Hace 500 años: la Noche Triste

Jul 4 • destacamos, principales, Reflexiones • 8579 Views • No hay comentarios en Hace 500 años: la Noche Triste

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Este 30 de junio se cumplió el quinto centenario de la batalla en la que las tropas de Cortés fueron expulsadas de México-Tenochtitlán, fecha que se conoce como Noche Triste. Esta crónica, que reconstruye esos primeros choques entre dos formas de ver el mundo y de hacer la guerra, forma parte del libro inédito Cocotzin: Nuestra Señora de los Remedios, que a decir de los especialistas es la primera deidad representativa del mestizaje religioso en tierras americanas

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POR ARTURO ISMAEL MONTERO GARCÍA
Ante el rumor de una rebelión, la tensa tregua de siete meses ente aztecas y españoles se rompió durante la veintena Tóxcatl en que los aztecas hacían honra a sus dioses Tezcatlipoca y Huitzilopochtli. La ausencia de Hernán Cortés fue determinante para este quiebre. Cortés partía de Tenochtitlán a principios de mayo obligado a enfrentar al grupo expedicionario de Pánfilo de Narváez, que tenía la instrucción de capturarlo por órdenes de Diego Velázquez, gobernador de Cuba.

 

Fue así como Pedro de Alvarado quedó al mando de la guarnición de Tenochtitlán con apenas 120 hombres. Sin embargo, el 22 de mayo de 1520, sus exaltados ánimos lo llevaron a impedir violentamente una ceremonia religiosa en el patio del Templo Mayor. Este acto culminó en la masacre conocida como la “Matanza de Tóxcatl”. Se calcula que más de 600 principales indígenas que danzaban desarmados fueron asesinados. La versión española justifica este oprobioso pasaje al afirmar que durante la celebración de Tóxcatl se procedería a la remoción de la imagen de la Virgen de Los Remedios y de la Cruz que se habían colocado en el Templo Mayor, por lo que con este acto se iniciaría la insurrección contra los españoles. Así lo declara el mismo Pedro de Alvarado durante el juicio de residencia en el que compadeció para el año de 1529. Alvarado en su defensa afirmó que observó unos sacrificios frente a la estatua de Huitzilopochtli, apartó a uno de los cautivos, el cual le confirmó que los mexicas pretendían colocar de nuevo a Huitzilopochtli arriba del Templo Mayor para “echar de allí a Nuestra Señora y que había en la ciudad mucha gente de guerra que estaba junto para me matar”.

 

Alvarado habló con uno de los cautivos quien le aseguró en presencia de Andrés de Rodas, el conquistador griego, que los mexicanos sustituirían la imagen de la Virgen por una nueva efigie de Huitzilopochtli. Alvarado había visto ya la preparación de las sogas y demás instrumentos que se emplearían para colocar el ídolo a lo alto de la pirámide. Según su informante, los sacerdotes aztecas ya habían quitado los “reredos” de la Virgen. Alonso López, uno de los hombres de Alvarado, observó manchas negras dactilares sobre la imagen. Al parecer los sacerdotes aztecas que solían teñirse de negro para las ceremonias habían manchado la imagen de la Virgen con sus manos, para los españoles era un milagro que no hubieran podido retirar la imagen de la Virgen, aunque lo más probable es que la imagen se encontraba firmemente clavada a la pared y los mexicanos no conocían los clavos. Cabe mencionar que la imagen de San Cristóbal también se encontraba en el templo y no pudo ser retirada, pues el mismo Juan González de León refiere que la vio allí al regreso de Cortés el 24 de junio. Para José Luis Martínez, en su biografía sobre Hernán Cortés, los indios sí quitaron la imagen de Nuestra Señora de Los Remedios y cuando ya subían al ídolo fueron reconvenidos por Alvarado, al cual no le hicieron caso, lo hirieron, mataron a un español y entonces se trabó una pelea sin concluir qué pasó con la imagen. La versión de López de Gómara difiere de la José Luis Martínez, pues asienta que la imagen se quedó en el Templo Mayor porque no la pudieron quitar:

 

Contaron asimismo muchos milagros […]; que muchas veces se ensayaron los indios a quitar la imagen de Nuestra Señora gloriosísima del altar donde Cortés la puso, y en tocándola se les pegaba la mano a lo que tocaban, y en buen rato no se les despegaba, y despegada, quedaba con señal; y así, la dejaron estar.

