Recitales on line. ¿Nueva normalidad?

May 16 • Miradas, Música • 3859 Views • No hay comentarios en Recitales on line. ¿Nueva normalidad?

/

Los conciertos caseros que han ofrecido muchos instrumentistas son una apuesta por mantener vivo el entusiasmo que se mantendrá con el apoyo del público

/

POR IVÁN MARTÍNEZ

“Mientras el espíritu humano perviva en este planeta, la música de alguna forma viva lo acompañará, lo sostendrá y le dará un significado expresivo”
Aaron Copland

Decía en mi entrega anterior que lo que podemos escuchar y cómo lo hacemos estos días representa lo que estamos viviendo, pero que de alguna manera tiene que prepararnos para lo que sigue: sea julio, septiembre o enero. Íbamos atrás y no estábamos preparados para la crisis (en el ámbito que usted piense, pero hablo de la música): lo que vivimos es una respuesta automática, instantánea, y la estamos viviendo así porque dábamos por sentado todo en nuestra vida.

 

La principal crítica hoy suele ser la mala calidad de lo que escuchamos: pocos artistas de los que están ofreciendo su música tenían siquiera micrófonos en casa, ya no hablar de buenos micrófonos. La otra queja es la falta de curaduría: es cierto que la respuesta diaria es de dulce, chile y manteca, y a muchos les surja la pregunta de para qué ver otra vez un Bach casero cuando hay tantas opciones disponibles en la red, con mejores cualidades.

 

Un amigo me criticaba hace unos días por mi emoción al escuchar nuevamente una sinfonía de Mahler con un director que, ciertamente, no es nuestro favorito: “yo mejor escucharé al rato la de Abbado”, me dijo. En esa lógica, la disyuntiva podría sentirse incluso en tiempos normales: para qué ir a la Sala Nezahualcóyotl si puedo quedarme en casa y perderme navegando en la red escuchando lo que las plataformas me van sugiriendo aleatoriamente.

 

La respuesta está en la sustancia: en el mensaje, la pertinencia y el contexto. El fenómeno musical no sucede sólo en nuestros oídos y montar un concierto no significa únicamente tomar al azar una obra y tocarla: elegir y ordenar un programa es parte del manifiesto del artista. También puede ser más oportuno escuchar un programa específico con un pianista que nos ofrezca ciertas emociones en un piano destartalado, que a un desanimado y simple tecladista en el mejor Steinway.

 

Es curioso, aunque quizá pensándolo mejor resulte obvio, que además de esa sinfonía dirigida por Alan Gilbert, las dos ocasiones en que más he sentido la necesidad de regresar a la sala de conciertos haya sido con dos recitales caseros, realizados por dos de los mejores atrilistas con que cuentan las orquestas mexicanas: la arpista Ruth Bennett, auspiciada por su orquesta, la Sinfónica de Yucatán, y Manuel Hernández, clarinetista principal de la Filarmónica de la UNAM, auspiciado por la legendaria casa parisina Buffet Crampon.

 

Necesitamos estos conciertos y tuvieron éxito porque ambos intérpretes fungieron como curadores. Porque se tomaron el tiempo no sólo de montar esos programas, sino de planearlos y ordenarlos, pensando en su público y en el momento actual, prestando atención (creo que inconscientemente) en obras que les pueden pertenecer específicamente a su voz propia como intérpretes; porque todo ello los representa, como artistas en general y, particularmente, como artistas en este momento de la historia.

 

Aun con la calidad de la transmisión, se pudo distinguir que ambos estaban, como se dice folklóricamente, en su mero mole: ambos programas mostraron la paleta de posibilidades interpretativas con que cuenta cada uno y que más los distinguen. Ahí estuvieron la ternura lírica con que canta el clarinete de Hernández y su natural vivencia en los ritmos latinoamericanos; ahí se hicieron palpables los colores con que puede viajar el arpa de Bennett entre la delicadeza de un Debussy a la abundancia de texturas en el fantástico arreglo de Carlos Salcedo a la Granada de Lara.

 

Como crítico, agradezco estos gestos, porque sigo prefiriendo la experiencia en vivo, así sean a distancia. Y así sea con probables errores que podían también haber pasado en una sala de conciertos (como la falla en la batería del celular desde el que se transmite) y aunque no siempre puedan ser desde la sala de la Filarmónica de Berlín.

 

Como crítico, espero también que no lleguemos al siguiente paso de esta pandemia sin estar preparados. Dando por sentado el futuro inmediato. Tan cierto es que septiembre puede llegar como lo teníamos planeado, como que pueda no haber vuelos para traer a los solistas esperados, o que, incluso habiéndolos, no se puedan pagar por el nuevo tipo de cambio: ése es el mejor escenario.

 

Cada país, cada contexto y cada institución es diferente y las respuestas y directrices deben tomarse pensando en esas especificidades: mientras en Austria hay quejas de los teatreros que se niegan a ensayar maniatados (¿cómo aprender un Romeo y Julieta guardando distancia?) y en Alemania se hacen recomendaciones científicas imposibles de llevar a cabo (como modificar la postura de los flautistas o ponerle mascarillas a los instrumentos), en México la respuesta sólo es la desesperanza ante la incertidumbre.

 

Cierto que no hay manera científica de ofrecer respuestas aún, lo menos que puede hacer la comunidad musical (que incluye también a su público y a sus críticos) es llegar a julio, a septiembre y al siguiente enero, con planes a, b y c. De entrada, ¿podemos ya anunciar “oficialmente” que el verano está cancelado? Luego: ¿programas de cámara?, ¿auditorios a la mitad de su capacidad?, ¿sin actividad coral u operística hasta contar con una vacuna, visto que cantar resulta tan peligroso como toserle a alguien a la cara?, ¿continuar un tiempo sólo por streaming?

 

Ninguna será incorrecta mientras exista un público para ello y un mensaje qué ofrecer. El silencio nunca puede ser la respuesta.

Posted by Buffet Crampon Paris Showroom on Friday, May 8, 2020

 

FOTO: La arpista Ruth Bennett, de la Orquesta Sinfónica de Yucatán, en un concierto virtual./ Especial

« »