durante el insomnio, y no sé todavía cómo describirlo con precisión)— pedí permiso a mi amiga a la que Herson golpeó cuando era su novia, de tuitear que era él. Me dijo que sí y lo hice.

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Lancé un tuit donde nombré a Herson como un golpeador de mujeres. Lancé un segundo tuit donde dije que ya era hora de un #AMíTambién en el círculo literario. Esperaba la tensión. Esperaba que me exigieran pruebas. Esperaba los ataques hacia mí. No importaba, Herson, a quien no conozco a la fecha, golpeó a mi amiga y yo le creo a ella al grado de poner mi nombre para que ella no tuviera que poner el suyo. Yo le creo y el objetivo de tuitearlo no era para “tumbarle la presentación, por envidia”, como tanta gente me ha dicho. Lo nombré para prevenir futuras víctimas. Selva Hernández de La Increíble Librería, en un acto de sororidad y valentía, hizo caso a mi señalamiento público. Sin conocerme, creyó que mi tuit era verdad y canceló la presentación del poemario de Herson. La noche siguiente Herson publicó un comunicado lleno de letras pero vacío en contenido, salvo por donde “niega categóricamente” que haya golpeado a alguien. Entonces, en uno de los actos más valientes que he visto en toda mi vida, mi amiga, su víctima de violencia física, le contestó “Oye, pero a mí me golpeaste, ¿qué pedo?” Presencié cómo ella, quien no se sentía lista para señalar a su agresor públicamente, lo hizo. No puedo enfatizar más mi admiración, respeto y orgullo por esta mujer.

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Estos son los tres actos que dieron pie a que un grupo de mujeres escritoras tuviera la valentía de empezar a señalar por nombre y apellido a sus agresores. Estos tres actos generaron lo más básico del MeTooMx: a mí también me golpearon. A mí también me agredieron. Si tú fuiste valiente, yo también lo seré. Comenzó algo que nunca había visto, ni en los libros de historia: el estallido de romper el silencio. Empezaron a llover señalamientos de todos lados. No sólo contra escritores, sino contra editores, ingenieros, profesores, médicos, investigadores, cineastas, artista, publicistas. Ningún gremio se salvó. El domingo pasado (24 de marzo) empecé a darme cuenta de la magnitud de los hechos, la violencia está en todos lados. En todas las edades. En todas las formas.

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Una lección de este “Me Too Mexicano” es aprender del contexto. Estos tres actos que narré hace unos párrafos son sólo los de esta iteración, pero nos anteceden otras mujeres valientes. Antes del #MeTooMx estuvo #SiMeMatan. Antes de eso, #MiPrimerAcoso. Antes de eso, #RopaSucia. La diferencia es que en esta edición del “MeToo”, a diferencia de la versión estadounidense, es que los que cayeron no fueron los hombres más poderosos de Hollywood tras salir investigaciones de la prensa. Fueron muchas mujeres de clase media quienes nombraron a sus agresores. No las celebridades, sino las mujeres “de a pie”. Romper el silencio por primera vez fue algo a lo que mujeres comunes tuvimos acceso.

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La violencia es estructual pero no por eso es homogénea

Este momento (uso momento y no movimiento porque un movimiento debe tener resueltas ciertas cuestiones de organización, valores, objetivos, etc., y desde mi óptica, esto que vivimos ahora es un momento en la historia feminista de México, todavía no agarra la forma ni la articulación que pienso que se requiere para llamarse movimiento) que se generó en redes sociales me ha traído varias preguntas y muchos aprendizajes. Lo rico, como en tanto en la vida, está en la minucia. Creo que hay un peligro importante al homogeneizar las violencias. Se hizo evidente que la violencia es estructural y está en todos lados, sí, pero para resolver este problema tenemos que hablar sobre las diferentes violencias.

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No es lo mismo que te ghosteen, que te bloqueen una oportunidad, que te condicionen con sexo, a un abuso psicológico y emocional sistemático, a un gaslighting, a una violación y a las agresiones físicas. Homogeneizar las violencias provoca que no sepamos por dónde empezar a resolverlas. No podemos meter en la misma bolsa a los infieles y abusivos emocionales que a los pederastas y golpeadores. Hacer esto contribuye a que se invisibilicen las violencias más urgentes.

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No que haya violencias que valgan más que otras, no. Hay violencias reconciliables y hay violencias donde hay potenciales feminicidios y en un país donde las cifras más recientes arrojan un promedio de 9 feminicidios diarios, sí hay una urgencia brutal de abordar las violencias físicas de inmediato. Es importante que tomemos en cuenta la vasta literatura que hay sobre resolución de conflictos y le pasemos el filtro feminista.

