Usted no está aquí: extraviarse en los mapas de la memoria

Jul 27 • destacamos, Ficciones, principales • 3968 Views • No hay comentarios en Usted no está aquí: extraviarse en los mapas de la memoria

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En medio de la carretera, una plaza o un episodio de su historial afectivo, todo individuo descubre en su pasado una cartografía en constante transformación

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POR LUIS JORGE BOONE

Cuando resulta que ves el lugar donde estarías

salvado, siempre estás ahí mirándolo desde

fuera. Nunca estás dentro. Es tu sitio, pero

nunca estás ahí.
Alessandro Baricco

 

 

Extraviados en la carretera, en las vueltas de los caminos de terracería, la última opción es darse por vencidos. Luego, encontrar el siguiente letrero. Esperar que alguien, desde el pasado, desde la previsión de los señalamientos turísticos, nos diga: Usted está aquí. ¿Pero dónde?, ¿de qué hablamos cuando hablamos de estar aquí? De un lugar del alma, un punto graficable en el espacio, un lugar en el tiempo, un cruce de todos estos estados interiores.

Aquí. Usted está aquí, o en otro sitio. Antes de salir a carretera, aquí no es ninguna parte. Para preguntarse, hay que haber llegado antes. Sin moverse, nunca se sabe.

 

 

*

Se sabe el movimiento. Es decir, que no estamos aquí. No sólo, no únicamente. Las inamovibles fronteras entre un área y otra, entre una demarcación, un pueblo a orillas de la carretera (¿estar a las orillas es estar dentro de dónde, de qué, próximos a desbordarse hacia cuándo?), un condado, un paraje conocido, una región, son traspasadas vandálicamente por el viajero. Principio de incertidumbre on the road: o Relación de Indeterminación aplicada a Tránsfugas: imposible conocer la posición y el movimiento de un objeto determinado.
Es que siempre estamos en movimiento.
La memoria, la imagen, el rapto, la introspección, el futuro.
Atrapar a quien no tiene casa es imposible.

 

 

*

La microhistoria como espejo del universo. Uno de bolsillo, el ojo se ve a sí mismo, se revisa el área delineada, el rubor de la coquetería con el blasón y los títulos nobiliarios. Los archivos locales son saqueados por vehementes historiadores hágalo usted mismo.

No seríamos nada sin nuestro derecho a manosear las fotos antiguas.

No seríamos lo que somos sin el derecho a corregir las cartas de amor escritas hace siglos, las que no fueron lacradas pensando en ninguno de nosotros, en nadie, en suma, en nadie que siga vivo.

 

 

*

Salíamos de nuestros pensamientos lineales, apolíneos, permitidos por el reglamento y concebidos a velocidades urbanas.
Salíamos de nosotros mismos, es decir, del tedio.
Tomábamos la línea de la Carretera 30 hacia el oeste, como la mecha de una vela que encendía el motor sobrecalentado en el desierto, y aun así funcional, y aun así confiable, y aun así en peligro.
Acelerábamos la tarde, entre las constelaciones de montañas vistas a través del aire cuya transparencia era un Tarot, supersticiones de quien no ve la tormenta en los remolinos que cruzan sembradíos.
Salíamos y dejábamos de estar.
Abandonábamos, no decían.
Cruzábamos San Buenaventura, Nadadores, Sacramento, Cuatro Ciénegas.
Pueblitos suspendidos en el cenit del calor, en luz piramidal de mediodía.
No volverás, acusaba el amor que no sabe del amor del otro y sus orillas.
No estaré, decíamos, para estar en otro lugar, para no dejar de estar.

 

*

Caminar es una forma de no estar. Un paseo por el camellón sembrado de árboles, escoltado por rascacielos, náufrago entre las corrientes profundas del tráfico de la hora pico, entraña la posibilidad de desplazarse por un paisaje distinto.
¿Estás ahí?
No. Qué caso tiene. Dime: para qué.

 

 

*

No me busques. Me fui hace mucho. Decidí huir. De ti, de ellos, de nosotros, de aquello que venía en camino. Pero principalmente de mí.
Fue por amor. A ti, a ellos, a nosotros, a aquello que no tardaría en alcanzarnos y habría de terminarse justo en ese momento, a la ola de tiempo en que nos conservaría dentro suyo, escarabajos en ámbar. Pero, principalmente, por amor, no a mí: a lo que no era. A lo que aún no soy. Por el tránsito entre aquí y aquí.

 

 

*

Verificar un recuerdo es imposible. Cuando empiezan a desleírse las imágenes más ajadas que alojamos en el desván de la memoria, sólo nos queda remodelar esa habitación. Conservar es un verbo que nunca podremos poner en marcha. Desechamos, tiramos, desprendidos de lo que somos, pensando, y sin saberlo, ya en lo que seremos.
Nuevas tramas, nuevos símbolos, nuevos sentidos para la misma vida que tejemos. Nuevos acomodos en el tetris de la imaginación y el espectáculo burlesque del pasado. Nuevas piezas en el puzle que ahora arroja otro cociente. Refacciones en una máquina que modifica sus funciones si le cambias una tuerca, una banda, un latido, una lívida pulgada de arteria.
Llenar de nuevo es renovar, no volver a alimentar el mismo río. Heráclito el oscuro dixit: En los mismos entramos y no entramos, pues somos y no somos. Nacimiento y destrucción y vuelta a comenzar. Los discursos difícilmente se mantienen en pie después de una tarde de haberlos pronunciado. El lenguaje es un estanque a medias lleno y vacío a medias, al que entramos como Arquímides: derramar en igual volumen aquello que nos sostiene por la ambición de un saber que mida el oro.
Yo estaba aquí. Hace tiempo me fui a otra parte.
La memoria es un refresco de refill.

