Mafia inmisericorde

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La mafia no perdona la indiscreción defecto que atenta contra la pax narca y es corregido con severidad

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POR NOÉ ISRAEL BORJA
–Ya que te ha dado por recordar la historia de aquel loco infeliz, cuéntala bien; pero fíjate lo que dices. ¡No vayas a hablar de más!…
–¡Pobre muchacho! ¡Pobre de su abuelita, quien lo recogió hecho pedazos! Aún la recuerdo con su mirada enjuta, mirada temerosa de perderse en las grietas de la locura.
–La única mujer que lo quiso, porque su madre lo dejó de chiquito. Se fue a Estados Unidos. Aunque esa mujer también no está en sus cabales.
–Bueno, Víctor del Ángel, concentrémonos en el final triste de ese muchacho.
–En eso estamos, buen Bárbaro. Soy todo oídos…
–Pues el muchacho murió… ¡qué murió ni qué ocho cuartos! ¡Lo mató la gente de la mafia!
–¡Ya ves, Bárbaro! Te digo que no hables cosas comprometedoras. Esa gente tiene “orejas” por donde sea. De malandrines nos hemos llenado. No te arriesgues a lo tonto…
–Víctor del Ángel, yo te considero gente sensata. Si menciono a esa gente es porque se tienen que mencionar. Y no por cosas heroicas, sino como quien revienta en ventadas de madre al oír el fatídico graznido de la lechuza. Se tiene que alzar la voz al cielo de la media noche.
–Si sigues así vas a hacer que me vaya. Yo tengo por regla no hablar de cosas que me puedan comprometer.
–Calma, Víctor del Ángel, me constreñiré a hablar de la muerte de aquel pobre de remate. Pero ultimadamente, aquellos hechos tienen más de diez años. Así que no veo motivos para tus temores.
“Kevin Betancourt, que así se llamaba aquel muchacho, era originario de Santo Domingo…”
–No, en un principio eso se dijo. Al parecer su padre era de ahí, pero el muchacho no lo conoció. Él vivía con su abuela en Ánimas.
–Tienes razón. Como quiera Ánimas y Santo Domingo están llenos de locos.
–No seas ofensivo. Aquí puede haber uno de aquellos rumbos.
–Lo digo sin afán de ofender. Tú siempre muy quisquilloso. Aquí también estamos llenos de locos y nadie dice nada. Bueno, ese Kevin tendría a lo mucho unos 22 años. Se la pasaba vestido de norteño, pero sucio; ni quien le hiciera caso. A leguas se veía que estaba loco de remate. ¡Todo mundo!, menos la gente de la “maña” que lo mató.
“Con su sombrero texana y sus botas desgastadas se paraba a donde hubiera borrachos y él se las arreglaba para que le invitaran o beberse las sobras. No era de pleito. Su locura consistía, entre otras cosas, en decir que había sido un narco pesado en Estados Unidos (cosa que era mentira, ni en sueños llegó a estar allá) y en decir que tenía buenos contactos con las bandas que habían llegado por estos pueblos.
“¿O no es así, Víctor del Ángel, veo que no estas conforme?”
–No, no es así, Bárbaro. Ahí sueles equivocarte siempre que cuentas la historia. Ese tal Kevin sí fue a Estados Unidos, su madre se lo llevó; pero al ver que estaba deschavetado, a los pocos años lo mandó de regreso. Le dijo que viniera a ver a la abuela, que luego ella le mandaría para los pasajes a la frontera y el contacto con el “coyote.” Pero lo hizo con la intención de deshacerse de él. Se quedó a ser la irrisión, cuando no la lástima, de la gente y la mortificación de su anciana abuela. La madre de vez en cuando les mandaba dinero que él utilizaba para comprarse botas y sombreros para andar muy norteño, diciendo cosas como de que era la mera “paipa” de la mafia.
–Tienes toda la razón, Víctor del Ángel, te mantienes estólido…
–Querrás decir “lúcido”, siempre te contrapeas con las palabras…
“Además ese Kevin, a los 17 años, estaba bueno. En Estados Unidos le entró duro a cuanta droga podía conseguir y eso lo dejó alrevesado.”
–Eso sí no es cierto. El muchacho antes de irse ya daba trazas de loco. Creo que eso le vino de su padre y algo también de su madre, como ya dijimos.
–Bueno, no discutamos ese punto; de nación o no, él estaba loco, pero también le entraba duro a las drogas. Dicen que se arrimaba a los que le ponían a la coca para pedirles las bolsitas ya vacías para untárselas en las narices.
–Coincidimos en este punto.
–El día de su desgracia vino por estos rumbos. Ahora, no era andariego, pero su raya aquí estaba pintada. Por aquí empezó a recoger sus pasos. Borracho, norteño, vestido todo de negro, con su texana con alas de zopilote, con sus botas tristes de la mala hora, el hombre no daba otra impresión, ahora se puede pensar y decir, que se dirigía al matadero. Llegó al salón de fiestas donde había una boda… ¿Víctor del Ángel, digo el nombre del salón?
–No es necesario que lo digas.
–Te pregunto porque no quiero que me dejes hablando solo. Kevin estuvo merodeando la entrada del salón y en una de esas pudo meterse. Adentro se sentó como si fuera invitado y le surtieron bebida. No tardó mucho para empezar a hablar que él era gente de la mafia, que tenía sus buenos contactos…
“El chisme de lo que hablaba este personaje corrió de inmediato. En otra mesa estaban algunos malandrines, halcones y sicarios. Unos a otros se miraban. La fiesta del casamiento terminó. Y aquel muchacho con sombrero de alas de desgracia seguía hablando. Y aquellos hombres seguían sentados, bebiendo poco a poco, callados, como planeando dar el gran golpe…
“Todos se dieron cuenta que aquel muchacho estaba loco, menos ellos.
“Nada más bastó un ligero movimiento del ceño iracundo del comandante de aquellos hombres…
“Al otro día, en la mañanita, encontraron a Kevin… ¿Cómo se dice, Víctor del Ángel?”
–Desmembrado y descuartizado.
–No es esa la palabra, tienes otra más bonita.
–Desollado, será.
–Ándale, desollado y hecho pedazos, metidos sus restos en una bolsa y con un cartel que si mal no me acuerdo decía…
–No es necesario que repitas eso… Mejor cuenta cómo su pobre abuela vino por él. A ti te tocó verla.
–Es cierto. Ya estaban por mandarlo al semefo de Iguala, cuando llegó la mujer. Era una baraña de enjuta, no derramó ninguna lágrima. Y por sus ojos vi cómo empezaba a desbarrancarse en las grietas áridas de la ciénega de la locura. Dicen que vivió unos cuantos años hecha una lástima.
–Yo creo, buen Bárbaro, que aquí le paramos. Antes que empieces a hablar de más.
–No he dicho nada comprometedor, nada más que todos se dieron cuenta que Kevin Betancourt estaba loco menos la mafia inmisericorde.
–No quiero que se diga que por estar platicando conmigo te cosieron los labios con alambre recocido. Como realmente le pasó a una mujer que fue sorprendida hablando mal de la “maña.”
–Espera, de estos sucesos ya tiene más de diez años, y lo que le pasó a esa mujer también debe de tener más de diez años si no es que más…

 

 

Este cuento pertenece al libro inédito Ahí viene el marihuano.

FOTO: Cenotafio en memoria de un difunto./EL UNIVERSAL

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