 

También la versión Díaz del Castillo concuerda en que no pudieron quitar la imagen de la Virgen, aunque no refiere que se les pegara la mano:

 

Y más dijo: que habían llegado muchos indios a quitar la santa imagen del altar donde la pusimos, y que no pudieron, e que los indios lo tuvieron a gran milagro y que se lo dijeron al Montezuma, e que les mandó que la dejasen en el mismo lugar y altar y que no curasen de hacer otra cosa, y ansí la dejaron.

 

La estrategia y alcances de la aniquilación en la Matanza de Tóxcatl son similares a la matanza en Cholula, sucedida seis meses antes. Las versiones de uno y otro bando son encontradas, y hay entre los mismos españoles quienes condenaron el ensañamiento durante la masacre, una de las voces más destacadas que condenaron el suceso fue la de fray Bernardino de Sahagún, véase el libro XII del Códice Florentino.

La “Matanza de Tóxcatl” en la primera imagen del libro XII del Códice Florentino, folio 408r. El escenario de la refriega es un patio donde se aprecian los instrumentos musicales de las víctimas desarmadas; al fondo el Templo Mayor con sus dos templos en la parte superior: el dedicado a Tláloc, dios de la lluvia (izquierda); y el de Huitzilopochtli, dios de la guerra (derecha).

 

 

Para Guilhem Olivier el intento de rebelión pudo ser real, se tenía el escenario ideal para capturar y sacrificar a los españoles y liberar a su soberano cautivo. No se trata de negar el uso amplio y sistemático de la violencia y el terror por parte de los conquistadores en contra de los pueblos indígenas, sino de detectar los intentos de resistencia, que de paso, se trata de acabar con la imagen un tanto denigrante de indios indefensos, víctimas atónitas de los invasores europeos. Hay dos criterios más que sostienen esta posibilidad de insurrección azteca: el primero es el sentido metafórico de la fiesta de Tóxcatl que afianza el poder militar del gobernante. Hay que recordar que Moctezuma se encontraba cautivo por los españoles y el seguimiento del ritual podía revertir esta situación; y el segundo, la alianza que se estaba consumando entre Moctezuma y Pánfilo de Narváez en contra de Cortés.

 

Antes de que regresara Cortés, las refriegas entre españoles y aztecas se sucedieron, los españoles se refugiaron en el palacio de Axayácatl repeliendo los embates, eran muy pocos, a su decir por la crónica de López de Gómara se salvaron porque:

 

y que la mujer del altar les echaba polvo por las caras y los cegaba -refiriéndose a Nuestra Señora de Los Remedios-; y así, no viendo a pelear, se iban a sus casas pensando estar ciegos, y allá se hallaron buenos; y cuando volvían a combatir la casa, decían: “Si no tuviésemos miedo a una mujer y al del caballo blanco -Santiago Apóstol-, ya estaría derribada vuestra casa -palacio de Axayácatl-.

 

También así lo refiere Pedro de Alvarado:

 

que una gran tesleciguata, que es gran señora, que era otra como la que estaba en su gran cu, les echaba tierra en los ojos y les cegaba, y que un gran teule que andaba en un caballo blanco les hacía mucho más daño, y que si por ellos no fuera, que les mataran a todos.