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Al nombrar a nuestros agresores, creo que es importante que se hable sobre por qué no se había hecho antes y por qué aún hay miles de mujeres que no han podido hacerlo. El costo político-emocional de nombrar a tu agresor públicamente es altísimo. Las víctimas siguen pasándola peor que sus agresores.

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La revictimización es brutal. La gente que no te cree. Las amistades que defienden al que te agredió. El poco o nulo acceso a justicia. Que te vuelvas la puta. Que de alguna manera sea tu culpa. Que tomen tus palabras y las distorsionen. A nadie le gusta la gente que denuncia, genera desconfianza. Además de que quienes son los primeros en saber quién les denuncia, son los agresores. Aunque se denuncie anónimamente, ellos saben. He sabido de casos en que había denuncias anónimas y los agresores buscaron a sus víctimas para intimidarlas.

 

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Aún así, tenemos el derecho a denunciar anónimamente. Es parte del proceso. Es un derecho humano cuyo reconocimiento se ha tenido que ganar por luchas que anteceden este momento. El matiz que yo le doy es que se gana mucho de los señalamientos anónimos, pero con controles de confianza. Yo puse mi nombre por el testimonio de alguien a quien le creo pero es alguien a quien conozco. Pienso que el ejercicio de las cuentas de Twitter anónimas ha sido central en cómo se ha detonado esto, pero siento que no había manera de asegurar controles de confianza los primeros días. Algunas cuentas sin controles de confianza han sido utilizadas de manera en que se daña el ejercicio del señalamiento anónimo y creo que establecer controles de confianza claros ayudaría a que no se le diera mal uso a esta herramienta. Parte de por qué insisto en que esto es un momento es que no hay una organización que controle y rija “El Movimiento”. Es un momento que ha surgido de manera orgánica y apenas hay algunas células que se quieren articular y organizar para formar algo más duradero, lo cual celebro. Siempre que mujeres se juntan para hacer cosas por otras mujeres, pasan cosas extraordinarias.

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¿Qué sigue? Buscar responder las grandes preguntas

No concibo otra forma de encontrarnos. No concibo otra forma en que hayamos podido romper el silencio. Poner el dedo sobre la llaga ha sido dolorosísimo. Se nombraron a personas que idolatramos. Cientos de mujeres vieron nombrados a sus colegas, a sus amigos, a sus superiores, a sus parejas, a los padres de sus hijos.

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Esta catarsis fue desordenada. Caótica. Hiriente. Vergonzosa. Pero pusimos al centro la necesidad de hablar sobre las violencias de género. Quedan muchas preguntas por resolver, algunas desde el diálogo y la articulación entre mujeres, otras desde la sociedad, otras desde el Estado. ¿Qué hacemos con los hombres ahora? ¿Los perdonamos? ¿Qué sí y qué no? ¿Qué hacemos con la culpa después de haber denunciado? ¿Con la culpa de todavía no denunciar? ¿A dónde va todo esto? ¿Qué pasa con los daños colaterales? ¿Con las relaciones rotas después de esta catarsis pública? ¿Cómo reparamos el daño a las víctimas? ¿Cómo aminoramos el acoso mediático y el daño a las que se atrevieron a denunciar?

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Hay muchos apuntes y nos va a tomar tiempo empezar a darle forma a resolver estas grandes preguntas. Por mi parte, se ha dicho que lucro con esto. No es así. He sufrido más acoso, más traiciones, más amenazas a mi integridad física que en toda mi vida. Estoy lidiando con esa ¿estupidez? ¿valentía? (sigo sin saber qué es) de esos primeros dos tuits. Escribo esto para intentar darle sentido lógico a los eventos que empezaron ese jueves. Para intentar sanar. Para en los matices encontrar mi cordura. Lo volvería a hacer, porque lo importante para mí son las mujeres que me han escrito para decirme que gracias a que se inspiraron para nombrar a sus agresores, están más seguras. Ese era el objetivo para mí: prevenir nuevas víctimas. No sé qué siga. Espero esta vez sí cambie algo. Lo que sí es que ya nos agarramos y no nos volvamos a soltar.

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*Este texto fue escrito el día 30 de marzo del 2019. Desde que escribió este texto, la autora ha dejado de dar entrevistas a causa del acoso sistemático que ha recibido.

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FOTO: Con el hashtag #MeToo cientos de mujeres han denunciado acoso y violencia sexual en Twitter.

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