 

 

*

Bien: digamos que tú estás aquí. Pero, ¿y el resto de nosotros? ¿Los demás?
¿Estamos todo aquí? ¿Es posible? ¿No es aquí un lugar demasiado pequeño para tantos, y para tanto, de nosotros?

 

 

*

Ahora bien: el espacio es ilimitado en los cielos púrpura-crema, puertas de marfil y cuerno, de los atardeceres del desierto. La única condición es no decir aquí. Hay ahí una aceptación implícita de los límites innecesarios. Aquí no hay aquí. Por eso podemos estar todos en esta misma página de blancura recalcitrante, en esta línea acribillada por el sol.
Experiencias compartidas de ubicación extrasensorial.
Alucinaciones consensuales de una mente colectiva.
Conclusiones generales.
Esto no ocurrirá de nuevo nunca más. No volveremos a encontrarnos, justo aquí, en ningún otro momento, nunca. Quizá también, volvamos aquí. Pero será una ilusión de aquí. Y un aquí igual, al mismo tiempo. Y un aquí distinto, al fin y al cabo.

 

 

*

El mapa de Monclova. El centro urbano de Monclova. La plaza principal desierta bajo el sol. La plaza del Canónigo, detrás de la iglesia, sin nadie a la vista. Claros en la continuidad de las edificaciones; lo que queda al despejar la incógnita de las vías primarias. Una banca en el centro de esta plaza, o de cualquier otra. Imposible que algo alce el vuelo en un aire así de transparente. La sombra de la banca cercada por el día. Un vacío —ocupando el lugar de diez, o mil vacíos— a mitad del aire. Todo mapa es un memorándum que te invita a recordar la realidad. El filtro de la memoria. La única entrada a esas calles por donde nadie pasa nunca.
Para más detalles, cambie de escala.

 

 

*

Aquí, para él. Aquí, para ella. Nos movimos. Es imposible registrarlo y regresar. El movimiento.
Allá y a dónde podrían ser, en algún instante, la misma ciudad, el mismo pueblo, para una anónima legión dispersa en todos los caminos maltrechos del mundo.
Girar. Moverse. Descender. Desintegrarse y que tus cenizas se vuelvan parte del paisaje.
Todas son estrategias para no mirar lo mismo. Aunque lo veamos.
Idénticos ojos, palabras sinónimas, sentimientos incomunicables, argucias de la poesía para llevarnos de la mano a donde el matadero, ideas en conflicto por cuestiones semánticas. Vagones ensamblables desencontrados de la máquina por un error de soldadura, sintaxis de los rieles en la vieja estación del tren de Ciudad Frontera.

 

 

*

Vamos en camino, como siempre.
Al encuentro del símbolo.
En espacios vacíos.
Que no lo están, si pensamos en ellos. Lo llenan los ecos de humanidad que dejamos flotando en esa ficción nuestra que es recordar, meditar en lo que vimos, concentrarse, así, mirar con los ojos interiores. Ficción es estar sin estar.
Vamos en camino.
En espacios narrativos.
En espacios condenados a la inmovilidad.
A punto de manifestarse, la trama.
En carreteras que se adentran en el brazo aislado de la sierra. Solitaria cordillera de este retrato de todas las soledades que caben en el llano y adentro de la bruma de los años.
En mundos paralelos secándose al sol.
En dimensiones alternas amuebladas para el voyeur.
Aquí.
De camino al símbolo.

 

 

*

Esto es una grieta.
Por aquí nos fugamos.
No sólo la vista.
Por aquí se filtra la imposibilidad.
Carretera de dos sentidos abierta in medias res, en la materia.
Esta pieza del paisaje, este parque arrancado del mundo, cuya pura intención es que recuerdes la cicatriz.

 

 

*

Lo que está, está en lo que no.
Y: you bet: viceversa.

 

 

*

Ahora bien, un aquí, visto de cerca, en hiperzoom, como al microscopio de electrones, revela una composición compleja tejida de otros varios aquí. Invocaciones, préstamos, convocatorias ciegas, robos, raptos en el sentido escatológico, accidentes, coincidencias de lugar y modo.
No caminamos por una calle presente o pasada o futura.
Vagamos por el universo, borrada la precisión de toda realidad, derrumbadas las arquitecturas. Al paso, dibujamos nuevas. Esbozos de otra Troya que arderá.
Perdidos los límites, ¿qué somos?, ¿dónde somos?, ¿para qué?, ¿y por qué, padre, nos han abandonado?

 

 

*

“Si ves que todas las formas no tienen forma, ves entonces el verdadero ser.”
Buda: boicoteando, desde el 400 a. C., las fiestas a las que acabas de llegar.
Enseguida, los equipos perdieron la señal.
La última palabra que escuchas es una puerta. La primera que no alcanzas a escuchar es el sitio al que llegas.

 

 

*

Hay lugares tan vacíos que inhiben su propio crecimiento, de lo contrario terminarían por ocupar el espacio entero disponible.
Tu interior, por ejemplo. Las galerías de ese museo cuerpo-y-mente-adentro, las paredes blanquísimas de tu percepción que aún no han sido ocupadas.

 

 

 

ILUSTRACIÓN: Dante de la Vega

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