 

Cortés, una vez que ha sometido a Pánfilo de Narváez regresa a Tenochtitlan el 24 de junio, acompañado de mil españoles y dos mil tlaxcaltecas. Intenta remediar y consolidar una tregua con los aztecas, pero es imposible, ni siquiera con los intentos de Moctezuma. Tras una semana de hostilidades y con la muerte de Moctezuma por su propio pueblo 1 se hizo insostenible la situación. La milicia de Cortés estaba afligida, no era como meses antes que siendo tan pocos habían podido arremeter contra sus enemigos, ahora, aunque contaban con refuerzos de cientos de aliados indígenas y con el contingente de Pánfilo de Narváez que pasó a las órdenes de Cortés, todos juntos no eran suficientes para revertir la situación que se había convertido en un sitio. Durante varios días, en todos los combates fuera del palacio de Axayácatl donde se refugiaban, los españoles y sus aliados se veían disminuidos. Cuitláhuac, líder de los aztecas estaba decidido a exterminarlos.

 

Sin víveres, con escasez de agua, diezmados y careciendo de los cuatro bergantines que fueron incendiados por los aztecas después de la “Matanza de Tóxcatl”, los españoles se vieron obligados a romper el sitio con una secuencia de movimientos tácticos.

 

Iniciemos con el día de la llega de Cortés a Tenochtitlán el 24 de junio. Según Thomas Hugh en La conquista de México (Planeta, 2019), la imagen de San Cristóbal se hallaba en el Templo Mayor como lo afirmó Juan González de León. Pero Hugh no dice nada respecto a la imagen de Nuestra Señora de Los Remedios, ¿acaso la había retirado días antes Pedro de Alvarado o había sido retirada por los aztecas?

 

Al día siguiente, 25 de junio, inició el sitio a los españoles y sus aliados en el palacio de Axayácatl como lo afirma Bernardino Vázquez de Tapia: en entrando en esta Ciudad luego a otro día, se tomaron a levantar los indios y dar cruel guerra. Es posible que ese mismo día fuera lapidado Moctezuma, pues según Michel Graulich, Moctezuma murió el 27 de junio, y Vázquez de Tapia asegura que agonizó por dos a tres días, así que fue lapidado el 25 de junio, día que inició el sitio.

 

Durante esos días los españoles intentaron apoderarse de las casas aledañas al palacio de Axayácatl con embestidas al amanecer, porque desde las azoteas los aztecas les lanzaban piedras y flechas, pero al poco tiempo los aztecas recuperaban las posiciones. Eran batallas callejeras donde la tecnología occidental no tenía ventaja. De poco servía la artillería y caballería frente a calzadas con los puentes desmantelados. Los españoles hicieron todo lo posible por apoderarse del palacio de Moctezuma, pero no lo lograron, fue bien defendido. Para el 26 de junio a Cortés se le ocurrió construir ingenios de madera, cuadrados, cubiertos y con sus ruedas conocidos como “mantas”. Su misión era tomar las azoteas, derrocar las casas cercanas y destruir las albarradas de las calles para evitar la presión sobre su cuartel, esos ingenios, modernos carros de guerra (tanque) se usaban al menos desde el siglo XV en Europa. Durante la noche del 26 al 27 de junio fabricaron tres:

 

Entre tanto que se hacían estos ingenios no salían los nuestros a pelear, ocupados en la obra […], salió una mañana con los tres ingenios, con cuatro tiros, con más de quinientos españoles y con tres mil tlaxcaltecas, a pelear con los enemigos, a derribar y quemar las casas. Arrimaron los ingenios a unas grandes casas que cabe una puente estaban. Echaron escalas para subir a las azoteas, que estaban llenas de gente, y comenzaron a combatirlas; mas presto se tornaron al fuerte sin hacer cosa que dañase mucho los contrarios, y con un español muerto y otros muchos heridos, y con los ingenios quebrados.
López de Gómara [1552]

Carro de guerra modelado (pinterest.co.uk) según documentos de las Guerras Husitas [ca. 1434]. Estos artefactos mostraron su eficacia artillados con armas de fuego portátiles, ballestas y picas. Carros similares denominados por Cortés “ingenios” fueron construidos para romper el sitio de Tenochtitlán entre el 26 y 27 de junio de 1520.

