Smarth El primer vanguardista

Oct 31 • Conexiones, destacamos, principales • 6314 Views • No hay comentarios en Smarth El primer vanguardista

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La fotografía en México ha dado grandes exponentes, como Librado García Smarth. Su obra hoy se revalora con el libro Librado García Smarth. La vanguardia fotográfica en Jalisco, Premio Antonio García Cubas en la categoría de Libro de Arte. Este trabajo le otorga su lugar en la historia, junto a Edward Weston, Tina Modotti y Agustín Jiménez

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POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ

Twitter: @Gerar_martinezv

En la historia del arte cada hallazgo siempre va acompañado de una gran historia que pone en su lugar cada una de las piezas que hacían falta, en este caso a los fotógrafos mexicanos y extranjeros que en estas tierras transitaron del pictorialismo a la vanguardia fotográfica. Eso mismo sucedió en 1993 cuando una casa de subastas neoyorquina se vio obligada a retirar de su catálogo una foto atribuida falsamente a Tina Modotti. Su verdadero autor era Librado García Smarth, hasta entonces relegado dentro de la historia de la fotografía en México y a la sombra de figuras como Manuel Álvarez Bravo, Agustín Jiménez, Hugo Brehme, Edward Weston y la misma Modotti.

 

Como sucede en otras historias de las falsificaciones fotográficas fueron los especialistas quienes dieron con el verdadero autor de ese retrato. Como narra el historiador José Antonio Rodríguez en uno de los capítulos del libro Librado García Smarth. La vanguardia fotográfica en Jalisco (Secretaría de Cultura de Jalisco, 2019), a este episodio vivido por la casa de subastas Sotheby’s se sumaron otros que poco a poco fueron validando la estatura de este enigmático fotógrafo que entre 1911 y finales de la década de 1920 dejó plasmada su calidad en el manejo de la lente en distintas revistas ilustradas de la época y en un número impreciso de retratos personales entre las familias más acomodadas de Guadalajara y la Ciudad de México.

 

Al hacer un recuento de los hechos, Rodríguez refiere que en 1994 preparaba una exposición sobre el periodo mexicano de Edward Weston, por lo que recibió de una prestigiosa galería de Nueva York un retrato de Guadalupe Marín, esposa del muralista Diego Rivera. Poco después de terminada la exposición, la historiadora Margaret Hooks, biógrafa de Modotti, le informó que había una obra muy parecida en la muestra Tercia de reina, entonces abierta al público en el Museo del Antiguo Palacio del Arzobispado.

 

“Y en efecto, ahí aparecía una pieza muy similar al retrato de Marín, producida en el mismo sitio, la misma luz, la misma ventana, la misma vestimenta oscura, pero era nada menos que de Smarth (…) Librado García Smarth se convertía en un gran maestro de la vanguardia, pero sin crédito”, cuenta el historiador al referir el segundo de otros episodios que poco a poco habrían de darle a este fotógrafo tapatío la valía como uno de los grandes artistas mexicanos de la fotografía en el siglo XX.

 

Para Alberto Tovalín Ahumada, editor de Librado García Smarth. La vanguardia fotográfica en Jalisco, que este año fue acreedor del Premio Antonio García Cubas, que entrega anualmente el Instituto Nacional de Antropología e Historia, en la categoría de Mejor Libro de Arte, este libro: “habla de un personaje que siendo autodidacta tenía una capacidad visual y de producir un lenguaje plástico muy interesante. Toda la sociedad de Guadalajara, las mujeres más bellas de esa ciudad, fueron retratadas por él. Es un retrato interesante desde el punto de vista antropológico”.

 

Este libro incluye textos de los historiadores José Antonio Rodríguez, Brenda Ledesma, Arturo Ávila Cano, Rosa Casanova y el editor Alberto Tovalín. Fue producto de un rastreo en colecciones particulares, así como en acervos fotográficos de la Fototeca Antica, Museo del Objeto, Museo del Estanquillo, Museo de la Fotografía de Moscú, así como las colecciones de la galería López Quiroga y otras colecciones particulares.

 

“Como archivo [de Smarth] no existe tal. Está disperso entre coleccionistas”, dice José Antonio Rodríguez, quien explica que si bien la valoración de esta fotógrafo se había dado con los episodios de la galería Sothey’s y la muestra Tercia de reina, la internacionalización de este fotógrafo llegaría en 2010 con la visita del coleccionista francés Serge Plantureux, quien “compró un lote de fotografías de Librado García Smarth y vendió ese mismo lote al Museo de Fotografía de Moscú, que lo adquirió con enorme beneplácito. ¿Cómo en Europa y en Rusia sí estaban apreciando a un personaje que estaba en la oscuridad y aquí en México los historiadores de la fotografía no lo conocían?”

 

Pero la historia de Librado García Smarth va mucho más allá de aquello que los coleccionistas y dealers de arte han hecho con sus fotografías. Poco se sabe de su vida. Se desconocen sus fechas de nacimiento y de muerte. Como rescata el historiador Arturo Ávila Cano en el capítulo “El espléndido camouflage”, la única entrevista que Smarth dio a uno de sus colegas periodistas fue en 1927 para Antonio Tonio, de la revista CROM, en la que con gran capacidad inventiva creó los pocos trazos que existen sobre su persona: declaró haber nacido en una cueva entre Jalisco y Sonora, ser hijo de un proscrito, haber sido alimentado con raíces y frutas silvestres durante sus primeros años y haber aprendido de fotografía con libritos-guía.