Para el día 28 de junio, al amanecer, Cortés presentó batalla utilizando tres manteletes y se dirigió a uno de los puentes aledaños, detrás de estos iban ballesteros y arcabuceros, así como cuatro cañones tirados por tlaxcaltecas. No tuvieron éxito porque desde las azoteas inutilizaron los manteletes. Esa noche Cortés salió de su cuartel y tomando a los mexicanos por sorpresa porque no combatían de noche. Prendió fuego a muchas de las casas desde las cuales eran hostigados con el lanzamiento de diversos tipos de proyectiles.

El mantelete (pinterest.co.uk) es un escudo grande formado por diferentes piezas de madera ensambladas con una apertura para disparar; se movía por medio de ruedas para que a su abrigo avanzase la infantería contra el enemigo.

 

 

Al día siguiente 29 de junio, Cortés se dirigió con algunos de sus ingenios y manteletes al templo de Yopico que estaba próximo al palacio de Axayácatl, porque era posición estratégica que los aztecas aprovechaban para observar los movimientos tácticos de los españoles y desde el cual les lanzaban proyectiles. Al consultar a López de Gómara apreciamos que el objetivo no fue Yopico sino el Templo Mayor. Fuera una o la otra pirámide lo cierto es que se libraron numerosos pero breves combates cuerpo a cuerpo con 20 bajas para los españoles y con el propio Cortés herido en un brazo, pero luchando en primera fila; por el bando azteca las bajas se contaron por cientos. Siguiendo las líneas de López de Gómara un hecho llama la atención respecto a Nuestra Señora de Los Remedios, la imagen se encontraba extraviada pues no la encontraron en el templo donde la habían colocado:

 

Pelearon tres horas allá arriba; que como eran muchos indios, ni los podían vencer ni acabar de matar. En fin, murieron todos quinientos indios como valientes hombres.
No se halló la imagen de nuestra Señora, que al principio de la rebelión no podían quitar; y Cortés puso fuego a las capillas y otras tres torres, […].

 

Sin embargo, respuesta de alivio sobre el destino de la imagen está documentada en Díaz del Castillo:

 

Por manera que fuimos hasta el gran cu -Templo Mayor- de sus ídolos, […].

Y quiso Nuestro Señor que llegamos adonde solíamos tener la imagen de Nuestra Señora, y no la hallamos, que pareció, según supimos, que el gran Montezuma tenía devoción en ella y la mandó guardar […].

 

Moctezuma honró su palabra. Había resguardado la imagen de Nuestra Señora que le encargó Cortés antes de partir a la costa para enfrentar a Pánfilo de Narváez. Pero Moctezuma para esto había muerto, ya no estaba ahí para concertar un cese de hostilidades. Murió en ese intento de pacificación lapidado por su pueblo. Cortés, frente al embate de sus adversarios, se vio obligado a replegarse del Templo Mayor y regresar a su cuartel en el palacio de Axayácatl. Solicitó una tregua: lo rechazaron los aztecas.

 

A los otrora huéspedes del gran tlatoani sólo les quedaba abandonar Tenochtitlán. La ruta de salida de la ciudad estaba prevista por Tacuba. Los españoles y sus aliados, que a lo sumo eran 3 mil efectivos, mantuvieron una serie de escaramuzas para hacerse de la calzada México-Tacuba y sus puentes.

Fragmento del Plano del Centro de la Ciudad de México, de Ignacio Alcocer, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1935. Se destaca la ubicación del Templo Mayor (1); el palacio de Axayácatl, cuartel de Cortés (2); y el templo de Yopico (3), sobrepuestos a la traza contemporánea de la Ciudad de México.

 

 

Sólo cuando fue evidente la imposibilidad de controlar la calzada México-Tacuba con tan pocos hombres se prepararon para salir, construyeron puentes portátiles con las vigas del palacio de Axayácatl para superar las acequias 2 que separaban las calzadas y calles. El plan era salir de la isla y marchar hacia Tacuba, en tierra firme, para reagruparse. Cortés ya había estudiado esta ruta, pues a su regreso a Tenochtitlán después del enfrentamiento con Narváez no entró a Tenochtitlan por Iztapalapa, sino que rodeó el lago por el norte, a fin de acceder a la ciudad por el oeste, por Tacuba, que era la vía más corta entre la isla y tierra firme. Para Hugh, Cortés quería reconocer el terreno por si fuera necesario luchar sobre la calzada, como sucedió.