 

De espíritu errante, Smarth dejó una obra que puede rastrearse en muchas revistas ilustradas de la época: Jueves de Excélsior, CROM, Revista de Revistas, Nuestra Ciudad y El Universal Ilustrado. Su primera colaboración en esta revista publicada entonces por El Gran Diario de México es de 1917; la última a finales de la siguiente década. Es interesante seguir su evolución, que fue de escenas costumbristas que exaltan “lo mexicano” a los primeros desnudos masculinos, como los publicados en el número del 30 de diciembre de 1926 de El Universal Ilustrado.

 

Para José Antonio Rodríguez, uno de los historiadores que mayor entusiasmo ha expresado sobre la obra de este fotógrafo, y quien coordinó al equipo de investigadores “lo que lo hace singular es que pasó de una corriente estética que se conoce como pictorialismo en la fotografía (finales del siglo XIX, inicios del siglo XX) a la vanguardia, encabezada por Agustín Jiménez y Manuel Álvarez Bravo, entre otros. Su singularidad no sólo se debe a sus propuestas, sino por otro hecho: es un artista que, sin que nadie lo diga directamente, tienen una parte de homoerotismo. Hay una posición de género que abre camino hacia la visión del cuerpo masculino como sensual, erótico. Lo hace innovador por varios lados”.

 

En el capítulo titulado “Gestualidad de fantasía”, la historiadora Brenda Ledesma destaca el gusto del artista tapatío por el espectáculo y la parafernalia en conjunción con las masculinidades alternativas que permeaban en el imaginario de esos años, influidas por las propuestas dancísticas del coreógrafo ruso Serguéi Diághilev. Lo importante, dice, “no es la carne. Tampoco es la belleza anatómica. Es la noción del interior representada en contrastes lumínicos que nos anima a pensar cómo se vería el deseo en los ojos de Smarth”. Dos figuras centrales en esta vertiente fotográfica de Librado García Smarth son los pintores Jesús Reyes Ferreira y Roberto Montenegro, como refiere el capítulo “Melancolía y artificio”.

 

Estas propuestas homoeróticas provocaron la reacción de algunas figuras de la intelectualidad de la época, algunas de ellas relacionadas con el discurso posrevolucionario. Explica José Antonio Rodríguez: “El director de cine Chano Urueta, en una nota, lo trata como lo más despreciable. El muralista Ramón Alva de la Canal también calificó a su fotografía de cosas afeminadas. Pero Smarth se sostuvo. Creó un universo profundamente innovador para la fotografía. No por nada, Carlos Monsiváis se adelantó a los coleccionistas y compró varios desnudos masculinos. Otros los compró la Galería López Quiroga. Smarth era un personaje que permanecía en las sombras”.

 

Sin embargo, no todo fue adverso por parte de la crítica. Una de las plumas más entusiastas con la obra de Smarth fue el crítico José Guadalupe Zuno. Explica el editor Alberto Tovalín: “Para él [Zuno], Librado ha trascendido al prodigio mecánico de capturar la imagen. Ha ido mucho más allá. Con un lenguaje plástico muy propio ha llevado la fotografía a niveles muy importantes. Ya no estamos hablando sólo de fotografía, sino de obras artísticas. Ese apoyo que recibió en su momento lo ponía en un lugar muy importante. El trabajo de desnudos siempre fue para él un trabajo muy personal”.

 

Más de tres lustros después de haber iniciado su carrera fotográfica habría de llegar el reconocimiento de Smarth por parte de sus contemporáneos con su participación en la Exposición de arte fotográfico nacional en 1928 y un año después en la exposición Guillermo Toussaint y once fotógrafos mexicanos, en diciembre de 1929 en la Galería de Arte Moderno, dirigida por Carlos Orozco Romero y Carlos Mérida.

 

Así como este tapatío se adelantó a otros grandes fotógrafos como Agustín Jiménez y Tina Modotti en el uso del fotomontaje y el reducido uso de la utilería, los retratos de sociedad que Smarth publicó en las revistas ilustradas más relevantes de la época “transformaron lo íntimo en espectáculo”, como muestra Arturo Ávila Cano en el capítulo “El espléndido camouflge”, seguido del trabajo de Rosa Casanova, en el que hace un detallado recuento de su paso por varias de estas publicaciones.

 

Como sucede con las investigaciones históricas que abren una ventana de exploraciones en terreno casi virgen, los autores de Librado García Smarth. La vanguardia fotográfica en Jalisco prevén que los resultados expuestos en estas páginas invitarán a otros coleccionistas privados y dueños de reliquias familiares a compartir sus tesoros, entre ellos, quizá, un nuevo Smarth.

 

“La historia no se puede cerrar. A partir de este libro van a empezar a surgir dentro de las familias jaliscienses y de la Ciudad de México de viejo cuño, retratos y otras fotografías de este autor. Seguramente dirán que no lo incluimos. Agotamos todos los recursos. Este es un trabajo interminable. Queda camino para otras investigaciones”, remata José Antonio Rodríguez.

 

 

 

FOTO: Sin título, circa 1920./ Col. Museo de la Fotografía de Moscú.

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