 

Cortés ordenó cargar todo: el oro, las joyas y los bienes que fuera posible, separando el quinto real. Cargados con lo que pudieron, dejaron Tenochtitlan la noche del 30 de junio de 1520, era el inicio de la historia conocida como la “Noche Triste”. La estrategia era una retirada en la oscuridad, pues los indígenas no acostumbraban el combate nocturno. Era una noche de Luna llena según las efemérides astronómicas consultadas. 3 Tal vez por eso eligieron la ocasión para transitar por la ciudad con algo de iluminación y no depender de antorchas; además, contaban con los buenos agüeros de Botello, un soldado que se presumía de astrólogo, pero la noche se tornó lluviosa y la retirada se complicó en una tragedia.

 

El joven Rodrigo de Sandoval estaba al mando de la vanguardia compuesta por casi doscientos infantes armados con lanzas. Cortés encabezaba el cuerpo principal, en el centro, que incluía la artillería, la mayor parte de la caballería y un contingente importante de infantería. Pedro de Alvarado se encargó de la retaguardia, poniéndose al mando de un cuerpo de infantería y 60 jinetes. Los guerreros tlaxcaltecas y otros aliados se repartían entre las tres divisiones.

 

En su retirada fueron descubiertos por vigías, quienes les cortaron la retirada en los terraplenes y acequias de la ciudad. Los puentes móviles de madera que transportaban no eran suficientes para cruzar las acequias que cortaban la calzada México-Tacuba a causa de la lluvia y el peso de la gente. Pronto los puentes quedaron anegados provocando el atasco de toda la columna. Algunos lograron que sus caballos cruzaran a nado y muchos infantes también nadaron para ponerse a salvo. Los cronistas afirman que los aztecas mataron casi a la mitad de las fuerzas españolas. Bernal Díaz del Castillo cifra las pérdidas castellanas en 860 hombres. Pudieron haber sido más si los aztecas no se hubieran entretenido despojando a los cadáveres de sus espadas, escudos y esos cascos tan característicos de la época conocidos como morrión.

 

 

El tesoro que los españoles habían acumulado en su aventura iba en medio de la formación. Por los flancos, cientos de guerreros abordo de canoas atacaron, aumentó el caos y dejó a la infantería demasiado atrasada. Los que volvieron sobre sus pasos al palacio de Axayácatl resistieron por unos días y finalmente perecieron o fueron sacrificados, los que se quedaron en medio también tuvieron cuantiosos decesos. En otras crónicas las bajas acumularon 500 españoles y cerca de 5 mil tlaxcaltecas o bien fueron apresados para satisfacer la interminable sed de sacrificios humanos de los aztecas. Gran parte de los caballos se quedó por el camino -sólo veintitrés caballos quedaron con vida-, todos los cañones se perdieron y los arcabuces quedaron inservibles por la pólvora mojada. El propio Cortés cayó al agua y fue rodeado por guerreros enemigos. Arremetieron para salvarlo Antonio de Quiñones y Cristóbal de Olea que impidieron fuera llevado al sacrificio. Cada vez que superaban una acequia y alcanzaban la otra orilla tenían que luchar de nuevo abriéndose paso a cuchilladas y estocadas ante el gran número de enemigos que siempre los flanqueaban armados con largas lanzas.

 

Es de suponerse que Juan Rodríguez de Villafuerte prefirió salvar la imagen de Nuestra Señora de Los Remedios y dejó el oro que le correspondía o que su codicia anhelara. Muchos se llenaron bolsas de tejos de oro, el sobrepeso les costó la vida: murieron ricos. Si consideramos que Moctezuma rescató la imagen del Templo Mayor, debió regresarla al altar que se tenía en el palacio de Axayácatl y de ahí la tomo Juan Rodríguez de Villafuerte. Esta propuesta se sustenta con una referencia de Hugh Thomas, quien afirma que Cortés rezó a la imagen de Nuestra Señora de Los Remedios antes de partir del palacio de Axayácatl esa noche, según lo declaró Juan Jaramillo en el juicio de residencia de Cortés. Una versión devota al respecto es la de Carillo y Pérez:

 

Por todas estas potísimas razones parece ser lo más verosímil el conjeturar que la Santísima Imagen se fué por sí sola milagrosamente del Templo mayor de México á provenirle alojamiento á aquel derrotado escuadrón al Cue de Otoncapulco, cuyos fieles devotos le habían dexado involuntariamente en poder de aquellos Gentiles, contra quienes fue á ser muro y defensa de los Españoles, lo que comprueban los siguientes casos.

 

De la “Noche Triste” ha llegado hasta nuestros días la evidencia arqueológica con un tejo de oro. Fue descubierto a mediados del año 1981 en las inmediaciones de la avenida Hidalgo y Paseo de la Reforma, en el extremo NW de la Alameda, lugar denominado en las fuentes como Toltecaacaloco o Acequia Tolteca. El tejo coincide con la descripción de Bernal Díaz del Castillo de las piezas fundidas del “Tesoro de los antepasados de Moctezuma” por los “plateros” de Moctezuma que residían en Azcapotzalco, quienes realizaron la fundición de joyas con estándares de los españoles.

Tejo de oro: pesa 1.930 kg, sus componentes son 76 % de oro, 21 % de plata y 3 % de cobre. Fue fundido entre noviembre de 1519 y junio de 1520, a 950° C, su ancho de 5.4 cm coincide con las descripciones de las fuentes históricas que corresponde a tres dedos de ancho (fotografía INAH, 2020).

 

 

Tomando como referencia a Hernán Cortés en su Segunda carta de relación, capítulo XXIV sobre los hechos de la “Noche Triste” y otras fuentes contemporáneas como el Plano reconstructivo de la región de Tenochtitlan de González Aparicio y el Itinerario del ejército español en la conquista de México de Orozco y Berra se integra el siguiente cronograma.

 

Una vez que alcanzó tierra firme en Popotla dejando atrás el islote de Mazantzintamalco (cerca de lo que antes era el cine Cosmos, al cruce con el Circuito Interior), Cortés apreció la magnitud de la tragedia. El cronista Bernal Díaz afirma que a Cortés se le soltaron las lágrimas de los ojos al ver como venían sus tropas. Francisco López de Gómara, por su parte, escribió en su Historia general de las Indias que la tristeza lo alcanzó todo:

 

Cortés a esto se paró, y aun se sentó, y no a descansar, sino a hacer duelo sobre los muertos y que vivos quedaban, y pensar y decir el baque la fortuna le daba con perder tantos amigos, tanto tesoro, tanto mando, tan grande ciudad y reino; y no solamente lloraba la desventura presente, más temía la venidera, por estar todos heridos, por no saber adónde ir, y por no tener cierta la guardia y amistad en Tlaxcala; y ¿quién no llorara viendo la muerte y estrago de aquellos que con tanto triunfo, pompa y regocijo entrado habían?

 

En la mañana y durante todo el día del 1 de julio de 1520, los aztecas hostigaron a los españoles con un ánimo reducido. De haberse organizado los hubieran aniquilado en Tacuba. Como refiere el Códice Florentino regresaron a los canales a buscar los objetos expoliados, uno de ellos aparece portando una espada en la mano derecha y un tejo de oro en la izquierda.

Aztecas recuperando los despojos de la Noche Triste en los canales secundarios que atravesaban la calzada México-Tacuba. Uno de ellos se hace de una espada y un tajo de oro ligeramente curvado, como el hallado arqueológicamente de la figura anterior. Códice Florentino, lib. XII, f. 45r.

 

 

Esta conducta relajada sirvió a los españoles para reagruparse en Tacuba. Aunque era ciudad aliada de Tenochtitlán, para las primeras horas del 1 de julio no presentaba combate formal como lo expone Cortés:

 

Y llegado á la dicha ciudad de Tacuba, hallé toda la gente remolinada en una plaza, que no sabían dónde ir; á los cuales yo di priesa que se saliesen al campo antes que se recreciese mas gente en la dicha ciudad y tomasen las azoteas, porque nos harían desde ellas mucho daño. E los que llevaban la delantera dijeron que no sabían por dónde habían de salir, […].

 

Manuel Gamio, para algunos “padre” de la antropología en México, a principios del siglo pasado decidió describir en lo posible la ruta de Cortés que va de Tacuba a la cima del cerro Otoncapulco, donde hoy se levanta la basílica de Nuestra Señora de Los Remedios. Gamio, consultando fuentes históricas del siglo XVI, encontró referencia a “dos torres” o “dos teocallis” en el camino a Otoncapulco. Para Gamio se trata de los sitios Sanctorum y El Conde. Los españoles siguieron ruta a Naucalpan porque era su única opción: al norte, Azcapotzalco como enemigo; al sur, Chapultepec también hostil, y al este Tenochtitlán, justamente de donde venían huyendo. Al amanecer del 1 de julio Cortés y los suyos se reunieron en una plaza de Tacuba sin oposición de sus habitantes. Al pasar las horas, Tacuba presentó un frente de combate en el sitio “Cerrito de Tacuba”,5 donde Gamio afirma se encontraron corazas, espadas, puntas de flecha y restos humanos. Cortés rompió el cerco y logró sacar a su gente de Tacuba, esperó a los rezagados en unas labranzas: porque no me partí de allí ni dejé pasar los contrarios hasta haber tomado el cerro, se trata de un cerro próximo al Tacuba, para Gamio es el Sanctórum, de ahí prosiguieron al siguiente teocalli, que hoy es el sitio arqueológico de El Conde; cruzaron el río Tepzolac (Río de Los Remedios), prosiguieron por la cuesta que se llama Acueco y, finalmente, alcanzaron el cerro Otoncapulco donde se refugiaron asistidos por los otomíes. Lo sucedido en Otoncapulco esa tarde, noche del día 1 y madrugada del día 2 de julio, se puede resumir en la siguiente cita de Hernán Cortés:

 

y llegados al dicho aposento, nos fortalecimos en él, y allí nos cercaron y tuvieron cercados hasta la noche, sin nos dejar descansar una hora. En este desbarato se halló por copia, que murieron ciento y cincuenta españoles y cuarenta y cinco yeguas y caballos, y mas de dos mil indios que servían a los españoles […]. Y aquella noche, á media noche, creyendo no ser sentidos, salimos del dicho aposento muy calladamente, dejando en él hechos muchos fuegos, sin saber camino ninguno ni para dónde Íbamos, mas de que un indio de los de Tascaltecal nos guiaba, diciendo que él nos sacaría á su tierra.

 

De Otoncapulco hicieron camino para Teocalhueyacan, en lo que hoy es San Andrés Atenco. De ahí pasaron a un poblado cercano que es Calacoayan, destruyendo aquel pueblo para continuar a Atizapán y así seguir por la margen lacustre en dirección al norte para alcanzar Tlaxcala. En ese momento apenas sumaban 360 españoles, 600 aliados y 23 caballos. A pesar del hostigamiento inicial, la fortuna fue propicia para los españoles y sus aliados, puesto que los aztecas se entretuvieron festejando la victoria conduciendo al sacrificio a cientos de prisioneros españoles y tlaxcaltecas capturados durante la “Noche Triste” para homenajear el ascenso del nuevo tlatoani. El error táctico azteca durante la batalla de nueva cuenta fue su insistencia militar en el apresamiento de adversarios para el posterior sacrificio. Si hubieran cambiado esta práctica por una operación de aniquilación total no hubieran escapado los españoles y sus aliados de la cuenca de México. A esto se sumó la epidemia que sobrevino y que mataría tiempo después a Cuitláhuac, sucesor de Moctezuma, a quien Bernal Díaz del Castillo distinguió como el señor que nos echó de México. Por otra parte, según Juan Miralles, se produjeron violentas diferencias entre los aztecas que habían sido fieles a Moctezuma y quienes lo derrocaron. En cambio, para los españoles de ese momento no existía opción para enfrentar la última batalla en Otumba durante esa huida: ya fuera que murieran terriblemente sacrificados o luchando contra el infiel y ganaran el cielo, o vivieran con fortuna y honra de la victoria.

 

Los aztecas nunca dieron cuenta que durante la “Noche Triste” infligieron a España la mayor derrota en su historia militar durante el proceso de colonización en América.

Entre el 30 de junio y el 7 de julio de 1520 la retirada de los españoles y sus aliados indígenas de la ciudad de Tenochtitlán rumbo a Tlaxcala marcó uno de los episodios épicos más trascedentes de la historia de México./ Adaptación del autor a una ilustración publicada en Wikipedia, 2020.

 

En la batalla de Otumba, a una semana de salir de Tenochtitlán, se suscitó la tragedia para los aztecas. No obstante su superioridad numérica arrasadora, los españoles en un pequeño número dieron cuenta de la capacidad militar de las técnicas europeas y de la idiosincrasia indígena que estaba lejos de la “guerra de aniquilación”. Los españoles con sus aliados vencieron y al fin pudieron llegar a Tlaxcala. Era un puñado de seres humanos paupérrimos. En los siguientes meses ese ejército irregular de voluntarios se levantará. Ahí Cortés supo la infame noticia para él: que Juan Páez, a quien había dejado en Tlaxcala, se había negado a ir con cien mil tlaxcaltecas que Magiscacín ponía a su disposición para socorrer a los españoles hostigados por los aztecas en Tenochtitlán. Finalmente les llegaron refuerzos y suministros de Cuba, se sumaron a su causa más etnias indígenas y se beneficiaron de un aliado decisivo: las epidemias. Para 1521 cayó Tenochtitlán.

 

 

Notas:
1. Se pueden citar fuentes que difieren en la causa de muerte de Moctezuma, véase por ejemplo el Códice Moctezuma, donde hay una imagen de Moctezuma en una terraza con una cuerda atada al cuello sostenida por un español, también el Códice Ramírez, donde se afirma que Moctezuma no murió lapidado (Martínez, 2019: 146).
2. Acequia es un vocablo de origen árabe; para los náhuas el termino sería apantles (atl, “agua”; pantli, “línea”), en Tenochtitlán los apantles eran zanjas a cielo abierto que cortaban los terraplenes sobre los que estaban calzadas, servían como vías de desfogue entre los lagos de la cuenca y para el paso de canoas o acallis del náhuatl, atl, “agua”; calli, “casa: casa de agua”. Véase Jiménez, 2017.
3. El sábado 30 de junio del calendario juliano fue plenilunio, según el portal <http://astro.bonavoglia.eu> y confirmado en el planetario de código abierto Stellarium v. 0.19.2.
4. En el libro XII, capítulo XXIV del Códice Florentino de fray Bernardino de Sahagún tenemos: Oh, hombres valientes, sus enemigos han salido; comiencen la lucha, porque se van. Cuando todos escucharon este grito, comenzaron a lanzar gritos de guerra, y luego comenzaron a atacar, tanto por tierra como por agua. Corrieron a un lugar llamado Mictlantonco Macuilcuitlapilco. Se entiende que el lugar estaba próximo al palacio de Axayácatl por la puerta del Águila (Cuauhquiahuac). Según Orozco y Berra se trata de la Acequia de Tecpantzinco.
5. Actualmente en la calle de Lago Guija entre la avenida Marina Nacional y la calle Golfo de San Lorenzo en Tacuba.

 

FOTO: El Lienzo de Tlaxcala, la visión de los aliados sobre la Conquista. En la página 18, se aprecia la columna militar de Cortés y sus aliados tlaxcaltecas flaqueados por los aztecas desde la laguna al ir transitando por la calzada México-Tacuba al cruce de la acequia Tlaltecayocan o Tolteca, actualmente a un costado de la Alameda Central de la Ciudad de México.

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